jueves, noviembre 04, 2010

En el asado con las chicas surgió el tema del cambio de nombres -tenemos varios ejemplos y anécdotas de gente cercana- y Flor planteó mi caso como algo "romántico" y si bien yo suelo tener una tendencia a subestimar o exagerarlo todo, esta vez me puse seria y dije que no. Cambiarse el apellido a los 18 años no es una cuestión romántica; tampoco es trágico, ojo, pero no le pongamos puntillas a lo que no se lo merece. Que mi papá -el biológico no, el que me crió-me haya querido dar el apellido desde que nací y que mi mamá lo haya esquivado hasta que ellos se casaron cuando yo cumplí 13 es algo que de romántico no tiene un pomo. Que yo me haya hecho la boluda hasta terminar el secundario tampoco tiene mucho de color rosa: estaba absolutamente conflictuada por tener que darle a mis compañeros explicaciones sobre mi pasado. Ahí está, lo dije. No me quise cambiar el apellido hasta terminado el colegio porque la simple idea de tener que pasar un informe acerca de mi situación genético-filial me hacía perder el aire. Claro que nadie me avisó que la entrega de diplomas iba a ser un año después de haber egresado y que las explicaciones las iba a tener que dar igual. Por suerte, para ese momento ya me sentía absolutamente cómoda con mi nuevo apellido y armé un speech explicativo muy canchero con el que todo el mundo quedó bastante conforme.
Así que romance las pelotas. Sí mucha duda, mucha reflexión y amor. No faltó amor. Aceptar el apellido de mi papá fue un acto de amor. Que se haya hecho cargo de mí fue un acto de amor. Que los cuatro sigamos comportándonos como familia es un acto de amor.
Tampoco me quiero poner a elaborar una digresión sobre la importancia del Nombre en cuanto a la identidad, el sentido de pertenencia y la mar en coche; si hace diez años elegí tomarme todo el asunto con la mayor naturalidad posible (porque una vez tomada la decisón fui al registro civil, hice los cambios pertinentes y se acabó el drama) no me voy a poner a neurotizar ahora. Sé que de algún modo me cambió la vida. Llamémoslo "ahora tenés un padre" o "según la numerología este apellido es más copado", o, no sé, a la gente le encanta conjeturar sobre las repercusiones que el hecho tuvo en mi vida. A mí nada más me importa que soy más feliz que cuando era Celeste Gòngora.

Aunque re garparía volver a tener el apellido de soltera de mi vieja para ser una profesora con apellido bien literario.

Mañana voy a la reunión de 10 años de egresados que organiza la escuela. Me dijo la tipa del departamento de alumnos que sigo figurando como Góngora.
Por una noche más vuelvo a ser la otra. Voy a agarrar a la anterior Celeste, esa que fui hasta los 18 y preguntarle "a ver ¿qué aprendiste en estos 10 años?".
Después les cuento qué onda.

4 comentarios:

Soria dijo...

lindo post. yo asumí mi segundo nombre tarde. ahora no me lo saca nadie.

Lucercita dijo...

Yo hoy me voy a cambiar el nombre.

Me voy a poner: Borracha

Blume dijo...

exito en la reunion!

Cel dijo...

Soria, tu segundo nombre mencannnta.

Lucercita, jaaaaaa! bueno, yo también me puse Borracha. Y no te puedo explicar cuánto.

Burbuja, gracias! =)
la pasé súper.