Hace unos días, en el apogeo de la caipirinha y el par de secas que me andaban dando vueltas por el cuerpo, la revelación -o tal vez es algo que siempre supe pero formulé de modos diferentes-: Tengo incorporadísima la certeza de que acumulando conocimiento y entendimiento del universo voy a poder curar mi neurosis de angustia. Claro, ni que hubiera descubierto algo realmente interesante, pero para mí, que soy muy narcisista y llego a jodidos niveles de angustia, fue algo cercano a la epifanía.
Si la angustia es la sensación que nos dice que deberíamos saber algo pero sin saber bien qué, ¿qué mejor manera de aplacarla que tratando de entender el funcionamiento de la psiquis, el mundo que nos rodea, o la estructura de la herramienta que nos separa del resto de las especies, el lenguaje simbólico? ¿Cómo no querer conocerlo TODO, que no quede recoveco para lo ignorado, lo no comprendido? ¿Cómo no recorrer todas esas facultades, leer todos esos libros, abandonar esos recorridos? ¿Cómo no aliviar el peso de lo desconocido y amenazante con teorías, hipótesis y fórmulas? ¿Alguien puede explicarme cómo?
Ahora, sobria de tragos, marihuana y conversaciones absolutamente estimulantes, me digo a mí misma que no puedo ser tan pelotuda. Es imposible que la mente sea un camino de salida; al menos si se intenta salir del manijeo, claro. El pensamiento lógico, la categorización y la deducción son calmantes frente a ese dolor que no sé de dónde carajo viene, nunca una solución. Ahora, con el foco puesto más en el cuerpo y en la vida emocional, me digo que me tengo que dejar de romper las pelotas con la sobrevaloración de lo mental y poner voluntad para llegar a alguna especie de equilibrio.
Ahora, metida en la librería, veo entrar a un chico muy lindo. Pálido, ojos bellísimos, alto y un poco encorvado. Me apuro en atenderlo. Me pide libros de matemática: fractales y geometría nosequé. Le sonrío, le digo que no tenemos nada de eso y le recomiendo un par de librerías mientras lo imagino tratando de explicarme qué es una matriz. Lo fantaseo arrinconándome contr un pizarrón lleno de formulas inaccesibles para mí. Cuando se va, alabo a las matemáticas y todas las ciencias exactas. Invento odas a los hombres de ciencia que siempre me generan ese deseo inefable.
Parece que al final no era la mente lo que me abstraía de la neurosis.
No me sale llamarlo "eso"
Hace 12 años.
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