sábado, septiembre 24, 2011

Me subí al 140, me senté en uno de los asientos contra la ventana, me puse los lentes -que tienen el marco turquesa y me hacen lucir como un personaje de Gasalla-, cerré los ojos y empecé a quedarme dormida cuando me dio la sensación de que parte de mi pollera estaba ocupando el asiento de al lado. Si alguien quería sentarse, tenía que correr la pollera, o sentársele encima. Y si ese alguien era tan neurótico como yo, la iba a pasar mal. Entonces, estiré la mano para meter la tela que imaginaba sobrante debajo de la pierna y seguir durmiendo. Ni siquiera atiné a abrir los ojos, manoteé y listo.
De pedo que no le agarré el pito al pibe que se había sentado al lado mientras yo pensaba en todo el asunto de la pollera. Fue un roce intenso, pero de ahí no pasó.
Pobre, estaba de jogging él.

lunes, septiembre 19, 2011

A mí me parece que la tecnología como facilitadora del garche es lo mejor que pasó en los últimos años. Podrán tildarme de vaga, de amarga que no quiere salir y de muchas cosas más, pero -al menos desde mi punto de vista- poder levantarme a alguien desde la comodidad de mi hogar es un gol, algo que le agradezco infinitamente a la posmodernidad.
Abajo el prejuicio estúpido que dice "los que quieren conocer gente por internet son todos losers y feos"; es mentira. Nada más alejado de la realidad. Redes sociales, blogs y chats abundan en gente interesante con ganas de conocer a otras personas para revolcarse, ennoviarse o dejarse fluir en el devenir de los vínculos. Y si bien hay que tener paciencia, filtrar y estarse atento a los detalles, prefiero eso, toda la vida. En serio, ¿no es algo fantástico sentir nacer el interés por el otro mientras se comen papitas y se toma coca del pico?
Uno se vuelve creativo al relacionarse cibernéticamente. Se le encuentra el gusto a mostrarse por cam o a relatar escenas porno. Se estimula la escritura y el uso de la palabra se torna cada vez más poético. Se charla de cosas interesantísimas y se tiene acceso a personas a las que nunca hubiéramos cruzado de otro modo. Por ejemplo, ayer a la noche me hablaron del concepto de entropía y el big crunch. A ver, yo quiero que alguien me diga a cuál bar van los muchachos de exactas a levantarse minas explicando el principio de incertidumbre porque quiero pasar todas mis noches ahí; mientras tanto, gtalk, facebook chat y msn.
Para cuando llega el momento del encuentro, se sabe tanto del otro que es muy difícil pasarla mal. De hecho, las estadísticas arrojan que en 8 de cada 10 citas hay polvo; en 6 de cada 10 hay reincidencia. Esos números son demasiado buenos como para ignorarlos.
Después, sí, está todo el tema de pelearse y que el otro te siga leyendo el blog a escondidas o que trate de levantarse a otras/os y vos lo tengas que ver en tu timeline o muro; pero esos son avatares de las relaciones. Prefiero dejar de leer un blog o de postear acerca de ciertos asuntos antes que cruzarme todos los días en el laburo con un tipo con el que la cosa no funcionó.
Sin ir más lejos, este blog me trajo en bandeja a varios de los hombres más encantadores que haya tenido en mi cama; ni hablar de que me hizo conocer a mi amigo y consejero y reencontrarme después de varios años con mi amiga Lali, La Secretaria. Facebook me sirvió para ubicar ex's y deshecharlos a todos, salvo a uno, que me hizo tener una primavera de lo más pecaminosa el año pasado. Twitter es fuente de amores platónicos y admiración ilimitada; también es un garchadero y el momento en el que se recibe el DMdecoger es glorioso.
Abracemos esta era de Acuario y entreguémonos a los nuevos soportes facilitadores de garche.
Dejemos el prejuicio de lado y a tuitear con alegría.
Que la palabra nos caliente y haga explotar el cuerpo con fantasías.
Vamos, que saber que la contraparte no tiene faltas de ortografía NO TIENE PRECIO.

martes, septiembre 13, 2011

Primero entró la señora con pinta de freak que se llevó Las mujeres que aman demasiado y me contó que se lo iba a mandar por correo a un amigo suyo que estaba en psiquiátrico. Parece que hace como 40 años el tipo salía de un nosequé de meditación y justo había un enfrentamiento entre Montoneros y la policía y él cayó en la volteada, pero no se lo llevaron preso, lo metieron en el Borda. A los pocos meses lo dejaron salir, pero el pobre tipo ya había quedado del moño y nunca se pudo recuperar. Bueh, la cosa es que hace uno sños el flaco se enamoró de una mina que había conocido en uno de sus nosequé de meditación pero resultó ser que la mujer estaba más loca que él, así que terminó internado; por eso su amiga -mi clienta con pinta de freak- le estaba comprando el libro este. También andaba en la búsqueda de El arte de amar, pero ya no nos queda. La mina no registraba que estaba en una librería y no tomando un café con una amiga. Otra gente me pedía cosas mientras la señora narraba historias que no llegué a registrar porque me estaba poniendo de un pésimo humor.
Después, apareció uno que me preguntó por la trilogía de la fundación de Asimov, pero me costó entenderle porque en vez de "asimov" decía, "siminov". Este también me agarró de psicoanalista y me contó que él tenía toda la bibliografía de Asimov -o "siminov", para el caso es lo mismo- y también los seis tomos de Dune pero que después pasó una tragedia (sic). El tipo, no me explico por qué, se tuvo que mudar a la casa de su hermana hace unos cuantos años; se llevó todos sus libros y como a ella le parecía que ocupaban demasiado espacio, un día se los quemó. "¿Se los quemó? ¿En serio?", pregunté. "Llegué y había una caja con las cenizas", me respondió el fanático de siminov. Así que me conmoví, pero después se puso denso, preguntándome por mil títulos que no se consiguen ni en un universo paralelo, instándome a que los googleara y rastreara en Mercado Libre, y ya me puso de malhumor.
Entonces, sí, estoy de mal humor. No sólo por haber oficiado de oreja para estos dos sujetos carentes de ubicación, sino porque leí dos veces en lo que va del día el adverbio "altamente". "Altamente" es una aberración del idioma y quiero que todos los que lo usan se den el dedo chiquito del pie contra las patas de la mesa.

domingo, septiembre 11, 2011

Y aunque tenga que levantarme en cinco horas para tomarme una combi rumbo al lejano sur, me desvela la energía del sábado. Me mantengo despierta para no sentir que desperdicié "el finde". Me mantengo despierta revolviendo logs e historiales en busca de una conversación en particular llena de revelaciones; y sí, esto podría ser un eufemismo del desperdicio, pero no, esta vez no. Me mantengo despierta y encuentro lo que buscaba. También me encuentro a mí en un momento de mierda, de mucha tristeza y lo encuentro a él, mi ángel de la garcha desde hace casi una década. Si tuviera que escribir mi educación sentimental, él sería mi maestro, sin dudas.
Me levanto y huelo la tapa del desodorante Dove, porque me hace acordar a él, que siempre tenía olor a jaboncito y el pelo suave a lo Johnson&Johnson. Sigo leyendo logs y me río, me sonrío, me enrosco el pelo y me pongo contenta. Lo retuiteo, lo faveo y le mando un saludo por línea privada, creyendo que no se imagina la huella que imprimió en mi manera de definirme. Pero él sabe.
Nos mandamos besos, abrazos, nos prometemos cosas, rememoramos otras.
Un día voy a agarrar y ponerme a escribir toda nuestra historia como si fuera una novela para veinteañeras calenturientas que leen la cosmo, pero todavía no, no es el momento aún.


A veces me da la sensación de que tipeo más veces "un abrazo" que los abrazos que realmente doy. Pero no importa. Un DM, un emoticón, un post, un mail, también pueden ser gestos de amor. Y yo de amor estoy llena. Llenísima.

sábado, septiembre 10, 2011

Hay semanas tan cargadas de todo que ni tiempo dan para pensar; y cuando hablo de pensar no me refiero al análisis sintáctico de ablativos absolutos en latín sino al entramado de retrospectiva, observación de situaciones actuales y búsqueda de patrones conductuales, que viene siendo mi hobbie de los últimos 23 años más o menos. Al principio esa vorágine me hace sentir bien, productiva; me llena de energía levantarme y saber que tengo el día ocupado con cosas que me van a ser útiles. Hay un placer extraño al acostarme hecha percha y saber que me esperan pocas horas de sueño y un día lleno de actividades -tengo una faceta estoica que emerge cada tanto-, pero se me hace un cortocircuito cuando hay oportunidad de descanso. Como si millones de pequeñas ideas listas para ser desarrolladas hubieran quedado relegadas, latentes, y se amontonaran en algún umbral del inconsciente, preparadas para salir disparadas al menor indicio de tranquilidad.
Estos últimos días fueron agitados, largos, llenos de pequeñas responsabilidades impostergables. No estoy acostumbrada a esto, mi ritmo es otro; el compás me lo suelen marcar mi cabeza y mi deseo, no los turnos de médico de mi abuela, las fechas de entrega, las cursadas hasta entrada la noche o los trámites bancarios; pero, como dije antes, me adapto fácil a las nuevas reglas. El problema apareció ayer a la tarde, ya libre de obligaciones extra. Un tsunami de angustia se me vino encima. Una supernova de tristeza me estalló en el estómago. Todo junto: la soledad, las cuentas pendientes, la soledad, los problemas familiares, los asuntos de guita, la soledad, el escepticismo que me está costando frenar, la soledad, la expectativas académicas y laborales, la soledad. Llegué a mi casa al borde del llanto, con una bolsa con una cerveza negra colgándome del brazo y ganas de meterme en la cama sin cenar. Piqué algo en la cocina mientras trataba de tomar una decisión fundamental, ¿ponerme el pijama, cargar en cuevana una romántica lacrimógena que me hiciera sentir que nunca voy a sentirme capacitada para vivir el romance en todo su esplendor o abrir la cerveza, poner Bikini Kill al mango y ponerle onda a la vida? Como ya estoy re podrida de elegir la primera opción y embolarme, opté por la segunda. Para la una de la mañana los vecinos ya me habían llamado para pedirme que bajara la música (sin darse cuenta de que la música estaba baja, la que gritaba sobre Le Tigre era yo), se me había pasado la tristeza y estaba apenitas alegre de borrachera. A veces me olvido de que no hay mucho truco. La soledad es una constante, sólo tengo reencontrarme con la parte de mí que mejor me cae para no sentirla como un peso sino como algo inherente a la existencia. A veces me olvido de que, en general, yo soy la persona con quien mejor la paso. Y cuando me vuelvo a acordar, me inunda la satisfacción.
Después, me tomé un taxi hasta Villa Urquiza para garchar un rato, porque no hay mejor manera de festejar el reencuentro con la propia esencia que pegarse un buen revolcón con un amante rendidor.
O bien, no hay mejor manera de festejar. Lo que fuere que se festeje.
O bien, no hay mejor.

viernes, septiembre 09, 2011

I wish I could drink like a lady
I can take one or two at the most
Three and I’m under the table
Four and I’m under the host
Dorothy Parker

Si bien ando muy sana y natural, desayunando licuados de frutilla con naranja y esquivándole al alcohol los días de semana, quiero darle la bienvenida a la temporada de aperitivos en la terraza, cervecitas a la salida del profesorado, juntadas con amigos regadas de fernet y, por qué no, veladas calenturientas maridadas con old fashioned y negronis.
Salú.

martes, septiembre 06, 2011

¿Vieron que en muchas películas medio romanticonas hay un personaje que tiene como dos millones de años y en algún momento cuenta cómo conoció a su mujer y cómo en ese preciso instante se dio cuenta de que era la mujer de su vida? El viejito tierno dice que la vio subirse al ascensor/entrar a la habitación donde el estaba/parar un taxi/acariciar a un perro/whatever y que supo que quería pasar el resto de su vida con esa mujer; en algunos casos, el anciano sabe que va a compartir su existencia con la minita. Bueno, a mí los personajes que dicen esas cosas me dan mucha ternura pero no les creo un carajo; y eso que son personajes de una peli. O sea, ni hablar si alguien que está hablando conmigo me llega a decir algo similar. No le creo un carajo.

Y hay muchas cosas que no le creo a la gente respecto del romance y el amor. Porque soy una rompebolas que a todo le busca explicación y argumento. A mí un tipo no me gusta. A mí un tipo me cabe porque me es afín en un montón de cosas, tiene una Luna compatible con la mía, cogemos lindo y le gusta ir a comer comida peruana. Por ejemplo, eso de "lo vi y me enamoré" me parece de autoengaño perverso. Es hacerle el juego al pelotudeo hollywoodense; es seguir atada al mandato de las novelas de Andrea del Boca; es estar destinada a la decepción. Hay que ser sinceras, chicas, muchachos. Lo-vi-y-me-enamoré es una pelotudez. Lo vi y me lo imaginé en pelotas encima mío. Lo vi y me mojé. Lo vi y especulé con qué carrera estaría estudiando. Lo vi y quise saber a quién había votado en las primarias. Enamorarse es otra cosa.
Eso sí, cuando me pasa por al lado mi compañerito que es menor que mi hermana y me hace una caricia en el hombro, me siento un personaje de una novela pedorra de Cris Morena. El verbo es estremecer.
Y me da un escalofrío, pero cálido. Un escalocálido.

domingo, septiembre 04, 2011

Cuando a los 18 años me anoté en psicología, todos dijeron "sí sí, vas a ser buena psicóloga", por los rulos, la capacidad de escucha y mi obsesión por desentrañar los misterios de las conductas dañinas e incomprensibles.
Cienco años después, cuando mandé todo al carajo y me pasé a Letras, todos dijeron "ah, no, esto va mucho mejor, es para vos", por la lectura compulsiva de narrativa y el interés por la teoría literaria.
Un poco más tarde, cuando me agarró un acv que nadié percibió pero que estoy segura de que ocurrió (otra explicación no le encuentro) y me anoté en física, nadie dijo nada. Bueno, no, decían "está bien, si tenés ganas, hacelo".
Pero algo diferente sucedió cuando decidí anotarme en el joaquín y ser en unos años profesora de lengua y literatura. Se abrieron las aguas. Las opiniones se diversificaron. Ahora hay dos bandos. Los que dicen que voy a ser una profesora turra, exigente, intransigente, fría y distante y los otros que aseguran que voy a ser de esas que aparecen a las 7 de la mañana con mirada de no-me-acuerdo-cuánto.whisky-tomé-anoche y un escote revelador, tratando de hacerle parar el pito a los adolescentes.

Yo no sé qué clase de profesora voy a ser, lo que sí sé es que hace un rato me desperté de la siesta con una calentura x400 y cuando me acordé de lo que había soñado, casi me muero.
Resulta que estaba en una clase de literatura de cuarto año en el pelle, como ayudante. Había un pibe, un quinceañero, un borrego, unn gurí, que se partía al medio y yo le coqueteaba. Lo llamaba por su apellido y, mientras me hacía la linda, le halagaba sus observaciones sobre Triste, solitario y final.