El deseo urge y me convierto en un auténtico peligro. En un peligro para mí, eso primero; y en un peligro para todo aquel que se me acerque con la guardia baja. Si me ven por ahí, guarda, mejor esquivarme, o no, todo depende de qué se esté buscando. Si pudiera elegir, elegiría, eso está claro. Pero esta vez apunté mal. Los signos de aire se me escapan, o flotan por encima de mi cabeza, plantando ideas y nada más. Si pudiera elegir, agarraría al libriano de sonrisa que derrite y que con dos palabritas, pumba, me tiene de rodillas. O al geminiano que me hace acordar a McGyver y que me deja sin palabras. Pero no. Cuando no se puede, no se puede, hay que arremangarse y salir a ver qué pasa por ahí. Y hoy, hoy es el día. Porque después, una casita en el Tigre con Genève, Cedric y Alejo, tres libros, las flores recién cosechadas, una cantidad monstruosa de comida y mucha calma.
Los leo al regreso.
Sean felices.
No me sale llamarlo "eso"
Hace 12 años.
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