Me bajé del 26 todavía cagándome de risa por el de Philip Roth que vengo leyendo desde hace unos días, pero para cuando estaba a un par de cuadras de casa me había olvidado del lamento de Portnoy, las obsesiones y las madres judías. Mientras caminaba ligero para llegar lo antes posible, pensaba. Pensaba que, una vez más, me encuentro en esta situación de tener alrededor a estos hombres que me hacen bien en millones de sentidos pero que no dejan de ser inaccesibles de un modo u otro. Y además de pensar, una sensación muy linda en el cuerpo, especialmente en el pecho; ganas de abrazar, de agradecer, de estar, realmente estar. Abrí la puerta de casa, dejé las cosas tiradas por ahí y me senté en la cama, mirando el folleto del delivery totalmente ausente; toda esa calidez que me recorría el cuerpo minutos antes se transformó en inquietud. ¿Y si nunca me puede pasar esto que me pasa con alguien que esté realmente disponible? ¿Y si todo es una estrategia mía para sentirme cercana a alguien sin tener que hacerme cargo de todas las consecuencias de una relación? ¿Por qué siempre me engancho en estos vínculos? ¿Será que no estoy diseñada para tener una relación normal? ¿Qué quiero comer? ¿filet o suprema de pollo? ¿papas españolas o ensalada de zanahoria y tomate?
Después de comer, el malestar se acentuó y cuando estaba a punto de caer en la victimización, la situación se dio vuelta como un panqueue y al rato estaba tapándome la boca para no despertar a Ani con las carcajadas. A las cuatro de la mañana, la satisfacción se había reinstalado por completo.
Ël sigue, después de tantos años, causándome el mismo efecto. Admiración, ternura y deseo.
Y yo, yo sigo contenta.
No me sale llamarlo "eso"
Hace 12 años.