Cuando ayer apagué la luz a las doce de la noche me dije que hoy a la mañana me iba a ir hasta el Parque Centenario a caminar. Todo esto calculando, como una monstruosidad, diez horas de sueño; el plan era darle un par de vueltas al parque, volver, pegarme un baño y hacer compras de almuerzo y cena. Abrí los ojos a las ocho y no, no way, todo tiene un límite, no voy a ser una de esas personas que se despiertan a las ocho de la mañana porque sí, así que me obligué a seguir durmiendo. Cuando miré el reloj ya eran las once y media. Me zampé once horas y media de sueño sin siquiera estar cansada. Voy a reencarnar en marmota.
Empecé entonces este día mal parido. Cancelé la idea de caminata en el parque por falta de tiempo. Me metí a ducharme y me tuve que lavar el pelo con jabón líquido porque se me acabó el shampoo. Me contaron chismes que sólo confirmaron mi premisa: "nadie me elige". Me pasé con el limón de la ensalada y uno de los aros de mi corpiño favorito me empezó a lastimar el costado de la teta.
Sin pensar demasiado, cargué mi aparatito de mp3 con la discografía de Faith no more y L7. Nunca escucho música fuera de mi casa, pero esta vez salí con los auriculares puestos y tiempo de sobra.
Hidalgo hasta Ángel Gallardo, que después es Estado de Israel y después Córdoba, en Medrano doblé a la izquierda y seguí hasta Charcas. Llegué a la librería un poco acalorada y con la mente en blanco.
La clave es caminar.
No me sale llamarlo "eso"
Hace 12 años.
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