Las ganas de experimentar gastronomicamente le ganaron al deseo de reclusión y terminé en el supermercado a las puteadas porque no había yogurt natural. Y mejor que no empiece con toda mi diatriba contra el yogurt porque me pudre hasta a mí misma. Pero en serio, che, doscientas clases de yogurt y ni uno natural, sin azucar, sin nada; bueno, uno sí, de la nueva marca que reflotó el envase de vidrio, pero casi que no lo veo, así de escondido estaba, amdrentado por los de su especie con frutas, cereales y demases.
Puse a grillar las berenjenas y corté la cebolla en brunoise -porque después de años de clavarme todo programa de cocina existente, aprendí qué es brunoise-; lavé los champignones, piqué ajo, y blabla, todo lo que decía la receta que me pegué en los azulejos para tener a la altura de los ojos.
Para cuando llegaron Ani y Lau, las berenjenas estaban hechas y sólo faltaba condimentar la carne, echarle caldo y dejar reducir. Curry, pimentón, pimienta y una cosa picante que trajo Lau de Ecuador, todo adentro, a la olla burbujeante que despedía un olor intoxicantemente tentador, o será que para ese momento yo ya estaba muerta de hambre.
Después, a la fuente. Capa de berenjena, capa de carne, capa de berenjena, capa de carne; y así. El último golpe de horno, con un gratinado del bendito yogurt natural y queso.
Hubo aplausos, y no quedó ni para mojar el pancito.
No me sale llamarlo "eso"
Hace 12 años.
2 comentarios:
me dió hambre. Un aplauso para el asador!
ah... si, sigo leyendo!
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