lunes, junio 27, 2011

Ayer cuando me desperté como a las cuatro de la tarde me desilusioné un poco. No tenía resaca, no estaba engripada después de haber chupado mucho frío la noche anterior, ni sentía remordimientos por comportamientos vergonzosos. Me desilusioné porque en el momento en el que abrí los ojos supe que iba a ser un domingo cliché y quería tener al menos una excusa para estar tirada todo el día fumando metida en la cama.
Así que miré la pared mucho tiempo, seguí con la lectura de El Pasado, miré Ghost World, escribí y sentí La Nada en su estado más opresivo y repugnante.
Hoy me desperté peor, al borde del llanto constantemente. Llegué a la librería, me vine para mi compu que está atrás de todod y me cubre de la mirada de los otros para poder llorar tranquila. En un momento vi que mi jefe se levantó para decirme algo y apenas pude pasarme las palmas de las manos por las mejillas para secarme un poco, pero el tipo, como ni enterado de mis ojos rojos e hinchados siguió hablándome como si nada de unos cheques. Por un instante me llené de bronca. ¿Cómo no me preguntaba qué me pasaba? ¿Cómo podía ser tan desalmado? Pero inmediatamente me di cuenta de que es lo mejor que puede suceder. Porque ¿qué le iba a decir? ¿Que me estoy por indisponer y que probablemente era algo hormonal? ¿Que me gustaría que me llame un chico pero como no lo hace me frustro? ¿Que a veces me desbordo emocionalmente porque el resto del tiempo no me permito bajar la guardia ni por un segundo? Entonces, mejor que no le importe, porque realmente no estoy interesada en que mi jefe conozca mis problemas, menos cuando no puedo ni explicarlos.
Después me quedé sola y me calmé, hablé por teléfono con mi mamá, me pasó una erceta de puchero y me dijo que me quería mucho. Puchereé después de cortar, porque a veces me emociona que me quieran así de mucho. Y ahora se me llenan los ojos de lágrimas mientras escribo esto porque estoy convertida en un ser ultrasensible que se conmueve con absolutamente todo.
Esto es insoportable, que alguien me usurpe las hormonas.

sábado, junio 25, 2011

Tengo una sola palabra para decir: moussaka.
Aunque me haya salido todo medio desarmado, aunque me haya quedado apenas corta con el yogurt, aunque hubiéramos comido sushi -hecho por Dedé- antes porque ya había pintado el bajón.
La carne de sabor contundente, con mucha paprika; las berenjenas cremosas, suaves; la acidez del yogurt.
Y mientras esperábamos que gratinara en el horno, recordamos las carnes a la cerveza, la sopa de ajo, los ñoquis rellenos, las feijoadas y los guisos. Porque sí, seremos bajoneras, pero hay una realidad, la comida invernal es una maravilla.
No veo la hora de llegar a casa, poner a cargar Game of Thrones, calentarme una porción y preparar el cuerpo para una siesta épica.
La satisfacción en lo simple.

lunes, junio 20, 2011

No me gusta el contacto físico con la gente extraña. No hablo de estar apretada en el bondi, eso no le gusta a nadie. Más bien me refiero a todo el despliegue de camaradería que se suele tener con personas con las que uno no comparte más que circunstancias espacio-temporales. Hablo de besos en la mejilla, palmadas en la espalda e incluso abrazos. Hablo de compañeros de trabajo, de facultad, clientes y personas que me encuentro por la calle que alguna vez formaron parte efímera de mi vida.
Cuando hacía vida de oficina y trabajaba con un equipo de cerca de quince personas, sufría mientras subía en el ascensor al saber que se acercaba el momento de saludarlos A TODOS con un beso en la mejilla. Era una locura. Todos los días. Un beso en la mejilla. Al llegar y al irse. A todos. Todos los días. O pienso en mi primer año en el profesorado; no saludé a nadie -salvo a La Secretaria y a Amarula, obvio- hasta noviembre más o menos, porque si bien soy bastante tímida y estoy segura de que la gente nunca registra mi presencia, también está esta cosa de negarme a andar besuqueando a la gente, entonces quedo como una antipática, amarga, misántropa, Daria, lalala lalá.
El saludo con beso en mejilla por compromiso me parece una invasión al espacio privado. Un avasallamiento a la intimidad. Un atrevimiento innecesario. Una regla de urbanidad inútil. Un horror. Y ni hablar de cuando me cruzo con esa gente que ni me conoce pero me abraza. O sea, ME ABRAZA. Digo, para mí, el abrazo es una muestra de cariño sincera que valoro mucho cuando viene de alguien cercano, o que brindo cuando me puede la ternura; pero que venga fulana o mengano a rodearme con sus brazos es algo que me crispa los nervios.
De más está decir que la gente esa que va a los parques, con sus carteles de "abrazos gratis" me parecen directamente macabros. No te acepto un abrazo de un desconocido ni que me paguen. Y me pasó algo terrible respecto a esto hace muy poco. Había un pibe que me gustaba mucho desde hacía un tiempo. Alguna vez terminamos los dos en un sillón, hablando muy de cerca, con su manaza masajeándome el cuello; alguna otra vez hablamos durante horas sobre libros y astrología; y aunque nunca haya pasado nada, siempre tuve la certeza de que sólo era cuestión de tiempo. Hasta que. Hasta que un día abrí mi facebook y ahí estaba él, el grandote que me re cabía, etiquetado en un album que se llamaba "abrazos gratis"; ahí estaba, con una sonrisa y abrazando gente desconocida en Plaza Francia; ahí estaba mi deseo, siendo chupado por un agujero negro para nunca jamás volver. Y todos dirán, "pero, nena, ¿qué problema tenés?" o "salí de la pose"; pero yo les digo que me tienen las pelotas llenas con la sobrevaloración de la sociabilidad y el contacto físico. Mirá si voy a dejar que alguien que no me conoce me toque. ¿Qué bienestar me puede generar pegotearme con un extraño?


Ah, me olvidaba, todo esto no aplica cuando se trata de ancianitos o infantes. Ahí sí, soy una más del montón.

viernes, junio 17, 2011

Soy la única impresentable a la que le gusta el yogurt de dulce de leche, ¿verdad?
Es que me hace acordar a la mezcla de mendicrim y dulce de leche de la chocotorta.

viernes, junio 10, 2011

Mail de Jefe:
Blabla blabla blabla... Ayer llegamos a Boston y mañana vamos a visitar Harvard y el MIT blablabla Blablabla. Vendé mucho.

Respuesta a mail de Jefe:
Blablabla blablabla bla bla... Uh, traeme uno del MIT, que me re caben los científicos blablaba Blabla bla. Besos.


Entro en períodos en los que me convierto en algo así como el análogo femenino de cualquier pajero que le mira el culo a todas las minas por la calle. Claro que lo mío es otra cosa, no ando relojeando bultos por la vía pública. Son épocas en las que el "me gustan todos" se acerca a la realidad. Y no se trata de querer encamarme con todos, eh; no, simplemente me pasa que los veo a todos mucho más atractivos.
El chico que hace un rato estaba haciendo un depósito en el cajero de al lado en el banco. El cerrajero de al lado que tiene una espalda maravillosa. El carnicero del chino de Guayaquil. El muchacho que hace un rato pidió Demian, de Hesse. Todo el cast de la última de X-men (menos el rubio con pinta de mariscal de campo). Uno de los personajes de la novela que estoy leyendo. T-O-D-O-S.
Entonces me pongo coqueta y flirteo -porque yo nunca flirteo, no me sale- con los clientes, el chofer del bondi y el verdulero. "Qué puta", me dijo Dedé el otro día, con cariño, pero no, ser puta es otra cosa; esto es como si, de repente, todo se volviera bello y no me quedara otra más que contemplar con una sonrisa. Y qué lindos son todos.
Eso sí, pedirle a mi jefe que me traiga un pibe del MIT porque me caben los científicos, es un error de registro imperdonable.

jueves, junio 09, 2011

Hace un rato un amigo me contó que le va a proponer casamiento a la novia. Me puse muy contenta por él, que es romántico, le gusta ser romántico, disfruta teniendo ese tipo de gestos y lo está haciendo con absoluta seguridad y convencimiento. Pero, claro, el mundo gira alrededor de mí, mi ombligo es un centro gravitatorio, así que no pude evitar empezar a pensar en el asunto desde mi perspectiva; lo ficticio que me parece hacer una propuesta así, el disparate de gastarse dos lucas en un anillo de compromiso, lo absurdo de preparar una fiesta que vale una fortuna -mucho más que lo que pueden juntar en regalos, dejémonos de joder con esa excusa-. También me di cuenta -como lo hago un par de veces por mes- de que nosotros dos vivimos en dimensiones paralelas, que lo que nos une es una comodidad en presencia del otro, pero nada más. Y qué jodido esto de estar feliz por alguien a quien quiero, pero al mismo tiempo tener este cúmulo de juicios de valor a punto de escaparse por la punta del índice acusador. Porque sí, entiendo que pertenecemos a mundos completamente opuestos, porque él eligió abandonar su música y meterse a estudiar una carrera gris en una facultad nefasta y porque yo nunca pude más que hacer sólo lo que me gusta y gratifica, a riesgo de ser la persona que menos se esfuerza en el mundo. Comprendo que él haya elegido eso, porque es sano, bueno, poco neurótico y viene de una de esas familias con almuerzos todos los domingos a la misma hora y una madre amorosa que le puso el límite a los alcances del Edipo en el punto justo. Y también me comprendo a mí y mis elecciones, porque TODO lo convierto en objeto de análisis exhaustivo y vengo de una familia que es un clan de gitanos, con una madre que nunca pudo pasar un domingo conmigo, ni llevarme a un cumpleaños y me mandó a vivir con mi abuela la mitad de mi infancia, y un padre biológico del que no sé ni el apellido, que está escondido detrás de todas las mentiras de mi madre y las versiones de los hechos de mis tías. Así, que sí, entiendo, entiendo todo y por eso me pongo contenta por mi amigo y me dan ganas de abrazarlo, aunque me tenga que conformar con llenarle de emoticones el messenger.
Entonces, quizás ninguno de los dos esté eligiendo mal, ¿no?. Aunque yo piense que se está condenando desde hace diez años a una vida que le queda chica. Aunque él nunca deje de decirme que me complico demasiado con variables desubicadas a su parecer. Aunque él se entregue a la búsqueda de un estilo de vida que a veces me resulta frívolo (ok, a veces se lo envidio, lo reconozco). Aunque él no entienda que no tolero condiciones por fuera de mis ideales y que eso da por resultado una vida austera y sin muchas ambiciones de corte material (ok, a veces me lo envidia, lo reconoce). Y es en este juego de contrastes tan notorios que me encuentro un poco a mí misma y a la gente que quiero. Porque más allá de los antagonismos obvios, hay algo más allá: la capacidad y voluntad de poner amor en cada acto. Y en eso sí somos iguales. El amor con el que él encara su relación de pareja me hace tener esperanza en la humanidad toda. El amor que yo le puse (y pienso seguir poniendo) a cada una de esas decisiones que tomé y me cambiaron la vida, me hace tener fe en mí.
Si me pongo en boba, me imagino una escena muy cursi, muy de peli yanqui, en la que yo hago tintinear una cucharita contra una copa de champagne, para pedir silencio y despacharme con un discurso parecido -no tan narcisista, claro- a lo que escribí acá arriba el día de la boda.
Pero, claro, a ninguna novia le cabe que entre los invitados esté la minita que su flamante esposo se garchaba antes de conocerla.

martes, junio 07, 2011

Hasta hace muy poco, pensaba que "apretar" era un verbo regular. Decía "uh, no me apretes".

Hasta terminada la adolescencia, estaba segura de que "documental" era un sustantivo femenino; "miré una documental", decía.

Una vez, no hace mucho, no garché con un tipo que no estaba nada mal porque me contó que no había podido aprobar Semiología del CBC y no pude no deserotizarme hasta la apatía.

Siempre me confundo y escribo "pretensioso" en lugar de "pretencioso".

Recién el año pasado me enteré de que "capaz" NO es sinónimo de "quizás" o "tal vez". Todavía no me recupero del shock.

Si un tipo escribe sin faltas de ortografía, ya tiene un cuarto del camino hecho. Si, además, tilda con corrección, soy suya.

Después de terminar el curso de ingreso al secundario, me madre me mandó a Pinamar en micro, sola. Para leer en el viaje, me llevé un diccionario.

#listolodije

lunes, junio 06, 2011

Hoy soñé que estaba en mi cama, tal como me había quedado dormida, que tenía los ojos cerrados y que si estiraba las manos, podía tocar la cara de un hombre con barba y labios carnosos. Sabía que estaba soñando y, por eso, también sabía que si abría los ojos, seguramente me iba a encontrar solamente con una pared frente a mí; así que seguía palpando, le acariciaba el labio inferior con la mano izquierda, mientras que apoyaba en su cuello la derecha. Lo que tienen de particular este tipo de sueños son las texturas. Yo no soñé que tocaba un rostro con una barba de tres días, toqué esa cara, sentí la aspereza, todavía lo siento en las manos. Es lo más cercano a la realidad y lo más despojado de simbolismo que puedo experimentar mientras duermo, por eso no quise abrir los ojos; porque cada vez que me sucedió algo así, el querer agregar un sentido a la experiencia dio como resultado el retorno brusco a vigilia. Pero, por otro lado, tenía que saber a quién estaba tocando, mi curiosidad actúa antes que yo muchas veces. Entonces, en el sueño, abrí los ojos. Y ahí estaba, alguien a quien nunca vi. Un hombre de treinta y pocos, muy blanco, ojos marrones y una boca que daban ganas de morder. Él me miraba fijo, sin ninguna expresión definida, dejándose manosear la cara con una calma sorprendente.
Me asusté. Lo tengo que reconocer, me cagué de miedo. De repente, no supe si estaba soñando o si un flaco re lindo se había materializado en mi cama mientras dormía la siesta. El tipo estaba ahí, lo sentía ahí, emanaba calor, me estaba empezando a mordisquear el pulgar que yo tenía a medio meter en su boca y no pude más que hacer un esfuerzo grandísimo por despertarme.
Y claro, me desperté. Abrí los ojos -esta vez los ojos-vigilia, no los ojos-sueño-, miré la pared blanca, me puse triste y volví a cerrarlos, intentando volver al estado anterior, a la barba, la boca, el chico, mis manos y su calor; obviamente, no pude. No tuve mejor idea que recordar. Otras barbas, otros chicos, otros calores. Otras cercanías, otras miradas; algunas verdes, otras negras, otras como delineadas, otras casi transparentes. Otros olores, otras expresiones y otros sentimientos, muy distantes de la tristeza.
Hice el mismo camino que hago siempre cuando decido entregarme a la nostalgia. Y cuando hablo de camino, lo digo casi literalmente. Camino por esa calle en la que corre un viento asesino sea verano o invierno, termino mi cigarrillo en la puerta, muerdo el caramelo que traigo en la boca y trago los pedacitos, toco el timbre y espero. Espero a que abra la puerta, pero también espero el momento ese en el que ya estamos cansados de coger y puedo quedarme dormida aunque me esté abrazando y mi cara esté pegada a su pecho. Espero poder recrear al menos una mínima parte de la sensación que siempre me generó tenerlo cerca; una mezcla de deseo inconmensurable, sentirme muy estúpida y muy chiquita. Como era de esperarse, logré la parte de la estupidez y un poco la del deseo, lo que me dejó en un estado de frustración un poco difícil de quitar, que no se fue con tocarme, aunque quise. Porque él no me tocaba, directamente me penetraba. Desde el momento en el que abría la puerta -en la vida real y en mis recreaciones a ojos cerrados-, se me metía adentro y no salía hasta despedirnos al otro día. Como si la puerta de esa casa fuera el mismo límite de mi cuerpo, parte de mi dignidad y mi deseo. Entrar ahí era dejar que él se diera el lujo de invadirme, penetrarme y someterme; de la misma manera en la que pensarlo es dejarme invadir, penetrar y someter por la imagen que me queda de él.
Extraño, no sé si lo extraño a él. Extraño su manera tan exquisita de faltarme el respeto. La liviandad con la que pasaba por alto mi discurso neurótico y apelaba a lo más primitivo que hay en mi, de la forma más chabacana y divertida. Extraño la saciedad después de haber pasado una noche con él y también extraño las ganas imposibles de aplacar que solo lo tenían a él como objeto; extraño no poder reemplazarlo con nada ni con nadie. Por eso siempre el mismo caminito, la búsqueda de esa intensidad sin llegarle ni a los talones; las mismas escenas, imaginarme las mismas miradas, obsesionarme con las mismas frases, una y otra vez. Noches y noches y noches intentando algo que solo es posible si entro en esa casa, no con mi mente, sino con mis piernas, mis pies y toda yo. Solo posible si me dejo avasallar por sus faltas de respeto que ofenden por lo inofensivas, por su liviandad inherente y por su habilidad para hacerme sentir deseada, estúpida, sometida y maravillosa, todo al mismo tiempo.

Cómo será de fuerte que ya perdí el hilo de lo que quería contar. Lo que quería contar era que soñé con un tipo, un desconocido, pero terminé poniendo la carga del sueño en otro, que sí conozco, y que se me arruinó un cacho del domingo.
Después puse Talking Heads y me sentí mucho mejor.

viernes, junio 03, 2011

***** dice:
a ver... ordena los signos solares con los que tengas más afinidad, del más al menos

Ce dice:
piscis, libra, géminis, escorpio, acuario, sagitario, virgo, tauro, aries, capricornio, leo, cáncer

***** dice:
los de piscis son todos maracas

Ce dice:
jjajaaj sí, son RE maracas

***** dice:
cáncer son trastornados
libra, todo bien, pero hay veces que no saben lo que quieren
geminis: mentirosos

Ce dice:
seeee
MUY mentirosos

***** dice:
escorpio, un gran signo, pero te tenes que saber adaptar, tienen un carácter fuerte y puden ser indomables
acuario: liberales de cuarta

Ce dice:
jajaajaaaaaa

*****dice:
sagitario: solo quieren ir de viaje, no ven más allá del día de hoy

Ce dice:
mmm ahí no sé si estoy tan de acuerdo
pero seguí

***** dice:
virgo: todo lo bello del análisis termina siendo insoportable para el prójimo
tauro = aburrido
aries: intolerantes
capricornio: paranoicos TODOS
y leo... primero yo, después yo, después yo... al final, yo

Ce dice:
sí, totalmente
entonces, *****? no se salva nadie?

***** dice:
jaja
ehhh
no

Ce dice:
qué virginiano lo tuyo

***** dice:
digo lo bueno

Ce dice:
eso, queremos lo bueno

***** dice:
bueno, te hago la parte positiva
a ver
piscis: entienden el sufrimiento, te podés apoyar SOLO para compartir
libra, grandes intelectuales
géminis, son buenos escritores, aprenden rápido
escorpio, te defienden a muerte
acuario, linda combinación de un ser positivo y racional
sagitario, es bueno conocer gente optimista
virgo, siempre están para ayudar
tauro, tienen los pies en la tierra
aries, no se caen nunca
capricornio, siempre consiguen lo que quieren
leo, te protegen
cáncer, son muy afectuosos

Ce dice:
clap clap clap, amo la síntesis virginiana






Creo que está todo dicho.

jueves, junio 02, 2011

Tenía 15 y un cassette de The Doors. Antes de dormir lo metía en el walkman y ponía el lado que tenía Unknown soldier, Love her madly y L.A. woman. También tenía Riders on the storm. Si no te acordás, hacé memoria, porque no voy a subir la canción ni el video; quiero memoria. El ruido de lluvia, el piano de Manzarek; y era como si todo de repente se volviera gris y se llenara de neblina. Me ponía paranoica, supongo que porque there's a killer on the road y if you give this man a ride, sweet family will die. Algo me hacía sentir ajena, sin saber muy bien ajena a qué; pero de eso se trata la adolescencia, ¿no?
A veces -cuando me rateaba de computación-, me tiraba en las escaleras de la plaza que está frente al Pizzurno, me enchufaba los auriculares y cerraba los ojos para sentir que no había nada alrededor, que estaba suspendida en la nada, sintiéndome ajena incluso a mí misma, mientras Jim Morrison me cantaba al oído. En esa época la angustia era una constante real, tangible, una presencia sofocante; no había momentos felices, no había satisfacción de ninguna clase, no había nada, salvo una tristeza que lo envolvía todo y a todos. Y Jim Morrison, y Riders on the storm.