II
Nuevamente, los zombies. Ya tomaron las ciudades y los humanos nos instalamos como podemos, en campamentos al costado de las rutas. Yo vivo en una carpa bastante grande con mi pareja (un tipo al que nunca vi en la vida). Estamos tomando mate y charlamos cuando de repente me desmayo. Al instante, aparezco en una calle de suburbio desierta, es un lugar tipo San Isidro, todo impoluto, casas enormes, arbolitos en las veredas. A lo lejos, veo a unos nenes jugando a la pelota en la calle. Me pregunto si estoy soñando, pero en realidad tengo la certeza de que viajé en el tiempo. Sé que los humanos pudimos de algún modo dominar a los zombies y que volvimos a habitar las ciudades. Escucho un sonido que se acerca rápidamente y me quedo parada, escuchando atentamente; después de un rato, es fácil de identificar: es la voz de un hombre, distorsionada por un megáfono. Al rato puedo ver cómo se acerca por la calle donde estoy parada una masa de muertos vivos, ordenados, marchando a un ritmo constante. El tipo del megáfono no para de decirles cosas. Es como un pastor evangelista que les quema la cabeza con sus frases. Pasan por mi lado y ni me registran, siguen al enajenado del megáfono como si no hubiera otra opción. Si pudiera recordar qué es lo que les dice, la represión no sería guardiana del sueño.
Me adelanto por el camino que están haciendo y veo que lleva a un precipicio. "Así que esta es la manera de controlarlos", pienso; se los junta en rebaños, se los distrae con esas frases misteriosas y se los tira por ahí.
Antes de llegar a ver el descenlace obvio de esa escena, pierdo la conciencia y vuelvo a despertar en la carpa donde comenzó todo. Le cuento a mi pareja lo que vi, pero trata de convencerme de que fue un sueño. No me importa lo que piense, yo sé lo que pasó, lo que pasará y me vuelve la esperanza.
Y me despierto.
No me sale llamarlo "eso"
Hace 12 años.