jueves, julio 29, 2010

Tal vez sea uno de esos días en los que veo la mitad del vaso lleno, pero no puedo dejar de pensar que cuando problemas reales acechan, hay algo que se acomoda. La lista de prioridades se reestructura y todo se empieza a observar desde otro ángulo. Me parece que lo que quiero decir es que suelo ahogarme en conflictos que acontecen solo en mi cabeza y que cuando sucede algo real es como si me pegaran un cachetazo corrector que me hace reaccionar y actuar como un ser un humano sensato y hasta se podría decir que en eje.
Entonces ahora me siento liviana, despejada. Y cada cosa que hasta hace un mes me atormentaba ahora... ahora nada.
¿Falta plata? Surge negocito con mi hermana. ¿Los tipos desaparecen? Es que a la vuelta de casa hay un agujero negro que los absorve y los transporta a la dimensión de los amantes fugitivos; si quieren lo llamo a Stephen Hawking para que explique. ¿Conflictos familiares? Más sonrisas y buen humor, nada más.
Iba a decir que igual no me prestaran demasiada atención, que en cualquier momento volvía al drama y que dios me libre de convertirme en una de esas personas sanas y estables que "aprovechan" las mañanas y les gusta "ir a pasear"; pero quién sabe.

miércoles, julio 28, 2010

Chicos, me acabo de comer un yogurt Sancor Vida con duraznos que estaba vencido. No sé por qué se me ocurrió leer la tapita después de terminado. Tampoco sé por qué no se me ocurrió leer esa misna tapita cuando lo compré.

Si me muero:
- Necesito que alguien vaya a prender fuego las heladeras del chino de Alberdi y Calasanz.
- Le dejo mis escritos inéditos (pilas de cuadernos, diarios íntimos y unos archivos con cuentos eróticos que son medio chotos literariamente, pero que calentar, calientan) a quien quiera leerlos.
- Regalo mis libros. Por favor cuídenmelos.
- Exijo que, si me entierran, me pongan El Maestro y Margarita sobre el pecho.
- Quiero que inviten al funeral a todos mis ex-amantes (no se preocupen, están separados en un grupo del msn: been there) así se ponen a contar anécdotas graciosas sobre mí.
"Bienvenida al mundo" me dijo mi madre mientras revolvía el café. También hizo una retrospectiva de mi historial académico-laboral ponderando mi capacidad de elegir placer sobre deber.
Durante tres días me olvidé del culebrón kafkiano que es mi vida no-romántica.
Nadie me dijo que iba a ser así.

viernes, julio 23, 2010

Llega un momento en el que con leer una historia de ficción no alcanza. Necesito un nivel más elevado de abstracción. Necesito fórmulas, cuadros sinópticos, memorización de reglas y protocolos de investigación. Y esta necesidad no surge de mi sed de conocimiento -curiosidad mis polainas-, necesito esto porque de otra manera me empiezo a manijear hasta decretar que mi vida apesta, que el universo atenta contra mí y que no hay esperanzas de salvación.
El estudio me rescata del dramatismo y del autoflagelo.
Hace dos semanas que terminaron las clases (promocioné Latín con 10, que se sepa, a la mierda con la modestia) y no veo la hora de empezar de vuelta.
Necesito sintaxis, declinaciones y conjugaciones, reglas de puntuación y fechas de entrega. Quiero ver a mi profesora de Latín y pensar "cuando sea grande, quiero ser como ella; pelotuda, tenés 27 años, dejá de decir 'cuando sea grande'". Quiero conmoverme con el amor a la literatura que tiene la de Expresión Oral y Escrita. Quiero. Necesito.
Es que no soy nerd. Soy una neurótica con un mecanismo de defensa socialmente funcional.

jueves, julio 22, 2010

Tenía el pelo más largo que ahora. Mucho bucle, mucha onda; muy lindo. Primero leía unos apuntes de epistemología -me parece que todavía estudiaba psico y estaba cursando metodología de la investigación- y después de comprar galletitas de manteca en un supermercado, me ponía en pelotas y salía a trotar.
Corría desnuda por Palermo y los rulos se me despeinaban.
Como Lady Godiva pero sin caballo.
Al principio me daba un poco de vergüenza, más que nada porque no quería escandalizar a las viejas paquetas del Boulevard Charcas, pero cuando veía que a nadie le importaba demasiado empezaba a disfrutarlo realmente.

Ahora me siento liviana.

miércoles, julio 21, 2010

- Mmmñla.
- ¿Cel?
- Msé. ¿Quién habla?
- Estoy en la puerta de tu casa. ¿Me venís a abrir?
- Pero, ¿quién habla?
- No lo puedo creer. Está bien que hace como un año que no te hago visitas matutinas, pero de ahí a que te hayas olvidado de mi voz al teléfono... Dale, abrime que hace frío.
- Tenés la voz diferente, no parecías vos. Pero ¿cómo que estás en la puerta? Es de noche.
- No es de noche, son las nueve, tenés los postigos cerrados.
- Ah, debe ser eso. Qué linda sorpresa. ¿Estás en la puerta en serio?
- Esperando que vengas a abrirme.
- Pero mi cuarto está desordenado.
- No me importa.
- Y mi pijama es jogging, una remera de Faith No More y un cangurito.
- Sabés que me encanta.
- Pero hace frío, me da fiaca levantarme.
- Ya sé que hace frío, el que está a la intemperie soy yo.
- ¿Y me trajiste algo rico para desayunar?
- Nos traje facturas. Con crema pastelera para vos. ¿Podemos tener esta conversación en tu cuarto? Me estoy congelando la mano.
- ¡Te acordaste de que me gustan con crema pastelera!
- La última vez que me equivoqué lo publicaste en el blog.
- Es verdad.
- Ahora deberías publicar que me acordé.
- Bueno.
- Bueno ¿qué?
- Bueno: ahí me pongo las pantuflas y te abro.

Al mediodía le fui a abrir la puerta de vuelta, esta vez para que se fuera. Y mientras pensaba que toda mi vida se está convirtiendo en una gran repetición del año pasado -las visitas mañaneras de cierto sujeto, la falta de feedback de cierto otro-, abrí los mails. Había uno de un tipo con el que estuve una vez, hace justo un año. Claro que no era un mail dedicado a mí, sino una invitación a un taller de nosequé. El misterio es cómo llegó mi dirección de correo a él. Coincidencia. El cosmos que me quiere poner a un barbudo que abraza como oso en el camino a toda costa.
Todavía no sé si contestárselo, decirle "hola, me recordarás del día del amigo 2009, te traje a casa en taxi y te fuiste a las 7 y media a dar clase" o algo así.
Era muy lindo. Y guitarrista.
Ay, los guitarristas.

martes, julio 20, 2010

Primero me dijo "feliz día" la mina de la imprenta que nos trae las tarjetas y los talonarios de facturas. Después, un compañero del profesorado que sólo me habló dos veces por msn para preguntarme qué era un acento enclítico. A la primera le sonreí y balbuceé algo parecido a "feliz día para vos también" porque me tomó desprevenida, al segundo ni le contesté el saludo fraternal y le respondí la pregunta que me estaba haciendo.
Todo bien, pero para que yo le diga felizdìa a alguien, tiene que ser amigo de verdad. Como Dedé, que me cocina milanesas de berenjena, me arma porros y le saca la numerología a los chicos que me gustan. O Lau, que siempre tiene ganas de tomar cerveza, ir a comer afuera, probar de cocinar recetas exóticas y mirar fotos de tipos lindos en Google. O amigo y consejero que me atiende el teléfono a las 12 y media de la noche aunque esté borracha, quejosa e insoportable.

Eso sí, a Lili, mi clienta octogenaria que se lleva novelas románticas, se pinta los labios de un rojo divino y usa unas hebillitas de lo más simpáticas para agarrarse las pocas mechas que tiene, sí le dije felizdía. Porque no somos amigas, es cierto, pero si yo hubiese nacido cincuenta años antes, lo seríamos.

lunes, julio 19, 2010

Estoy hace una hora escribiendo y borrando posts.
Uno sobre mi inocencia al expresarle a la gente lo que me genera y no recibir respuesta alguna, solo indiferencia. Otro sobre el paseo facebookiano por mi pasado romántico que le hice a Lau ayer a la noche. Uno más sobre un tipo que quiere venir a mi casa y que le cocine.
La cagada es que todos terminaban igual. Mi discapacidad emocional, blabla. Este domingo de angustia, blabla. Quiero vivir en una isla desierta blabla. Hace cinco días que no puedo dormir, blabla.
Así que eso, blabla.
Una mierda. Todo.

sábado, julio 17, 2010

Me acuerdo perfecto, creo que hasta puedo tirar la fecha y todo. Enero, 13 o 14, de 2008. Era domingo y estábamos en la cocina de casa, cn Nat, tomando jugo de pomelo y leyendo el libro de las lunas de Carutti. La luna en Acuario nos reunió esa tarde y nos tuvo hablando hasta que se empezó a hacer de noche. Y al que no le importe la astrología que deje de leer en este instante.
El señor este dice que si te tocó la luna esta, te jodés. Bueno, no lo dice así, pero más o menos. Acostumbrate al abandono, a que los afectos desaparezcan repentinamente. Que esto genera que cortes vos los vínculos antes de tiempo, si total, tarde o temprano se va a terminar. También dice que es una luna que no sabe sentir sin pensar previamente y que lo que para cualquiera, a nivel emocional, es una brisa, para la luna acuariana es un tornado que se lleva todo puesto.
Con Nat hablamos de nuestras infancias, pubertades y adolescencias; de nuestras familias, romances y amistades. Encontramos puntos en común, relacionamos, analizamos y armamos un plan de acción para poder experimentar esta luna con un poco más de placidez. Nos preparamos un fernet y brindamos por el cosmos. Ese fernet se convirtió en dos, en tres y en mucho más. Cuatro horas después, yo había llenado mi cuarto de velitas y buscaba un marcador para dibujar las paredes. Un marcador. Para escribir las paredes.

"El único refugio es la ausencia de refugio"

Esa frase escribí a los pies de mi cama, y esa frase fue la que lei cada día al levantarme durante tres meses hasta que pintamos toda la casa y terminó cubierta de pintura color cremita.
La gente entraba al cuarto y preguntaba por qué, por qué justamente eso. ¿Y cómo explicales? Preferí convertirlo en una anécdota de borrachera, de tomé mucho fernet y me pintó escribir las paredes. Pero no, no se trató sólo de agarrar un marcador y ponerme a rayar la pared. Fue la necesidad de convencerme de que no me queda otra, tengo que cruzar la línea, tengo que confiar en la absoluta falta de certeza. Saber que esa sensación de desprotección constante es sólo eso, percepción. Que sólo me voy a sentir refugiada cuando entienda es el todo lo que me cobija.

Hace unas semanas escribí esa misma frase en un post-it y lo pegué en el espejo, al lado del alfabeto cirílico. Todos los días práctico la fonética de las letras rusas, todos los días me recuerdo que no hay refugio.

viernes, julio 16, 2010

- Te voy a hacer una pregunta, pero quiero que me respondas lo que de veras pensás, ¿si?
- Claro.
- ¿Vos pensás que alguna vez yo voy a conocer a alguien que me soporte?
- ¡Obvio!
- ¿En serio me decís? No me mientas, eh. Quiero que me digas la verdad.
- ¡Es la verdad! Si vos sos muy buena onda.
- Y tengo tetas, mis tetas son lindas.
- A ver, en lo que va del año ¿a cuantos pibes conociste?
- Ehmm... cinco.. seis... no, cinco. Cinco.
- Bueno, cada cinco semanas tuviste oportunidad de...
- Eso no tiene nada que ver.
- Bueno, en lo que va del año ¿con cuántos pibes que valieran la pena estuviste?
- ¿Tienen que ser todos de este año? ¿Puedo repetir de otros años que también hayan aparecido en el 2010?
- Sólo del 2009.
- Ehmm... ¡Dos!
- ¿Lo contaste a Mengano?
- Uh, no. ¡Tres!

Después ya no me acuerdo qué más nos dijimos. Lo que sí recuerdo es en lo que me quedé pensando yo.
De esos tres pibes que me caían/caen bien y el sexo estuvo/está bueno y no me parecen estúpidos -sino más bien todo lo contrario-, uno tiene novia, otro acababa de salir de una relación de una década -yo no estoy para ser rebote de nadie- y el último no es capaz de contestarme un mail sobre un asunto que no tiene nada que ver con nosotros dos en pelotas.

Voy a prender fuego todo.
A la noche de mierda que había tenido, como era de esperarse, le siguió un día chotísimo. Por eso, cuando salí de la librería decidí que la falta de optimismo, las hormonas y el frío no me iban a arruinar otra velada conmigo misma. En el momento en que llegué a la parada del colectivo, el 141 se acercaba majestuoso y vacío; tomé el suceso como una señal de buen augurio y dormí durante todo el viaje.

Buen augurio las pelotas.

Para las 12 de la noche ya me había tomado dos whiskys, había invitado a un chico de estos que me gustan a mí, bien discapacitado emocional, a comer a mi casa el domingo, me habían dejado plantada y estaba enojadísma con el universo.
Menos mal que tengo a mi amigo y consejero, que me charló por teléfono durante dos horas y me hizo reír lo suficiente como para que me fuera a dormir un poco menos alterada.
Me desperté esta mañana con una resaca asesina y la furia hormonal a flor de piel.
Voy a prender fuego todo.

jueves, julio 15, 2010

Se acaba de inaugurar la temporada Insomnio 2010.
Me desperté a las 4 y cuarto de la mañana pensando en que no me alcanza la plata y que necesito encontrar con urgencia una entrada extra porque si no voy a llegar homeless a la primavera. Claro que todos los pensamientos negativos se intensifican a las 4 y pico de la mañana, más cuando se va notando que ya no son las 4, sino las 5 e incluso las 6. No me voy a quedar sin casa, pero tal vez sí sin comida y, odio tener que decirlo, libros. No quiero ni pensar.
Me habré dormido a las 7, con la mente cansada y las uñas recién pintadas.

martes, julio 13, 2010

Ah, sí pero qué frío, ¿no?
Yo encontré la solución, señores.
Salir del trabajo, pasar por la carnicería y comprar un lindo pedazo de carne de vaca y otro bello pedazo de carne de chancho. Un cacho de panceta ya que estamos. Chorizo no porque nos estamos cuidando. Cruzar a la verdulería, toquetear las paltas, comprar un morrón y unas papas, porque cebolla, ajo y tomate ya hay en casa.
Poner los porotos negros que estaban en la alacena en remojo. Cortar, cortar y cortar -de tanto programa de cocina que he visto me gusta tener todo cortadito de antemano-. A no olvidarse de poner musica y descorchar un buen cabernet para acompañar el proceso. Esperar una horita y volver a la cocina para poner a hervir los porotos.
Dorar la panceta, agregar la carne (¿alguien me puede explicar cómo en algún momento fui vegetariana?) y demás cuestiones y pegar la nariz a la olla. Porque para eso se cocina, señores, para mojar pancitos, tener una excusa para bailar en la cocina -hoy me acompañan Amy Winehouse y Soundgarden, soy re versátil- y oler.
Charlar con nuestra hermana menor y recomendarle que coja, ¿qué importa si el muchacho latino con el que se histerique tiene un hijo en puelto lico y es un pirata bárbaro? Se viene el 2012 y hay que aprovechar. Mientras, servir otra copita de tintito, olvidarse de que una cena en soledad y revolver las carnes y los porotos que ya casi están.
Preparar la harina de mandioca para espolvorear y poner arroz blanco a hervir.
Feijoada para paliar los efectos invernísticos, segunda temporada de Seinfeld para reír sin culpas y chocolate para el postre.
El tipo me dejó el día que empezaba el invierno. ¿Existe algo más cruel que dejar a una novia el mismo puto día que empieza el invierno? Yo ya andaba de tapado y polera, me acuerdo porque salí de la casa hecha una furia y trataba de embocar los brazos en las mangas del abrigo mientras le decía "no me persigas, Tomás, si me vas a perseguir por la calle es porque te dan ganas de agarrarme, pedirme perdón, arreglarnos y todos felices, ¿tenés ganas de agarrarme, pedirme perdón, arreglarnos y todos felices?". Claro que no me contestó, incluso se quedó parado, mirándome; así que yo terminé de ponerme el saco, doblé en Roosevelt para el lado de Cabildo y llamé a Nico, a mi mamá y a Flor, sin poder parar de llorar, sin darme cuenta de que el rimmel se me chorreaba por las mejillas.
Ese fue mi primer invierno viviendo sola -o mejor dicho, lejos de la familia-. No tenía muebles, la cama que usaba era de La Secretaria y me olvidaba siempre de comprar una estufa o caloventor. Y yo solita, en ese cuarto de 2 x 2, con una repisa llena de libros, la ropa todavía en bolsos y recién abandonada. El tipo más lindo y tierno del mundo me había dejado de un día para el otro y yo no tenía ni una estufa. Entraba en calor con cabernet y chocolate; miraba una comedia romántica tras otra para castigarme. La primera semana de julio le pedí muebles a mi mamá; para la segunda, ya tenía caloventor y Nico venía una vez por semana. En agosto me compré el sommier, LlaveInglesa volvió a aparecer después de un año y se mudó Flor. La primavera que le siguió a ese invierno extraño, la del 2007, fue perfecta.

El invierno se sufre en San Ireneo. Ir al baño es una tortura, despertarse con sed en el medio de la noche es trágico, salir de ducharse, un suplicio. Es una casa para primavera y verano, no hay vuelta que darle. Julio y agosto son para acovacharse cada una en su cuarto y salir sólo para lo indispensable.
Hoy cuando tuve que salir de la cama sufrí. Sufrí por el frío, pero más que nada porque, como un deja vu de sentimientos, volví a sentir esa cosa desgarradora de hace tres julios. Eso que me hace pensar que la única constante es la soledad y que más vale que me vaya acostumbrando.
Extrañé levantarme abrazada a alguien, así que opté por estrujar a Plutòn y esperar a que llegue la primavera.

lunes, julio 12, 2010

Me acabo de poner de lo más triste, la puta madre.
Es que se murió Harvey Pekar.
Bueno, eso y que este fin de semana la soledad, más que buena compañera, fue una soga al cuello. Ni hablar de que terminaron las clases y el estudio parece ser lo único que me mantiene en eje.
Que me desbarranco de a poco, eso siento.
Dormí ocho horas. En esas ocho horas tuve tres sueños con introducción, nudo y desenlace. Porque acá se sueña prolijo, nada de andar confundiéndose o saltar de un escenario a otro sin la transición pertinente; a nivel contenido, lo que se te cante, pero si hablamos de forma, orden, yo necesito orden. Tres sueños diferentes con tres tipos diferentes.
En el primero, LlaveInglesa me dejaba plantada; been there. Claro que lo perdonaba; done that. En el segundo negociaba por msn con uno que todavía no conozco. Él quería ir a El Imaginario y yo a La Subasta. Al final terminábamos discutiendo porque yo le avisaba que no iba a dejar que me pagara nada. El tercero fue el más real, con más texturas. Estaba en mi cuarto, metida debajo de las frazadas, apenas entraba luz de afuera y cuando miraba a los pies de la cama veía el contorno de un hombre. Era el tipo este, que es lo más, pero, pequeño detalle, desaparece cuando se le canta. "¿Volvió a aparecer?" me preguntaba yo mientras él me mostraba un collage que me había traído y pegado en la pared. Tenía unas letras enormes que formaban una frase, pero como estábamos en el medio de la penumbra, sólo podía leer una palabra: "paz". Le pedía que se metiera conmigo en la cama, porque afuera hacía frío. Mientras miraba su figura desvestirse me moría de ganas de tocarlo. Evoco la imagen y juro que siento las ganas en las manos. Después, juntos, casi pegados, adivinando los gestos del otro a pesar de la poca luz que entraba y yo que no podía dejar de acariciarle la cara.
Me despertó el timbre del teléfono y después de gruñirle al vendedor de telecentro -me quería ofrecer no sé qué-, me angustié. No había nadie más en mi cama, nadie a quien tocar. En la pared, en vez del collage con la frase misteriosa estaba el cuadro que Flor pintó pensando en Nico y en mí -tengo que sacar ese cuadro con urgencia-. Y las ganas que no se van.

miércoles, julio 07, 2010

Cuenta mi madre -con una cuota de orgullo que nunca terminaré de comprender- que cuando era chiquita y alguien se acercaba a decirme "pero qué linda nena" yo levantaba un dedito y respondía "pero también soy inteligente"; todo el mundo se reía y yo me sentía mil porque qué bien se sentía eso de hacer reír a los demás. Ya un poco más grande, en la primaria, preferí juntarme con los ñoños y nunca llevarle el apunte a las niñas de ojos claros y pelo rubio y sedoso; en los recreos me iba a la biblioteca, porque siempre me costó un poco relacionarme, pero más que nada porque la sola idea de tener que jugar al elástico o ponerme a saltar la soga me hacía sentir náuseas. Entrando en la pubertad lo vi muy claro: yo no era de las nenas lindas, ni siquiera de las simpáticas o las pícaras. Sin embargo, no me alarmé, sino que tomé una decisión y me hice cargo de mi destino: si no iba a ser de las lindas, iba a ser de las copadas. Fue así que atravesé la adolescencia escondiendo el sufrimiento y observando atentamente a mis pares. Fue una época de mierda, pero siempre estaban los rusos para sentirme consolada, que la pasaban peor (gracias, Fedor, gracias, Leon). Y si bien no compartía esa necesidad de andar abrazándome con cualquiera -no hay nadie que se abrace tanto como el adolescente promedio- o de andar armando culebrones con compañeritos de divisón, fui entendiendo cómo venía la mano. Así que cuando me liberé de la educación media, ya tenía más o menos en claro cómo funcionaba la cuestión. Dediqué los años siguientes a la experimentación vincular y la cata de especímenes masculinos de todo tipo. Porque no se pueden sacar conclusiones acertadas sin una muestra representativa.

No soy de las lindas, pero tengo un sentido del humor a prueba de todo y la risa fácil. No soy de las lindas, pero el cosmos me compensó por esto con una delantera generosa. No soy de las lindas, pero soy curiosa y me gusta ver qué hay más allá de los límites. No soy de las lindas, pero después de garchar te puedo contar el argumento de Los Hermanos Karamazov. No soy de las lindas y justamente por eso pongo un esfuerzo extra en todo lo que hago.
No soy de las lindas y si bien a veces me miro en el espejo y me pesa hasta en el alma, en general lo llevo con altura.
No soy de las lindas, y si no ser de las lindas me convirtió en esto que soy hoy... Bueno, me da un poco de vergüenza reconocerlo, así que mejor no digo nada.

martes, julio 06, 2010

"No le luches" le grita Ani a Mischa, la gata, que es una conchuda que le pelea a Plutón sólo cuando nosotras estamos presentes. Como cuando mi hermana se hacía la tonta durante todo el día -pareciendo absolutamente inmune a mis agresiones verbales-, pero cuando llegaba nuestra madre le iba con el cuento de todas las cosas que le había dicho. Ah, porque yo espío a los gatos, y sé que si me quedo en mi cuarto, conviven en paz, pero agarrate si me ven ir para el baño, se cagan a zarpazos.
Esto es todo lo que tengo para decir, amigos. Esto y que acabo de llegar del parcial de latín, muy conforme con mi rendimiento.

Mentira, tengo un montón de cosas para decir, pero no. Ahora no.

Levanto mi vaso de J&B con mucho hielo, sonrío y les digo "salú".

viernes, julio 02, 2010

Llego al aula y me siento, siempre adelante -esto de no usar lentes hace cinco años requiere una serie precauciones a las que ya estoy habituada-. La profesora entrega el parcial. Son hojas en papel fotográfico. ¿Cómo carajo voy a hacer para completar lo que pide en papel fotográfico? es la primera duda que me ataca. Empiezo a leer las hojas del examen y no entiendo un carajo. En la primera pide una interpretación extrañísima de Grimal y en la segunda hay una historieta sobre las Guerras Púnicas, los globitos de diálogo en las viñetas están, obviously, en latín y yo tengo que hacer análisis morfosintáctico y traducir. Realmente no entiendo una goma y me doy cuenta de que me olvidé el diccionario. Invoco a Vox, que el lexicón que tengo en el inconsciente colectivo venga a mí; invoco a Jung, que el espíritu de Virgilio me posea. No pasa nada, no hablo en latín como por arte de magia, la puta madre.
Me levanto y me hago la enferma. La Secretaria me dice "dale, no te hagas" y yo me pongo roja como un tomate. Vuelvo a sentarme y todos entregan con cara de satisfacción.

Me despierto en pánico y tardo cinco minutos en tranquilizarme.
Eso sí, de sentarme y ponerme a estudiar como se debe, ni hablar.
Once años tenía cuando empecé mi primera terapia y duró hasta un poco después de cumplir los trece. Me tomaba el 64 todos los jueves a la salida de la escuela, me bajaba en el Alto Palermo y caminaba hasta el consultorio, a veces me acompañaba mi mamá, pero trataba de evitar que fuera así, estaba segura de que apoyaba la oreja en la pared para poder escuchar mi sesión. El sillón estaba a la derecha de la puerta y en las paredes había colgados muchos cuadros que yo me quedaba mirando cuando no tenía ganas de reaccionar frente a las cosas que me decía y me hacían doler la llaga.
A esa edad yo no tenía en claro muchas cosas. Por qué no le decía "papá" a mi papá; por qué lloraba tanto y nunca le quería contar a nadie las razones de ese llanto; por qué siempre sentía que no alcanzaba, que toda la atención que me daban nunca era suficiente; por qué tanta soledad. A lo largo de esos dos años que duró el tratamiento fuimos desenmarañando de a poco el misterio del quilombo impenetrable que era mi neurosis en plena pubertad; siempre a través del mismo ritual: yo me tiraba en el sillón, me enroscaba el pelo y lloraba a mares durante veinte minutos, después empezaban el juego de preguntas y respuestas, un poco más de llanto y la promesa de tratar de pensar en todo lo charlado durante los siete días siguientes.
Unas vueltas extrañas del destino hicieron que él decidiera dar por terminada la terapia. Por cuestiones de parentezco casi imposibles de enunciar nos íbamos cruzando en reuniones familiares y mi cara de espanto ante todo eso le hizo tomar la decisión. Claro que nos seguimos encontrando, tuve a su hijo en brazos, compartimos tardes de playa, cuando tenía quince años le conté que quería ser psicóloga y hasta me acuerdo de una vez en la que me dijo que no leyera Paulo Coelho después de verme con El Alquimista en las manos. Se convirtió en un pariente lejanísimo pero mucho más cercano que cualquiera que me viera todos los días. Me gustaba la idea de saber que compartíamos un secreto. Ël me saludaba, me agarraba la cara con las dos manos y me miraba muy fijo. "¿Cómo estás, Celeste?", me preguntaba y yo sabía que realmente le interesaba saber, que podía leerme fácilmente, que me conocía.
Se fue a vivir a Córdoba hace varios años y se perdió el contacto hasta que hace seis meses surgió la posibilidad de vernos una vez al mes. No por motivos terapéuticos o familiares, sino de índole... ¿cómo decirlo sin sonar estúpida?...Espiritual.
Cambié el 64 por el 36 y me bajé en Charcas. Entrar después de quince años al consultorio ese me hizo bajar la presión. El sillón, el ventanal, la biblioteca, todo parecía mucho más chico. Volví a la enroscada de pelo, al llanto exagerado y a los porqués sin respuesta. A papá ya le digo "papá", la soledad aprieta pero no ahoga y sigo sintiendo que no alcanza; ahora los problemas importantes son otros. Desde hace seis meses que el primer jueves de cada mes le toco el timbre y pasamos una hora en esa habitación que fue testigo de mi primer enfrentanmiento con mis monstruos. Él me intima a que deje de pensar y yo le revoleo los ojos y le contesto "sí, claro, qué fácil". Después nos despedimos y me agarra la cara mientras me mira fijo. "Cuidate mucho, linda" y yo le digo que sí, y que muchas gracias.
Chupate esa mandarina, transferencia.