Hoy, un hombre fue al local de Patricia -ex jefa, amiga, peronista y madre postiza-, compró una pulsera, pidió que se la envolvieran para regalo, escribió una dedicatoria en una tarjetita y pidió que entregaran el regalo a la chica de la librería.
Patricia caminó los pocos metros que la separan de la librería con una bolsa lila con un moño. Hizo la entrega con una sonrisa enorme y esperó a que la chica de la librería reaccionara.
La librera pidió detalles de la situación y Patricia describió al hombre regalador como interesante, educado y seductor. Con esos datos, no tardó en saber de quién se trataba; tampoco tardó en ruborizarse.
El hombre tiene edad suficiente para ser su padre -un padre joven, eso sí- y eso lo convierte en algo nuevo a los ojos de la chica de la librería. El hombre tiene otro código, más tradicional, pero no por eso menos atractivo, todo lo contrario.
La chica de la librería sabe que lo que hizo el hombre le va a alegrar el día, porque esas cosas no le pasan nunca y aunque se haga la canchera, es de público conocimiento que cada vez sucumbe más ante ese tipo de gestos.
El hombre hizo la jugada correcta. Ya le tomó el tiempo a la librera.
No me sale llamarlo "eso"
Hace 12 años.
5 comentarios:
Quiero un señor que me regale pulseras!!!
Qué gusto!!!
¿la librera tiene más de dieciocho?
qué alegría hermosa!!!
Lucercita, no que todas nos merecemos uno?
CMQ, sí!
Criatura, la librera es HACE RATO mayor de edad.
secre, hacía falta una alegría.
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