miércoles, septiembre 30, 2009

- ¿Yqué vas a hacer con el chabón este?
- No sé.
- Pero ¿tenés ganas de verlo?
- No sé.
- Pero ¿no sabés porque no entendés cómo viene la mano?
- No sé porque no sé.

Así. como en un ataque de boludismo absoluto. No sé. Me preguntan cualquier cosa y no sé. ¿Queres que nos veamos? No sé. ¿Te paso a buscar y desayunamos? No sé. ¿Le vas a decir algo? No sé. ¿Lo vas a putear como se merece? No sé. ¿No estás enojada? No sé. ¿Lo extrañás? No sé. ¿Le vas a decir que venga a la fiesta? No sé. ¿Te caliento? No sé.
Posta, no sé.

martes, septiembre 29, 2009

Dejé de estar rara cuando después de cocinar para Lau y Ani, nos sentamos a cenar con un rico Tannat y a planear la fiesta de cumpleaños de Genève. Porque la risa me pone en eje.

lunes, septiembre 28, 2009

Mis amigas hablan entre sí y llegan a una conclusión. "Cel está rara". Cuando estoy "rara" suelo hablar poco y nada, mi cara de orto se vuelve una constante -porque es como le decía ayer a Dedé, mi cara es, naturalmente, de orto; no quiere decir que esté mal, es simplemente la cara que tengo y punto; que tenga cara de orto es signo de que mi rostro no está expresando ninguna emoción- y es mejor dejarme sola y no preguntarme demasiadas veces "¿te pasa algo?". No sé qué me pasa, si supiera, lo hablaría, pero no sé qué es.
Dedé asume que se trata del período (astrológicamente complicado) de 54 días anteriores a mi cumpleaños; puede que tenga razón, siempre que llega esta época del año me chiflo y me cambia el humor drásticamente, andá a saber. Lo más llamativo es que yo me siento cómoda. Me gusta quedarme en mi cuarto mirando series, leyendo. La paso bien yendo sola al cine en horarios en los que las salas suelen estar casi vacías. Disfruto de estar sola en casa, cocinando para mí y nadie más.
Y si siento la necesidad de estar puertas adentro o de salir si y solo si tengo unos lentes que me tapen toda la cara, y bueno, tampoco es tan terrible.

sábado, septiembre 26, 2009

Voy a echarle la culpa a la resaca, al fernet, a mi irresponsabilidad. Si estoy de mal humor es por esas cosas, por haberme quedado hasta cualquier hora sabiendo que hoy el despertador sonaba a las nueve; no estoy malhumorada porque estoy haciendo como que no estoy esperando un llamado/mensaje que sé que no va a llegar.
Qué cosas, eh, una se piensa que está curada, que ya fue eso de estar esperando al lado del teléfono, o eso de mirar fijamente el celular como queriendo hacerlo sonar con el poder de la mente. Pero no.
Mi mamá se enojaba por algo -mi hermana se había mandado una cagada, creo-, entonces yo pensaba "por algo no vivimos juntas desde hace tanto tiempo" y me iba. Cuando volvía, mi madre se había convertido en una especie de villano de historieta que podía adoptar las formas de todos los súperheroes -por lo menos en Superman y Hulk que fue lo que vi en el sueño- y planeaba enviar una nube de pepa sobre todo Palermo. Supuestamente, esto de la pepa era algo malo. En el medio, yo me cruzaba con un rubio de barba y rastas, treintañero, buena onda, que no podía más, se partía solo al medio; él me ayudaba a escaparme de la ira de mi progenitora y me regalaba unos pantalones que estaban buenísimos. Finalmente, quedábamos atrapadas con mi hermana en un local vacío con un viejo repulsivo que nos pedía plata por dejarnos salir de ahí. Ahí me desperté.

viernes, septiembre 25, 2009

Ayer me metí en la cama después de cenar y me vi dos pelis de Almodóvar. Primero, Qué He Hecho yo para merecer esto y después, Volver.
¿Qué tiene esto de curioso?
Nada, salvo que hasta hace pocos meses, odiaba a Pedro Almodóvar. Cada vez que alguien decía "todo sobre mi madre", yo revoleaba los ojos y empezaba con mi perorata que incluía calificativos como "ginólatra" y "grotesco". Quién sabe qué pasó en este tiempo que un día estaba en el video club y terminé llevándome La Flor de mi Secreto, y desde ahí, el click. Capaz me puse en contacto con mi útero, andá a saber.
Está bueno cambiar de opinión.

jueves, septiembre 24, 2009

- Con esto, restó 38 puntos.
- Basta con eso.
- ¿Con qué?
- Con los puntajes y las listas. Basta.
- Bueno... bajó en concepto.

Llegué a casa, jugué con Plutón, hice un pastel de papas -que se derrumbaba pero que estaba muy rico-, me fumé un porro, comí un poco de chocolate, vi diez minutos de Wild at Heart, vi quince de la de los hermanos Grimm y salí al patio, a seguir fumando y charlar con Genève (que me dijo que parase con las listas). Volví a mi cuarto con un disco con pelis. Un par de Almodovar, la de los Simpson y Sex & the City. Terminé viendo a Carrie y su pandilla, por tercera vez. Tercera vez. Esta vez, no lloré, ni me rei. Nada. Y aparecía Big, y nada. Porque siempre -o por lo menos hasta hace unos cuantos meses- quise creer que algún día mi historia con my-own-private-Mr-Big iba a virar para el lado de los fuegos artificiales, los corazones y las confesiones tardías de amor eterno. En cambio, ayer me di cuenta de algo. No. No pasó, no va a pasar, ni quiero que pase. Es como si todos esos años se hubiesen convertido en un recuerdo casi irreal. Como el viaje de egresados a Córdoba cuando tenía 12 años. Como el primer día de clases en primer grado. Cosas que en su momento fueron de lo más emocionantes, cosas que viví con absoluta intensidad, pero que en el presente no significan nada; son imágenes, a lo sumo el recuerdo de alguna situación, pero no más que eso.
Entonces apagué la compu y el velador. Me metí debajo de las colchas y traté de ver qué pasaba. Sonreí. Una sonrisa con todos los dientes, en la oscuridad. Porque, por fin, siento que se fue el peso de encima. No está más. Estoy liviana. No lo puedo creer. De veras, realmente no lo puedo creer.
De todos modos, esto va a llegar a su fin cuando deje de ser El Innombrable. Cuando ya ni siquiera sea nombrado.

miércoles, septiembre 23, 2009

Cosas que sí.
Ir al chino de Guayaquil a comprar papel higiénico y cruzarme a Alberto Laiseca en las góndolas.

Cosas que no.
No animarme a ir y decirle que lo admiro mucho y que justo estoy por empezar un libro suyo, que lo tengo sobre el escritorio para cuando termine con el que estoy ahora.

Es que estaba prácticamente en pijama y con cara de recién levantada, capaz se asustaba.

martes, septiembre 22, 2009

- Me gusta... estirarlo. Demorarlo.
- Mmmmmsí.
- ¿A vos qué te gusta?
- Mmmmnosé... me gusta... adaptarme.
- No, en serio ¿qué preferís?
- Prefiero adaptarme. En serio.

Vienen las viejas y después de preguntar si está el jefe y recibir una negativa, me piden que les recomiende algo. Entonces pelo un Mary Higgins Clark para las que quieren misterio, Rosamunde Pilcher para las que buscan drama y Barbara Wood para las que no saben lo que quieren. También les digo que sí, que es muy bueno, que yo lo leí hace mucho -por eso no me acuerdo de qué se trata- pero que me había gustado. Sí, claro, lo leí hace como tres veranos al lado de una pileta de un club, con toda esa gente metiéndose y dejando un gran caldo humano. Sí, claro.
Vienen los viejos y ya la cosa mejora un poco, por lo menos no tengo que mentir descaradamente para poder recomendar. Porque, vamos, algún Grisham me he leído y Mankell hasta podría decir que me gusta. He encajado varios Stephen King, para qué negarlo -porque amamos a Stephen, con amor del más amoroso- y si el señor en cuestión se lo merece, La Conjura de los Necios, pero eso es para pocos; porque esto es Palermo, viste, tampoco la pavada.
Y de vez en cuando, un pibe que viene a buscar algo de Mercado-Libre, y, oh, justo es Palahniuk. Entonces no me comporto y empiezo con mi danza de la verborragia. Está buenísimo no te veas la peli porque es una mierda de hecho el chabón aparece en los features y le dice al director que no le va a perdonar que le haya cambiado el final y yo tampoco se lo perdono que peli chota decí que Angelica Houston siempre saca un par de papas del fuego si me angustió un poco Fantasmas había un par de historias demasiado jodidas. And so on; podría seguir por horas, pero entra otra gente a quien atender y bueno, mi espíritu prole me hace callar la boca y mirar al que sigue. Después me jefe me dice que me fije las calificaciones y me pongo toda colorada, porque el pibe puso mi nombre y unos adjetivos, y qué sé yo, yo nada más decía que Asfixia me pareció un libro excelente.
Pero en serio, me gusta adaptarme.
Eso... o esta sensación-voz en la cabeza que me dice que cuando soy yo, puramente yo, es demasiado. Demasiado.
Ayer, mientras trataba de mantenerme despierta y seguir leyendo el de Philip Roth que me acompaña en los bondis y antes de dormir, empecé a hacer una asociación de lo más absurda, claramente influenciada por la entrada noche y mis ganas de quedarme dormida con el libro ahí, sin ganas de mover ni un dedo, ni siquiera estirar la mano para tirar el libro por ahí y apagar el velador. Y seguí despierta, pensando que Nathan Zuckerman era la versión comunista de Holden, el de The catcher in the rye; una pelotudez absoluta, Holden no puede ni tener versión comunista.
Lo maravilloso del asunto es que en algún momento de mis diez horas de sueño, soñé que J. D. Salinger me hacía de acompañante mientras caminábamos por un bosque. Él me contaba sobre Buddy Glass y yo pensaba "cómo te cojo, pero cómo te cojo". El sueño era todo en sepia. Una cosa bellísima.

lunes, septiembre 21, 2009

Todo empezó en el lugar este armenio, y Ale que había tenido gastroenteritis hasta hace un par de días así que ¿qié podia comer? basicamente, nada. La comida, hasta ahí, podría haber sido peor, pero también muchísimo mejor. La atención, lo mismo; un colombiano -¿cuántos/as camareros/as colombianos/as hay en esta ciudad? ¿alguien lleva la cuenta?- y dos pibas que parecían menos armenias que yo. La cuestión es que antes de habernos terminado la cerveza, viene el flaco que estaba en la caja, nos pone el ticket sobre la mesa, "acá está la cuenta". Casi peco de inocente, casi le dije que no habíamos pedido la cuenta todavía, pero claro, nos-estaban-echando. Nunca más, en la guía olio de mi mente ya los he defenestrado a más no poder.
Después caímos en un bar de viejos en San Telmo, ése que está al lado de Pedro Telmo y tiene la cerveza barata, nos maquillamos un poco y terminamos en una fiesta horrible, en el centro. Un sujeto que está a medio camino entre las categorías de "conocido" y "amigo" -un conomigo, un amicido- me dice que él siempre escucha atentamente lo que le digo, que realmente confía en mi criterio, después nos damos un abrazo pero yo ya estoy de mal humor. Estoy podrida de oír hablar acerca de mi criterio y la puta que los parió. Entonces nos fuimos con Gen y Lau a tomar el 132. Capaz que tenía los zapatitos de Dorothy, porque es como si me hubiese teletransportado a la cocina de casa, poniéndole queso a un arroz que casi casi se me quemó.
El domingo las cosas no fueron demasiado diferentes. Di vueltas en la cama hasta las tres de la tarde, fui a Disco a comprarme un cacho de pollo y unas paltas; tomé unos mates y me aní a la reunión de chicas que estaba teniendo lugar en el patio de abajo; y ponele que la pasé bien durante un rato, pero después ya no. Ya no quería estar ahí, ni en mi cama, ni en mi casa, ni en ese barrio, ni esta ciudad ni en ningún lado. Quería estar en algún lugar alejado y desconocido; un lugar solitario y frio donde poder llorar un rato a moco tendido; porque ya no sé cuándo fue la última vez que lloré ¿Dos meses? ¿Tres? No sé, no me acuerdo.
Las hormonas y la neurosis ya me tienen re podrida.
Justo me tomo para venir al laburo un bondi que va para el lado de Plaza Italia, que se acerca bastante a Palermo y sus bosques. Hoy, día del estudiante, de la Primavera, me tomé el colectivo como todos los días, a las dos menos diez; pero claro, no me encontré con un 36 semivacío, no, me topé con una horda de jóvenes y sus celulares pasando música a todo volúmen. Sus pelos desprolijos, su gramática incorrecta, sus facciones incompletas, sus grititos. Si hay algo que me pone los pelos de punta, es estar rodeada de adolescentes.
Me acomodé como pude, abrí mi libro y me puse a leer. A mitad de viaje se desocupó un asiento y pude sentarme. Los diez minutos restantes, una mujer -que empezó la conversación preguntándome cuál era Gascón- terminó contándome la historia de su matrimonio. Que hoy cumplían trece años de casados, que es increíble cómo todas las parejas se separan, que hay que tener paciencia y remarla, que si yo estaba casada, que cuántos años tenía, que gracias y suerte.
Me bajé en Scalabrini, fastidiosa, hasta casi diría que enojada.
Dos horas después, mi humor no mejora. No mejora. Y no es culpa de los pibitos escuchando cumbia en el bondi, y tampoco es culpa de la mina que reivindicaba el matrimonio y se bajaba en Aráoz y Paraguay. No sé quién tiene la culpa. Ponele que las hormonas.

sábado, septiembre 19, 2009

En la radio están pasando un tema de Man Ray. Me di cuenta de algo, si mi padre hubiese ejercido mayor presión sobre el asunto este del canto, y si mi madre no hubiese escuchado mis delirios de "cuando sea grande voy a ser economista" yo cantaría muy parecido a Hilda Lizarazu. Pero quién sabe, nunca canté en castellano -porque dudo que cantar Aguaviva de Los Brujos a los gritos, empepada, saltando en la cama, cuente-. Salvo a los once años, mi debut, "Rasguña las piedras" cuando todavía era soprano y a la maestra de música se le ocurrió que un micrófono, Sui Generis y Cel podían ser aptos para el acto del centenario del Colegio, o el 20 de Junio, realmente no me acuerdo.
Una vez, una compañera de laburo -después de mi participación estelar con la banda de mi ex profe de canto en el desaparecido Belleza y Felicidad- me tiró un "Alanis meets Kate Pierson". Será que nos caíamos muy bien; eso, o el call center ya le había freído la bocha.
Primero, el jefe que me llama y me ruega que vaya hasta a la librería -de vuelta, después de haberle dado con los zapatos que me hacen doler y la mochila pesadísima por Medrano desde Mansilla hasta Guardia Vieja- para abrirle la puerta, porque resulta que se olvidó las llaves; justo cuando estoy a punto de tomarme el bondi con un pibe. Entonces nos tomamos un taxi, hago entrega de llaves y no paro de fruncir el ceño. Eso el miércoles a la noche.
Segundo, el pibe me dice "llueve", a eso de las 11 de la mañana. Y yo tan de primavera, con los zapatitos -que me hacen doler- y la pollera, porque mi mamá siempre me dice que tengo que usar polleras más seguido, maldita la hora en que le hago caso. Mientras espero el 127 en Triunvirato puteo, tirito y frunzo más el ceño. Eso el jueves al mediodía.
Tercero, llego a casa, empapada, congelada, somnolienta; con una caja de Speedy que tiene un coso de wifi adentro. Le doy de comer a Plutón, prendo la luz de mi cuarto y abro la caja, hojeo el manual y levanto el tubo del teléfono para ver si hay mensajes. No hay tono; checkeo los cables, no hay tono. Me fijo en el teléfono de Ani, no hay tono. Puteo al universo, no hay tono. Eso el jueves a la noche.
Cuarto, que seguimos sin teléfono, que es un problema de la zona y "va a estar solucionado lo antes posible". Teléfonica y la puta que te parió. Además, jefe se siente medio mal y se va, dejándome sola. Sola con toda esta gente que "quería hacer unas fotocopias" y gente que "quiero comprar un libro, pero no sé el nombre... ni el autor". Nunca gente que "dame la trilogía Millenium, sí, en efectivo". Nunca. Eso ayer a la tarde.
Quinto, que llego a lo de mis abuelos y me reciben con amor pero sin comida. Pico unas cositas y me retiro, no sin antes pasar por Burger y asombrarme por el precio de una hamburguesa común y silvestre ¿seis mangos por una clasica? Indignada, cruzo Corrientes y me meto en La Continental, porque a veces las empanadas de pollo le hacen bien al alma. Eso ayer a la noche.
Ahora hay unos señores rompiendo la calle, así que me espera una tarde de TRRAAAAAATATATATRAAAAA non-stop. También me espera una cena con amigas en un lugar Armenio y una noche retro-como.si-tuviéramos-20-de-vuelta en el Salón Pueyrredón.

jueves, septiembre 17, 2009

- Me gusta cómo te queda la barba.
- ¿Si?
- Sí, me gusta mucho.
- Igual... se va a ir.
- ¿¿Por qué?? ¡Si te queda re linda!
- Me hace más viejo.
- Nah, es cualquiera eso. Te queda bien.
- Pero me hace más viejo.
- Vos sos geminiano, los geminianos siempre parecen más jóvenes, no te tenés que hacer problema por esas cosas.
- ...
- Cuando yo haga estos comentarios, vos los ignorás, ¿estamos? Hacés como si no hubiese abierto la boca, ¿si?
- Ok.
"Una mujer precavida siempre tiene dos velas prendidas" dijo mi madre el martes a la noche mientras me servía puré en el plato.
Todavía no me repongo.

miércoles, septiembre 16, 2009

Mi madre dice que cuando era chiquita y me llevaba al cine era para problemas. Que me metía demasiado en la trama y terminaba sufriendo y armando un escándalo.
Ico, el caballito valiente: afuera del cine a la media hora de haber empezado la peli porque mi llanto molestaba a los demás espectadores.
Bambi: lo mismo que con Ico.
Está claro por qué nunca me llevaron a ver Chatrán ni Todos los perros van al cielo.
No creo que las cosas hayan cambiado demasiado en estos veinte años. Por ejemplo, últimamente la mente me está funcionando en In-Treatment-mode. Entonces hablo con Lau por teléfono y cada dos frases tiro un "¿no será que en realidad...?" seguido de alguna conclusión pedorra pero que suena a acierto. Capaz es Gabriel Byrne que me enloquece con sus arrugas alrededor de esos ojos increíbles, y su acento velado, y sus sacos de corderoy medio arrugados; capaz es que siempre me agarro de algo para ir viendo por la vida con ese cristal. Digo, uno de los recuerdos más nítidos que tengo de mis quince años es estar en la cama tomado un té con leche y llorando a moco tendido después de ver Dawson's Creek en la repitición que pasaban a las 2 de la mañana; cuando empezó todo este asunto del idilio con Bukowski le rogué a mi padre que me llevara al hipódromo y probé mis primeros whiskys; después de alguno de esos fines de semanas en los que me trago entera una temporada de Lost termino con delirios místicos; y ni hablar de mi obsesión por captar microexpresiones después de verme la primera temporada de Lie to Me.
Después se me pasa. Así de fácil.

martes, septiembre 15, 2009

Comíamos unas cosas parecidas a unos ravioles en la cocina de Lau. Entonces ella se preguntó qué es lo que deja uno en la vida del otro después de una separación. Hábitos, ciertos gustos, ideas; esas cosas. Con cara de soñadora, mirando para arriba, decia que tenía ganas de saber qué huella había dejado ella en cada uno de sus ex.
Ese deseo de trascender, de formar parte de la vida del otro aunque sea tácitamente. Esa necesidad de estar presente, el ego que se nos exacerba y quiere estar en todas, siempre.
También las ganas de saber qué es propio y qué vino de afuera, qué empezó siendo ajeno. Ella supo en ese momento que nunca habría visto partidos de fútbol si no hubiese sido por su primer novio; que nunca se habría animado a comer sémola con las manos de no haber salido con un chico africano durante un año.
Y yo supe que es probable que el haber empezado a fumar haya sido culpa del compañero de colegio que me en-can-ta-ba y siempre tenía un parissien colgando de los dedos; también caí en que mi forma de ver el cine cambió con El Innombrable; que Cat Power, Patti Smith y Red Kross fueron un regalo de mi primer profesor de canto; que Bukowski y Kerouac habrían sido dos desconocidos de no haber conocido a ese morocho enorme con ojos moros que me llamaba "pendeja"; que el primer interés por la física vino de la mano de Tomás.
¿Y qué les quedó a ellos? Quién sabe. Alguno me dijo una vez que después de conocerme, empezó a preguntarle a la gente de qué signo zodiacal era. Para eso mejor que no quede nada me parece.
Sólo quiero que quede registro de este maravilloso día.
Las semillas están germinando y brotando.
Genève quiere ponerles nombre. Betty & Boop, propuse yo; Tarzán y Chita, tiró ella.
Vamos a ver, vamos a ver.

lunes, septiembre 14, 2009

- Es que no sé medir, siempre hago de más.
- Sí, el guiso de lentejas de aquella vez era para un batallón.
- No hablemos de ese tema, por favor.
- ¡Pero estaba bueno!
- ¡¡¡Se me quemó!!!
- Apenas se quemó... y tenía de todo. ¡Estaba rico!
- No quiero ni acordarme, me pongo mal; no sé cómo se me quemó.
- Porque estaba con fuego fuerte. Cuando ya querés que reduzca y terminar, lo tenés que poner al mínimo.
- Estaba en mínimo.
- No, no estaba en mínimo.
- Sí estaba en mínimo.
- Yo estaba sobrio cuando llegué y te digo que no estaba en mínimo.
- Bueno, capaz tenés razón. Sí, ya sé, tomarme media botella de tinto mientras cocinaba no fue buena idea.
- Es que te pusiste nerviosa...
- Sí...

Todo mientras sarteneaba con destreza.
Un hombre cocinando con habilidad es de las cosas más calentantes que existen.