lunes, abril 25, 2011

No hay peor tortura que la indecisión; ese tira y afloje eterno que me hace sentir estancada, estúpida. Ojo, que así como decido una cosa hoy, mañana decido lo opuesto, no tengo problemas para cambiar de parecer. Acá lo angustiante es no poder elegir entre A y B, que ninguna de las dos partes me genere la suficiente repelencia o el deseo de tomarla.
Ayer estuve seis horas tratando de decidir si iba a la clase de latín o no. La clase dura tres horas y pico y yo estuve debatiéndome durante SEIS. Esas cosas me enferman, me enojo mucho conmigo misma cuando caigo en esos loops neuróticos del quéhagoquéhagoquéhago. Al final, cuando salí de la librería, me mandé para la parada de 12, que me deja a una cuadra del profesorado. Después de esperar eternamente el ascensor y subir los 10 pisos, me merendé con que la muy forra de la profesora había faltado. O sea, no sólo pasé seis horas envuelta en la nube pisciana de la duda al pedo, sino que además me tomé un 12 hasta las bolas y esperé un ascensor durante cinco minutos, todo PARA NADA.
Llegué a mi casa malhumorada, pero me fui neutralizando con un par de capítulos de Fringe y el sobrante recalnetado de una feijoada que hice hace unos días. Después, jugué un rato al jueguito ese de las burbujas que se explotan cuando juntás tres del mismo color, me fijé qué entrada quiero para Mondo Cane -y ahí no tuve problemas de decisión, pullman y ya, sin vueltas-, comí trigo inflado con más capítulos de Fringe y apagué todo para irme a dormir a eso de las 2am.
En la oscuridad y el silencio traté de sentir algo, cualquier cosa. Frustración, tristeza, ansiedad, esperanza, exasperación, algo; pero nada. Un poco de calentura, la suficiente como para tocarme y quedarme dormida hasta hoy a las once de la mañana.

Y cuando me preguntan cómo estoy, no puedo responder otra cosa que un "bien" en voz bastante aguda, resignado, medio falso. La verdad es que no estoy mal, ni bien, ni triste, ni contenta, ni exasperada, ni satisfecha, ni nada; bah, quizás un poco caliente, lo suficiente como para que la paja sea una distracción placentera.
Sí hay peor tortura que la indecisión: esta nada.

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