jueves, abril 29, 2010

Me bajé del 26 todavía cagándome de risa por el de Philip Roth que vengo leyendo desde hace unos días, pero para cuando estaba a un par de cuadras de casa me había olvidado del lamento de Portnoy, las obsesiones y las madres judías. Mientras caminaba ligero para llegar lo antes posible, pensaba. Pensaba que, una vez más, me encuentro en esta situación de tener alrededor a estos hombres que me hacen bien en millones de sentidos pero que no dejan de ser inaccesibles de un modo u otro. Y además de pensar, una sensación muy linda en el cuerpo, especialmente en el pecho; ganas de abrazar, de agradecer, de estar, realmente estar. Abrí la puerta de casa, dejé las cosas tiradas por ahí y me senté en la cama, mirando el folleto del delivery totalmente ausente; toda esa calidez que me recorría el cuerpo minutos antes se transformó en inquietud. ¿Y si nunca me puede pasar esto que me pasa con alguien que esté realmente disponible? ¿Y si todo es una estrategia mía para sentirme cercana a alguien sin tener que hacerme cargo de todas las consecuencias de una relación? ¿Por qué siempre me engancho en estos vínculos? ¿Será que no estoy diseñada para tener una relación normal? ¿Qué quiero comer? ¿filet o suprema de pollo? ¿papas españolas o ensalada de zanahoria y tomate?
Después de comer, el malestar se acentuó y cuando estaba a punto de caer en la victimización, la situación se dio vuelta como un panqueue y al rato estaba tapándome la boca para no despertar a Ani con las carcajadas. A las cuatro de la mañana, la satisfacción se había reinstalado por completo.
Ël sigue, después de tantos años, causándome el mismo efecto. Admiración, ternura y deseo.
Y yo, yo sigo contenta.

martes, abril 27, 2010

- Dale, marmota, te hablo en serio.
- Yo también te hablo en serio. Aprovechemos un día que no esté mi jefe, a la siesta.
- Pero yo te estaba hablando de otra cosa.
- Sí, y ya te dije que todo bien, que te lo conseguía al libro. Ahora vayamos a lo interesante.
- ¿Vos te das cuenta?
- ¿De qué?
- De lo que hacés.
- ¿Qué hago?
- Siempre llevás todo al mismo lugar, lo volvés sexual, con mi ayuda, obvio. Y a mí me encantás, y me encanta que te puedas soltar conmigo, que te lo permitas, pero me da la sensación de que estamos siendo medio boludos.
- ¿Por qué boludos?
- Porque nos elegimos unos disfraces que nos quedan chicos.
- Desarrolle que me interesa.
- Eso, que vos te comiste un personaje de la más putita y te queda re lindo, pero todos sabemos que hay màs. Y yo agarré el de más pija del condado, y de vuelta, todos sabemos que hay más. ¿Por qué no aprovechar... nos? ¿Por qué no podemos hablar más de cosas interesantes, o de boludeces, como hacíamos antes? ¿Qué pasó en el medio? Ni vos te volviste idiota ni yo un obtuso, todo lo contrario, tu vida es más interesante que hace unos años, yo estoy bastante más del moño que hace unos años; deberíamos poder comunicarnos sin tener que usar la palabra pija o teta cada dos frases.
- Wow.
- Sí, acabé con la magia. Teta, pija, coger, leche. Digo, para equilibrar.
- Te quiero, boludo.
- Yo a vos, marmota.
-¿No es muy loco que haya aparecido el flaco este en este momento?
-Sí, la verdad es que sí.
-Es como que cayó justo.
-Es tu ángel de la garcha.
-...
-Todas tenemos un ángel de la garcha. Ese chabón que aparece siempre que tu vida romántica se va al tacho. Después desaparece hasta que algún otro imbécil te deja sin suelo debajo de los pies.

sábado, abril 24, 2010

Tan contenta estaba yo por poder ir a la barra y no pagar nada ("¿ay, pero para mí que canté no hay descuento? "+ barman pajero) que no hubo momento en el que no tuviera las manos ocupadas con un fernet, una cerveza o un cuba libre.

Así me fue.
Sin darme cuenta de que estaba siendo víctima de la histeria masculina, fui manipulada con destreza por un especímen pelilargo y de ojos misteriosos.
Listo, esto fue la gota que rebalsó el vaso, renuncio a los guitarristas. Nunca nada bueno resulta de mis contactos con guitarristas. No sé si son ellos, no sé si soy yo -probablemente sea yo, mi ineptitud a la hora de los vínculos es de notable eficacia-, la cosa es que siempre pasa lo mismo. Yo hablo de más, ellos la juegan de inalcanzables, yo sufro el rechazo, ellos ni se inmutan. De hecho, debería renunciar a los músicos y ya. Tal vez tenga razón mi amigo y consejero y termine con un escribano.

jueves, abril 22, 2010

Me gustaría saber dónde es que guardo la calma, porque sale y se instala en cualquier momento, sin ninguna razón.
Por qué no puedo sentirme satisfecha con lo simple más a menudo.
Por qué un día como hoy un detalle me alegra el día y el resto del tiempo es sólo eso, un detalle.
Por qué cada vez que siento paz la asocio con la melancolía.
Esas cosas me pregunto. Y estoy tan tranquila que ni siquiera me preocupa no poder contestarme.
El verano me pone ansiosa, el invierno me neurotiza, la primavera me emboba.
El otoño me calza perfecto.

miércoles, abril 21, 2010

En estos días en que los compromisos sociales, familiares, académicos y extracurriculares se me superponen unos con otros, sin dejarme mi par de horas diarias de ocio recreativo/contemplativo (acariciar a Plutón, tardar cuarenta minutos en tomar un té mientras miro la nada, ir al día con Lost, tirarme a leer un buen rato y, especialmente, pensar, pensar sin parar) empieza a sonar una alarma. Una luz roja se prende. Estoy perdiendo mi superpoder, el que me permite tomar una idea y abordarla desde todos los ángulos posibles hasta secarme el cerebro.
Dejo de vivir en mi cabeza para salir y tratar de entender latín, cantar, emborracharme y bailar cumbia, viajar en tren mientras charlo con mi mamá, comprar ropa y planear escapadas de fin de semana largo.

Todavía no sé si es alivio o vacío.
¿Qué hago si dejo de ser una neurótica eficaz?

martes, abril 20, 2010

De: Cel
Para: La Secretaria
Asunto: el bloqueo

El bloqueo, el bloqueo más bloqueado.
No puedo redactar.
No-pue-do.
Me lei los dos textos como cincuenta veces y cuando abro el word para escribir, el horror. No puedo hilar dos ideas juntas.
Nada, necesitaba contarle a alguien que me siento una acccsoluta inepta.
Ahora sigo y cuando me venza el sueño te mando lo que haya hecho hasta ese momento y vos me contás qué te parece.



Cuarenta minutos después...



De: Cel
Para: La Secretaria
Asunto: desisto

Me preparé un café ENORME. Fui hasta el kiosco a comprar puchos. Marqué en el texto de Cortazar qué palabras se deducían por asociación fónica y cuáles por cotenxto, sintaxis y sarasa. Fui a hacer pis como 6 veces. Y no puedo escribir. Te juro que la frustración que siento en este momento es feísima. También estoy indispuesta, así que exagero por demás.
Te mandó la pobreza que escribí hasta ahora. Mañana entre el laburo y latín, sigo.
Y que la fuerza nos acompañe.

Perdón, perdón por ser la peor compañera de tp ever.




Cierto, cierto que me había olvidado que soy una psycho que cuando algo no le sale como se suponía que tenía que salir se brota, fuma el triple que lo usual y mira todo con la lupa hormonal que todo lo convierte en mosntruoso.

lunes, abril 19, 2010

Por las escaleras que dan a la terraza bajaba un perro, un ovejero alemán, que se me tiraba encima de lo más cariñoso. Al principio trataba de sacarlo, pero era imposible, pesaba mucho y estaba completamente dedicado a darme afecto perruno. Quién sabe como, el can mutaba, se convertía en hombre. Un morocho de casi dos metro y pelo medio largo; para el crimen. Todavía shockeada por la antropomorfización, manteníamos un diálogo limitado, el morocho no tenía muy clara la gramática española y humana. Después íbamos al supermercado y alguien se avivaba de que el tipo antes era perro y nos empezaban a perseguir para meterlo en un laboratorio e investigar el fenómeno. La escapada nos llevaba a una playa horrenda, con un puente, una autopista al costado y unos caños que despedían desechos tóxicos directamente en el océano. Al hombre-perro lo desilusionaba su encuentro con el mar y volvíamos a casa, donde se producía una escena cargada de tensión sexual y millones de sentimientos de tinte romántico en la que yo me debatía acerca de la perversidad de pegarnos un revolcón con el ovejero alemán devenido en morocho con porte de oso. Él me abrazaba y me decía que si lo sentía, lo dejara ser, que no tenía mucho truco el asunto. Yo me dejaba cubrir por sus brazos largos y sentía un amor inmenso que prácticamente no me dejaba respirar.
Me desperté angustiada, con la sensación del amor sin ser expresado en todo el cuerpo, especialmente en la boca del estómago.
La frustración, la desilusión, la impotencia.
Y todavía no se me fue.

viernes, abril 16, 2010

Y aunque me embargue la felicidad por la fecha del viernes que viene... ¿qué hacer si el nombre de la banda para la que hago coros me parece horrible?

jueves, abril 15, 2010

Está bien, entiendo que pueda resultar gracioso; pero eso no quita que me duela.
La rodilla me duele. Así de hinchada la tengo. Y con un raspón importante.
Todo porque iba por Charcas mirando para cualquier lado, sin reparar en que la vereda estaba alfombrada de unas flores que se habían caído de los árboles y creaban una capa resbaladiza color rosa chicle. Entonces me caí y aterricé con la rodilla izquierda, que ahora está hinchada y afiebrada.
Sí, es un poco gracioso. Resbalarme con las flores es el equivalente poético de la cáscara de banana. Sí, ya sé. Pero igual, duele. Por lo menos ríanse a mis espaldas, que yo no me entere.
"Las flores son traicioneras" dijo el señor de bigotes que me ayudó a levantarme.

miércoles, abril 14, 2010

Che, una cosa.
Sí, a vos. Que le das click una y otra vez a la etiqueta me gustan todos.
Primero, ¿qué onda?
Segundo, no me gustan todos, eh. Es una manera de decir.
Si me gustaran todos, otro sería el cantar.

martes, abril 13, 2010

Trato de hacer la cuenta de todos los posts que no escribí acerca de las cosas que me hacía sentir una situación con un tipo en particular y el número es alto -aún cuando no tenga parámetros de cuánto es alto y cuánto es bajo, pero bueno, exagero por deporte-.
¿Por qué? Porque en algún momento en el que me sentía Shirley Holmes deduje que el tipo en particular leía este blog. Claro, obvio, la gente anda rastreando y googleando para encontrarme; así de importante soy.

Podría ahora juntar todas esas pequeñas cositas que en su momento decidí filtrar y decir que todavía tengo ganas, que suele ser protagonista recurrente de mis fantasías y que si me buscara, agarraría viaje a pesar de sentir que estoy en desventaja; pero no.
Puedo escribir ahora porque ya no se trata de él, ya lo he elevado a la categoría de concepto. Concepto de hombre que me hizo sentir escuchada, deseada y atendida. Y quiero eso. Poder despedirme un mediodía cualquiera, parar algún bondi que me acerque a casa y sentirme satisfecha, sin el "¿qué onda este flaco conmigo?" taladrándome el cerebro como el pajarito de la propaganda. Coger mirando al otro y sonreír sin motivo, sólo por el simple hecho de estar contenta. Compartir una cena, un té, una charla, sin tener la sensación de ausencia, de que podría estar mejor en mi cuarto, tirada leyendo. Reírme a carcajada limpia con las ocurrencias ajenas. Querer que el otro se sienta bien. Tener la certeza de que no voy tropezando con cada frase que enuncio y que mi discurso sea recibido con entendimiento y sentido crítico. Descubrirme absolutamente cautivada por la historia de vida y los hilos de razonamiento que se van poniendo evidencia conversación de por medio. Maravillarme con mi capacidad de respuesta frente al propio deseo.
Conocer a alguien y querer seguir conociéndolo.
Tranquilidad. Calentura. Contento.

sábado, abril 10, 2010

- ¿Conocés el bar ese de Ambrosetti?


Claro que lo conozco, y cualquiera que quiera llevarme ahí, no entendió nada de nada. Al final no fuimos, porque yo empecé con mi perorata acerca de Caballito y la clase media, que tal vez en otra situación hubiese evitado, tengo la mesura suficiente como para no ser hinchapelotas desde el vamos; pero considerando el panorama, decidí mostrar la hilacha, qué tanto. Y si bien tuve que tomar un TÉ DE BOLDO porque mi estómago no me permite nada más fuerte estos días, creo que fui una buena primera cita. Mucho chiste y mucho dato curioso para dejar al otro pensando que guardo una cantidad inefable de información probablemente inservible, porque soy una excelente partenaire, incluso cuando el tipo no me mueve ni un pelo; de hecho, especialmente cuando el tipo no me mueve ni un pelo, como si el rechazo me volviera encantadora.
Me bajé del auto casi sin mirarlo, quise evitar cualquier tipo de momento-beso, que de todos modos no sé si se hubiese generado. Y siempre pasa lo mismo; abro la puerta, tanteo la cerradura con la llave porque no me gusta prender la luz y camino por el pasillo oscuro y hago un resumen de la velada. Esta vez: qué cagada, pero qué cagada esta falta de inspiración, esta escasez de deseo y motivación; qué pena que me salgan mal los experimentos vinculares, qué tarada por pensar que me puede llegar a funcionar esto de la cena-cine -o té de boldo-cine, es lo mismo- con un flaco que, claramente, no tiene un pito que ver conmigo, en nada. Posta, en nada. Es de esos que dicen "¿qué te fumaste?" o "no sé qué se fumaron cuando hicieron tal película". Qué mal me cae esa gente.

jueves, abril 08, 2010

Y entonces ¿qué? ¿Voy hacer todo un despliegue de preparativos por casi nada? Tengo que bañarme, depilarme, elegir ropa decente, emprolijarme las cejas, pintarme los ojos, pintarme la boca y todo ¿para qué? ¿para un garche mediocre? ¿o una tocadita que puede llegar a ser igual que lo que hago todos los días yo sola? Nah, dejate de joder. Es demasiado laburo por nada.

Le decía yo a mi amigo y consejero hace un par de horas por teléfono. Claro que después dejé de hacerme la canchera y me di cuenta de que sí estaría dispuesta a todos esos preparativos... si notara un deseo real del otro lado. Porque sí, yo también quiero todo el versito, qué tanto; capaz un verso diferente, que no rime tanto. No pretendo que me prometan una escapadita juntos a San Bernardo el próximo fin de semana largo, pero sí exijo que me llenen la cabeza con perversas fantasías en las que yo soy la única fantasía. Por menos, no tengo ganas de negociar.
Aunque ni siquiera tenga ganas de pagar con la misma moneda.
Y he ahí la histeria. Oh, la histeria.
Por eso, amigo y consejero dijo la frase que todo lo desmorona. ¿Ves? También sos mujer.
Y ahí me callé la boca.

lunes, abril 05, 2010

La primera tarde de fresco y real otoño del año nos reunió a Martín, Geneve y quien les escribe en la terraza de casa. Ellos elegían las ramitas listas para cosechar mientras yo miraba extasiada todo el proceso y sentía el exquisito aroma que la plantita iba emanando.

Ahora falta que seque.

Qué maravilla, la madre naturaleza.

domingo, abril 04, 2010

Tuve que mediar conmigo misma y llegué a un buen acuerdo.
A veces me despierto de las siestas con unas gansadas tremendas como ideas, y desde la mirada somnolienta se me hacen brillantes, pero debo poner paños fríos.
Raciocinio. Ya no más estrategia, la estrategia sólo me aleja del deseo. Se trata de evaluar variables y constantes. La constante soy yo queriendo siempre lo mismo más allá de que los hechos se empeñen en demostrarme que es probable que no valga la pena intentar nada más. Pero soy testaruda y mi nivel de tolerancia al fracaso fluctúa incesante, tanto, que no me da respiro.
Hoy me desperté de la mini siesta sintiéndome invencible, aplanadora, a mi qué, que quién es quién para no dejarme hacer y decir lo que se me cante. Me preparé un té chai y cada sorbito venía acompañado de una frase. Calma, chicha, que siempre abrís la bocota y después te querés matar. Bancate dos horitas, si en dos horitas pensás igual, avanti. Ahora hacete la tarea de latín y después te fijás qué onda. Y así, hasta que se terminó el té.
Después fui a comprarme una coca, complemento de ferné, para gratificarme por haber separado en sílabas los primeros versos de la Eneida y haber diferenciado las vocales cortas de las largas, y mientras abría la puerta de casa terminé de decidirlo.
No hay otra, señores. Cuando llega el momento, la conciliación entre el lado más salvaje y el más miedoso es posible, hay un punto de encuentro. El punto de encuentro es el momento. El momento es todo.
Un pequeño paso para la historia de la humanidad, un momento de absoluta satisfacción y paz interior para Cel.







Claro que cinco horas después aparece el otro momento. El momento de hacerme otro té y decirme, sorbito tras sorbito, que no puedo ser tan hijita del rigor.

jueves, abril 01, 2010

Se me escapa el principio, es una pena, pero la cuestión es que terminaba en una casa al lado de la playa con una madre y sus tres hijas; también estaba Dedé. La cosa es que yo tenía que coger con las tres hijas y creo que con la madre también. No quería, bajo ningún punto de vista, así que ideaba un plan de escape que constaba en decirles "miren, si quieren garchar, déjenme salir a correr una horita para energizarme", salir al trote y no volver nunca más.
¿Por qué estaba obligada a coger con las cuatro minas? ¿por qué Dedé no tenía que coger con nadie? ¿por qué una hora de jogging me energizaría? No lo sé.
Entonces salía a correr, me desvíaba en unas escaleras mecánicas que salían de la nada y me tomaba el palo. En algún momento me avivaba de algo terrible, todas -TODAS- mis cosas estaban en la casa de las brujas -porque para ese momento ya las había etiquetado como hechiceras-. Me desperté de la angustia, pensando qué vida tan triste iba a tener sin mis libros. Tardé casi un minuto en caer.