martes, diciembre 05, 2006

Entonces un señor en el colectivo me quiere levantar porque voy leyendo algo de John Irving. Capaz me quiere conquistar por otros motivos. Aburrimiento, mis tetas, mi cara de descreída... quién sabe. La cuestión es que se agarra de Irving como herramienta de trabajo.
Debería aclarar que el término "señor" le queda un poco grande, 10 años más que yo... Pero es grande, y yo todavía no siento que sea "grande". De hecho, sigo usando la frase "cuando sea grande...". Claro que cada vez que lo hago se prende una alarma en algún lugar escondido que me hace pensar que ya no estoy en posición de decir esas cosas.
También debería aclarar si finalmente me levantó o no.
El individuo no carece de atractivo, hay que reconocerlo, pero yo tengo problemas. Soy torpe, no me adapto a las técnicas de apareamiento convencionales, me hago la canchera, no demuestro interés. Quizás, en el fondo, no tenga tanto interés como debiera, o capaz no puedo entender que un tipo "grande" se interese en mí, aunque sea sólo para un revolcón. Tengo problemas.
El también tiene sus fallas, o yo le busco la quinta pata al gato. Digamos que el viaje fue como una de esas películas que prometen mucho pero que al final te dejan una especie de desazón. El tipo me deja una tarjetita con el mail un rato antes de bajarse. "Bueno, Celeste, este es mi mail". No sé, yo esperaba un cierre más a lo grande, un "bueno, entonces nos vemos el jueves", más decisión, más actitud, más perfección, más nosequé. Tengo problemas.

Al pedo que decida ir por la vida sin corpiño. Todavía no me puedo hacer cargo de ciertas cosas.

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