domingo, noviembre 02, 2008

Como siempre, todo a último momento. Así que nos subimos al 29 casi a las 8 de la noche y nos bajamos una parada antes, en Obras.
Yo le dije que sí a Flor, que fuéramos sin entrada, porque a ella estas cosas le salen bien, a mí nunca. Estoy segura, segurísima, de que si hubiese ido yo sola no conseguía que nadie me revendiera nada. Pero con Flor es diferente, como si su optimismo a veces le sirviera de algo.
Flor confía en el universo, yo confío en Flor; todo se trata de la propiedad transitiva.

Estuvo bueno, porque la noche anterior había soñado que de vuelta estaba de novia con Tomás. Pero de novia bien, como al principio, cuando yo no tenía dudas de nada y tardábamos tres horas en despedirnos cuando él se tenía que ir al trabajo, y me decía "te adoro" mientras yo le iba cerrando la puerta en la cara despacito.
Me quedé todo el día con una sensación horrible, de extrañar, de melancolía al pedo; la imagen de ese puto momento del "te adoro" en loop.
Entonces arreglamos lo del recital con Flor, fuimos y bailamos con Kaiser Chiefs, y sonreímos mucho mientras sonaba REM y para cuando llegamos a casa, ya estaba todo bien.

A veces me arreglo con tan poco.

No hay comentarios.: