domingo, junio 07, 2009

- Che, me voy a mi casa.
- ¿Y no querés llevarme con vos?
- Y... ganas no me faltan, es que es todo un bardo, mi cuarto es un GRAN bardo.
- A mí no me molesta.
- Bueno, dale. Vamos.

Al chico de rastas largas cosecha 85 no le molesta el desorden. Mientras estoy en el baño, prende un sahumerio y enchufa su aparatito de mp3 a mis parlantes, una banda de música del altiplano y canciones de protesta. Es todo tan hippie. Él es TAN hippie. A mí no me alcanza con ser hija de hippies, no estoy a la altura de las circunstancias. Yo no me voy de viaje por Latinoamérica dentro de un mes, ni tengo esa buena onda por default dirigida a quien quiera recibirla. Igual, nos entendemos. Es fuerte, es grandote, agarra, atrapa, conquista territorio. Es muy hippie, pero igual me gusta.
Cuando me despierto, son las 12 y él se tiene que ir. Una despedida hippie. "Buena vida", un abrazo largo, esas cosas.
En la cocina, mientras trato de domar los pelos revueltos y no me gasto en disimular la sonrisa pegada a la boca, Ani me prepara un capuccino. Me dice que siempre me los busco altos, grandotes. Yo le digo que, si hay actitud, me gustan todos.

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