jueves, agosto 23, 2007

Qué tal? Qué contás?

Que me levanto y cuando me quiero acordar qué soñé, plaf! ahí está. Buen día. Cómo estás hoy? Claro que no obtengo respuesta. Me preparo una chocolatada en silencio, que me sale buenísima por cierto, y le pregunto si quiere que le prepare una. Silencio nuevamente, no esperaba otra cosa.

Que me voy al living y resulta que alguien alquiló una película, ESA película, no podía ser de otra manera. Le pido que se siente en el sillón conmigo para verla y comer unas Merengadas. La veo y para la mitad ya estoy tan llorona que me paro y voy por las Melbas. Es un hecho, los carbohidratos serán mi única compañía esta puta tarde.

Que salgo a la calle para tomar un poco de fresco y veo los afiches en la calle. Me debato sobre si debo arrancar la enorme cara de Jason Lee que está pegada al lado del Mc Donalds de Córdoba y Medrano. Desisto y me calzo los lentes, esos lentes que se agrandaron y me bailan.

Que vuelvo a casa y hago todo mal. Quiero poner un disco pero me doy cuenta de que va a tener que pasar muchísimo tiempo hasta que pueda escuchar música que me guste y que no traiga recuerdos que de tan gratos se me hacen insoportables. Le pido que elija, que tengo ganas de que me sorprendan. Termino durmiendo en el absoluto silencio, por supuesto.

Que decido salir a la noche y verme con gente que desapareció de mi vida hace ya mucho tiempo. Que tomo una cerveza tras otra y no me molesta emborracharme. Que me subo al auto y está sonando esa maldita canción. Le pregunto si quiere que la deje para martirizarnos un rato. Por suerte, llegamos a destino antes de pedir que la saque.

Que me voy del lugar porque la histeria ajena ya me está rompiendo demasiado las bolas. Me abrigo y enfilo para Carlos Pellegrini en busca de un taxi. Compro cigarrillos y miro el kiosco como estúpida, me estoy despidiendo. No pienso volver nunca más a ese barrio. Que me subo al taxi y bajo la ventanilla. El taxista sube la radio. Suena Bob Dylan y no puedo evitar el puchero y las lágrimas que se vienen unas sobre otras. Le pido que pare de cantar, pero nunca me hace caso. Cantamos juntos y me apoyo en su hombro.

Que ya me estoy cansando de vivir con un fantasma que me hace de guardaespaldas. Que ya no sé si me está llamando o si mi cabeza tiene tantas hipótesis ad hoc que se me fue de las manos. Que me gustaría ser más racional en momentos como este, pero la verdad es que no tengo la voluntad. Que ya no soy la misma pero todavía no pasé al estadío siguiente, la transición me está matando. Que extraño horrores ciertos rituales que antes me parecían insignificantes. Que busco trasfondos inexistentes y señales cósmicas en catálogos snobs y cajas de gelatina. Que estoy triste y me alejo de todos, pero siempre sabiendo que es así como debe ser, aunque duela.

Que no puedo hablar y tampoco quiero que me escuchen. Que empecé algo y ahora tengo terminarlo aunque mi ego se arrepienta. Que le hablo cada mañana y cada noche pero nunca me contesta. Que ni las cartas me quieren contestar qué va a pasar. Que es raro darse cuenta que no hay reemplazantes para algunas cosas, no existen los genéricos en estos casos.

Bien, todo tranquilo por suerte.

(Buscando mi libreta del cbc apareció una hoja con esto de acá arriba. Marzo del 2006. Es bueno, genial, liviano, no vivir con el fantasma)

1 comentario:

Julia Elena dijo...

Es horrible la transición..

Qué bueno que terminó..