martes, noviembre 07, 2006

Hoy el cajero nada más daba billetes de 100. Sin monedas, sin puchos y con la panza vacía, empecé a caminar por Corrientes esperando encontrar un supermercado para poder proveerme de sopitas, galletas y esas huevadas que como en la oficina, y también para poder conseguir cambio para viajar.
En las 6 cuadras que caminé no había ni un supermercado. Los kiosqueros me miraron con cara de "nena, estás demente, no te cambio 100 mangos ni en pedo". Tampoco quería entrar a Farmacity porque comprar productos de cosmética realmente se está volviendo una adicción.

A media cuadra de la parada del bondi descubrí una libreria. No era mágica, ni de libros fantásticos y raros. Una librería cualunque, con estantes para autoayuda donde metieron cosas de grafología, astrología y Jung. Mesas de clásicos mezclados con Maitena y El Código Da Vinci. Como tantas veces, terminé comprando uno de Auster.

Iba en el colectivo y miré la hora en el celular, sin querer, miré la fecha también: 7 de Noviembre.
7 de Noviembre de 2005. Le decía a un muchacho "es que estoy enamorada de vos... a mi extraña manera", me paraba, ponía agua para el café y mientras volvía de la cocina, agregaba "por eso no nos podemos ver más". Unas horas más tarde estaba en un micro camino a Córdoba, leyendo las primeras páginas de El palacio de la luna.

Hoy no le dije nada importante a nadie. Lloré un poco mientras salía de casa. Leí las primeras páginas El libro de las ilusiones.
Las cosas no han cambiado mucho de un año a acá.

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