Porque dicen que no desaparece ni se pierde, que se transforma. Cada vez que me desmoralizaba o sentía que las cosas se me iban fuera del alcance, recordaba ese principio de la naturaleza, enarbolaba una teoría ad hoc y una parte de mí se tranquilizaba, por lo menos por un rato.
Yo tenía (tengo) esta cantidad de sustancia/energía/cosa que se me resbalaba de las manos. No sé en qué momento exacto tomé conciencia de su existencia, a veces digo que fue un 25 de Mayo después de ver un corto malísimo en i-sat, otras, afirmo que fue una noche de Abril, lluviosa, mientras me daban la mano y el pecho se me congestionaba. No creo que importe demasiado la fecha o el lugar, eso es parte del anecdotario, la realidad es que siempre estuvo. Con diferentes formas, le puse distintos nombres, cada analista que me tuvo como paciente lo abordó a su manera, pero siempre se trata de lo mismo, lo mismo disfrazado de hombre, de padre, de compañerito de colegio, de primo, de galán de telenovela, lo mismo de incógnito, pero lo mismo al fin.
Un buen día decidí tomar cartas en el asunto, que lo iba a dominar. Viéndolo a la distancia, era como el coyote y el correcaminos, el goce en el intento sistemático que está destinado a ser fallido. Así lo perseguí, como loca, durante un par de años, estando más pendiente de las desventuras que me generaba, de la escena que se creaba a partir de mi capricho de tener todo bajo control, que de cómo eso me iba transformando a mí, cómo dejaba de ser Celeste para convertirme en otra cosa, muy rara, muy enferma y triste. Tuve que tomar coraje y reconocer que, por el momento, lo tenía que dejar ir de vuelta, todavía no estaba capacitada para enfrentarme a las consecuencias de tenerlo atado.
Creo que ahora tampoco estoy preparada para enfrentarme a ese deseo de/sustancia/energía/cosa que se me resbala de las manos, pero sí mucho mejor entrenada, es por eso que tuve la necesidad de crear esta instancia intermedia, un gris que me permitiera estar tranquila conmigo misma al saber que no le estaba dando la espalda nuevamente.
Lo bueno de todo este proceso fue haber desarrollado una capacidad de adaptabilidad enorme, una cintura para esquivar ciertas cosas que hasta a mí me sorprende, una fortaleza disfrazada de desinterés. Menos mal, porque el corazón se me rompe una y otra vez, de otra manera, sin toda esta fuerza que andá a saber de dónde saqué, me volvería loca. Me rompe el corazón y no descansa, siempre está listo para atacarme cuando pienso que las aguas están tranquilas. Y hace poco me golpeó de vuelta, esta vez me tomó completamente desprevenida, bajo un cuerpo que pensé que conocía un poco más, pero parece que no. Y me devolvieron un regalo que yo había preparado con esmero, ahora roto, sin valor.
La cosa esta es como un animalito salvaje que nunca se cansa. Y ya estoy toda mordida y pateada y llena de rasguños. Pero lo estoy aprendiendo a domar.
No me sale llamarlo "eso"
Hace 12 años.
3 comentarios:
Uy... no entendi mucho... pero si era algo que te hacia mal, y ahora lo tenes domado, bien por vos!!
no soy yo, sos vos: todavía no está domado del todo pero va queriendo. Muchas gracias =)
Yo creo que si lo entiendo.. Y me elegro de los avances que lograste..
No alfojes.. =)
Publicar un comentario