miércoles, octubre 14, 2009

Si tengo que contestar, así, rápido, casi sin pensar, debo reconocer que lo que más extraño de salir con alguien es el hecho de cocinarle al muchacho en cuestión. Será porque me crió mi abuela, que en vez de darte un abrazo te da $50 o te hace un estofado, o no, capaz es porque cocinar es una de las cosas que más disfruto y me gusta compartir el resultado de ese placer con otro. No importa el porqué, lo bueno es que siempre ha salido bastante bien. Salvo cuando se me quemó apenas el guiso de lentejas, o cuando le quemé una fuente a El Innombrable haciendo un pastel de papas; pero esos son gajes del oficio. No sé si es verdad eso de "a los hombres los comprás con el estómago", lo que sí es verdad es que un hombre que me gusta diciendo "qué rico que está esto, Cel" me acelera el pulso y hace que quiera saltearme el postre. Muy narcisa, sí, ya sé; es lo que hay.

Por eso, yo quiero un chico que se siente a la mesa con una sonrisa, esperando ansioso mi goulash; que me sirva Campari con naranja y me dé charla mientras preparo una pasta de berenjenas ahumadas; que me halague los estofados pasándole pancito al plato; que esté dispuesto a experimentar, que no se espante si digo "puré de lentejas con canela" (cortesía de Vic); que entienda que cocinarle es una demostración de afecto, que salí a mi abuela, que no abrazo ni soy cariñosa, pero hago un carré de cerdo a la miel que es una locura.


Por mientras, tengo a Ani, Gen y, ocasionalmente, a Lau de comensales. Que no es poco. No es poco.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Esperando el comentario del dia de "ger"...

magenta dijo...

Para mi cocinarle a un hombre es como si diera un premio... que egoista! je.

Anónimo dijo...

vos nunca vas a tener una relación decente con un chabón. parabólicamente, es más fácil que la pija de un negro africano vendedor de aritos pase por el ojo de una aguja a que celeste tenga un novio como corresponde