Justo me tomo para venir al laburo un bondi que va para el lado de Plaza Italia, que se acerca bastante a Palermo y sus bosques. Hoy, día del estudiante, de la Primavera, me tomé el colectivo como todos los días, a las dos menos diez; pero claro, no me encontré con un 36 semivacío, no, me topé con una horda de jóvenes y sus celulares pasando música a todo volúmen. Sus pelos desprolijos, su gramática incorrecta, sus facciones incompletas, sus grititos. Si hay algo que me pone los pelos de punta, es estar rodeada de adolescentes.
Me acomodé como pude, abrí mi libro y me puse a leer. A mitad de viaje se desocupó un asiento y pude sentarme. Los diez minutos restantes, una mujer -que empezó la conversación preguntándome cuál era Gascón- terminó contándome la historia de su matrimonio. Que hoy cumplían trece años de casados, que es increíble cómo todas las parejas se separan, que hay que tener paciencia y remarla, que si yo estaba casada, que cuántos años tenía, que gracias y suerte.
Me bajé en Scalabrini, fastidiosa, hasta casi diría que enojada.
Dos horas después, mi humor no mejora. No mejora. Y no es culpa de los pibitos escuchando cumbia en el bondi, y tampoco es culpa de la mina que reivindicaba el matrimonio y se bajaba en Aráoz y Paraguay. No sé quién tiene la culpa. Ponele que las hormonas.
No me sale llamarlo "eso"
Hace 12 años.
1 comentario:
ger: la verdad es que prefería estar arriba de un taxi con un taxista mudo que no escuchara radio 10
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