martes, noviembre 29, 2011

Hay un momento en el que es como si pegara un salto al costado. Es tan insoportable la sensación de ansiedad que me salgo de mí. Me doy la espalda, espero cinco minutos, respiro muy hondo y vuelvo a mirarme.
Me exijo una solución, cualquiera, no importa qué; sólo es necesario recontextualizar para no dejarme llevar por la vorágine del nunca conformarse, la espiral de la insatisfacción, el agujero negro de la desesperanza injustificada.
Entonces, empieza el brainstorming esquizo. Me tiro a mí misma propuestas de toda clase, perniciosas, inútiles. Me induzco a manotear cualquiera y a actuar en consecuencia. Me entrego y opongo resistencia al mismo tiempo; la paso mal, muy mal. De todos modos acciono -o reacciono-. Me desubico, tomo decisiones apresuradas, huyo, me aislo.
Después, salgo, me emborracho, cocino, cojo, como, bailo, canto, río, me drogo, duermo, escribo, me toco y pienso. Como si nada. Como si no supiera que al correr la cortina, levantar la alfombra, espiar por la cerradura, me voy a encontrar con eso, escondido a medias.
Me hago la boluda hasta que cualquier ruidito, alguna frase, una canción, echa luz sobre lo mismo de siempre.
Y de vuelta lo mismo.
Hasta que se toque China con África.

2 comentarios:

gastmun dijo...

Escapar de uno mismo es complicado, en algún momento volves a perseguirte la cola. Abrazos

Guillermo Altayrac dijo...

Pues sacá la basura y quemala, mujer.

Cómo si fuera lo más fácil del mundo, ¿no?

JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA...