Ya sé cómo funciona la cosa, a mí me preguntan "¿cómo te sentís?" y yo contesto "pienso que...". Me es muy difícil identificar qué es lo que siento en determinadas situaciones, sobre todo si no se trata de cuestiones extremas, en las que la emoción me va dictando más o menos de qué lado viene el sentimiento. Es por eso que -y esto es algo que descubrí hace muy poco- he desarrollado un complejo sistema de reflejo condicionado para poder entenderme un poco más.
A determinada reacción se le atribuye un determinado estímulo. Ese estímulo, se estima, es de naturaleza sentimental.
Por eso, cuando esta mañana elegí un libro para empezar la semana, y al rato me encontraba en el 141 leyendo sobre la historia de los matemáticas, entendiendo la demostración que explica por qué la raíz de dos no es un número natural -que, por supuesto, pude comprender porque la había visto durante el ingreso a Física-, descubrí un nuevo comportamiento que esconde un sentimiento.
Si leo libros de divulgación científica, es porque no puedo lidiar con mi realidad del momento; porque la circunstancias me sobrepasan. No es casual que el año pasado -un año de mierda a nivel emocional- me haya puesto a leer y tratar de entender la teoría de la relatividad especial yo solita; ni que me haya embarcado en una fantasía de futuro como científica. Y ahora que lo pienso, a los 15, cuando quería desaparecer de la faz de la tierra, sólo me iba bien en Química.
Entonces, a la altura de Scalabrini y Loyola lo entendí, por fin. Estoy estresada, me siento incapaz de lidiar con ciertas circunstancias; mi neurosis está llegando a niveles peligrosos, cualquier situación mínimamente conflictiva me desestabiliza y creo que es hora de volver a terapia.
Después, un señor muy raro se puso a cantar "yo me pregunto ¿para qué sirve la inercia?" con la melodía de Mil horas de los Abuelos de la nada. Antes de bajarme me dijo "Las máquinas odian las matemáticas, no les metas polinomios".
Por algún motivo, me sentí un poco comprendida.
No me sale llamarlo "eso"
Hace 12 años.
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