jueves, junio 03, 2010

Acaba de entrar a la librería un pibe con el que salí una vez hace como nueve años.

Yo salía de The Roxy, se largó a llover y me invitó a que compartiéramos taxi. Diez minutos después estábamos transando en algún callejón de Chacarita. De borracha, le di el teléfono; en esa época nunca daba el teléfono. Salimos un viernes por Plaza Serrano. El tipo me contaba que era fanático de Kiss y que los había perseguido hasta el hotel durante su estadía en Argentina mientras yo me enrulaba un mechón de pelo y trataba de no quedarme dormida. Intentaba terminar el cbc de medicina desde hacía tres años. Le apasionaba todo lo que tuviera que ver con la segunda guerra mundial; ante mi "ahá" desencantado se atajó. "pero mirá que tengo amigos judíos". Posta, "pero mirá que tengo amigos judíos". Yo no lo podía creer y se me abrieron muy grandes los ojos, el único signo de vitalidad que emití esa noche. A los cinco minutos miré mi reloj imaginario y le dije que me tenía que ir. Mientras me paraba y sacaba el morral colgado de la mesa me preguntó si quería que me acompañara a casa. Tenía 19 años y mi diplomacia era inexistente.

- Dale, ¿cómo te vas a volver sola a tu casa? Es tarde.
- Todo bien, me tomo un taxi. Si no hay onda, ¿para qué te voy a hacer acompañarme hasta mi casa?
- ¿No hay onda?
- Ehmmm... no. ¡Suerte, eh!

Ya treintañero, con cara de buena onda pero bastante banana, me preguntó por un policial que estaba en la vidriera. Le mostré el libro, le dije el precio y mientras me miraba con cara de a-vos-te-conozco-de-algún-lado, yo puse cara de nada.
Estoy casi segura de que a último momento se acordó; a punto de abrir la puerta hubo un cambio en su expresión, pero parece que él también decidió hacerse el boludo.

1 comentario:

Ale dijo...

Lo dejaste porque tenia amigos judios? Fea tu actitud! Beso,