lunes, mayo 30, 2011

- Lo mejor de todo esto es que me acabo de dar cuenta de que no sos buena persona.
- ¿Cómo que no soy buena persona?
- No sos la encarnación del mal, boludo, no digo eso. Digo que no sos bueno. En el sentido mas Heidi del concepto, claro.
- Ah, obvio. ¿Vos pensaste que era bueno? Para ser tan desconfiada, le pifiás mucho.
- Qué tarada, ¿no? Años poniendo las manos en el fuego por tu bondad y resulta que nada que ver. Es la cara la que engaña. ¿Vos sabés que un día una amiga te vio en una foto y dijo que tenías cara de cura?
- No, la cara engaña la primera media hora. Vos pensaste que era un pobre muchacho que buscaba amor de maneras equivocadas y que sólo necesitaba un golpe de efecto del destino para encontrarme con una mujer fantástica, sanadora; la única capaz de entenderme, de captar mi esencia y ponerme de vuelta en mi eje. Como una especie de hada madrina.
- Claro, pero más puta. En vez de varita, una fusta.
- Vos no pensabas que yo fuera bueno, pensabas que era tu equivalente masculino.

sábado, mayo 28, 2011

Esto de estar trabajando sola durante diez horas por día se está convirtiendo en una experiencia rara. Por un lado, me encanta. Tengo los papeles ordenados, escucho la música que quiero, puedo leer sin culpa ciertos libros -y nunca voy a confesar de qué libros hablo, NUNCA- y hablar por teléfono tranquila cuando no hay gente. Pero por otro lado, son demasiadas horas en silencio conmigo misma; más allá de la música, de mi criterio del orden y de los libros pésimos a mi entera disposición, está ese silencio que es como un agujero negro. No sé bien qué hay del otro lado, pero mete miedo.
Entonces el día transcurre sin sobresaltos, o al menos eso parece. Hasta que me subo al bondi, me siento, leo un par de páginas del libro que llevo en la cartera y una frase me dispara hacia 28 pensamientos diferentes, paralelos, versiones más o menos adornadas de exactamente lo mismo; como una piñata de neurosis estallándome en el pecho, en el cerebro, en lo ojos.
Después, lo usual. El llanto disimulado, la careteada constante, los apuntes como herramienta de evasión, los sueños perturbadores, el encierro, la retrospectiva como búsqueda de sentido y fuente de obsesión; el kit de angustia que llevo en una valijita desde que mi mundo es mi mundo.
Me sorprende lo sádica que puedo ser conmigo misma y al mismo tiempo me explico el por qué de muchas cosas. Hay algo en el castigo que es el núcleo de mi esencia, enviste todo lo que soy y hago; que es como una planta carnívora, magnífica, bella, enorme, hipnótica, y se come a los pajaritos inocentes que le revolotean alrededor. Eso y el agujero negro. Meten miedo.

jueves, mayo 26, 2011

Hola, soy la chica que abre blogs.
Ahora, uno de reseñas literarias y crónicas/relatos/anécdotas que tengan que ver con la práctica de la lectura.
Os invito a visitarlo y, por qué no, a participar: Praxis de lectura.

sábado, mayo 21, 2011

- ¿Què pasó? ¿Te apoyó un tipo en el bondi?
- No. Un tipo no. UN NENE DE 13 AÑOS.
- Naaaah. ¿En serio?
- Sí, primero no entendía nada, estaba ahí parada leyendo mi libro y sentí algo raro, la energía apoyadora. Cuando miré de reojo para atrás lo vi al pendejito este que era más bajo que yo, imaginate. Justo cuando me debatía acerca de qué hacer, se desocupó el asiento delante de mí y me senté. ¿Podés creer que me empezó se empezó a apoyar en el brazo?
- Estaba re caliente el borreguito.
- Que el borreguito se haga una paja en su casa mirando Casi Ángeles, que no se suba a un 141 a apoyarle el pitito a una piba que podría ser su hermana mayor.
- O su madre.
- Hermana mayor, la puta que te parió, hermana mayor. Bueh, la cuestión es que lo miré fijo hasta que me miró y le dije bien bajito, pero modulando bien para que entendiera, "basta". Me pidió perdón y yo volví al libro.
- Ay, pobre...
- Sí, me dio un toque de pena, no iba a armarle un escándalo a un pibito, por eso cuidé que nadie se diera cuenta. Pero no va que el desacatado vuelve a apoyarme a los treinta segundos. Ahí sí me enojé y le dije "dejá de apoyarme".
- ¿En voz alta? ¿A los gritos? ¿Lo acusaste con el chófer por pedófilo a la inversa?
- No. un tono normal tirando a bajo. El pibe puso cara de protesta y me saltó con "es que me están empujando". Sí, claro, te están empujando la pija medio dura contra mi brazo. Yo no sé qué cara tendría, porque últimamente no la puedo pilotear, se me escapa el gesto sin control, pero te juro que podía sentir cómo la mirada era un rayo láser. Tomé aire, exhalé, y le dije bieeeen lento "dejá de apoyarte en mi brazo".
- ¿Y?
- Se puso todo colorado y me pidió perdón de vuelta. Hasta cierto punto, se me partió el corazón. En ese momento de vergüenza tenía cara de nene, mirada de nene, gesto de nene. Espero que se haya sentido tan avergonzado que no le den ganas de apoyarse a una mina nunca más en la vida.
- Cel: educando al ciudadano. Latín, lengua y literatura, inglés, diplomacia sexual y urbanidad.

viernes, mayo 20, 2011

Me gusta el formato serie; de 25 minutos o 50. Me gusta eso de plantear un conflicto y que se resuelva rápido, pero que al mismo tiempo haya un hilo conductor que me lleve a mirar el episodio siguiente. Hay épocas en las que mi concentración no se banca una película de dos horas entera (¿por qué todas las películas, de repente, pasaron a durar dos horas mínimo? ¿qué tenía de malo la hora y media?) pero puedo mirar 4 horas seguidas de How I met your mother. La serie me da la posibilidad de ver todo el desarrollo de un personaje, me permite encariñarme y meterme de lleno en la historia. Entonces, para mí, las series son tan trascendentales como las películas. Así como me acuerdo de la adrenalina que sentí mientras estaba sentada en la butaca del cine asombrándome con Jurassic Park, evoco la alegría estúpida que me recorrió el cuerpo cuando Chandler y Monica se encamaron por primera vez. Sin juicios de valor implícados, David Lynch y Kevin Williamson me atravesaron con igual intensidad, cada uno a su manera, claro; no soy tan necia como para decir que están a la misma altura, pero sé muy bien que a los 15 años lloré durante toda una noche con el final de la primera temporada de Dawson's Creek y que a los 20 no dormí en toda otra noche tratando de descifrar Mulholland Drive.

Hasta los primeros años de facultad, las vi todas -TODAS-, pasaba infinidad de horas frente a la televisiòn. Despuès me mudé con mi abuela que no tenía cable, me compré un reproductor de DVD y durante 3 años miré, al menos, una película por día. La dinámica de todo cambió cuando descubrí Lost. La primera temporada, en una semana. La segunda, en 2 días (me clavé 24 capítulos a lo largo de un fin de semana, no puedo ni siquiera empezar a explicar los sueños que tuve en las noches siguientes). La tercera, en lo que duró un fin de semana largo. Ya para la cuarta, iba bajando a medida que se transmitía en Estados Unidos. La quinta y la sexta fueron la cristalización del desesncanto, pero no importa. A partir de Lost, cambió la manera de mirar series. O mejor dicho, poder bajar toda una temporada de un tirón lo cambió todo; pero para mí, ese paso de un modo al otro vino de la mano de Lost y su delirio justificado y sostenido. Después de Lost, la nada; un vacío. Un vacío que traté de llenar con Dexter, The Wire, Breaking Bad o Mad Men; series geniales, impecables, maravillosas, pero no es lo mismo. Nunca más el vértigo de final de temporada, nunca más las charlas de horas y horas con amigos tratando de desentrañar el misterio, nunca más la curiosidad alimentada por pistas sueltas en diálogos; nunca más, una pena.
A lo largo del año pasado le seguí el rastro a J.J. Abrams y me topé con Fringe. Lei la sinopsis y pedí recomendaciones. Me dio la sensación de que era un X-files wannabe y además todos me dijeron que era malísima, salvo mi tía Nilda, que la seguía semana a semana en Warner y estaba chocha, le encantaba. Pasa que mi tía Nilda, a mi parecer, tiene un gusto televisivo horrible y nunca coincidimos en nada. Hace unos meses, un domingo de calor pegajoso y sofocante, me acordé de la serie esta y la busqué en Cuevana. Y sí, terminé el primer episodio ya considerándola una copia tibia de X-files, como casi todos; pero le di play al siguiente porque me dio un poco de intriga. Y al tercero. Y al cuarto. Así, hasta llegar al noveno.
Entonces ahora -que acabo de terminar la segunda temporada y no veo la hora de llegar a casa para entrarle a la tercera- les vengo a decir a todos que Fringe ESTÁ BUENA. No tiene nada que ver con X-files. Es otra cosa, es un delirio alla Lost (duh, comparten creador), sus personajes son mucho más transparentes y queribles, el personaje de Olivia Dunham es de una belleza que me conmueve, el científico Walter Bishop es absolutamente adorable, Pacey se parte al medio solo (siempre será Pacey para mí) y habilita el campo a la curiosidad sobre temas como teorías de universos paralelos, wormholes y viaje en el tiempo.
Nada llenará el espacio que dejó Lost, eso lo sé muy bien; pero, como hoy le decía a Lau, la insatisfacción es un modo de vida y es lo que nos define. En el hambre de estímulo me topé con Fringe, y qué contenta me pone.

jueves, mayo 19, 2011

Desde los 15 años hasta ahora:
- Atendí un local de ropa en la Bond Street
- Corregí pruebas y trabajos prácticos de alumnos de sexto y séptimo grado para un amigo de mi viejo que era maestro.
- Pinté remeras y pantalones para una de mis tías artesanas.
- Mandé a hacer camisolas y las vendí los fines de semana en plaza francia.
- Hice los chirimbolos esos de silicona de colores para pegar en los vidrios.
- Trabajé de vendedora en un local de ropa en Once.
- Fui soporte técnico telefónico de máquinas de revelado fotográfico para USA durante un año.
- Fui soporte técnico telefónico para usuarios de MSN en USA.
- Fui de esas que calientan vía sms en los servicios del estilo "¿querés encontrar pareja? envía AMOR al 2020"
- Fui de esas que leen el futuro vía sms en los servicios referidos en el ítem anterior.
- Tiré las cartas a cambio de dinero.
- Administré órdenes de compra para una gran multinacional durante casi dos años.
- Llamé a muchos morosos latinos residentes en USA instándolos a saldar las deduas que habían contraído comprando juegos de ollas de acero inoxidable.
- Dí clases de inglés.
- Atendí un local de ropa y accesorios en Palermo.

Y la librería desde hace más de dos años, claro. Así que ¿saben qué? estoy cansada de trabajar. Quiero unas vacaciones muy largas. Quiero un año laboralmente sabático. Quiero poder dedicarme al estudio y solamente al estudio por lo menos durante un ciclo lectivo. Quiero una licencia con goce de sueldo hasta sentir que realmente estoy descansada. Quiero un sponsor que me beque simplemente por ser yo. Pero como sé que no es posible, simplemente pido que la librería se venda antes de que tenga que salir a buscar un nuevo trabajo, así recibo la indemnización que me corresponde y hago vida de mantenida durante un par de semanas.
¿Dale, Cosmos, que te copás y mandás un comprador para cuando mi jefe vuelva de viaje?

lunes, mayo 16, 2011

Hoy, en crónicas del multitasking de la inútil: Buscar palabras en el diccionario de latín y pasar las definiciones al cuaderno mientras iba sentada en uno de los asientos de atrás del bondi.

No, no voy a hacer un relato minucioso.
Pero que se sepa: NUNCA MÁS.

sábado, mayo 14, 2011

Se habla de géneros discursivos en la clase de Expresión Oral y Escrita II. Que las convenciones, que loa enunciados, que blabla. En un momento, el profesor -que es lo más de lo más de lo más-, habla de géneros más informales. Por ejemplo, el diario íntimo.
¿Alguien lleva un diario íntimo?, pregunta.
Y yo asiento sin pensar, sin darme cuenta de que el aula es chica y que cualquier movimiento puede ser notado. Así que el tipo me dice que sí, que yo, que hable un poco de eso. Entonces armo una oración atropellada, casi tartamuda, que incluye la frase "bola de catarsis".
Me cago en mi cráneo que asiente automáticamente y en mi falta de adaptación a los espacios. Una hora antes, el tipo me había devuelto un TP diciéndome "muy buena manera de resolverlo" y resulta que me las arreglo para arruinar mi imagen; bola de catarsis, qué estúpida.
Él es amable e indaga sobre otras cosas, por ejemplo, las convenciones. Me pregunta si fecho cada entrada del diario y ahí sí, ya estoy en graciosa-mode y le contesto que claro, que soy neurótica, que necesito el registro.
Todos ríen, el profesor ríe, yo río.

miércoles, mayo 11, 2011

Después de una semana de pura frustración sexual, mi inconsciente me tira una que, por lo menos, me alegró la mañana.
Soñé que me garchaba a Jeff Bridges. Pero no Jeff Bridges ahora, Jeff Bridges en la época de The Big Lebowski.
Me vuelve loca. Cuando tenía 15 años y era una amarga total, me quedaba viendo en HBO esa en la que él es profesor y anda con Barbra Streissand (o como se escriba); moñito usaba y a mí igual me cabía.
Soy tuya, Jeff.

viernes, mayo 06, 2011

Hola, vengo a hablar del hombre que me alegró la vida durante el último mes. No, no hablo de un amante (ay, si yo les contara TODO lo que pasó en el último mes en materia de amantes...), es Mario Levrero. Un señor escritor uruguayo que en realidad no se llamaba así sino Jorge nosécuánto y que se murió en 2004 por culpa de una aneurisma. 64 años tenía, pero, a decir verdad, estaba bastante baqueta. El otro día vi unas fotos suyas muy de entrecasa, en calzoncillos y musculosa blanca, y me sorprendió que pareciera como de 70. Pero, en fin, no creo que sea un dato relevante a la hora de leerlo.


El año pasado, cayó en la consignación de novedades uno de sus libros: La Banda del Ciempiés. Yo había oído muchas veces su nombre en boca de gente de criterio confiable, así que apenas lo saqué de la caja, le avisé al jefe que me lo llevaba. Lo leí en un par de días y la verdad es que me gustó mucho. No sé si es un buen libro, de hecho, dudo que lo sea, pero hubo algo en su prosa que me atrapó. Como si me hubiera venido a chamuyar un flaco no muy lindo ni de muchas luces pero sí rebosante de carisma y buena onda. Me conquistó por completo. Ojo, recomiendo La Banda, me parece que tiene elementos humorísticos que uno hace que se ría sonoramente; y yo no sé ustedes, pero a mí eso no me pasa a menudo. Lo que sucede es que la historia viene bien, mantiene el nivel de tensión, suspenso y humor, pero al final se desinfla, como si al tipo se le hubieran ido un poco las ganas de escribir. Yo lo banco, a mí me pasa todo el tiempo lo mismo; ya se van a dar cuenta el día que publique una novela.

Después, tuve acceso a un par de sus cuentos y a la novela La Ciudad, que es parte de Trilogía Involuntaria, que editó hace poco Debolsillo! y que sale unos morlacos pero que será mi próxima inversión. Habiendo leído más, me cerró por completo. No sé bien qué cerró, mi cariño, supongo. Porque a mí me pasa eso con los escritores, los quiero, los deseo, imagino diálogos con ellos en mi cabeza, les sirvo whiskies imaginarios. Y con Levrero me pasó todo. Quise abrazarlo, charlarle, sacarlo a tomar aire, presentarle a mis amigas, hablar de Jung, que me contara de todas sus mujeres que el describe como diosas, santas proveedoras de experiencias sobrenaturales.

Hace un mes, compré La Novela Luminosa. Lo reconozco, la compré en una librería-monstruo-cadena-parezco-supermercado, pero fue porque nuestro distribuidor no me la traía y yo estaba por terminar el de Patti Smith y no podía concebir viajar en bondi sin un libro.
La cosa es así, en 1984, Levrero comienza a escribir La Novela Luminosa, que tiene poco de novela y mucho de ensayo velado, soliloquio y ventana a su cabeza. Quince años después, aplica para la Beca Guggenheim y la obtiene; su proyecto es, justamente, continuar con La Novela Luminosa y terminarla. Con ese dinero se dedicó a escribir su Diario de la Beca, que no sólo es el prólogo del libro sino también las tres cuartas partes de su contenido. Ese diario es la puerta a la vida de Levrero, su cotidianeidad, su vida onírica y achaques. Es conmovedor hasta en el relato de su lucha para cambiar el sistema operativo de la pc; conmovedor en el sentido más cotidiano de la expresión.
Cuando lo terminé, lloré un poquito. Supongo que porque estaba por indisponerme, pero también porque hacía muchísimo que no me sentía tan cerca de la palabra de alguien; lloré porque me emociona la experiencia de la lectura cuando me toca de ese modo tan particular, tan auténtico.

Un día del año pasado, poco después de terminar La Banda del Ciempiés, fui a lo de Lau a cenar; después de unos vinos, prendió el tocadiscos, puso un disco de Leo Maslíah y me dijo "escuchá esto que es genial". Eso que me hizo escuchar, era esto hecho canción y cuando al otro día me enteré de que era de Levrero me emocioné. Así, sí, se me inundó el cuerpo de una sensación bellísima. Ese hallazgo tan nimio me alegró una tarde de sábado. Y ahora lo entiendo, ahora me cierra. Esa es la luz de Levrero. No soy la misma después de él.

Mi jefe me cuenta sus proezas romántico-sexuales de la juventud. También hace extensos monólogos acerca de su puesto como gerente comercial en diversas editoriales. Me hace fumar sus discursos llenos de orgullo hacia sus burgueses y exitosísimos hijos. Me interna contándome una y otra vez la misma anécdota en la que trata de defenderse ante mis acusaciones de homofobia. A veces también hace que me den ganas de abrazarlo, porque es buena gente; clase media pretenciosa, pero buena gente al fin.
Pero basta ya. No veo la hora de que se vaya de viaje y me deje sola. Voy a vender los libros que YO quiera. Voy a ordenarlos como YO prefiera. Voy a recomendar lo que a MI me parezca. Voy a pintarme las uñas en el mostrador. Ordenar los papeles bajo mi criterio. Sonreírle sugestivamente a los clientes apuestos. Poner la música que a mí me gusta. Leer a la hora de la siesta. Estudiar latín cuando no hay gente.
Y, por supuesto, voy a usar la librería de bulo; que es lo que vengo esperando desde que empecé a trabajar acá.

miércoles, mayo 04, 2011

El flaco me decía que mejor la cortáramos ahí porque yo quería "algo más". Y yo le respondía que claro que quería algo más, pero en un sentido más general de la expresión; que el "algo más" que
él estaba conjeturando era sólo una de las posibilidades de algos-máses a nuestra disposición. Que siempre quiero más y eso no necesariamente tiene que ver con un deseo romanticón de andar juntitos de la mano, de decirle a mi papá "te presento a mi novio" o de irnos juntos un fin de semana a algún lugar de la costa. Que con coger y sólo coger a mí no me alcanza, que es preciso que haya un ingrediente extra, como que el otro tenga mujer y todo tenga gustito a incorrecto y prohibido; o que broten fantasías y morbos como conejos de la galera; o que los diálogos sean tan estimulantes como reflexivos. Algo, lo que sea, pero que para tener orgasmos ya me tenía a mí misma. Así, "para acabar me alcanza conmigo misma".
Él me decía que no terminaba de entender a qué iba con esa declaración de principios y yo me daba cuenta en ese preciso instante de que el tipo no tenía ganas de nada conmigo, que el problema no era el "algo más", sino yo en general. Pero también caía en la cuenta de que él tampoco me alcanzaba y que tenía razón, mejor dejarlo todo ahí.


Genial, hasta en los sueños me hago la cancherita. Yo no sé qué quiere decir este sueño, lo que sí sé es que cuando un diálogo parecido se dio en la vida real hace unos meses, yo quería todos los máses con él y, bueno, él no.
Eso sí, el discurso de mi yo onírico me cierra por todos los costados. Siempre quiero más, más de lo que fuere, pero más.

Cuando salí de la cama me puse a buscar unas hojas cuadriculadas para un tp del profesorado y ahí estaba, escondido entre otros papeles, el guión del corto del hombre soñado. Me acordé de Freud y su texto Lo Ominoso (o Lo Siniestro, según la traducción) y traté de armar redes entre manifestaciones del inconsciente; pero antes de ponerme a especular le eché un vistazo y no sentí ni angustia ni melancolía; todo lo contrario, me dieron muchas ganas de que algún día pueda filmar esa idea tan bella. También deseé que le diera pelota a mis correcciones, pero eso por el bien de la sintaxis.

Y así, mientras dormía, fue que me dije a mí misma que -otra vez- quiero más.
Alguien más.