jueves, junio 09, 2011

Hace un rato un amigo me contó que le va a proponer casamiento a la novia. Me puse muy contenta por él, que es romántico, le gusta ser romántico, disfruta teniendo ese tipo de gestos y lo está haciendo con absoluta seguridad y convencimiento. Pero, claro, el mundo gira alrededor de mí, mi ombligo es un centro gravitatorio, así que no pude evitar empezar a pensar en el asunto desde mi perspectiva; lo ficticio que me parece hacer una propuesta así, el disparate de gastarse dos lucas en un anillo de compromiso, lo absurdo de preparar una fiesta que vale una fortuna -mucho más que lo que pueden juntar en regalos, dejémonos de joder con esa excusa-. También me di cuenta -como lo hago un par de veces por mes- de que nosotros dos vivimos en dimensiones paralelas, que lo que nos une es una comodidad en presencia del otro, pero nada más. Y qué jodido esto de estar feliz por alguien a quien quiero, pero al mismo tiempo tener este cúmulo de juicios de valor a punto de escaparse por la punta del índice acusador. Porque sí, entiendo que pertenecemos a mundos completamente opuestos, porque él eligió abandonar su música y meterse a estudiar una carrera gris en una facultad nefasta y porque yo nunca pude más que hacer sólo lo que me gusta y gratifica, a riesgo de ser la persona que menos se esfuerza en el mundo. Comprendo que él haya elegido eso, porque es sano, bueno, poco neurótico y viene de una de esas familias con almuerzos todos los domingos a la misma hora y una madre amorosa que le puso el límite a los alcances del Edipo en el punto justo. Y también me comprendo a mí y mis elecciones, porque TODO lo convierto en objeto de análisis exhaustivo y vengo de una familia que es un clan de gitanos, con una madre que nunca pudo pasar un domingo conmigo, ni llevarme a un cumpleaños y me mandó a vivir con mi abuela la mitad de mi infancia, y un padre biológico del que no sé ni el apellido, que está escondido detrás de todas las mentiras de mi madre y las versiones de los hechos de mis tías. Así, que sí, entiendo, entiendo todo y por eso me pongo contenta por mi amigo y me dan ganas de abrazarlo, aunque me tenga que conformar con llenarle de emoticones el messenger.
Entonces, quizás ninguno de los dos esté eligiendo mal, ¿no?. Aunque yo piense que se está condenando desde hace diez años a una vida que le queda chica. Aunque él nunca deje de decirme que me complico demasiado con variables desubicadas a su parecer. Aunque él se entregue a la búsqueda de un estilo de vida que a veces me resulta frívolo (ok, a veces se lo envidio, lo reconozco). Aunque él no entienda que no tolero condiciones por fuera de mis ideales y que eso da por resultado una vida austera y sin muchas ambiciones de corte material (ok, a veces me lo envidia, lo reconoce). Y es en este juego de contrastes tan notorios que me encuentro un poco a mí misma y a la gente que quiero. Porque más allá de los antagonismos obvios, hay algo más allá: la capacidad y voluntad de poner amor en cada acto. Y en eso sí somos iguales. El amor con el que él encara su relación de pareja me hace tener esperanza en la humanidad toda. El amor que yo le puse (y pienso seguir poniendo) a cada una de esas decisiones que tomé y me cambiaron la vida, me hace tener fe en mí.
Si me pongo en boba, me imagino una escena muy cursi, muy de peli yanqui, en la que yo hago tintinear una cucharita contra una copa de champagne, para pedir silencio y despacharme con un discurso parecido -no tan narcisista, claro- a lo que escribí acá arriba el día de la boda.
Pero, claro, a ninguna novia le cabe que entre los invitados esté la minita que su flamante esposo se garchaba antes de conocerla.

2 comentarios:

Lucercita dijo...

Hay días que creo en todo el jolgorio del amor y días en que estoy segura de que quienes creen en eso son unos idiotas...otros como hoy ni si quiera se que decir aunque también siento algo de envidia

Cel dijo...

Lucercita, ojo, eh, que yo no creo que el amor sea ficticio. lo que me genera dudas es el asunto del casamiento, la fiesta, el anillo... me parece todo una paparruchada. igual, sí, a veces me imagino vestida de novia y un poco me copa.

Anónimo, gracias =)
(aunque debo confesar que no resultó lo que ideé cuando me puse a escribir; iba a ser mucho más cínico y desesperanzado. parece que en el camino me ablandé y salió esto)