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jueves, diciembre 03, 2009

Mi mamá es de esas que vé películas con mensaje. Lo dice así, mensaje. A vos, Cele, no te gustó X película, porque no entendiste el mensaje, dice. ¿Qué se supone que es el mensaje ese? ¿Acaso no todas las películas tienen mensaje? ¿Por qué esa loca búsqueda de la moraleja? ¿No podemos sentarnos a ver una peli sin tener la necesidad de debatir las motivaciones de los personajes durante dos horas después de verla? Entonces pasa que, juntas, sólo podemos ver comedias románticas -aunque desde que me empezó a apodar Bridget Jones ese género quedó descalificado- y películas de época, de reinas, intrigas y vestuarios y direcciones de arte increíbles. Con nadie más podría haber ido al cine a ver Casanova o esas con Cate Blanchet haciendo de reina
Mi papá no es tan pretencioso en sus gustos. No busca mensajes encubiertos en giones mediocres, él quiere historias. Historias que lo hagan reír, que le den miedo, que lo emocionen; no importa de qué sea la historia -mientras no sea romántica-, lo importante es que esté bien contada. Y aparte, es hombre, le caben las de catástrofes, monstruos y tiros. Con él se abre un poco más el espectro de posibles películas a compartir y también el de diálogo post-peli, porque, a diferencia de mi madre, se limita a hablar de la película, no del metamensaje filosófico o espiritual o moral o blah, no, se habla del argumento, de las actuaciones, de la dirección, de la fotografía, del guión.
Ir al cine con mis viejos es un garrón. Mi papá quiere ir a ver cualquiera de ciencia ficción o terror o acción; mi mamá pone cara de orto, lo trata de infantil y propone dramas agrios, llenos de lágrimas y gente insatisfecha. Mi hermana y yo -que tenemos un gusto muy similar- tratamos de no tomar partido y mirar para otro lado. Es así como alguna vez mi madre se levantó de su butaca porque no soportaba ´ver más naves espaciales en la pantalla. O me acuerdo de otra vez en la que mi papá se fue en el medio de una con Jennifer Aniston y Kevin Costner, enojadísimo, indignado; y creo que ni siquiera esperó a que saliéramos, enfiló derecho para su casa.
Entonces, no me siento culpable por haber arreglado con Genève y su novio para ir a ver 2012. Porque sí, las apocalípticas siempre fueron patrimonio familiar, lo sé. Pero el sólo hecho de imaginar a mi madre hablar de las profecías mayas me crispa un poco los nervios, y no por las profecías en sí, sino porque apuesto mi sommier a que termina hablando de Chopra y de cómo si nos sintonizamos, podemos evitar la hecatombe. También imagino a mi papá revoleando los ojos, cargándola, hasta colmar su paciencia. Recreo una pelea en el medio de la calle, con gritos incluídos.
Porque al cine, siempre sola, salvo las de se termina el mundo.

lunes, julio 13, 2009

Poniéndome al día con una amiga que no veía hace mucho.
- ¿Y vos qué hiciste este verano?
- Estudié física en La Plata.
- ¡Cierto!
- Seh... Lástima que fuera tan lejos.
- Pero seguro aprendiste un montón de cosas.
- ¿Notación científica es un montón de cosas?

En la cocina de la casa de Flor, con una desconocida, el novio de Ani y mi amiga Lau.
- Perdón que me meta, ¿vos qué estudiás? ¿matemática?
- No, él estudia matemática.
- ¿Y vos estudiàs algo?
- ¡Ja! ¿qué NO estudió Celeste?

Cenando en familia. Repetidas veces.
- Entonces, ¿qué es lo que estudiás ahora, Cele?

Con mi jefa de los sàbados a la tarde.
- Estaba pensando en cambiarme al profesorado...
- ¿De literatura o historia?
- ¿Cómo supiste? Estoy entre esos dos.
- Era obvio.