domingo, enero 31, 2010

- Es que te dijimos "Cele callate" durante tanto tiempo...
- No creo que ahora sea reservada porque hace veinte años me dijeran "callate" diez veces por día.
- ¿Te parece que no?
- Bah... puede ser. Pero no cierra, má. Porque hablo, hablo todo el tiempo. El tema es que no hablo de las cosas importantes.
- A mi me da la sensación de que vos te sentís demasiado segura y por eso no tenés la necesidad de manifestar ciertas cosas.
- No, mamá. Al contrario. No digo nada porque pienso "¿a quién le puede importar lo que a mí me pasa o me deja de pasar?".
- Ah...

Después entramos a la verdulería a comprar un melón. Y no se habló más del tema.
"Everything is more complicated than you think. You only see a tenth of what is true. There are a million little strings attached to every choice you make; you can destroy your life every time you choose. But maybe you won't know for twenty years. And you may never ever trace it to its source. And you only get one chance to play it out. Just try and figure out your own divorce. And they say there is no fate, but there is: it's what you create. And even though the world goes on for eons and eons, you are only here for a fraction of a fraction of a second. Most of your time is spent being dead or not yet born. But while alive, you wait in vain, wasting years, for a phone call or a letter or a look from someone or something to make it all right. And it never comes or it seems to but it doesn't really. And so you spend your time in vague regret or vaguer hope that something good will come along. Something to make you feel connected, something to make you feel whole, something to make you feel loved. And the truth is I feel so angry, and the truth is I feel so fucking sad, and the truth is I've felt so fucking hurt for so fucking long and for just as long I've been pretending I'm OK, just to get along, just for, I don't know why, maybe because no one wants to hear about my misery, because they have their own. Well, fuck everybody. Amen"
Sinechdoque, New York

Amén.

sábado, enero 30, 2010

Cerca de la una de la mañana del presente, apareció el ya-no-sé-qué-número (creo que fue el sexto, pero no quiero arriesgar) ataque de minita del año. El último había acontecido hace poco más de dos semanas, en presencia de Lau y Flor que me decían que no lo podían creer, que no me podía poner así. Me pongo así, siempre, el tema es que en general no tengo público. Hago lo posible para ahorrarle a los seres queridos el horror de verme absolutamente conflictuada por cuestiones que debería tener resueltas desde la pubertad.
Mi única solución posible en el momento, eran las tranquilizadoras y sabias palabras de mi amigo y consejero, pero estaba en el cine, así que tuve que resolverlo yo solita. Bah, "resolverlo". Resolver, no resolví nada. Resolver no es mi especialidad. Pero por lo menos no empecé a toser como desquiciada (síntoma #1) ni a sentir un pelota de andá a saber qué rebotando en el estómago (síntoma #2).
Menos mal que en dos días vuelvo al trabajo y empiezo el profesorado; si sigo con este ritmo de meta pensar pelotudeces y tomármelas como cosas serias, me va a recalentar el cerebro y voy a terminar con una embolia.
Era tan joven, van a decir.

viernes, enero 29, 2010

Sueño que estoy en lo de mi jefe y en el medio de la noche a la mujer le agarra un infarto. Como no encuentro el número de la obra social, llamo a información y el pelotudo que me atiende, me da el teléfono de osplad en vez del de osde. Mientras, mi jefe me dice que no llame a emergencias, que pida empanadas, y va tirando los gustos.

jueves, enero 28, 2010

Cada día más parecida a tu mamá, vos. Eso me dijo una amiga de mi tía allá, en el valle. Y qué loco, porque sí, capaz que me parezco a mí mamá, y a mis tías, y a toda la parte de mi familia por parte de abuelo materno; pero a mí eso no me interesa, porque sí, tenemos todos los mismos rasgos y blah, lo sabemos muy bien todos.
Acá el tema es otro. Lo que me da mucha intriga es la otra parte que puso sus cromosomas para que yo esté escribiendo acá, sentada en la cama, y a la que nunca le vi la cara. ¿Seré parecida? ¿Tendré, desperdigados por ahí, hermanos con los que compartimos gestos y expresiones? Esas cosas.
Entonces me miro en el espejo y busco, busco algo que nunca encuentro.
“If you really want to hear about it, the first thing you’ll probably want to know is where I was born and what my lousy childhood was like, and how my parents were occupied and all before they had me, and all that David Copperfield kind of crap, but I don’t feel like going into it, if you want to know the truth.”
Holden Caulfield

Mientras, literalmente, miro el techo, llega un mensaje de texto. Es mi amigo y consejero, quien, btw, tiene mi preciadísimo ejemplar de Levantad, carpinteros, la viga del tejado y Seymour: una introducción, que mi biblioteca empieza a extrañar.
Que se murió J D Salinger, me avisa.

¿Saben qué?
Lloré un poquito.
Llegué.
Volví.
No sé si soy millones, pero la cosa anda bastante bien.

jueves, enero 21, 2010

Libros, 5. Mailer, Highsmith, Pérez Reverte, Auster y Larkin.
Mazo de Tarot, uno.
Música en el aparatito, de todo. FNM, Soundgarden, Aimee Mann, Easy Star All-Stars, Peeping Tom, Fiona Appel, Eddie Vedder, The Ting Tings y no sé cuántas cosas más.
Ropa, la justa y necesaria.
Implementos para escribir, dos. Cuaderno a estrenar con holograma de un gato con cara de loco en el frente y birome.
Productos de higiene y belleza, muchos. Limas, cremas, un protector solar de factor insuficiente, cepillo de dientes, dentífrico, desodorante con supuesto olor a pepino y todo lo que me entró en el estuche.
Pasaje a Los Hornillos, Córdoba, uno. De ida, 20:15, Retiro.

miércoles, enero 20, 2010

Estos han sido días de caminatas. Hoy me toca Río de Janeiro, desde que termina hasta que empieza, y de ahí, esquivar avenidas hasta llegar sana y salva a casa. Mientras me quedo mirando unas sandalias horribles en una zapatería, atraviesa, fugaz, la idea. No tengo verdaderos problemas; ninguna preocupación me conflictua, no estoy tildada pensando en ningún "y qué hago con...". Sigo avanzando y sonrío, porque no creo que falte mucho para que aparezca una nueva preocupación, porque así son las cosas. Por fin abro la puerta de casa y los gatos me reclaman, los atiendo, les cambio el agua, les pongo comida. Prendo la compu y ahí está, la buena noticia del día, una de esas cosas que me gusta ver como "buena señal".
A veces está todo tan calmo, hay tanta paz, que no entiendo cómo me las arreglo para enroscarlo todo en cuestión de minutos.
Otras veces sí entiendo, y me perdono. Esta es una de ellas.

martes, enero 19, 2010

Volvía por Rivadavia, desde Medrano. Me puse el saquito porque levantó viento y pensé. Pensé como por diez cuadras. Que a veces no tengo por qué esforzarme tanto, especialmente cuando sé que se trata de una causa perdida. Que me ubico en lugares que no tengo las tetas suficientes para llenar, y que sí, que podría, pero ¿vale la pena el esfuerzo? Que sí, que siempre vale la pena, porque es una batalla per-so-nal, que si el fruto del esfuerzo nadie me lo quiere aprovechar en el presente, es algo que ya tengo ganado, una prueba menos a superar. Pero que ahora no, no me dan ganas, que tengo derecho a darme el lujo de elegir las batallas que peleo y a quién elijo de sancho para que me acompañe a enfrentar el conflicto. Que probablemente es la misma excusa que pongo siempre pero con otro enunciado. Que no me importa. Después llegué a Acoyte y me quise pegar un tiro, porque ese es el efecto de Acoyte y Rivadavia, ganas de suicidarse, o de empezar a los tiros indiscriminados. Así que dejé de pensar, diez cuadras es un montón.
Y ahí va de vuelta la inconsciente a meterse donde no la llaman.

lunes, enero 18, 2010

En un acto de estoicismo sin precedentes en mi historial. Envolví mi mano en bolsas varias. Tomé al inmundo animal por su cola espantosa y lo metí en una bolsa. Esa bolsa en otra bolsa. Y de vuelta el mismo proceso.
Me lavé las manos tres veces y anoté mentalmente que este fue el tercer ataque de minita en el año.
Me despierto y es mi primer día de vacaciones. Soy feliz, doy vueltas en la cama y no me importa que sea la una de la tarde. Cuando por fin me levanto y voy al baño, el horror. La tragedia.
Plutón cazó una rata y me la dejó de trofeo en el medio del patio de abajo.
Y yo, que festejaba por tener la casa sola, puteo, en silencio y a viva voz, porque no están los novios de las chicas que TAN útiles son en estos casos.
Me cago en Plutón, la rata y mi asco infinito para este tipo de cosas.
Mi tía superó el sufrimiento de los primeros días después de la primera sesión de quimio y casi que la vi como la de siempre. Con sus risitas y sus abrazos. También estaban un par de primos y otra tía.
Y cuando a las dos de la mañana, sentados en el quincho, comiendo unas hamburguesas a la parrilla que estaban buenísimas, nos empezamos a contar historias de caídas y anécdotas boludas, me sentí bien. En familia, con todo lo que eso pueda llegar a significar.
Entonces en el viaje de vuelta, con mi primo de 19 años, hablamos. Bah, mejor dicho, él habló. Y habló como nunca habló conmigo. Fué él, como nunca le había permitido ser. Porque siempre me pongo a un costado y miro desde afuera.
Esta vez, y capaz sea el hecho de que alguien que queremos mucho esté pasando por un momento jodido, estuve, no me ausenté. Dejé afuera el personaje y me sinceré. Disfruté y no me quería ir. Porque siempre me quiero ir.

sábado, enero 16, 2010

Es Villa Crespo y ¿quién diría que a un par de cuadras del Parque Centenario hay un restaurant africano buenísimo?
Para cuando llega la comida, ya estamos medio entonadas y la charla tiene que ver, básicamente, con una sola cosa, estar chongless y técnicas para revertir tal situación.
Y tal vez empezamos con cuchillo y tenedor, muy civilizadamente, pero la música, la energía estival y Lau -que de comida africana algo sabe- que agarra la sémola con las manos, nos hacen animar a Flor y a mí. Entonces no importa, porque el pescado se come con las manos, y las batatas fritas también, y se hacen bolitas de sémola que se mojan en la salsa de maní.
Nos chupamos los dedos mientras nos reímos y seguimos emborrachándonos.
Ojalá todo se pudiera comer con las manos.

viernes, enero 15, 2010

No hay caso, no sirvo para "el juego". Entonces hoy le decía por mail a mi amigo y consejero que sí, que no me queda otra más que jugar, pero la verdad es que soy pésima. Necesito un asistente permanente o una lobotomía. Si es por mí, digo lo que pienso en el momento en que lo estoy pensando, pero parece que no, que eso no conviene si se quiere "ganar" o lo que sea que se obtenga.
Ok, pienso, a jugar, a transpirar la camiseta, a dejar todo en la cancha, blah. Pero me quedo dura, inmóvil, mirando el arco, o el cesto, o el tablero, se entiene a qué me refiero.
Y no sé, no entiendo, necesito un manual, no me sale, no soy buena en esto.
Del lunes al jueves, mi casa sola, absolutamente sola. Los gatos y yo. Mis libros y yo. Mis pelis y yo. Mi cama y yo. Mis vacaciones y yo. Genève en Brasil, Ani en Mar del Plata y yo en Caballito, en la hamaca paraguaya, libro en mano, con un Campari con naranjas recién exprimidas al alcance de la mano, con el sol ya bajo, escondiéndose; y yo en bombacha y musculosa todo el día, porque los novios de las chicas no están, porque las chicas no están.
El jueves a la nochecita, Córdoba, pero eso ya es otra historia.

jueves, enero 14, 2010

¿Sabés qué es raro?
Estar con un tipo, que sea la segunda vez que se ven, y empiecen a hablar emocionadamente de cómo, cuando eran adolescentes, planeaban suicidarse, incluso discutir métodos; obviamente, cagándose de risa, porque ya somos grandes, esas cosas ya no se sufren.
Descubrir que los dos se obsesionaban con especular qué harían todos los seres queridos de concretarse el suicidio.

¿Sabés qué es lo peor?
Que a mí esas cosas me terminan conquistando.
El flaco en algún momento de la charla comentó que mientras estaba en pareja, leía los blogs de gente soltera y le daban ganas de ser uno de ellos. Después dijo algo más, pero la palabra "blog" disparó la maquinaria de mi paranoia, que venía en stand by hasta el momento, ¿y si el tipo era esa persona que vino googleando mi mail según el servicio de estadísticas y en realidad se hacía el boludo aunque supiera de todas las cosas que yo escribo acá? Estuve a punto de confesar que sí, que hasta capaz había leído mi blog y todo, pero no. Como la noche anterior había estado a punto de confesar que mientras él estaba esperando que yo volviera del baño, yo me resbalaba por las escaleras y caía sentada y muerta de risa en el último escalón, todo cortesía de mis chatitas de suela inoperante.
Entonces me entero de que el cáncer de mi tía se fue a los huesos, que es un hecho. Que la quimio es el único recurso y que menos mal que la empezó. Que las posibilidades son pocas, pero el panorama podría ser peor. Que crucemos los dedos por que no vaya a las piernas.
Hace tres días que no puede probar bocado y ni siquiera puede levantarse para ir al baño.
Esto, esto que siento ahora es jodido. La culpa por haberme alejado de ella los últimos años, el amor inconmensurable que le tengo, los reproches que le hice de frente y a sus espaldas, el saber que sin importar qué ella siempre estuvo para todo lo que necesité.
Y no sé. No sé qué hacer
Para no pensar que soy mucho más susceptible de lo que quiero reconocer. Para no caer en el vaivén este de mis estados de ánimo. Para no sentirme una desquiciada caprichosa que a la primera que las cosas no salen exactamente como estaba planeado, se angustia y quiere culpar al cosmos por su error al elegir. Para no recordar que de las últimas 45 horas sólo dormí 5.
Me pongo a sacar entradas a las 8 y media de la mañana para ver Sherlock Holmes esta noche. Butacas 10, 11 y 12 de la fila E.
Recién llegada, con el maquillaje un poco corrido y un gusto agridulce en la boca, quiero imaginar que una dosis de Robert Downey Jr. y Jude Law me va a abstraer, me va a sacar del estado de absoluta incertidumbre en el que vengo metida desde hace días.
Lo que siento tiene un sabor. Desconcierto, desilusión, incoherencia. Como sal en el café.

miércoles, enero 13, 2010

Me subo al 36 y sólo quedan dos asientos, adelante, de los que hacen que alguna gente se maree porque va para atrás, para mí es exactamente lo mismo. En el bondi se duerme o se lee, y que el paisaje vaya para un lado o para el otro es absolutamente indistinto. Esta vez, la de ayer después del trabajo, es un viaje para dormir. Cierro los ojos entonces. Pero no hay caso, un nene hace barullo y habla con acento de doblaje. La madre ya está hastiada, se le nota en la cara, de la verborragía de su hijo que lo deja gritar y armarse una aventura en voz alta. Al lado tengo a un nene tranquílisimo, más o menos de la misma edad del quilombero del fondo. Se escucha un "Santino, ya bajamos, vení para acá" y respiro aliviada; todavía me quedan veinte minutos de viaje. Ilusa, apoyo la cabeza contra la ventanilla y cierro de vuelta los ojos.

Una vocecita de lo más tierna empieza a cantar muy despacito, creo que sólo yo la escucho. "Quién me va a pedir que nunca la abandone. Quién me tapará esta noche si hace frio. Quién me va a curar el corazón partío". Y así sigue durante los veinte minutos restantes de viaje. Para el final ya no sé quién me va a curar el corazón partío y tengo ganas de revolearle la cartera al pendejo por la cabeza. Las cuatro cuadras hasta casa las atravieso con una angustia inexplicable. Porque nadie me tapa cuando hace frio y a nadie le importa si abandono o no. Pero llego a casa y tengo que prepararme para una cita improvisada, con alguien que no conozco y casi que por un momento dudo, pero Genève pregunta qué me voy a poner y qué labial voy a usar y qué hace de su vida este especimen y, por fin, logro entrar en ese mood, esos nervios ante lo desconocido, que tanto disfruto. Mientras camino por Rivadavia tarareo la puta canción de Alejandro Sanz, pero ya sin angustia.


Lo que pasa después es extraño, extraño de lo bueno. Una serie de eventos desconcertantes que tiene un desenlace relajado, sonriente.
Después de sólo una hora y media de sueño, una ida al banco con mi abuela, un pasaje a Córdoba en la cartera, dos pastillas de guaraná y unos auriculares nuevos, mi mente sólo puede repetir, en un loop eterno, la primera parte del felizcumpleaños en japonés, cortesía de Dedé.

martes, enero 12, 2010

La cagada de que gente que conozcas lea tu blog o de conocer gente por medio de esto es que siempre hay un post que no querés publicar, que no te animás, que se olvida entre los borradores o que se intenta reescribir, quedando como un nudo críptico de frases repletas de segundas leídas. Esto último es lo peor, porque no sabés si la persona que originó todo se va a dar por aludida o no, entonces esperás a que te deje un comentario, o te mande un mail o lo que sea, pero no, porque como te ocupás tanto de que no se note nada, lográs tu cometido, pero en el fondo no podés entender cómo la persona se está haciendo la pelotuda de esa manera tan descarada; aunque es sabido que dado el caso de ser interpelados por quien inspiró las líneas, nuestra respuesta es en un 80% de los casos es *ay, no, ni en pedo, entendiste mal, es sobre pendorchito, un flaco que conocí en Mar del Tuyú*, porque lo que se busca no es la claridad ajena, sino la paranoia -si, esa soy yo, una joyita de persona, un divinor-.
Por eso, después de tantos años, de tanto post, de tanta ansiedad y tanta metida de pata, entendí que en vez de hacerme la misteriosa tengo que saber controlar el impulso y quedarme en el molde o aprender a hacerme cargo de lo que quiero decir, en la manera que elija decirlo. Cuento entonces,a modo de confesión, que acabo de borrar unos párrafos porque estuve a esto -imagínense una distancia muy pequeña- de tratar de comunicarme con una persona por este medio. El horror, no se hace, está mal. Malo. Caca.
Parece que estoy aprendiendo, de una puta vez.
Eeeessssa.
A las tres y media de la tarde siento puntadas en la panza y sé que no lo puedo evitar más. Algo voy a tener que comer.
Ahora estoy sentada con una galleta de arroz en la mano y una taza con sopa instantánea de zapallo apoyada en el escritorio.
El cuello me duele cada vez más y sé que si me tomo un diclofenac, voy a caer rendida de sueño en esta misma silla, así que me aguanto. De última, duele por una buena causa, me digo a mí misma tratando de consolarme.
Tengo una charla que incluye la frase "...un cocainómano que quería que hiciéramos un trío con un travesti. El tipo que mejor me trató en la vida, lo adoro". Y me dan ganas de reirme, porque lo peor de todo es que es verdad. Entonces lloro, porque es verdad.
Arreglo mi mañana de mañana para terminarla en Retiro, comprando pasajes para la semana que viene. Si no me voy urgentemente, se pudre el rancho.
Sentada frente a la compu, fumando un cigarrillo armado, en ayunas, con una contractura en el cuello que no afloja y unas puntadas en el estómago por no haber comido en más de veinticuatro horas, miro el monitor, veo que lau me dice por msn que tengo ganas de quejarme, que las cosas no son como yo digo. Pero cómo hacer para que no se me salten las lágrimas ante tanta frustración junta.
El primer ataque de minita del año, pensé que iba a tardar más en llegar.

lunes, enero 11, 2010

- ¿Qué pasó, bebé?
- ¿Bebé? ¿Ahora decís "bebé?
- Digo lo que me salió, son las cuatro de la mañana, me mandás un mensaje preguntando si podés llamar y cuando atiendo te quejás de que te digo "bebé"... Te lo dije cariñosamente, taradita.
- Bueno, taradito.
- A ver... ¿qué pasó? ¿algún boludo que te cogías te dejó de llamar? ¿una de tus amigas está casi inconsciente tirada en tu cama y me llamás para que las enfieste?
- No...
- Se está quemando tu casa y siempre pensaste que debería ser bombero, por mi porte y porque te recontra caben los flacos en uniforme...
- Esa podría ser, pero no.
- ¿Entonces?
- No, nada... quería saber cómo andabas.
- Ah, no. No te lo permito. Acá, con sinceridad, chiquita. Nadie llama a nadie a las cuatro de la matina de un domingo para ver cómo anda.
- Vos lo has hecho.
- Porque estaba caliente y quería ver si te prendías con un phonesex.
- Ehmm...
- Haber empezado por ahí...
- Bueno... me daba cosa decirlo así nomás.
- Qué tonta. Soy yo...
- Por eso, porque sos vos llamé.
- Che, y decime una cosa ¿estás tirada en la cama?

Esto se llama adaptabilidad. También se llama de otras maneras, pero no importa.

sábado, enero 09, 2010

No es novedad que me gusta categorizarlo todo, que me encanta tener mil cajoncitos mentales que guarden situaciones, conceptos o personas que comparten un mismo patrón. Me da una sensación de orden, incluso hasta de control, qué ilusa. Y tal vez esa sea mi mayor manía, la de generalizar y crear categorías, para absolutamente todo.
Quiero hacer un catálogo de mañas y rituales. Todos los tenemos, el que diga que no, no se tomó el trabajo de pensarlo bien o miente, así de simple.
Esta vez pido ayuda a los lectores, que según las estadísticas son más que los que se dejan ver en los comentarios. Eso quiero, que me manden un mail con algún o algunos rituales o manías. Y no me tiren que cuando van caminando por la calle no pisan los bordes de las baldosas porque eso lo hacemos todos. Cópense, hagan el viaje introspectivo hacia el perímetro de su neurosis -si se pasan y llegan al núcleo, yo no tuve la culpa, aviso de antemano- y cuéntenme qué encontraron.

Yo me sincero con un ejemplo del que no me siento para nada orgullosa.
Cuando estudio, cada materia tiene un par de colores asignados. Las combinaciones son: negro-rojo, negro-verde, azul-rojo, azul-verde; como nunca cursé más de cuatro materias, no necesité agregar nuevos colores.Durante lo que dure la cursada, todos los apuntes, resúmenes y exámenes serán presentados en esos y sólo esos colores; de otro modo, el mundo se viene abajo. En serio. Las profecías mayas hablan de eso ¿no vieron la peli? ; en un par de años me voy a olvidar de llevar la birome roja a un examen y pumba, todo al carajo. Menos mal que tenemos a John Cusack.

¿Otro ejemplo? Ok, sólo porque es sábado, estoy en el laburo y me estoy comiendo un embole padre.
Si presto un libro y vuelve con algunas de las puntas de las hojas dobladas, psicotizo. Es causal de pelea. Ya bastante complicado es que preste libros (sí, vos, sentite un afortunado, un privilegiado, único en multitudes, y ponete a leer YA MISMO, que los extraño, y yo ya terminé los tuyos) como para que encima tenga que imaginar que esa persona, descuidada, iba en el colectivo y no fue capaz de usar el puto boleto como señalador, no, agarró y dobló la punta del libro, total, a quién le importa, viva la pepa. Me angustio, me angustio de solo recordar que mi ejemplar de Las Partículas Elementales tiene un montón de dobleces en sus pobres páginas. Pobrecito. Sufro.

Entonces, mi mail, acá a la derecha, en la columnita del costado.


(de más está decir que de lo que reciba, nada será publicado en este blog sin permiso, aclaro por las dudas)

Síganme los buenos.

viernes, enero 08, 2010

Se murió O., me dijo mi prima.
Flashback a 1998, tercer año. Mi campera de corderoy de color indefinido con las mangas deshilachadas y unos oxford color ladrillo; los pelos casi por la cintura y esa sensación de querer estar siempre en otro lugar. Me sentaba al fondo, al lado de un pibe que usó el mismo piloto todos los días del año, todos. El tipo, O., el profesor de contabilidad, dijo mi nombre y apellido, me miró, nos miramos, y tiró el número, cinco. A noviembre, recuperatorio. A noviembre como computación, geografía, inglés y no me acuerdo cuál otra, matemática ya la tenía en marzo.
Mi mamá me mandó a un profesor particular, fuimos con mi amiga japonesa, que también se la había llevado, y no paramos de reírnos en las dos horas que duró la clase. El tipo era humpty dumpty, era un huevo. El cráneo ovalado, no tenía cuello y seguía así, todo redondo; además tenía una voz muy particular, como si se hubiese chupado millones de globos con helio a lo largo de su vida y hubiesen quedado secuelas. Entonces nos trataba de explicar qué era el devengamiento y nosotras completamente rojas, aguantando la carcajada. De más está decir que no aprendí un carajo esa tarde, y que fui al examen completamente en bolas; y ponele que sí, que me sentía un poco culpable por haberle hecho gastar la plata a mí mamá, el tiempo al profesor, esas cosas, pero en el fondo, muy en el fondo, no me importaba nada. Porque en agosto me habían roto el corazón y yo no podía parar de llorar como una estúpida cada noche, no importaba que ya estuviéramos en noviembre, que todo el mundo me dijera que dentro de unos años me iba a cagar de risa de todo eso, que en el fondo supiera que no estaba mal porque menganito no me había terminado de dar bola porque estaba bastante claro que el problema era otro.
Así que así llegué al día del recuperatorio, cual vaca entrando al matadero, inventando excusas para que mi madre no me asesinara, reprochándome haber querido, a mis tiernos doce años, entrar a una escuela comercial, imaginando un brillante futuro como administradora de empresas -porque las nenas a los cinco años quieren ser actrices o modelos, yo quería ser abogada; y a los doce ya había cambiado de vocación-.
Me senté e hice los asientos del libro diario; una burrada atroz tras otra, y yo sabía que no tenía ni idea de lo que estaba haciendo, pero nunca pude dejar un examen por la mitad, una respuesta sin responder. Tal vez pienso que la providencia me puede ayudar a encontrar la respuesta correcta de la mano del azar, o quizás es que soy una maniática insoportable, no me interesa. Después pasé al balance. Creo que nunca me dio un balance, nunca en todo el secundario, menos que menos me iba a dar ahí, en el recuperatorio de noviembre, después de un año nefasto académicamente hablando, y sentimentalmente también, y familiarmente también. No había caso, ni dibujando los números podía hacer coincidir las putas columnas, entonces borraba y volvía a borrar, guitarreando numéricamente sin vergüenza, mirando al resto de mis compañeros que se levantaban para entregar con expresión de satisfacción los muy putos.
O. dijo que quedaban cinco minutos nada más. Solamente quedábamos otro pibe y yo en el aula. El pibe entregó y me quedé sola, frente a mis hojas, prolijísimas, llenas de columnitas, con los números redondos y la letra impecable. Me levanté, fui hasta el escritorio apoyé las hojas y confesé.

- Ni se gaste, eh. Está todo mal.
- ¿Qué le pasó, G.? Habíamos empezado bien el año. ¿Se acuerda?
- Si, me acuerdo... Pero no sé, me parece que es porque ya me la había llevado el año pasado y tenía ciertos conceptos bastante asimilados. Cuando empezamos con cosas muy nuevas, dejé de entender, y para cuando me di cuenta, estaba perdidísima. Así que... Bueno... Dedicaré mi verano a devengar.
- Pero no, no la voy a mandar a marzo, venga en diciembre.
- Es en una semana y me llevé otras materias. No llego ni con un milagro.
- ¿Usted ya sabe más o menos qué quiere estudiar cuando termine acà?
- Sí...
- ¿Qué le gustaría estudiar?
- Psicología...
- ...
-...
- Vamos a hacer una cosa, G., yo rompo esto -dijo mientras agarraba las hojas por los extremos y partía todo en dos- usted tiene un siete y acà no pasó nada, ¿estamos?
- Ehmm...
- ¿No que no pasó nada?
- Nada de nada.

Y me fui a mi casa.
Durante los dos años siguientes, cada vez que nos cruzamos con O. -un señor de´más o menos sesenta años, pelado, ojos enormes y celestes, cara de loquito- en alguna escalera o pasillo, hubo una mirada cómplice. Una sonrisa paternal de su lado, un revoleo de ojos -tan característico- del mío.

Mi prima no podía creerlo cuando le conté esta historia. Capaz O. se había endurecido con los años, capaz pegó onda conmigo, andá a saber.
Todavía no sé si actuó pésimo o si realmente intuyó que era realmente inútil tratar de hacerme entender eso que tan poco me interesaba. No lo sé y quizás lo sepa si llego a ser profesora, quién sabe.
Eso sí, O. me salvó el verano, si me llevaba otra materia a marzo, mi madre me vetaba el derecho a vacacionar con amigas: pinamar, carpa, chicos lindos en el camping, nuestras primeras vacaciones solas. Me salvó el verano.
Brindo por O. y por ese verano.
Si Hausbrot me dice que es todo orgánico y sanito, yo voy feliz por la calle con mi bolsa de papel madera con una tarta de puerro adentro; porque les creo; qué sana soy, qué sana me siento. Dicen que no usan azucar blanca y yo les creo. Ahora digo, si no me cuesta creerle a Hausbrot, ¿por qué carajo me cuesta tanto creer en cosas mucho más verósimiles que un palito de queso absolutamente exquisito y orgánico?

jueves, enero 07, 2010

Cel dice:
querés ver una foto de fulanito?

Lau dice:
obvio!

Cel dice:
http://facebook.com/soyunachusmadelorto

Lau dice:
tiene cara de cura!

Cel dice:
nooooo
te odio
igual... con esa cara... quién lo diría, no?

Lau dice:
tiene cara de no coger y que igual es feliz

Cel dice:
viste?
y resulta que tiene una mente perversa

Lau dice:
yo le doy


Cel piensa... "!!!!!!"

Cel piensa... "A este no te lo presto ni loca"

Cel piensa... "Ups, me salió la posesiva"

Cel se asusta.

miércoles, enero 06, 2010

Anagrama editaba una vez por año un libro erótico, una especie de La Sonrisa Vertical de Tusquets, pero, bueno, como dije, de Anagrama. Al parecer, yo me compraba esos libros cada año, religiosamente. El de 2010, o 2009, lo había escrito alguien de quien yo nunca había oído hablar, venía en versión compactos, tenía la tapa roja y estaba medio en formato blog, como posts más o menos cortos. Me gustaba el libro, me enganchaba, me calentaba... pero en algún punto de la lectura, me empezaba a reconocer en ciertas frases, y también a Nico; hacia el final del libro había una foto en blanco y negro. Era MI espalda. Mi espalda, imposible de no reconocer si alguna vez se la ha visto. MIS tatuajes en esa espalda de esa foto de ese libro.
La situación me generaba vergüenza, indignación, intenso placer y desconcierto. Trataba de encontrar a Nico, pero ya no tenía más el mismo número. Planeaba incluso tomarme un bondi hasta su casa para tocarle la puerta y reclamarle explicaciones, pero no tenía la dirección. Finalmente, lo veía en sentado en un bar, estaba con una campera roja horrible y tomaba un trago de color extraño. Yo lo espiaba desde la barra, con un chopp en la mano. No me acercaba ni nada, no quería preguntarle por qué había dejado que publicaran algo tan evidentemente íntimo porque le iba a terminar diciendo que el libro me había encantado y ¿qué sentido tiene hacer una escena si al final se le va a terminar dorando la píldora al contrincante? Así que me iba del bar y listo, se terminó el sueño.
Me desperté y lo primero que vi fue Leviatán sobre la compu. El de Auster en versión compactos, que tiene tapa roja. También entendí cómo se sintió Nico algunas veces que yo esribí cosas absolutamente íntimas en mis múltiples blogs. Creo que hasta se me cruzó por la cabeza mandarle un mail pidiéndole perdón. Qué pelotuda. "Eh... sí, no nos vemos ni hablamos desde hace un año, pero te quería pedir perdón por esa vez que posteé que eras incapaz de hacer aflorar mi puta interior. Eso sí, no deja de ser cierto, pero bueno, no debería haberlo publicado. Buen 2010!". Después miré el reloj y entendí cómo se me había ocurrido tal estupidez, eran las ocho y media de la mañana; apagué el ventilador y me dormí de vuelta.
Es la misma sensación que agarra cuando estás en uno de esos ascensores, esos que hacen que te suba y baje una cosa rara en la panza. Bueno, eso mismo. Pero en vez de sólo en la panza, en todo el cuerpo. Unas cosquillas, no sé, algo muy raro.
Como una de las resoluciones para este año era dejarme de romper las pelotas, pensar menos y hacer lo que se me cante, le doy para adelante. Y que salga lo que salga.
También le doy para adelante porque es enero y no quiero morir de aburrimiento.
En marzo, atendiendo ciento cincuenta madres furiosas y ansiosas por día, ol-vi-da-te.

lunes, enero 04, 2010

El 31 me levanté temprano y fui a comprar unas cosas. En la verdulería, elegí unas lechugas, unas paltas y cuando vi los pepinos, mi Oma se me vino automáticamente a la cabeza. La ensalada de pepinos con crema de mi Oma es un clásico alemán y solía ser un clásico en las fiestas que se festejaban en mi familia paterna, hasta que mi abuela -hija de mi Oma- se olvidó de la receta porque está medio gagá. Apelando a la intución y al sentido común -porque, vamos, ¿qué ingrediente estrambótico puede tener una ensalada de pepinos con crema?- me puse a hacerla. Y además de un par de pensamientos guarangos mientras palaba los pepinos, esa cosa de la tradición. Saber que eso que estaba haciendo, también lo habían hecho mi abuela, y su madre, y la madre de su madre; como el goulash, el repollo saltado o el postrecito de maizena. Y aunque no comparta un lazo sanguíneo con mi papá o su familia, si comparto la tradición.
No puedo entender que una ensalada me provoque tanta emoción.
Es que tenía el mismo gusto. El m-i-s-m-o.
Lau tiene mala memoria, es un hecho. Lau es muy prolija y aplicada, eso también es un hecho. Entonces, cuando yo le hablo de algún muchacho -del presente o del pasado- siempre entrecierra los ojos y dice "¿ese es el abogado?" o "¿ese es el de la afrolatina?", y claro, nunca le pega. Se confunde al músico con el oficinista y al drogadicto con el enamoradizo. Amenazó, durante meses, con que se iba a hacer una planilla excel con los nombres y características de cada muchacho con el que yo haya estado. El otro día, en la cocina de su casa, y ante una confusión enorme, se cansó, fue hasta su cuarto con un cuaderno y una birome y "Bueno, ¿quién fue el primero?". Las categorías eran: año en el que transcurrió el primer encuentro, nombre, alias, característica que lo diferenció del resto, profesión, barrio y duración del vínculo.
La chabona quería saber en qué barrio vivía cada tipo con el que estuve, es por estas cosas que la quiero tanto. Descubrí, gracias a ella, que el porcentaje de oriundos de Villa Urquiza es altísimo y que el 2008 fue, como sospechaba de antemano, un año de mierda.
Nos reímos muchísimo y recordé personajes como "manos mágicas", "el que gemía como mujer" y "el que ronroneaba". Impagable.
Ahora dice que lo va a convertir en planilla y que se lo va a repartir al resto de nuestras amigas. Por mí, que lo haga, no podría molestarme menos.