lunes, agosto 31, 2009

Antes, los domingos eran despertarse en algún momento entre las dos y las cuatro de la tarde, arrastrarse hasta la panadería, volver e instalarnos en el cuarto de Flor a ver pelis hasta las doce de la noche. Flor hacía panqueques, a la noche se pedía delivery y si era veranito, nos tomábamos unos fernets en el patio de abajo.
Ahora, los domingos son despertarme tipo 12, ir hasta la panadería a comprar algún sandwich, volver a mi cuarto y ver alguna serie hasta que las conversaciones de las chicas no dejan que me concentre. Limpian; ellas, los domingos, limpian. Si a mí pasar un domingo en la cama con alguna peli o un libro me resulta de lo más terapéutico, ellas no comparten; a ellas les hace bien limpiar.
Ayer, me arrastraron hasta la terraza. Mientras yo me fumaba uno, ellas baldeaban y lavaban las botellas de cerveza -cincuenta aproximadamente- que están ahí desde que se empezó a alquilar la casa. Y mientras flasheaba con el agua, el escobillón y la rejilla, ellas dale que te dale con la pulcritud. De repente, miré la terraza, cómo mejoró, lo linda que está y me puse contenta.
Mañana voy con mi tío a comprar unos estantes y una parrilla. Porque eso es lo que siempre le faltó a casa, una parrilla.
También nos falta un parrillero, pero eso es lo de menos.

sábado, agosto 29, 2009

¿Yo soy la única que veía Eerie Indiana cuando era puber?
Me acabo de fijar y sólo hay 19 episodios.
Si fuera guionista, haría algo tipo Eerie Indiana.

viernes, agosto 28, 2009

Estábamos en el patio de la casa de los mejores amigos de mi papá, que se habían separado hacía unos meses. Yo estaba en sexto grado, así que tendría once años. La casa se la había quedado ella, porque él un día se había levantado a la mañana y le había dicho "me voy con Fulana", hizo una valija y se tomó el palo. Su vida con Fulana duró poco, y después de varias parejas conoció a una chica más chica que yo y ahora tienen un bebé divino, viven cerca de La Plata y tienen la plantación de marihuana más maravillosa que haya visto. Su ex mujer nunca lo superó, por eso se fue a vivir a Europa con un pendejo brillante al que le llevaba como 20 años.
Pero vuelvo al patio de esa casa, una noche de hace como quince años. Mientras yo hacía que leía, mi mamá y su amiga no paraban un segundo de hablar. La recién separada estaba indignada, al parecer, otro amigo del grupo la había insultado, injuriado, faltado el respeto. Mi mamá le preguntaba cada vez más ansiosa "¿qué es lo que te dijo?", desesperada por el chisme recién salido del horno. Al final, ella cedió y confesó, "me dijo que era una promiscua". En ese momento levanté la vista y estuve a punto de preguntar qué quería decir esa palabra, pero me pareció más prudente seguir haciéndome la boluda y buscarla después en el diccionario. Al otro día ya no la recordaba, me sonaba a "pascualina" pero estaba segura de que nadíe podía enojarse tanto por una analogía de tipo gastronómico.
La palabra no volvió a aparecer hasta que fui más grande y entendí qué querìa decir.

Hace un par de días Genève se prendía un Virginia Slims en el patio de casa, y se preguntaba si la gente que de soltera es promiscua tiene una tendencia a la infidelidad cuando está en una relación de pareja. Llegamos a una conclusión basada en nuestras propias experiencias, que es medio difícil ser fiel, pero que se puede mientras se quiera. "Promiscuas como nosotras" había dicho Gen unos minutos antes, y si bien me chocó un poco el término, nunca habría podido indignarme como lo había hecho la amiga de mis viejos aquella noche. Qué le voy a hacer. Si cada vez que cojo bien con alguien, ese alguien desaparece después de un par de veces, no me queda otra más que seguir probando ¿no?
De todos modos, cada vez que alguien usa ese término, no dejo de imaginarme pascualinas flotando. No lo puedo evitar.

jueves, agosto 27, 2009

- A mí me gusta ir a la casa del pibe, ver cómo vive, concerlo un poco más viendo su lugar...
- Mmmm... mmmno, yo prefiero que vengan a mi casa, estoy más cómoda.
- ¿De veras?
- Toda la vida. Aparte se evita el conflicto. ¿Me quedo a dormir? ¿Me voy a mi casa? ¿Lo incomoda que me quede? Me estresa, prefiero que venga a casa y listo.
- Pero... ¿y si no querés que el chabón se quede?
- Miro mi reloj imaginario y le digo que me tengo que levantar temprano al otro día. Prefiero ser mala onda antes que quedarme en una casa donde no quieren que me quede.

Lo que no le dije a Lau porque es algo que descubrí recién hoy a la mañana, cuando me desperté en mi cama, después de una muy buena noche fuera de casa. Me gusta que los hombres pasen la noche en mi casa porque sé que al otro día voy a oler la almohada y me voy a encontrar con su olor. Porque me gusta mirar al día siguiente las sábanas revueltas y que se me dibuje una sonrisa recordando. Porque el cuarto se va llenando de recuerdos felices, divertidos, intensos, tiernos. Porque adoro que cada mueble, que cada pedazo de parquet encierre algo, un significado, que dispare millones de imágenes que me hacen llenar el cuerpo de escalofríos.
Y porque, si de descanso se trata, siempre prefiero mi cama.
Tengo ocho o nueve años, vuelvo del colegio por Ängel Gallardo y paro en la heladería. Me pido uno de banana y menta granizada, porque nunca supe combinar gustos de helados.
Tengo trece, y antes de entrar al colegio me duermo una siesta en las escaleras del mástil que está en frente de la biblioteca del Pizzurno. Me despierto a las 5 y cuarto, justo a tiempo.
Tengo 17, y ya no duermo siestas antes del colegio, tomo Tecate o sidra, porque a esa edad tomaba sidra.
Tengo 19 y vuelvo en el 37 desde Ciudad Universitaria. Me quedo dormida con el sol pegándome en la mejilla y los apuntes en el regazo.
Tengo 20 y estoy con un chico en Plaza Francia, tirados en el pasto, mirando a la gente con sus perros. Nos besamos por horas, hasta que se hace de noche y refresca.
Tengo 22 y comemos frutillas y cerezas con El Innombrable en el jardín de la casa de mi tía. A mí me encantaría que tuviera algún un gesto de dulzura, alguna vez, se lo pido con los ojos, pero no lo percibe, o no lo quiere percibir.
Tengo 24 y cruzamos hasta el río, todas las tardes. Media hora de sacarle el cuero al resto de la oficina, muchos puchos y los hombros que van tomando cada vez más color.
Tengo 26 y miro el techo mientras casi puedo escuchar lo rápido y fuerte que me late el corazón. Me ato el pelo, me acomodo un poco lo que me queda de ropa, y me doy cuenta de que esta época del año, los primeros calores, siempre dejó unos recuerdos de lo más indelebles.

miércoles, agosto 26, 2009

Antes de entender que es vigilia, antes de lavarme la cara, antes que nada, prendo la compu y pongo música. Es un acto automático. Lo curioso es que la elección musical refleja mi humor al instante de sonar el despertador y, en general, dicta el ánimo que voy a llevar encima por el resto del día.

Hoy me desperté con "I like you so much better when you're naked" de Ida Maria.

Hoy va a ser uno de esos días en los que el "hoy cojo" no se me va a ir de la cabeza.

Porque una canción que dice "I like you so much better when you're naked; I like me so much better when you're naked" no puede más que darme ganas de estar desnuda.

martes, agosto 25, 2009

De adolescente me gustaban los de signos de tierra, más que nada los virginianos. Había algo en ese sentido de la responsabilidad, en toda esa disciplina, que me enloquecía. Me gustaban porque parecían más grandes, porque eran un poco más serios que el resto. Calculo también que Edipo debe haber metido la cola, con un padre Tauro-Tauro...
Ya un poco más grande, me dediqué a los signos de agua. Y tuve una tanda de piscianos demandantes que me hicieron sentir que era La Reina de Desprecio; tanta demostración de afecto me apabulló. Con los escorpianos, sin embargo, la cuestión mejoró al menos un poco; el equilibrio justo entre intensidad y cariño; claro que a veces entre escorpianos nos pasamos de rosca con la intensidad y hay que poner paños frios porque si no explota todo.
A los de signo de fuego siempre los conocí en momentos de transición, y puedo afirmar con seguridad que no hay mejor que un sagitariano o un leonino si lo que una busca es pasarla genial mientras se trata se hacer el duelo por alguna relación tormentosa.
A los de signo de aire los descubrí hace poco tiempo, un par de años como mucho, y han resultado ser un hallazgo de lo más satisfactorio. La libertad de Acuario, la dulzura de Libra, la rapidez mental de Géminis; yo compro.
En esto pensaba hoy mientras almorzaba en la terraza y hacía una listita mental de signos, lunas y demás cuestiones astrológicas. Entonces decidí que, en la medida de lo posible, virginianos no more; parar las antenas para ver si aparece algún sagitariano -los sagitarianos son siempre bienvenidos- y, seguir investigando en esto de los signos de aire.
Por lo pronto mañana ceno con un geminiano muy simpático. Digo, para seguir con el trabajo de campo.

Y sigo en la búsqueda de algún capricorniano, es el único signo que me falta. Pero no hay caso, che. No hay caso.

lunes, agosto 24, 2009

Ya sé cómo funciona la cosa, a mí me preguntan "¿cómo te sentís?" y yo contesto "pienso que...". Me es muy difícil identificar qué es lo que siento en determinadas situaciones, sobre todo si no se trata de cuestiones extremas, en las que la emoción me va dictando más o menos de qué lado viene el sentimiento. Es por eso que -y esto es algo que descubrí hace muy poco- he desarrollado un complejo sistema de reflejo condicionado para poder entenderme un poco más.
A determinada reacción se le atribuye un determinado estímulo. Ese estímulo, se estima, es de naturaleza sentimental.
Por eso, cuando esta mañana elegí un libro para empezar la semana, y al rato me encontraba en el 141 leyendo sobre la historia de los matemáticas, entendiendo la demostración que explica por qué la raíz de dos no es un número natural -que, por supuesto, pude comprender porque la había visto durante el ingreso a Física-, descubrí un nuevo comportamiento que esconde un sentimiento.
Si leo libros de divulgación científica, es porque no puedo lidiar con mi realidad del momento; porque la circunstancias me sobrepasan. No es casual que el año pasado -un año de mierda a nivel emocional- me haya puesto a leer y tratar de entender la teoría de la relatividad especial yo solita; ni que me haya embarcado en una fantasía de futuro como científica. Y ahora que lo pienso, a los 15, cuando quería desaparecer de la faz de la tierra, sólo me iba bien en Química.
Entonces, a la altura de Scalabrini y Loyola lo entendí, por fin. Estoy estresada, me siento incapaz de lidiar con ciertas circunstancias; mi neurosis está llegando a niveles peligrosos, cualquier situación mínimamente conflictiva me desestabiliza y creo que es hora de volver a terapia.
Después, un señor muy raro se puso a cantar "yo me pregunto ¿para qué sirve la inercia?" con la melodía de Mil horas de los Abuelos de la nada. Antes de bajarme me dijo "Las máquinas odian las matemáticas, no les metas polinomios".
Por algún motivo, me sentí un poco comprendida.

domingo, agosto 23, 2009

Y mientras Ani me tiraba desodorante, yo saltaba en la cama y cantaba I touch myself.
Ese debe haber sido uno de los highlights de la noche de ayer.
Todavía no puedo creer que en dos años nunca se me haya ocurrido ponerme a saltar en la cama.
Después dicen que las drogas hacen mal.

sábado, agosto 22, 2009

A veces se canta con Cat Power, con Patti Smith, otras con The Ting Tings, alguna que otra vez con Amy Winehouse; pero EL momento de cantar siempre es con Fiona Apple. Elijo unos cuantos temas -esos que me sé bien la letra y me salen lindos-, le doy play al winamp, me siento en la cama y canto. Canto con sentimiento, con los ojos cerrados, tomando aire en los momentos indicados, poniendo en práctica lo que se supone debo haber aprendido en cinco años de estudiar canto.
Me pasó ayer, mientras tomaba un té y pensaba boludeces; me entraron unas ganas de cantar insoportables. Media hora después me estaba acordando que alguna vez, hace mucho tiempo, yo compartía cosas con alguien que de vez en cuando me hacía feliz. "Vos podés ser Fiona Apple, y yo Paul Thomas Anderson, todo en versión tercermundista", me decía. Claro, como si yo pudiera ser tan oscura como Fiona y el fuera a ser tan talentoso como P.T. Anderson. Y así, mágicamente, la nostalgia desapareció. Al rato, abrí mi cuaderno/diario en cualquier página: "(....) y que se vaya con su zen, su meditación y su mac de puto a la mierda", fechado en septiembre del año pasado. Me agarró un ataque de risa mientras Plutón me miraba, puse You're so vain de Carly Simon, agarré el desodorante a modo de micrófono y brindé un estupendo show a mi inexistente audiencia.
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viernes, agosto 21, 2009

La mejor amiga de mi madre me agarra, literalmente, con las manos en la masa (para hacer milanesas de soja) y me dice que soy puro pensamiento, y que si Jung me hubiese conocido, habría dictaminado que soy de lo más animus. Que mi Luna en Acuario es una quilombera y que niego mi sentimental Ascendente en Piscis. Después, me halaga los tatuajes y recomienda que el próximo sea Venus.
No va a ser Venus. Va a ser Plutón. Y como soy supersticiosa, va a ir acompañado de Saturno.
Acabo de encontrar la tarjeta con el teléfono de mi tatuador.
Es una señal.

jueves, agosto 20, 2009

Desde hace años, cada vez que hablo de un hombre, mi amiga Ali me pregunta "¿y? ¿reúne las tres condiciones?" mientras una sonrisa enigmática se le dibuja en la boca.
Resulta que a los 16 años llegué a una reveladora verdad. Para que me gustara un chico, mucho, para que me llegara a enamorar, sólo debía contar con tres virtudes.

#1. Que sea inteligente.
#2. Que sea culto.
#3. Que me haga reír mucho.

Diez años después, se da por descontado -bueno, YO doy por descontado- que si le doy bola a un tipo es porque tiene las tres "virtudes". Ni que fuera tan difícil, la inteligencia es una cualidad absolutamente sobrevalorada, todavía queda gente medianamente culta y para hacerme reír no hace falta más que un porro.
Lo alarmante es que con cada año que pasa, esa lista, tan magra en mi adolescencia, se abulta más y más, rayando lo absurdo.

#345. Que siempre quiera ver pelis de superhéroes.
#723. Que su Batman favorito sea Christian Bale.
#537. Que me quiera cojer a toda hora, aunque sólo sea para fomentar mi histeria.
#901. Que haya leído El Maestro y Margarita (o que esté dispuesto a hacerlo).
#294. Que deje su perfume sobre mi almohada.
#618. Que en su armario no haya un jogging blanco.
#429. Que siempre quiera jugar a un juego que no sé cómo se llama y que ahora no tengo ganas de ponerme a explicar, pero que es muy ñoño y divertido.
#851. Que le sonrían los ojos.
#365. Que tenga cojones para taparme la boca con un beso cuando me pongo muy neura.
#829. Que... que... no sé.

Entonces, cuando Ali pregunta yo me hago la boluda, no sea cosa que me tenga que poner a enumerar todo lo que quiero. No sea cosa que me salga con la trillada frase "eso porque todavía no conociste al hombre que te va a hacer olvidar de todas esas cosas". No sea cosa que me crea que puede llegar a existir ese hombre, que barre con listas neuróticas y recibe y da amor sin condiciones.
Después de un día de no ir a trabajar, de levantarme temprano y enojada, de andar de acá para allá, de tomar sol y hacer números en la terraza, de sentir el malhumor en todo el cuerpo, de recibir una visita prácticamente inesperada y de quedarme con ganas; me saqué las zapatillas y el pantalón, después, me metí en la cama, mirando para la ventana, viendo cómo de a poco se iba haciendo de noche, sintiendo el ronroneo de Plutón en la espalda.
Después de un buen rato de estar completamente a oscuras, prendí el velador y colgué mirándome las manos un rato, pensando que a veces no sé cómo sentirme, que me encuentro demasiado seguido en ese estado de lo más raro que hace que no sienta mi cuerpo como propio, como si tuviera once años y me estuvieran creciendo las tetas, algo así. Para evitar mayores confusiones, salí de la cama y agarré el libro de Bukowski que vengo leyendo desde hace unos días. Y en esa penumbra que es mi cuarto ahora, me imaginé mostrándole las piernas a Charles -porque en en mis fantasías a los escritores sí los llamo por el nombre de pila- cruzándolas y levantándolas. Seguí leyendo un rato más, hasta que la angustia me superó.
No es tristeza, es otra cosa, es angustia. Es saber que deberia saber algo y no saber qué. El deber de la certeza por sobre la búsqueda de alguna verdad. También hay un poco de melancolía, darle más importancia a las sombras que a los objetos que las generan. La música tampoco ayuda, hay momentos en los que la playlist Mirah-TheShins-Juno'sSoundtrack no es de lo más recomendable.
En breve, volver al libro. Meterme en la adolescencia de Henry Chinaski hasta sentirla como la propia; y si no me sale, darle play a The Brown Bunny, porque Vincent Gallo siempre es un buen plan.
Y mañana... mañana será viernes.

miércoles, agosto 19, 2009

No alcanzó con que me despertara a las 5 de la mañana, absolutamente desvelada, pensando boludeces. No, tuve que esperar hasta que amaneciera para poder dormirme de vuelta; pero claro, últimamente hay un complot cósmico que impide mi descanso, así que a las 8 y media alguien se colgó del timbre del portero eléctrico y me sacó de la cama con los pelos revueltos y un pijama de lo más choto. Era la vecina de enfrente, con Plutón en brazos. Parece que el gato aventurero se va a la manzana de enfrente a andá a saber qué, la vecina lo rescata de su patio y viene a tocarme el timbre antes de irse a trabajar, ya es la segunda vez que pasa esto. Cuando sonó el despertador a las 9 y media quise revolear todo, pero me comí una manzana y salí de casa. Ya a la tarde, yendo a la librería me di cuenta de que me había olvidado el voucher con las entradas del pepsi rock y que había arreglado con Lau para ir a canjearlas; de paso, al 110 se subió el viejo manipulador que escribe poemas horribles y no permite que le devuelvas la fotocopia. Le dije que ya tenía, que la semana pasada me había encajado su arte en el 141 -no utilicé el verbo "encajar" y mucho menos el término "arte", lo confieso- y que para qué quería más, que se lo diera a otro pasajero; oídos sordos del otro lado, me enchufó los poemitas como siempre. Cuando me bajé del bondi llovía, y un auto me salpicó los pantalones. En el supermercado no tenían las galletitas que me gustan y en este preciso instante tengo frío en los pies.
Y de todas maneras, tengo un buen humor que me sorprende a cada instante. Así, como en mis mejores momentos.

martes, agosto 18, 2009

En algún momento de la madrugada, abro la puerta de casa después de haber ido hasta la puerta de calle y me encuentro con Plutón maullándome, demandando cariño. También me encuentro con Ani, con voz ronca y cara de dormida, haciéndose un té en la cocina.

- Che, es re copado ese chico.
- ¿Y vos cómo sabés?
- Porque escuché...
- ¿Todo?
- No, un poco. Pero habla tranquilo y tiene linda voz.
- Sí... ¿Damián también escuchó?
- Nah... no escuchó nada.

Y después de un par de ataques de carcajada y de preguntar qué había escuchado exactamente, nos tomamos el té peperina y nos reímos un poco más; hasta que miramos y ya era de día.

sábado, agosto 15, 2009

- ¿No somos medio como hombres nosotras?
- ¿Por?
- Atrás... no mires, eh, hay dos chicas de nuestra edad, cenando. Están compartiendo un porrón de cerveza. A nosotras no nos trajeron la comida y ya vamos por la segunda Stella.
- Dejate de joder, Lau. el problema lo tienen ellas. ¿Quién comparte un porrón de cerveza? Es muy triste. Y a lo sumo, somos borrachas, no masculinas.
- Tenés razón, son re UP.

Si bien el plan original era ir a ver la banda de cierto sujeto que conocí hace unas semanas, para cuando estaba saliendo de la librería y Ani me mandó un mensaje de texto ultimando detalles -"nos juntamos con ale y lau y nos vamos al recital de tu guacho"- me agarro la pachorra. Así que terminamos con Lau en el colombiano de Córdoba y Gascón, tomando cerveza prácticamente en ayunas, esperando una cena que no llegaba nunca y planeando estrategias groupies para el fin de semana del primero de Noviembre. Para el momento de la caminata digestiva -Gascón hasta Larrea- teníamos una borrachera importante y todo nos hacía matar de risa.
Después, más matarnos de risa, Family Guy y a dormir porque los Sábados se trabaja.
Todos deberían tener una amiga como Lau. Lo recomiendo.

jueves, agosto 13, 2009

- ¿Hola?
- Buen día, nena.
- ¿Qué hora es? ¿qué pasó?
- Son las... 9 y media.
- ¿Qué pasa?
- No pasa nada, tengo ganas de verte. Te paso a visitar ¿dale?
- Pero son las 9... estoy durmiendo.
- Y media, y ya no estás durmiendo.
- Bueno, pero traé algo para desayunar. En la panadería de Riglos hay cosas ricas.
- Bueno...
- Y si querés café vas a tener que traerte, acá hay té solamente.
- Bueno...
- ¿Y no te pasás por alguna veterinaria y comprás alimento para Plutón?
- Celeste, controlate.
- Controlate vos y no me llames a las 9 y media de la mañana.
- Ok... ¿Qué alimento le das al micho?
- La veterinaria debe estar cerrada. Traé Cat Chow de los chinos.
- Bueno...
- Que sea para gatos chiquitos, menores de un año.
- Celeste, controlate.

Media hora más tarde.
- ¿Qué es esto?
- El alimento del gato...
- Pero no es el que te dije yo.
- No había Cat Chow... Este salía más o menos lo mismo.
- Pero se llama "Nueve vidas"... yo no quiero que Plutón coma un alimento que se llama "Nueve vidas".
- Primero, no se llama así, se llama "Nine lives". Segundo, dejate de joder. Comete una medialuna.
- A mí me gustan con crema pastelera...
- Celeste...
- Ok. Me controlo. Pasame una de manteca.

Hace unas semanas mi hermana me contaba que mi papá anda diciendo que nosotras dos somos complicadas, que asume que nuestra laica soltería se extenderá por décadas. Yo la miraba con asombro.
Mientras ponía el "Nine Lives" en el cosito donde come Plutón, entendí todo.
De veras, estoy tratando de controlarme.

miércoles, agosto 12, 2009

Tengo mi entrada para Faith No More. O el voucher para cambiar la semana que viene, que es más o menos lo mismo.
Lau dice que tenemos que averiguar en qué hotel se van a quedar e ir a hacernos las groupies por una vez en la vida. Que de última, si Patton no nos da bola, al baterista también le entramos.
Yo digo que probablemente vaya a ser el último pogo de nuestra veintena, que va a haber que saltar y sudar entre todos los treintañeros ex-grunge con el mayor de los placeres.
Ali dice que hay que emborracharse mucho. En ese punto coincidimos las tres.

También invocamos a Eddie Vedder pidiéndole que vuelva con Pearl Jam. Y de paso, al espíritu de Janis, para que nos haga cantar como ella un ratito. Un ratito nomás.

martes, agosto 11, 2009

Acerca de cómo un mismo hecho puede ser visto a través de miradas completamente diferentes.

Por ejemplo, que yo invite a un hombre nuevo en mi vida a pasar la noche en casa.

Ani me codea y se pone a pura onomatopeya. "eeeeehhhhh", "eeeeesaaaa".. Así.

Flor inclina la cabeza, sonríe y pregunta dulcemente "¿y? ¿qué tal? ¿cómo la pasaste?". Muy divina ella, siempre.

Lau es la representante de los pies sobre la tierra. "Che ¿y qué hace de su vida?". Ella es de las mías, la compra más una profesión copada que un cuerpo escultural.

Nat indaga, habilita espacios, compara con otras experiencias, hasta que yo termino diciendo "bueno, sí, me hace acordar bastante a mi viejo...". Porque los hijos de psicoanalistas a veces son así.

Genève mira de reojo y con picardía dice "Bueno, vamos a lo importante ¿cómo la tiene?" desatando la carcajada y los detalles más suculentos.

Yo también me hago un par de preguntas clave.
No, nunca las confesaría.

lunes, agosto 10, 2009

Estoy tratando de hacer memoria y no recuerdo un momento en el que haya dicho que querría enamorarme, que querría estar en pareja. Digo, en los últimos tiempos, meses. Y trato, eh, estoy teniendo flashbacks de incontables conversaciones y sí me acuerdo de haberle reclamado al universo un poco de compañía, un poco de sexo, alguien con quien pasar un domingo a la tarde, algo de romance, alguna conversación de esas que duran hasta que se hace de día. Pero no una pareja, no un novio, no.
Entonces, que alguien me explique por qué, desde todos los wines, escucho el “ya va a llegar”, el horroroso “cuando menos lo esperes”, el “tenés que abrirte un poco más” que hace que me den ganas de taparme los oídos. Mis amigas, mi madre, mi padre, mis tías. Es como un complot, o simplemente se supone que por tener veintiséis años y no estar con alguien me tienen que decir esas cosas.
Tal vez lo esperable es que mi deseo sea salir a comprar pan lactal al Disco de José María Moreno y que en la cola del supermercado conozca a un hombre grandote, alto, barbudo, que me haga algún comentario gracioso sobre el contenido de mi changuito y que yo me ría entre tímida e intrigada. Que me comente que es físico, o escritor, o creativo publicitario, o astrólogo, o músico, o historiador, o geólogo, o experto en teoría literaria, o profesor de literatura. Que después de pedirme mi teléfono para invitarme a salir me lleve al cine, o al hipódromo, o al Museo de Ciencias Naturales, o a perdernos por la ciudad, o a emborracharnos con cervezas importadas, o a su casa donde hay una biblioteca donde podría quedarme a vivir, o a comer una bondiola a la costanera, o a cenar a algún restaurant peruano, o árabe, o armenio, o alemán. Que después de varias noches juntos, otras tantas tardes de domingo viendo Lie to me, cientos de cigarrillos compartidos después de coger, decenas de sobrecamas hasta el amanecer, miradas intensas, presentaciones a amigos, abrazos oportunos y un tembloroso “te quiero”, el hombre éste de la fila del supermercado para menos de quince artículos me dé el lugar para que yo quiera seguir adelante.
Mi cabeza llega hasta los cigarrillos después del sexo. Hasta ahí, nada más. Puedo hacer un esfuerzo sobrehumano y a lo único que llego en el imaginar es a una semi-pelea en la que él me acusa de distante y yo le digo que no me rompa las pelotas. Después él se va y yo lloro un rato, por sentirme una discapacitada emocional, ponele.
Esa es mi idea de lo que me puede pasar si comparto demasiado tiempo con alguien, no es algo que pueda evitar en este momento. Mi deseo me lleva para otro lado, a desconocidos que tocan la puerta de mi casa de madrugada, a encuentros clandestinos con hombres uniformados, a argumentos de películas softporn; a la fantasía. Y tal vez sea escapista y evasivo y blah, no me importa, el deseo tiene caminos misteriosos, no estoy en posición de cuestionarlo.
Durante años pretendí encauzarlo todo, tener la sartén por el mango, hacer lo que se suponía que tenía que hacer una chica de veinte años, o veintiuno, o veintidós, o veintitrés, o veinticuatro. Lo único que me gané fue una relación estrambótica de cuatro años con un tipo que no quería ser más que mi amigo, que no me deseaba, y al que yo nunca terminé de desear. Si no hubiera tratado nada, seguro que me salía mejor. No debería haberle pedido tanto a ese vínculo, con la afinidad intelectual y la contención emocional debería haber bastado para sentirme satisfecha; pero no, fui y le puse la etiqueta rosa chicle de “AMOR” y tiré y tiré de la soga, reclamé deseo de su parte, le reproché hasta el cansancio cosas que no era capaz de reprocharme a mí, hasta que me di cuenta de que nadie estaba haciendo fuerza en sentido contrario del otro lado, que sólo éramos un pedazo de soga y yo.
Entonces, repito, que alguien me explique esta conspiración para que me den ganas de tener un novio. Es como si no lo vieran. Como si no fuera evidente que en este momento no puedo, que no es cinismo, ni resentimiento, ni amargura. Que no puedo, que toda la idea de enamorarme me suena a ciencia ficción, que estoy atrapada en otras cosas que en este momento me resultan más importantes. Que voy por ahí con la guardia alta no tanto por miedo a que me lastimen, sino más que nada por miedo a lastimar. Que claro que le tengo miedo al compromiso, porque el compromiso no es joda. Que primero me tengo que comprometer conmigo misma en millones de cosas antes de meter a otra persona en escena. Que nunca me sentí una de esas mujeres de las que los hombres se enamoran, esas que generan pasiones irrefrenables y que tal vez ahí esté uno de los puntos neurales de todo el asunto, pero que toma tiempo desenmarañar la bola de preconceptos, que estoy yendo de a poco.
Que alguien me explique también esto de la construcción propia de la identidad a través de la mirada del otro, porque me siento en un laberinto lleno de espejos, ya no sé qué es parte de la mirada ajena y qué es una jugada de la parte de mí que más me castiga.
Y si al releer lo que escribí hasta ahora no veo más que contradicciones, no puedo sorprenderme, más claro imposible. Así que me la bancaré así, en este conflicto de intereses, entre la fantasía de lo turbio y el a-esta-altura-ya-debería-estar-en-condiciones-de, entre las ganas y la incapacidad.
Y que sea lo que dios quiera, o mi neurosis, o mi deseo.

domingo, agosto 09, 2009

Estoy en un bar de Acoyte y Rivadavia y mientras uno de los mozos se me hace el galán de maneras de lo más extrañas, mi amiga de la adolescencia que desde hace años vive en España me dice "bueno, vos nunca fuiste demasiado sentimental".
Ayer se me quemó un poquitín el guiso de lentejas -la culpa fue mía y sólo mía- y me pasé un poco con el cabernet. También recibí un poco de dulzura, algo que no experimentaba desde hace años. Sí, años.
Uno de esos fines de semana raros es este. Me gusta.

sábado, agosto 08, 2009

- Estas cosas me desestabilizan demasiado, Lau, yo no sé lidiar con estas situaciones. No entiendo a la gente.
- Decís las mismas cosas que mi tía... me da miedo.
- Es que a veces me dan ganas de, no sé, querer ser monja y entregarle mi cuerpo y esencia al Señor, así yan o me pongo ansiosa por estas pelotudeces.
- ....
- En serio ¿No sería genial ser así, tan espiritual, y no querer saber nada con los hombres? Quiero querer ser menja.
- Vos tenés que querer saber qué es lo que querés; eso tenés que querer.

Pobre Lau, la llamé a la una de la mañana para consultarle acerca de cuestiones de colegiala en apuros.
Qué grande Lau, siempre me tira un par de buenas puntas.
Eso sí, si esta noche me sale el tiro por la culata, si quemo el guiso de lentejas, o me emborracho demasiado, si el tipo este de vuelta me charla hasta las seis de la mañana y me deja sin beso... Ya sé a quién le voy a echar la culpa.

jueves, agosto 06, 2009

Hace un par de años atrás, mientras yo trataba de tener una relación monógama y sana con un estudiante de física que se había educado en colegios religiosos, El Innombrable se puso a salir con una chica. Al principio me alivió, si él estaba con otra mujer, no iba a tener ganas de extrañarme, llamarme y esas cosas; y aunque tal vez podría haber habilitado el lugar para los celos, no lo hice, a veces el autocontrol me funciona de maravilla.
Toda la paz y armonía que llevaba dentro con respecto a esa relación se fueron al carajo cuando me enteré de algo terrible. La mina con la que salía tenía las tetas grandes. Espalda chiquita y tetas grandes.
Yo sé que no soy la más linda, ni la más inteligente, ni la más tolerante, ni la más... No sé, no debo ser un buen partido para los hombres. Soy neurótica, distante, quisquillosa, rompebolas, fría, reservada, y muchas otras cosas más, pero sé muy bien dos cosas. Primero, mis comidas invernales hacen que cualquier hombre se quiera quedar conmigo por lo menos hasta la llegada del verano. Segundo, mis tetas son lo más, inolvidables, irremplazables; no importa si es verdad o no, no lo cuestiono, simplemente me lo han hecho saber.
Los celos no tardaron en aparecer, tampoco tardaron en cortar ellos, así que la cosa no llegó a mayores. De todos modos, el fantasma de la chica con (tal vez) mejores tetas que yo me seguía acechando, sigiloso, haciéndose notar cada vez que me sacaba el corpiño. La tortura terminó cuando El Innombrable expuso una teoría de su autoría: la de las tetas vacías. Según él, existía una extraña clase de teta, la que es grande, a veces enorme, pero que al momento de ser agarrada con pasión, parece escurrise, como un globo mal inflado. La que al ser observada bajo los efectos de la gravedad (léase, cuando la mujer está en cuatro) luce como un conito maltrecho.
No tardé en preguntar, alarmadísima, si las mías entraban en esa categoría. Él contestó con una rotunda negativa, pero mi desconfianza es mucha y pensé que me lo decía porque quería volver a verme en pelotas. De hecho, llegué a pensar que se había inventado la teoría para reivindicar mis pechos y poder volver a tocarlos. También me generaba curiosidad, ¿realmente existiían estás tetas engañosas? Recurrí a la eminencia en estos asuntos, LlaveInglesa, que nunca terminó de contestar a mi pregunta, estábamos bastante entretenidos con otras cosas, calculo.
Hace un par de días una amiga reflotó la cuestión y el interrogante volvió a instalarse.
Pensar en estas cosas con tanta dedicación es sólo un indicio más de que estoy bastante al pedo en la vida, lo sé.

miércoles, agosto 05, 2009

Mi madre prepara unos fideos mortalmente deliciosos y me manda un mensaje, a ver si me aparezco por la casa matriz, que hace dos semanas que estoy completamente borrada. Llego y reparto abrazos. Devoro los fideos, charlo de libros con mi papá, admiro las pestañas de mi hermana y rechazo el postre, supuestamente me estoy cuidando.
Padre acusa cansancio y se va a su cuarto, entonces quedamos las tres. Mi hermana que está estrenando cinismo y se la ve y escucha de lo más afilada, mi madre que me mira inquisidora, tratando de hacerme preguntas con la mente sabiendo que nunca se las voy a contestar, y yo, con un Camel en una mano y un mechón de pelo en la otra, enroscando con el dedo índice.
Sin anestesia, tira la pregunta. Esa, esa que siempre me hace, si no quiero un novio. Le digo que no, que paso, que me estoy cuidando. Baja la apuesta, la mirada y dispara de vuelta "bueno, algo... ¿un pretendiente?". Ya está, pienso, estoy atrapada en su red, hoy me toca ser la destinataria de todo su deseo de casar bien a sus hijas y tener nietos talentosos con brillantes carreras artísticas -todo lo que ella siempre quiso, proyectó en sus hijas y no pudo lograr de ningún modo-. Me la banco estoicamente, no me hago la canchera diciendo "madre, un pretendiente pretende; yo no quiero que nadie me rompa las pelotas", me callo la boca y miro a mi hermana, que tiene que bancarse a mamá todos los días.
Al final, no es todo tan terrible. Ella reconoce que vé todo a través de su lente Capricornio-Capricornio -porque entre nosotras nos hablamos así, en código astrológico- y que yo no debería compartir sus valores machistas que pregonan el-hombre-tiene-que-ser-el-proveedor. También reconoce que mi nivel de neurosis no permite que podamos comunicarnos fluidamente, así que optamos por sacarle el cuero a mis tías y primas.
Hacia el final de la velada, mientras me pongo la campera, mi hermana, no sé a cuento de qué, escupe "Todos los hombres son infieles, lo que más les levanta el ego es tener dos minas, y si pueden, más. Es así, yo ya me di cuenta". Miro a madre con cara de preocupación y prendo otro cigarrillo, un poco perturbada.
Y yo que me preocupaba por mi madre...

martes, agosto 04, 2009

Sábado a la noche. Ani -actual cohabitante, amiga desde la más tierna adolescencia y hermana de Flor- llama a casa desde lo de sus padres.
- ¿Cómo estás?
- Bien.
- Daaale, en serio ¿cómo estás?
- Bien...
- Dale que lei tu blog.
- ...

Hoy al mediodía. Mientras tomaba una sopa y escuchaba la radio veo que me llega un mensaje de texto.
"Quien es tu mejor amigo?"
De: Ani
Recibido: MAR 13:26

Entonces, Anucha, ahora que estás tan al tanto de todo, aprovechemos este medio para comunicarnos sin gastar en celular.
Ponele, yo hoy voy a cenar en casa, podemos cocinar algo juntas. Ah, y habría que comprar piedritas para Plutón. Te quiero.

lunes, agosto 03, 2009

- ¿Eso te dice?
- Eso me dice.
- Ese flaco no va, no me gusta, Celeste.
- ¿Por qué?
- Porque te está boludeando. Es un histérico, como el otro forro con el que salías antes, cuando nos conocimos. Vos no te merecés que nadie te boludee.
- Wow.
- ¿Qué?
- Tiraste una frase de hombre protector.
- ¿Viste? Es más, ahora te tiro otra. Un tipo como ese no se merece una mina tan copada y buena onda como vos.
- Pero si no sabés nada del chabón.
- Sé suficiente. Si yo fuera él, no te boludearía, vendría acá todas las noches y te haría de goma. Ni tiempo te daría para que anduvieras contándome estas cosas a mí. Un tipo que no entiende eso de vos, no te merece.
- Ahora es cuando yo digo "entonces, ¿por qué no venís vos todas las noches y me hacés de goma?".
- Claro, siempre supe que me querías cazar. Te lo vi en la cara desde el momento cero. Pero ya sabemos que no funcaría.
- ¿Tan evidente fui?
- Te salías de la vaina, bonita.
- ¿Y por eso te despareciste durante tanto tiempo?
- Claro, yo no puedo lidiar con esas expectativas.
- ¿Y por qué volviste?
- Porque te quiero.
- Awwww.

Mi nuevo mejor amigo es el mejor mejor amigo del mundo.

sábado, agosto 01, 2009

Al final. ni llanto, ni vino, ni Puentes de Madison. Al final, gancia con mucho limón, playstation y porro.
Después, me tomé un taxi a casa, paré en el kiosco, compré cigarrillos, un par chocolates y caminé las dos cuadras hasta casa. Y mientras prendía la estufa, me sacaba las zapatillas y me ponía el pijama sentía la culpa, la culpa por no haberme quedado en casa, haciéndome cargo de mi estado de ánimo.
En la oscuridad, tapada hasta la nariz, tratando de dormir me acordé de Lau y su "pero ¿quién es el flaco? ¿Spinetta?" y me reí un poco, pero también me puse a pensar que capaz no me molestan los revoleos retóricos, ni alguna que otra frase trillada, no es que me gusten, por lo pronto no me molestan. No me importaría una estrofa de una canción de esas que escuchaba cuando tenía 16 años y usaba unos oxford celestes con las botamangas anchísimas, ni un verso de algún poeta maldito; no ando con ánimos de burlarme de esas cosas últimamente. Pensé entonces que sí tengo ánimos de que alguien me diga algo, lo que sea, pero que se dirija a mí, que me mire a los ojos y me lo diga, no importa qué; pensé que es uno de esos momentos en los que me encantaría dar el primer paso pero me muero de miedo, porque necesito un pie del otro, cualquier cosa, una mirada cómplice, un gesto casi imperceptible, algo. Claro que inmediatamente me acusé de cobarde, de proyectar en los otros lo que tiene que ver conmigo y sólo conmigo, así que instantáneamente me convertí en víctima de mí misma y me consolé diciéndome que tal vez no es todo proyección, que capaz sí es necesaria la respuesta del otro, el feedback, que el deseo ajeno y su manifestación alimentan el propio; y también me dije que tampoco era cuestión de hacer un drama del asunto, que eran las cuatro menos cuarto de la mañana y que hoy había que trabajar.
Me desperté enojada, enojadísima. Afilada, venenosa.
Hoy sí, Clint, hoy pasamos la noche juntos.