- Y ¿qué quería el tipo? ¿que le dijera que estoy enamorada? Yo qué sé qué me pasa con él.
- Estaba rascando amor.
La conversación -hace dos o tres días- había empezado con la cuestión "Dormir abrazados: ¿mito o realidad?" y bien sabiendo los dos que puede pasar alguna vez pero que es realmente incómodo, mi interlocutor decidió ponerse más polémico y defenestró a la gente que anda por la vida pidiendo abrazos, contó que las últimas chicas con las que había salido hacían cualquier cosa por una muestra de afecto. Al principio me chocó un poco y hasta llegué a pensar que era un mensaje encubierto hacia mí -considerando que recién empezado el año compartimos un par de noches-; junté coraje y le pregunté si yo era una de esas. "Más bien todo lo contrario". Cierto, cierto que yo sí sé que me falta cariño y que me encantaría que viniera en forma de calor humano pero procuro que no se note demasiado, no sea cosa que. No sea cosa que no sé, que me lo den, andá a saber.
También me acordé de un domingo de invierno pero con sol en Plaza Francia, y unas gentes con unos carteles en el pecho que decían "ABRAZOS GRATIS"; recordé mi cara de horror y el desvío que tomé para esquivarlos. Todo esto sin pensarlo, automáticamente. Porque mi mente ya me conoce, no necesita preguntarme qué me parece algo para hacer reaccionar al cuerpo. Cara de horror - disimulá la cara, tarada, que los lentes tapan los ojos pero no la mueca de la boca - ¿izquierda o derecha? - izquierda, aunque haya olor horrible - dale, apurá - ¿abrazos gratis? - de veras, ¿abrazos gratis? - no te la puedo creer, la gente los abraza - ¿por qué alguien se dejaría abrazar por un extraño? - uh, garrapiñada; funciona más o menos así mi cabeza.
Y ayer, mientras nos terminábamos el tinto con el que habíamos acompañado la -¿el?- moussaka, Lau tira esa frase grandiosa, "rascando amor" y de vuelta a debatir.
Porque sí, seré arisca (y acá podría usar el plural de la primera persona, pero no quiero meter a mi amiga en mis declaraciones de exhibicionista empedernida), y pareceré distante y todas esas cosas que me han reclamado, pero -y que quede bien claro- cuando no lo soy, cuando abrazo y me acerco y demuestro es porque estoy segura, porque es real, porque ya no me importa si el otro me devuelve en la misma medida o no, porque ya empecé a querer y me es muy difícil echarme atrás.
Me fui a dormir borracha, pero también bastante amigada conmigo misma.
No me sale llamarlo "eso"
Hace 12 años.
2 comentarios:
Esto ocurrió en Parque Centenario. Estaba sentada con mi amiga Flor y, lejos pero a la vista, aparecieron los extraños de carteles que mencionás. Empezamos a suponer si eran de teatro y estaban haciendo un ejercicio , o si eran de rehabilitación de algo y estaban haciendo un ejercicio. Fue el año pasado, empezando el año, y yo necesitada de cariño, no hice más que levantarme y dirigirme a ellos. El abrazo de un tiempo más largo que el esperable. La cosa es que elegí al extraño que me abrazó, y lo hizo más fuerte que otros extraños.
Ahora cuando me lo pide un no-extraño a mí,como anoche, es rara pero excelente la sensación de saber que no tiene un cartel.
Pfff, me puse melosa.
Qué bueno que puedo comentar otra vez!
Amarula, no te pusiste melosa, es que un abrazo bien puesto es absolutamente sanador, pero bueno, no siempre.
Bah, ¿cómo quedaste después del contacto más largo que lo normal con el extraño?
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