- Che, me voy a mi casa.
- ¿Y no querés llevarme con vos?
- Y... ganas no me faltan, es que es todo un bardo, mi cuarto es un GRAN bardo.
- A mí no me molesta.
- Bueno, dale. Vamos.
Al chico de rastas largas cosecha 85 no le molesta el desorden. Mientras estoy en el baño, prende un sahumerio y enchufa su aparatito de mp3 a mis parlantes, una banda de música del altiplano y canciones de protesta. Es todo tan hippie. Él es TAN hippie. A mí no me alcanza con ser hija de hippies, no estoy a la altura de las circunstancias. Yo no me voy de viaje por Latinoamérica dentro de un mes, ni tengo esa buena onda por default dirigida a quien quiera recibirla. Igual, nos entendemos. Es fuerte, es grandote, agarra, atrapa, conquista territorio. Es muy hippie, pero igual me gusta.
Cuando me despierto, son las 12 y él se tiene que ir. Una despedida hippie. "Buena vida", un abrazo largo, esas cosas.
En la cocina, mientras trato de domar los pelos revueltos y no me gasto en disimular la sonrisa pegada a la boca, Ani me prepara un capuccino. Me dice que siempre me los busco altos, grandotes. Yo le digo que, si hay actitud, me gustan todos.
No me sale llamarlo "eso"
Hace 12 años.
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