jueves, marzo 31, 2011

Después de mi diatriba en clase contra los snobs de Puán -aclaré ante los compañeros que soy prejuiciosa, aunque me da la sensación de que seré tildada de resentida directamente- me di cuenta de que: 1. Tratando de defender una posición, terminé diciendo que leí la mitad de Ulises. No soy snob, soy la mitad de una snob. También recuerdo haber dicho algo sobre Mallarme. 2. Cuando un par de compañeras aseguraron que su escritor favorito era García Márquez, bajé la mirada y me esforcé por no revolear los ojos. Pero en mi interior los puse en blanco y me mordí el labio inferior en gestito de quehammmmbre. Bueno, eso. Eso de ser eso que uno detesta. La proyección. La Casa 7. Lo latente que aflora en forma de Otro. Eso.

miércoles, marzo 30, 2011

La primera canción que grabé con Juan, mi primer profesor de canto, fue Dancing Barefoot, de Patti Smith. Él quería que yo me animara al speech en voz trash del final, pero, claro, hacía sólo un par de meses que nos conocíamos y él me gustaba un poquito, no me iba a atrever; bastante que accedía a agarrar un micrófono y dejarme grabar.
Juan moldeó gran parte de mi gusto musical actual. Yo llegaba a las clases sin saber con qué engrosar el repertorio y él siempre tenía algo para recomendarme que terminaba encantándome. Con el tiempo, nos fuimos volviendo amigos y esa influencia dejó de limitarse al espacio de profesor-alumna y empezó a invadirlo todo. Pasábamos mucho tiempo juntos; él vivía a pocas cuadras de lo de mis abuelos y yo tenía las tardes libres. Mientras llenábamos ceniceros con colillas y tomábamos cantidades industriales de té, la música sonaba y yo me iba maravillando de a poco. Neil Young, Redd Kross, Bob Dylan, Cat Power, Le Tigre y Patti. Oh, Patti.
Y a medida que la amistad se estrechaba, más nos soltábamos nosotros, mirando videos de Cristian Castro o haciendo covers de Britney Spears en los cumpleaños. Con él, cualquier cosa se convertía en juego o arte; la habilidad de Juan de explorarlo todo desde lo lúdica y creativo me generaba admiración pero también me inhibía un poco, sentía que no estaba a la altura. Sin embargo, me incluía, me invitaba, me hacía sentir parte-de en esas reuniones en las que de repente estaba sentada en una mesa con un concertista de piano, un escultor erotómano y un escritor freak, hablando de one hit wonders de los 90's.
Con Juan, con sus amigos, no sólo descubrí que había mucha gente -como yo- que guardaba una cantitdad absurda de información trivial y vital al mismo tiempo, sino que también entendí que había otro camino para hacer las cosas. A mis 21años, cursando materias de psico, ya no estaba tan segura de querer ser psicoanalista, las dudas respecto de lo vocacional cada vez eran más frecuentes y no tenía ni idea de qué podía llegar a hacer de mi vida si abandonaba la facultad. A lo largo de los últimos años me había planteado a mí misma un solo camino, un solo objetivo, pero esa ruta ya marcada no me convencía. Sabía que iba a mandar todo al carajo, lo que no sabía era qué tenía ganas de hacer después. Entonces, escuchaba programas en am de solos y solas en esa casa enorme de Villa Crespo, con Juan y sus roomates; jugábamos al pump-it-up en los videojuegos de Scalabrini y Camargo; preparábamos ñoquis para 12; comprábamos chucherías importadas de China por Lavalle; comprábamos baldes de pochoclo para acompañar pelis malísimas en el cine. Así, durante un par de años en los que grabamos muchas más canciones y nos desvelamos infinidad de madrugadas.
Después, no sé bien qué pasó. No sé si fue que yo empecé mi vida de empleada en multinacional o que el se puso de novio con una chica muy celosa. Nos dejamos de ver, él se mudó a microcentro, yo me fui para caballito. Nos dejamos de ver y si bien al principio me dolió un poco, también supe que era una etapa llegando a su fin; ya sabía que nunca iba a ser psicóloga y que lo que más me gustaba era la lectura, que mi carrera tenía que tener que ver con eso. De alguna forma, supe que Juan y sus amigos me habían ayudado a llegar a ese lugar y me fui olvidando de todo eso de a poquito. Hasta hace unos días.
El fin de semana saqué de la librería el último libro de Patti Smith, en el que relata su llegada a Nueva York a fines de los 60's y describe con un amor que conmueve su relación con Robert Mapplethorpe. Quizás porque fue Juan quien me hizo saber de ella, tal vez porque el retrato que ella hace de Mapplethorpe me hace hace acordar mucho a él, la cosa es que lloro cada 50 páginas, un poco por lo que leo y otro poco por nostalgia al recordar esa època. Lloro de emoción nomás, de hormonal, porque no hay tristeza implicada en los recuerdos que tengo de esos tiempos. Lloro y sonrío al mismo tiempo.

En una pared de la habitación de Lau hay una foto que alguien sacó en 2005. Juan y yo nos abrazamos, miramos a la cámara mejilla contra mejilla. Se nos ve felices, seguro que yo estaba borrachísima, se me nota en la mirada. En esa reunión conocí a Amarula, ella todavía se acuerda de nuestra versión de Baby One More Time. Cada vez que miro esa foto sé que ya se me pasó el cuarto de hora para algunas cosas. Por ejemplo, para tener un amistad cargadísima de tensión sexual y nunca terminar de hacer nada al respecto; para admirar y adorar a un hombre y no expresárselo; para jugar al pump-it-up; para tomar café hasta que se hace de día.
Éramos unos niños.

sábado, marzo 26, 2011

- ... seh, me tiene que venir desde hace como diez días. Ya me tiene harta.
- Ay, Celeste, no estarás embarazada...
- No., má. Ya me hice un test.
- ¿Estás segura?
- Segurísima. De hecho, no me hice un test. Me hice dos. Había dos por uno en Farmacity.
- Es que pasaste mucho stress, hija, este último mes.
- Seh... pero prefiero toda la vida el stress a tener un hijo, creeme. Pienso en hijos y me agarra un escalofrío como si viera un fantasma. Falta MUCHO para eso, ¿sabés cuánto puede pasar hasta que encuentre al padre de mis hijos?
- Vos no necesitás un padre para tus hijos. Necesitás un TÍTULO.
- Ay, mamá, tirás esas máximas y a mí me quedan grabadas en la memoria y en el inconsciente. Tené cuidado con lo que decís.
- Repito, Cele, un-tí-tu-lo. Ese es un buen padre.




- Acá la cagada es la cuadratura Luna-Saturno. Insatisfacción vitalicia.
- Vos sabés cuál es única manera de desanudar la cuadratura esa, ¿no?
- No.
- Estudiando.
- Bueno, hay que ver. Desde los 4 años que no paro de estudiar y me sigo sintiendo abandonada, insatisfecha, insegura y poco querida...
- Imaginate lo que sería de no haberte volcado tanto al estuidio. De todos modos, es Saturno, precisa más disciplina.
- Intuyo, madre, adónde te dirigís: la solución a todos mis males es estudiar metódicamente y recibirme. El título que curará mi neurosis y criará a mis hijos.
- Nos vamos entendiendo.



Damas, caballeros: mi madre.

jueves, marzo 24, 2011

Iba leyendo El Sabotaje Amoroso en el 141 y pensaba. Pensaba que qué difícil es poder volver a traer a conciencia ciertas sensaciones que en su momento fueron de lo más intensas. Por ejemplo, Nothomb habla de una infancia rebosante de belicosidad y perversión. Y es tan sincera, tan cruda y auténtica, que me hizo sentir que para mí sería imposible llegar a esos niveles de honestidad respecto de mi pasado más lejano y decir cosas así de terribles. O sí, pero todavía no me animo. Quién sabe.
Entonces me acordé de la madrugada del domingo pasado. Veníamos con Flor del recital de Pink Martini -y Kevin Johansen y Tryo, caminando desde el Lawn Tenis, con los pies destruidos después de seis horas de puro baile. Nos sentamos al lado de la parada del bondi y hablamos de cosas que ya no registro, hasta que miré para la vereda de enfrente y recordé que justo en ese edificio de ahí a la izquierda vivía un chico al que yo quise mucho. Conté balcones hasta dar con el piso en cuestión y por un rato estuve ahí: cocinando huevos fritos, revisando mails, cantando canciones, cogiendo, durmiendo siestas, dando masajes. Y me vi, lo vi, nos vi y hasta casi que me quiso dar nostalgia; pero no, porque la pura verdad es que no pude entender qué hacía que yo volviera a tocarle el timbre cada semana para cocinar, coger, dar masajes, cantar o dormir siestas. No porque él fuera uno de esos personajes que una preferiría olvidar de una vez y por todas, ni porque el vínculo no hubiera sido intenso. No sé por qué, pero ya no hubo nada más que la perspectiva 2011, desde el escalón de entrada de una casa hacia el balcón de un departamento con las luces apagadas. Eso y los recuerdos, claro. Pero, ¿qué valor tienen esos recuerdos si no hay nada que los complete, si la sensación en el cuerpo ya desapareció y sólo quedan imágenes de un tipo dando vuelta panqueques y una piba usando una cuchara llena de dulce de leche de micrófono? No me cuesta recordar, de nada me olvido, nunca, pero, ¿de qué sirve si eso que evoco a voluntad y sin esfuerzo ya no me inquieta, alborota o perturba?
Cerré el libro, lo metí en la cartera y sobrevino la angustia. Angustia de duelo tardío ante la falta de conmoción frente a escenas recreadas que en otro momento me hacían llorar hasta gastarme un rollo de papel higiénico sonándome la nariz. Angustia de distancia que se agranda cada vez más con el tiempo y me hace preguntarme acerca de la veracidad de mis intenciones, deseos y sentimientos. Angustia neurótica de viaje en colectivo a las 9 de la mañana cuando sólo se han dormido unas pocas horas y el libro que reposa en la cartera inquieta con cada párrafo.

Después la gente no entiende por qué me gusta tanto leer.

martes, marzo 22, 2011

Hace justo un año empecé el profesorado. Bueno, mejor dicho, empezamos.
Llegué al aula y me puse feliz al ver la colorada cabellera de La Secretaria, a la que no veía hacía años. Felicidad de reencuentro que ya venía alborotándome desde el día en el que la deduje en un comment de un blkog ajeno. Al rato llegó Amarula, y viendo que el profesor no llegaba -y nunca llegaría, esa materia no tuvo profesor en todo el año- nos fuimos al bar de la esquina a tomar unas cervezas.
Recuerdo que le recomendamos a la secre darle una segunda oportunidad a Houellebecq y que instamos a Amarula a leer La conjura de los necios. También recuerdo que llegamos un poquito tarde al taller de lectura de textos literarios. Ah, medio borrachas, además. Llegamos tarde y un poco ebrias. Un comienzo así sólo puede ser de buen auspicio, pensé; y no me equivoqué. Fue, sin dudas, el año más gratificante y divertido a nivel académico. Y eso que llevo como 10 años de carrera en carrera, eh.
Después, a lo largo del año, descubrir el latín, la tildación impecable, la noche tropical, los caramelos ácidos uno tras otro y los comentarios por lo bajo sin que escuche nadie. Repito, el año más gratificante y divertido, por lejos.

¿Puedo ser sincera?
No veo la hora de que sea lunes para volver al Joaquín.
Me saldrán canas, se me caerán las tetas, tendré problemas en las articulaciones; pero siempre seré ñoña.

lunes, marzo 21, 2011

Como no veo un choto de lejos y llego a la parada de bondi con todo el sueño del mundo, hoy vislumbré un 1 y un 4 en el cartel del colectivo y asumí que era el 141.
Me subí y, no sé cómo, el chofer se dio cuenta de que algo raro pasaba y se quedó sin arrancar, dicíéndome "este es el 104". Yo estaba tan zombie que seguía metiendo monedas en la ranura sin registrar que el tipo se dirigía a mí. Hasta que me di cuenta.
Pedí perdón y me bajé roja de vergüenza.

Me tomé el primer bondi que pqasó y casi termino en cualquier parte.
La historia de mi vida.

viernes, marzo 18, 2011

El ritual por el que toda veinteañera promedio pasa alguna vez: el test de embarazo.

Leer las instrucciones un par de veces. Pensar "¿le llaman "resultado positivo" a estar embarazada? JA". Hacer pis en el cosito. Mirar el reloj y calcular cinco minutos. Prender un pucho sentada en el inodoro. Imaginar una vida con un crío. Mirar el cosito y rogar por que no aparezca la segunda línea. Imaginar una vida sin un crío. Mirar el cosito otra vez. Saber que no se está embarazada pero igual, por las dudas, digo, para quedarse tranquila, ¿no? Volver a mirar el reloj y volver a mirar el cosito. Releer las instrucciones. Sonreír. Resultado negativo. O positivo, depende desde dónde se lo esté mirando.

Y justo había 2x1 de baby check en farmacity.
Si esto no es sentido de la oportunidad...

sábado, marzo 12, 2011

Mi jefe es lento.
l...e...n...t...o...
Tarda. Para todo tarda. Para hacer una factura. Para buscar un pedido. Para tomar un encargo. Para pedirle al distribuidor los libros.
A mí no me molesta, eh. Simplemente me exaspera un poco verlo hacer algo en el triple de tiempo que me hubiera tomado a mí. Pero es una exasperación de corte tierno. Porque mi jefe es un señor mayor y a veces me parte el alma darme cuenta de que con ciertas cosas se pone un poco gagá y se le mezclan todos los tantos.
Así que pasó lo que nunca. Eso que jamás me había permitido en toda mi vida como trabajadora de inverosímiles y diversos rubros. Eso a lo que le esquivé durante mi paso por multinacionales y callcenters exprime-juventudes.
Me siento indispensable para el funcionamiento eficaz de esta librería. Sí, así. INDISPENSABLE. Anteayer me fui una hora antes para anotarme en el profesorado y cuando volví al día siguiente, el patrón se las había apañado para armar todo el bardo que pudo. El miércoles vine a trabajar con casi 38 de fiebre, porqu sabía que si me quedaba en cama no iba a poder dormir pensando en los quilombos que se sembrarían en mi ausencia. Fue ahí -en un 141 lleno, a las 9 am, abrigada, sudando, mientras todos estaban de short y musculosa- cuando me di cuenta de que todo se desmoronaría si no existiera yo, con mi practicidad y rapidez asombrosas; con mi capacidad resolutiva y buena memoria.
Ay, sí, yo, la inigualable e irremplazable.
¿Esto es ponerse la camiseta?
Porque nunca terminé de entender ese concepto.

miércoles, marzo 09, 2011

Ok. Lo reconozco. Salí con un señor 20 mayor que yo sólo porque quería saber qué se sentía estar en una situación así. Por eso y porque acababa de salir de una relación; después de una ruptura, suelo agarrar viaje con el primero que más o menos me convenza. Por eso y porque tuvo gestos de lo más gentiles y caballerosos.
Pero la realidad es que desde el momento en el que me bajé de su auto hace poco más de dos meses, supe que no me interesaba verlo más. Después, una poco feliz charla telefónica en la que terminé cortando ante una ofensa de su parte y un par de mails y mensajes de facebook que nunca contesté.

Cuando el lunes a la tarde -mientras la fiebre iba subiendo y el estado gripal poseía mi cuerpo- sonó el teléfono y me encontré con él del otro lado, me sorprendí tanto que hasta lo traté un poco mal. Al rato me aflojé y pude tener una charla civilizada, entretenida. Esquivé la invitación al cine y fui cerrando la conversación.
"Sos experta en rechazar", me dijo.
"Seh, puede ser", le dije, mientras se me hacía un nudo en la garganta. No llegué a angustiarme porque el tipo no tiene por qué saber que me obsesiona y enferma ser tan distante y desaprensiva.

"Un beso, suerte", también dije.
Y corté.

domingo, marzo 06, 2011

Descubrí un nuevo oráculo.
Aprieto "página aleatoria" en Wikipedia y mis inquietudes se alivian.
Por ejemplo, hace instantes hice uso de esta herramienta.

Dios. Es todo tan predecible.

sábado, marzo 05, 2011

Querida Celeste:
Tomamos posesión de tu rostro hasta nuevo aviso.
Sí, habíamos quedado en que en junio nos íbamos, pero, ¿vos ya te diste cuenta de que Latín II es anual y tiene una carga de 6 hs. semanales?
Que te sea leve, chiquita.

Tus ojeras.

jueves, marzo 03, 2011

Hace unos días, en el apogeo de la caipirinha y el par de secas que me andaban dando vueltas por el cuerpo, la revelación -o tal vez es algo que siempre supe pero formulé de modos diferentes-: Tengo incorporadísima la certeza de que acumulando conocimiento y entendimiento del universo voy a poder curar mi neurosis de angustia. Claro, ni que hubiera descubierto algo realmente interesante, pero para mí, que soy muy narcisista y llego a jodidos niveles de angustia, fue algo cercano a la epifanía.
Si la angustia es la sensación que nos dice que deberíamos saber algo pero sin saber bien qué, ¿qué mejor manera de aplacarla que tratando de entender el funcionamiento de la psiquis, el mundo que nos rodea, o la estructura de la herramienta que nos separa del resto de las especies, el lenguaje simbólico? ¿Cómo no querer conocerlo TODO, que no quede recoveco para lo ignorado, lo no comprendido? ¿Cómo no recorrer todas esas facultades, leer todos esos libros, abandonar esos recorridos? ¿Cómo no aliviar el peso de lo desconocido y amenazante con teorías, hipótesis y fórmulas? ¿Alguien puede explicarme cómo?
Ahora, sobria de tragos, marihuana y conversaciones absolutamente estimulantes, me digo a mí misma que no puedo ser tan pelotuda. Es imposible que la mente sea un camino de salida; al menos si se intenta salir del manijeo, claro. El pensamiento lógico, la categorización y la deducción son calmantes frente a ese dolor que no sé de dónde carajo viene, nunca una solución. Ahora, con el foco puesto más en el cuerpo y en la vida emocional, me digo que me tengo que dejar de romper las pelotas con la sobrevaloración de lo mental y poner voluntad para llegar a alguna especie de equilibrio.

Ahora, metida en la librería, veo entrar a un chico muy lindo. Pálido, ojos bellísimos, alto y un poco encorvado. Me apuro en atenderlo. Me pide libros de matemática: fractales y geometría nosequé. Le sonrío, le digo que no tenemos nada de eso y le recomiendo un par de librerías mientras lo imagino tratando de explicarme qué es una matriz. Lo fantaseo arrinconándome contr un pizarrón lleno de formulas inaccesibles para mí. Cuando se va, alabo a las matemáticas y todas las ciencias exactas. Invento odas a los hombres de ciencia que siempre me generan ese deseo inefable.

Parece que al final no era la mente lo que me abstraía de la neurosis.

martes, marzo 01, 2011

Cuando vino la otra vez yo estaba de vacaciones, así que no pudimos encontrarnos. Hoy me enteré de que está de vuelta en Buenos Aires, así que voy a salir a buscarlo por las calles de la ciudad.
Ah, sí, porque John Cusack está en el Faena hospedándose.
Y yo estoy enamorada de John Cusack desde que era chica y lo veía en las comedias románticas ochentosas.
Ale me dijo que se dice por ahí que es gay, pero me niego a creerlo. Posta, no da gay, ni un poco. ¿O si? ¿Acaso es algo que todos notan y que para mí está velado porque su imagen ha sido objeto de mi fantaseo hollywoodense desde la pubertad?
Además, imagino que me llevaría re bien con Joan Cusack, si esa no es cuñada copada, ¿quién lo es?
Así que, bueno, si lo ven, ¿no le avisan que lo estoy esperando en la librería? No en mi casa, no en su habitación, no en un bosque frondoso donde poder hacer un picnic sobre un mantel a cuadros blanco y rojo; en la librería, donde voy a estar metida por 10 horas todos los días de mi trágica existencia.
Ok, todos no, hasta junio. Déjenme exagerar.