"Memoria privilegiada" le dice mi abuelo; "condena" prefiero denominarla. Acordarse de absolutamente todo, hasta los más mínimos detalles es un pelotazo en contra. Salvo de vez en cuando.
Por eso, mientras le hacía una descripción de lo más meticulosa de lo que había sido nuestra primera salida -hace ya siete años-, lo que podría haber sido melancolía llegó solo hasta la nostalgia. Y me sentí de vuelta ahí, arriba de un 37 camino al Malba, comiendo biznike, caminando para Palermo, tomando cerveza, conjeturando sobre la vida de la gente que pasaba, tomando el 141 de vuelta a casa y sintiéndome confusa por no entender si había onda o no después de haber pasado ocho horas juntos. Me recordé a los veinte años, tan cínica, evitando que cualquiera se acercara. También lo recordé a él, tan personaje, con esa voz que hacía que mi hermana quedara medio tarada cada vez que le atendía el teléfono.
Podría haberle detallado cada salida que tuvimos. En serio, cada una. Pero me interrumpió con una invitación a tomar algo esta semana.
¿Podía acaso no aceptar?
No me sale llamarlo "eso"
Hace 12 años.
3 comentarios:
Espero ansiosa la crónica detallada de tu salida con el chongo- ave fénix
:)
Mariana, me encantó lo de "chongo-ave fénix" aunque no sea muy adepta al vocablo "chongo".
supongo que habrá crónica... si no me agarra paranoia de que lo puede leer y todas esas cosas que siempre pienso.
beso!
Gracias por salvarme del chongo. Para la paranoia siempre es tarde...
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