lunes, septiembre 21, 2009

Todo empezó en el lugar este armenio, y Ale que había tenido gastroenteritis hasta hace un par de días así que ¿qié podia comer? basicamente, nada. La comida, hasta ahí, podría haber sido peor, pero también muchísimo mejor. La atención, lo mismo; un colombiano -¿cuántos/as camareros/as colombianos/as hay en esta ciudad? ¿alguien lleva la cuenta?- y dos pibas que parecían menos armenias que yo. La cuestión es que antes de habernos terminado la cerveza, viene el flaco que estaba en la caja, nos pone el ticket sobre la mesa, "acá está la cuenta". Casi peco de inocente, casi le dije que no habíamos pedido la cuenta todavía, pero claro, nos-estaban-echando. Nunca más, en la guía olio de mi mente ya los he defenestrado a más no poder.
Después caímos en un bar de viejos en San Telmo, ése que está al lado de Pedro Telmo y tiene la cerveza barata, nos maquillamos un poco y terminamos en una fiesta horrible, en el centro. Un sujeto que está a medio camino entre las categorías de "conocido" y "amigo" -un conomigo, un amicido- me dice que él siempre escucha atentamente lo que le digo, que realmente confía en mi criterio, después nos damos un abrazo pero yo ya estoy de mal humor. Estoy podrida de oír hablar acerca de mi criterio y la puta que los parió. Entonces nos fuimos con Gen y Lau a tomar el 132. Capaz que tenía los zapatitos de Dorothy, porque es como si me hubiese teletransportado a la cocina de casa, poniéndole queso a un arroz que casi casi se me quemó.
El domingo las cosas no fueron demasiado diferentes. Di vueltas en la cama hasta las tres de la tarde, fui a Disco a comprarme un cacho de pollo y unas paltas; tomé unos mates y me aní a la reunión de chicas que estaba teniendo lugar en el patio de abajo; y ponele que la pasé bien durante un rato, pero después ya no. Ya no quería estar ahí, ni en mi cama, ni en mi casa, ni en ese barrio, ni esta ciudad ni en ningún lado. Quería estar en algún lugar alejado y desconocido; un lugar solitario y frio donde poder llorar un rato a moco tendido; porque ya no sé cuándo fue la última vez que lloré ¿Dos meses? ¿Tres? No sé, no me acuerdo.
Las hormonas y la neurosis ya me tienen re podrida.

2 comentarios:

magenta dijo...

Bueno, una manera de pensarlo diferente es que las hormonas le dan el descanso perfecto a nuestra neurosis diaria no?
saludos y que te sean leve estos dias.

Cel dijo...

magenta: todo lo contrario, las hormonas potencian a la neurosis, convirtiéndome en una arma de destrucción masiva.