jueves, noviembre 16, 2006

Es increíble cómo cada noche llego a las mismas conclusiones con respecto a ciertas cosas para desentenderme, muy liviana, a la tarde siguiente.
No sé si darme una palmadita de apoyo y decirme "está bien, no tenés palabra, ya todo el mundo lo sabe" o... o no sé, plantearme una especie de juego de la oca emocional en el que los casilleros sean, ponele, un *hoy te chupa un huevo no ser una universitaria como dios (y Madre) mandan*; *ponete una joggineta y andá a caminar al parque, haceme el favor*; *terminá de leer ese condenado libro*; *sostenele un poco más de tiempo la mirada*.
Ahora podría decir algo tipo: entonces el último casillero, el más complicado de todos, dice "Sé feliz, mamerta". Pero no, no quiero.

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