domingo, mayo 30, 2010

En la primera clase del curso introductorio del profesorado nos hicieron escribir un texto que hiciera alusión a alguna situación que nos hubiera llevado a estar sentados en esa silla, queriendo ser docentes, queriendo enseñar literatura. No necesité pensarlo mucho.
A los once años me enamoré de un libro. Había una colección de libros españoles en la biblioteca del colegio. Tenían la tapa color maíz y la traducción era de esas que ahora me resultan un poco molestas pero que en ese momento ni registraba. Me llevé el librito este, de una escritora alemana, a mi casa un viernes. El domingo a la tarde lo había terminado, después de haber pasado por todos los estados posibles.
Fue en ese fin de semana que surgió el ritual, un acto que se repite cada vez que una lectura me llega y me completa. Pasó con Yo que he servido al rey de Inglaterra de Hrabal, pasó con Océano mar de Baricco, también con El maestro y Margarita de Bulgakov; pero nunca tan intenso como con Tengo miedo torero, de Pedro Lemebel: el amor más kitsch, comprometido y adornado. Lloré durante horas por esa mariquita llena de puntillas, flores; por el guerrillero de corazón enorme que tal vez sí, pero no. Después, devolvérselo a Nat con eterno agradecimiento y despedirlo con un pañuelito blanco, como enamorada en estación de tren.

El libro debajo de la almohada. Tenerlo cerca durante un par de noches. No querer despegarme de la sensación. La fuerza del objeto.

Por eso cuando ayer a la tarde Ita sacó el libro del chileno de su biblioteca y me lo dio, me lo regaló, un escalofrío me recorrió el cuerpo. La fuerza del objeto.
Llega en el momento justo. Cuando siento que la transición me parte en dos. Cuando ya no más tengo miedo, torero sino tengo miedo torero*.



(*) El valor de una coma, cosa de no creer, eh.

2 comentarios:

La lectora dijo...

Llegué hasta aquí desde el blog de frases robadas.
Siempre me gusta leer textos donde se hable del amor a los libros, y en este texto tuyo hay mucho de eso.
Un saludo de otra amante de los libros.

hormiga dijo...

Que lindo ir descubirneod poquto a poco a los escritores de los blogs que sigo, no sabia que querias ser docente (y de literatura). qué lindo!