Acá tenés una tuca, a ver si te cambia el humor. Eso me dijo mi jefa de los sábados cuando nos despedimos en la esquina de Charcas, mientras me agarraba la mano y me ponía un bollito de papel en la palma. Así de amargada estaba, así de intolerante. A la hora, estaba en la cama pelando un kiwi y mirando unos capítulos de The Big Bang Theory, de un humor inmejorable. Después de una palta pisada con sal y limón, me puse Tideland y para cuando la cosa se estaba volviendo demasiado angustiante, llamé a Dedé, que estaba en su casa con Lau. Después de maravillarme con la tecnología del cableado telefónico, pasamos a lo importante. Que las mujeres de Venus, que los hombres de algún lugar horrible y remoto, inaccesible. Que hay que saber cuáles son las armas de seducción y a veces hacerse un poco la pelotuda, un poco nomás. El concepto de "el padre de" y la perversa venganza del útero frente a la falta de concepción. Esas charlas que se tienen un sábado a la noche, no importa si es en persona o por teléfono.
Después de doce horas de sueño y aventuras oníricas de lo más interesantes, más películas. Muchas, todas las que se pudieron; hasta que llegó la tormenta. Ahí apagué todo, me metí debajo de las sábanas y me quedé escuchando hasta quedarme dormida.
No me sale llamarlo "eso"
Hace 12 años.
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