jueves, mayo 21, 2009

El otro día Nieves me decía "¿y si empezás a decir la verdad?". Al principio sentí la iluminación, ¿cómo podía ser que nunca nadie me hubiese dicho nada parecido? Quise abrazarla y agradecerle, pero no.
Y yo pensaba ¿De qué verdad habla esta chica? ¿Habla de la verdad de mujer histérica que cambia de parecer cada dos horas? ¿Habla de la verdad esa que surge de la "espontaneidad" y que hace que digas lo que sabés que no tenés que decir pero que con tal de mantenerte "natural" nunca dejás de lado, por más que sepas que es una pose entre tantas otras?
Yo nunca supe cuál es "esa verdad" de la que todos hablan.
Yo hago lo que me hace sentir mejor. Me meto porque es divertido. Me tomo mi tiempo para observarlo todo, me gusta estar segura, segura de que no me voy a aburrir. Es parte de mi naturaleza oscilar entre ir sobre lo seguro y meterme en quilombos que obnubilan el juicio.
Esa es mi verdad, por lo pronto. No me sale de otra manera. Y a veces me encuentro a mí misma mirándome desde lejos, en pura actuación; de putita, de víctima, de mujer que reclama, de fría y distante; de cariñosa y servil; de tonta; de me-llevo-todo-por-delante. Y me río, me causa gracia. Es asombrosa la cantidad de personajes que llevo a cuestas.

Caigo cuatro días después. La mayoría del tiempo digo y hago la verdad, pura verdad verdadera. Cuando me quedo sin cosas para decir. Cuando no me salta la Celeste-tengo-respuesta-para-todo. Cuando me pongo colorada o me quedo en silencio con mueca pensativa. Cuando tardo en responder. Cuando me río a carcajadas. Cuando miro a los ojos. Cuando doy un abrazo.

Y lo escribo para no olvidarme.

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