miércoles, febrero 10, 2010

Genève vino hace un par de días con una propuesta de lo más interesante, alquilarle el cuarto de arriba de todo a un conocido de ella que necesita alojamiento durante unos meses, desde abril hasta agosto. Con esa plata, argumentó ella, podríamos hacer arreglos y capaz nos quedaba un resto y todo. Se consultó con Ani, que también aceptó y quedamos en que el muchacho este podía venir a ver el cuarto cuarto.
Yo lo había visto una vez y me había caído bien. No necesité pensarlo mucho, un ingreso extra para hacer arreglos y pagar cuentas. Alguien copado en la casa -además de Ani y Gen, de más está decirlo-; la idea me cerró.

Qué maravilla, qué buen negocio vamos a hacer. Qué divertido, vivir con un muchacho.
El otro día vino a casa y cuando lo vi me acordé de un detalle que no había tenido en cuenta. El chabón está buenísimo. Iinfinidad de pensamientos pecaminosos atravesaron mi cabeza.

Me imaginé levantándome temprano a la mañana y viéndolo prepararse el desayuno en boxer y remera de dormir, y me dije ¿qué más puedo pedirle a la vida? Bueno, podría pedirle garchármelo, pero conozco mis limitaciones.

Ani y Genève comparten el sentimiento. Ese chico, la va a pasasr muy bien.

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