Siento en este preciso instante todas las consecuencias de una semana de excesos.
Lunes de ensayo y fernets hasta las seis de la mañana. Martes de insomnio por saber que al día siguiente el despertador sonaba a las 7. Miércoles de empanadas y flores con Dedé y Sol. Jueves de parrillita y champagne con Lau. Viernes de cerveza y porro con las chicas y un par de chicos de la banda. Sábado de pepa y despilfarro de dinero en taxis y tragos intomables con Lau. Domingo de resaca taladrante, posición horizontal y café colombiano.
Exceso de alcohol y de gente. Después de siete días de no tener más de una hora para mí sola, me siento ahogada, sofocada. Con ganas de tomarme un micro a cualquier lugar alejado, y pasarme tres días debajo de un árbol leyendo y mirando la nada.
Y todavía no sé dónde voy a pasar Noche Buena.
No me sale llamarlo "eso"
Hace 12 años.
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