sábado, julio 30, 2011

Hace un rato entró una señora con cara de orto la librería y me preguntó si tenía Lo Siniestro, de Freud. Le dije que no, que de Freud algún tomo suelto, pero que en ninguno estaba Lo Siniestro. Me preguntó si estaba segura. Odio, detesto, me llena de ira que me pregunten si estoy segura. Claro que no todo el mundo tiene que saber que si no estoy segura me levanto y busco mientras enuncio, para que no queden dudas, "no estoy segura, me voy a fijar...". Le contesté que estaba segurísima porque ese era mi texto favorito de Freud y la mina puso una cara de "¿ese?" que me hizo inundar el cuerpo de indignación. ¿Qué tiene que no curta el greatest hits de Sigmund? Mi texto favorito es Lo Siniestro ¿y qué? Ya sé que no llega a ningún lado, que no desarrolla ninguna idea en especial, no me interesa, me parece genial por lo literario, por el análisis lingüístico, por retratar algo que me pasa todo el tiempo y confundo con superstición. Entonces, decía, la mina con cara de orto me increpaba acerca de mi competencia como librera mientras sacaba una libretita donde tenía anotado qué editorial había editado Lo Siniestro para ver si lo tenía. Le tuve que explicar, nuevamente: no-lo-tengo, no-está, no-vendemos-libros-de-psicología.
Y ahí pasó algo terrible.
Me di cuenta de que la señora con cara de orto había sido MI ANALISTA durante 6 meses, allá por el 2004.
Lo que me molestaba como paciente era que tenía cara de amargura y que siempre parecía que tenía el pelo sucio. No me caía bien, pero en ese momento necesitaba tratamiento a como diera lugar y me ayudó un poco. Cuando me alivié un poco de la angustia, huí, desaparecí.
Sigue teniendo cara de agria. Sigue yendo por la vida con el pelo engrasado.
¿Me habrá reconocido?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

se re dio cuenta, es obvio, un analista no olvida tan facil la cara de un paciente (te lo digo por experiencia). Se hizo la boluda!!!

Cel dijo...

Anónimo, mejor que se haya hecho la boluda. yo un día dejé de ir, desaparecí; mirá si encima me tenía que poner a dar explicaciones 7 años después.

Guillermo Altayrac dijo...

¡Me encanta la anécdota!
Y tu ira cuando te preguntan si estás segura.
Saludos.