viernes, febrero 26, 2010

Fui a lo de Dedé después de la librería, primero porque necesitaba provisión de antibióticos y segundo porque empecé a dudar de mi deseo enfermizo de soledad, considerando que mientras mi jefe hacía que no me veía yo me largaba a llorar una y otra vez, el germen de conclusión obvia empezó a crecer con la misma rapidez que el coso que me salió en el brazo y que hizo que requiriera antibióticos.
Estábamos sentadas las cuatro, Dedé, Sol, Genéve y yo. Mientras Sol proponía un domingo de maratón de Volver al futuro e imitaba la cara de Brad Pitt cogiendo por primera vez en Meet Joe Black, Dedé contaba sus peripecias en el centro de terapia ocupacional, donde le hicieron meter la mano en un frasco con porotos de soja. Yo acotaba comentarios de los que siempre meto en las conversaciones y Gen arengaba para que estafáramos a la pizzería que nos había mandado un pedido mucho más generoso que el hecho por nosotras.
Y si bien me sentí un poco al margen al principio, un par de risas -más bien carcajadas- me hicieron volver un poco. Volver a ese lugar que a veces descuido, el de la reunión, y no sólo reunión desde lo más concreto, sino desde otro lado, el de poder compartir un momento, el que sea, sin pretensiones, sin planteos neuróticos. Reírse un rato.
Sol se fue al ensayo -al que yo falté por no poder mover el brazo y sentirme afiebrada-, Gen partió al rato y yo me quedé a solas con Dedé. Después de unos cuantos cigarrillos y una charla sobre las madres, las lunas y la necesidad de terapia, terminé diciéndolo, porque sólo a ella podía confesárselo. Que tal vez mi incapacidad de relacionarme llegó a magnitudes desproporcionadas porque divisé un objeto de potencial afecto. Algo de lo más inocente, pero justamente por esa misma razón, un motivo de temor. Unas ganas genuinas de alguien, de un hombre en particular. Un hombre que me ha hecho reír con todo el cuerpo. Un deseo de lo simple, de recostarme en ese sillón y dejarme ser un rato. Alguien que me gusta.
Saltan las inseguridades, los miedos, las profecías nefastas, pero no pueden contra las ganas, que eclipsan mis pronósticos más desalentadores, esos que suelo tener en la punta de la lengua.
En veinticuatro horas, cambia todo, decido dejarme de romper las pelotas y empezar a disfrutar de esta sensación, esperando que a él le den ganas de compartirla conmigo. Y si no, si no quiere, si no percibe que estoy dispuesta a que me siga haciendo reír y a que me den ganas de abrazarlo mientras le acaricio el pelo, pues mala leche, tengo en claro que la posibilidad de la negativa de su parte existe, pero no me importa. Porque lo que siento -y no lo que pienso, ahí está la gran diferencia gran- es mío. Y se siente de puta madre.

jueves, febrero 25, 2010

Cel: ¿Sabés qué? No estoy como para hablar. Perdoname.
Amigo y consejero: Todo bien. ¿Puedo hacer algo para ayudarte?
Cel: Je, no...
Amigo y consejero: ¿Ataque de minita?
Cel: No. No sé qué es todavía.
Amigo y consejero: Bueno, hablamos en otro momento.



Jefe: ¿Estás llorando, Cele?
Cel: No...
Jefe: Estás llorando.
Cel: Sí...
Jefe: ¿Qué te pasa?
Cel: Eh... nada, que me duele el brazo.
Jefe: ¿En serio no te pasa nada? No te digo para que me cuentes.
Cel: No no, es por el brazo que me duele.



Madre: ¿Venís a cenar hoy?
Cel: No... ya arreglé para hacer otra cosa.



Abuela: ¿Querés pasar hoy? ¿Qué querés que te cocine?
Cel: No puedo, ya arreglé para hacer otra cosa.



mengano dice:
es que sos muy frágil blablabla
me da ternura blablabla
pero tal vez deberías blablabla

Cel dice:
podemos no hablar de esto? me angustia

mengano dice:
es que te quiero, loquita. pero está bien, si te hace mal no hablamos más del asunto, nos callamos.
estás?

Cel aparece como desconectado...



Así están las cosas por el momento.
Es que no me sale otra cosa.
"Esa cabeza tuya" y todas las paráfrasis posibles de tal expresión han sido moneda corriente este último tiempo.

Lo que no se (me) entiende es que yo suelo pasarla bien en el mundo que tiene lugar en mi cabeza. Veintisiete años tardé en armármelo, quedó bastante lindo, a mi modo, claro; como esos personajes de Tim Burton, que son re tiernos, pero son cadáveres.
Hoy es una de esas noches en las que no necesito nada, no quiero nada, a nadie. Veo a la gente y se relacionan, se abrazan, se quieren, se conflictúan unos a otros. Yo no puedo, no me sale, no tengo ganas.
No es una necesidad, ni un mecanismo de defensa. Quiero estar sola. Es un deseo. Una declaración. Un manifiesto.

miércoles, febrero 24, 2010

Sonó el despertador, sufrí, sufrí un poco más y fui para el baño a lavarme y esas cosas. Comí una rodaja de melón y prendí la compu. Respondí unos mails y me preguntaron qué leía cuando tenía trece años. Casi me descompongo, García Márquez, Isabel Allende y poesía de la más cursi y melosa.
Oh por dios, paren las rotativas, me acabo de acordar de lo peor. YO ESCRIBÏA POESÏA A LOS TRECE AÑOS. Pura rima y palabras como "amor" y verbos como "espiar". Porque me gustaba un flaco que estaba en cuarto año y le decían Tango, y usaba gamulán y fumaba y yo me ponía colorada cada vez que lo veía, pero no podía dejar de perseguirlo. Después llegaba a casa, me tiraba en la cama, lloraba contra la almohada y le dedicaba horrendos poemas rimados. Mi mamá me preguntaba qué me pasaba y yo le decía que no entendía geografía, ella respondía "Cele, cualquiera que te haga llorar, no te merece". Lindas enseñanzas las de mi madre, muy profundas y absolutamente útiles para una adolescente que tiene las hormonas alborotadas, se siente el ser más horrible del universo y piensa que un pendejo de 16 años y pelito largo es la cristalización de la belleza más estremecedora.
Al final no me acuerdo cuál era el objetivo de este post, el recuerdo de aquellos años me deprimió.
Me voy a llorarle a la almohada un rato.
Y mientras Sol me contaba de su semana post-ruptura, de cómo no pudo parar de llorar en dos días y acerca de cuánto dolor sentía por haberse separado del amor de su vida, yo me encontré diciéndole que eso del amor de la vida está mal encarado. Que todos pensamos que el amor de la vida es una persona, un otro, le decía. Que si sos una tarada de las que toman daiquiris vas a llamarlo "esa personita especial"; a mí cuando alguien me habla de otra persona y se refiere a ella como "personita especial" me imagino a Corky, la fuerza del cariño, qué quieren que les diga. Pero que bueno, que al final todos terminamos pensando que el amor de la vida es un sujeto que no somos nosotros, que es una bisagra, que marca un antes y un después; pero que no, que el amor de la vida es justamente eso, el amor que uno tiene, que a veces lo comparte con felicidad, otras se vé rechazado por la contraparte y que algunas (cof cof) se lo guarda en un cajón hasta que el clima despeje un poco. Entonces, basta de "el amor de mi vida" porque está siempre ahí, no se agota, a lo sumo se esconde por una temporada. Eso le dije, palabras más palabras menos.
Y Sol sonrío, y quedó re contenta con mi insight.
Y yo también sonreí, hasta que me di cuenta de que no puedo ser tan hipócrita. No tengo derecho a hablar del amor de la vida, ni de ningún tipo de amor.
De todos modos, goal accomplished, Sol se quedó contenta, y yo me vine a mi casa a ver Chasing Amy por millonésima vez.

martes, febrero 23, 2010

Estábamos en el living de la casa de mi amigo y consejero y en el balcón aparecían, de la nada, una mina muy linda, una nenita diminuta también muy bonita y un camarógrafo con cámara al hombro. La cámara tenía un sticker enorme que era onda la mancha de Jugate Conmigo, blanca y tenía escrito en rosa "No te cases, no".
Salíamos al balcón y preguntàbamos qué onda y nos contaban que eran del programa "No te cases, no", que era un reality que buscaba a novias que se casaban por motivos ajenos al amor y las convencían de dejar plantados a los novios en el altar. La chica esta se casaba a pesar de no querer a su novio porque tenía una hijita y necesitaba cierta estabilidad económica. No sé de dónde, me salía un monólogo muy Simone, y la convencía de que no se casara, que ella sola podía, que cómo no confiaba en ella. Después, mi amigo y consejero se quedaba tratando de levantársela y yo me llevaba a la hijita a la cocina, cuando le preguntaba cómo se llamaba me contestaba "Monanda".
- No parece de la edad que tiene, eh.
- Bueh, ¿que te puedo decir yo, que estaba de novia con un pendejo de 22?
- Boluda, este vejete podría ser el padre de tu ex novio.

Así quedé, bastante sonriente por este hombre que no aparenta la edad que tiene, que en este último tiempo me hizo bajar discos increíbles, que vive con tres gatos divinos y tiene un departamento con más guitarras que muebles.
Un pasado grunge de camisas cuadrillé, aunque el pelo largo persiste; qué pelo, ay, qué pelo ese pelo.

lunes, febrero 22, 2010

¿Cuántas veces se puede mirar la misma película?
Acabo de ver Reality Bites, y quién sabe cuántas veces me la vi, de principio a fin, con acompañamiento de bailecito en la escena de la estación de servicio y llanto al final incluídos. Creo que la primera vez fue a los trece o catorce y claro, ¿cómo no querer ser Lelaina a los 23? ¿cómo no querer my own private Troy?

Entonces, son las cinco de la mañana, me tengo que levantar en cuatro horas pero no puedo, no quiero, irme a dormir, porque sé que en el momento en que apague la luz se me va a venir todo encima, como un peso muerto sobre el pecho. Porque es eso, peso muerto, algo que está ahí, desde los trece o catorce y ya no sé cómo manejar. Pero pesa.
No saber cómo hacer y ya no encontrar modos de parafrasear el intento de hacerlo palabra. Como si enunciarlo lo alivianara, como si sirviera de algo. Como si escribiendo pudiera reparar el daño, la torpeza de cometer siempre el mismo error. Siempre. El mismo.
Esas cosas que les pasa a otra gente y a mí nunca, y yo me pongo de al lado de afuera del vidrio y hago como si me estuviera arreglando el pelo con el reflejo pero en realidad todo se torna muy de-chiquilín-te-miraba-de-afuera. Y ese es el problema, que si alguien viniera y me dijera "¿querés pasar?" yo diría que no, que sólo estaba viendo si tenía los pelos demasiado alborotados. Como si me diera vergüenza reconocer que sí, que yo también quiero, pero que siento que no puedo, que es demasiado, que no sé si me lo merezco.
Parece que no necesité apagar la luz para que se viniera todo encima, porque son las cinco y cuarto y estoy llorando mientras tipeo. Porque parece que lo único que puedo hacer últimamente, es eso. Y por últimamente me refiero a los últimos trece años. Desde los trece o catorce hasta ahora. Se acumulan archivos, y posts, y blogs, y mails enviados, y borradores, y cuadernos, y cartas nunca entregadas; eso es lo que tengo. Eso y el peso muerto.
Y a vos, que estás leyendo esto ¿no te cansás de leer lo mismo una y otra vez? ¿no se siente como un deja vu constante? ¿soy sólo yo o es realmente evidente que, por cómo vienen las cosas, el panorama no va a cambiar? Sí, eso, que mañana -o en unas horas- me voy a sentir mejor, que no voy a estar tan hastiada, que voy a ponerme la mascarita carnavalera para salir a hacerme la cancherita por ahí. Y dentro de diez días, o quince, o en un mes, de vuelta con lo mismo; con el yunque en el pecho, la lagrimita fácil y todo el juego de inseguridades, miedos y tropiezos.

En serio, eh ¿cuántas veces se puede mirar la misma película?

domingo, febrero 21, 2010

Cel: Entonces le dije que no podía, porque me había caído y estaba toda lastimada.
Gen: Claro...
Cel: Y me dijo que si me quedaba sola en casa y necesitaba compañía, o algo, cualquier cosa, que le avisara.
Gen: Aaaaw, qué divino.
Cel: Sí, un amor. Pero bueno, estaban acá Ani y Lau, así que no, no necesitaba compañía.
Gen: No la de él...
Cel: Eso mismo. Y después, más tarde lo crucé en el msn y me volvió a decir algo del estilo, que si necesitaba mimos, que se venía; pero como yo no sabía si me iba para lo de Dedé o no, quedé en que le mandaba un texto cualquier cosa.
Gen: Pero acá estás, no fuiste a lo de Dedé.
Cel: No, me quedé mirando unas pelis.
Gen: Es divino ese chico.
Cel: Ya sé, boluda, pero no me gusta. No me gusta. No sé por qué. Me da pena y bronca, pero no va, eh. No va. ¿Sabés qué es lo peor? Que me re gustaría como amigo, ponele. Pero eso no se lo podés decir a alguien que quiere venir un sábado a la noche a tu casa a ver una peli y comer helado y ya te vio en pelotas.
Gen: No, no podés decirle eso, nunca. Ahora... ¿Y si el que te decía de cuidarte era fulanito?
Cel: Ponía la cera a calentar, lo esperaba con un escote hasta el ombligo y me olvidaba de mi rodilla hinchada y el pie torcido.
Si llego a leer de vuelta el artículo "el" delante de la palabra "autoestima", prendo fuego todo.

sábado, febrero 20, 2010

- Y ¿qué quería el tipo? ¿que le dijera que estoy enamorada? Yo qué sé qué me pasa con él.
- Estaba rascando amor.

La conversación -hace dos o tres días- había empezado con la cuestión "Dormir abrazados: ¿mito o realidad?" y bien sabiendo los dos que puede pasar alguna vez pero que es realmente incómodo, mi interlocutor decidió ponerse más polémico y defenestró a la gente que anda por la vida pidiendo abrazos, contó que las últimas chicas con las que había salido hacían cualquier cosa por una muestra de afecto. Al principio me chocó un poco y hasta llegué a pensar que era un mensaje encubierto hacia mí -considerando que recién empezado el año compartimos un par de noches-; junté coraje y le pregunté si yo era una de esas. "Más bien todo lo contrario". Cierto, cierto que yo sí sé que me falta cariño y que me encantaría que viniera en forma de calor humano pero procuro que no se note demasiado, no sea cosa que. No sea cosa que no sé, que me lo den, andá a saber.
También me acordé de un domingo de invierno pero con sol en Plaza Francia, y unas gentes con unos carteles en el pecho que decían "ABRAZOS GRATIS"; recordé mi cara de horror y el desvío que tomé para esquivarlos. Todo esto sin pensarlo, automáticamente. Porque mi mente ya me conoce, no necesita preguntarme qué me parece algo para hacer reaccionar al cuerpo. Cara de horror - disimulá la cara, tarada, que los lentes tapan los ojos pero no la mueca de la boca - ¿izquierda o derecha? - izquierda, aunque haya olor horrible - dale, apurá - ¿abrazos gratis? - de veras, ¿abrazos gratis? - no te la puedo creer, la gente los abraza - ¿por qué alguien se dejaría abrazar por un extraño? - uh, garrapiñada; funciona más o menos así mi cabeza.
Y ayer, mientras nos terminábamos el tinto con el que habíamos acompañado la -¿el?- moussaka, Lau tira esa frase grandiosa, "rascando amor" y de vuelta a debatir.
Porque sí, seré arisca (y acá podría usar el plural de la primera persona, pero no quiero meter a mi amiga en mis declaraciones de exhibicionista empedernida), y pareceré distante y todas esas cosas que me han reclamado, pero -y que quede bien claro- cuando no lo soy, cuando abrazo y me acerco y demuestro es porque estoy segura, porque es real, porque ya no me importa si el otro me devuelve en la misma medida o no, porque ya empecé a querer y me es muy difícil echarme atrás.
Me fui a dormir borracha, pero también bastante amigada conmigo misma.
Las ganas de experimentar gastronomicamente le ganaron al deseo de reclusión y terminé en el supermercado a las puteadas porque no había yogurt natural. Y mejor que no empiece con toda mi diatriba contra el yogurt porque me pudre hasta a mí misma. Pero en serio, che, doscientas clases de yogurt y ni uno natural, sin azucar, sin nada; bueno, uno sí, de la nueva marca que reflotó el envase de vidrio, pero casi que no lo veo, así de escondido estaba, amdrentado por los de su especie con frutas, cereales y demases.
Puse a grillar las berenjenas y corté la cebolla en brunoise -porque después de años de clavarme todo programa de cocina existente, aprendí qué es brunoise-; lavé los champignones, piqué ajo, y blabla, todo lo que decía la receta que me pegué en los azulejos para tener a la altura de los ojos.
Para cuando llegaron Ani y Lau, las berenjenas estaban hechas y sólo faltaba condimentar la carne, echarle caldo y dejar reducir. Curry, pimentón, pimienta y una cosa picante que trajo Lau de Ecuador, todo adentro, a la olla burbujeante que despedía un olor intoxicantemente tentador, o será que para ese momento yo ya estaba muerta de hambre.
Después, a la fuente. Capa de berenjena, capa de carne, capa de berenjena, capa de carne; y así. El último golpe de horno, con un gratinado del bendito yogurt natural y queso.
Hubo aplausos, y no quedó ni para mojar el pancito.

viernes, febrero 19, 2010

Las opciones para el fin de semana son:

1- Hombre bohemio, músico, cuya edad está más cercana a la de mi madre que a la mía. Igual, no parece de la edad que tiene, eh.
Lo vengo bicicleteando desde hace semanas. porque siempre termina surgiendo algo mejor o yo estoy con ataque de minita y me encierro en mi cuarto durante las 48hs del sábado y domingo. Ya me dijo "pendeja, te estoy por mandar a la mierda" y yo, que amo sentirme pendeja, me hice la boba y pedí perdón por enésima vez.

2- Experimentación en cocina étnica con Lau como partenaire. En esta entrega, Moussaka, una receta griega de carne, condimentos, berenjena y gratinado de yogurt. Sí, ya sé, no soy muy buena vendiendo recetas.

3- Ponerme al día con la lectura, lo que me queda de Breaking Bad y todas las pelis que tengo bajadas; en la cama. Dicen que va a llover todo el fin de semana. Debo decir que en este momento es la opción que más me convence.

4- Clase de inglés con bonus track. El chico de ojos increíbles propuso un encuentro para el sábado que todavía no me animé a confirmar o rechazar. Supongo que considerar ir a buscar libros al Parque Rivadavia en vez de aceptarle bonus trackear un buen rato habla bastante de cómo me siento con respecto a la situación con este muchacho

Podría hacer un gran combo. Opción 1 para esta noche del viernes. Opción 4 para tarde del sábado, la 2 para la noche. Y opción 3 para el domingo.
O bien, 2 para hoy a la noche, 4 para la tarde noche del sábado, 1 para el domingo a la noche.
O a la mierda con todo y puro 3, que es lo que más tira

jueves, febrero 18, 2010

"¿No será miedo que tenés a que alguien te guste?".
Alguien me llega a hacer otra más de esas preguntas y me desquicio, están todos avisados.
Yo puedo tener muchos miedos, de hecho, los tengo -si alguien necesita alguno, a mí me sobran bastantes, los guardo en cajas, muy bien conservados-. Pero no puedo tener miedo a que alguien me guste. Así como no puedo rechazar una palta en mi heladera por temor a abrirla, echarle limón, aceite y sal y que me guste, no puedo evitar y poner distancia con alguien porque capaz inconscientemente siento que me puede llegar a gustar y eso me da terror. Alguien me gusta o no me gusta, y no hay más truco. Y hay diferentes instancias en ese gustar, pero no importa de qué categoría se trate, o está o no está, y basta de buscar miedos escondidos para explicar las relaciones entre las personas.
Puedo tener dificultades para demostrar interés, puedo ser torpe al exponer mis intenciones, puedo ser en extremo ñoña e insegura, pero nunca, nunca, evité que alguien me gustara. Es una de las sensaciones más lindas que puedo llegar a registrar. Nunca -N U N C A- evitaría gustar de alguien.
Por eso, basta de esto de que dejo de ver a los muchachos que frecuento "por miedo a que me gusten". Basta. Ni siquiera llego a la instancia del miedo, me aburro antes. O me dejan antes, esa también suele ser una opción.
Y acá nadie habló del amor, eh. El amor es otra cosa. Y yo de eso no hablo, no tengo autoridad. Me faltan juntar unas cuantas millas.
Soñé hace unos días que iba con un pibe a unos videojuegos y me ponía a jugar a uno en el que Kevin Smith mataba a unas hormigas gigantes. Después salíamos del lugar ese y nos paraba la policía, como yo no tenía los documentos encima, el rati -y yo nunca los llamo así, pero en el sueño pensaba "este rati de mierda"- agarraba su placa y me la refregaba por la cara.
Cuando me desperté, pensé que le tenía que contar al pibe en cuestión el sueño, pero me volví a dormir; así que soñé que le contaba y él hacía un análisis medio extraño y bastante acertado.
Cuando volvimos a hablar no le dije nada. La gente se pone rara cuando le decís que estuvieron en tus sueños.

martes, febrero 16, 2010

Hace unas horas acepté que el chico de ojos increíbles fuera mi alumno de inglés. Hace unas horas también, confesó que tal vez, y con fines meramente educativos, lo ideal sería que me agarrara desprevenida mientras cierro la puerta de casa, como para liberar tensiones y poder tener una clase relajada.
Genève se caga de risa y dice que no puedo ser tan caradura, que cómo le voy a cobrar por venir a casa y estamparme contra una pared, pero no, porque la reglamentaria hora de clase se respetará, con o sin agarrada sorpresiva.
Y mientras mi amiga me mira de costado, tan pícara ella, yo... yo pienso que estas situaciones son mi alimento, mi motor; que si tuviera un par de estas situaciones por semana, no necesitaría enamorarme y todas esas cosas y que, probablemente, la pasaría mucho mejor.

lunes, febrero 15, 2010

Me calcé los lentes, y salí a la calle. Qué mediodía hermoso en la calle arbolada. Qué lindo es Villa Urquiza. Qué lindo es coger. Qué lindo, pero qué lindo.
Y qué me importaba San Valentín, qué me importaba que las calles estuvieran llenas de parejitas de la mano. Realmente, no me importaba. "Tomá, Valentín, no necesito estar enamorada ni nada por el estilo para que me chupes un huevo", pensé.
Y así iba, con la sonrisita y los rulos hechos un bardo, metiendo la mano en la cartera para buscar monedas.
Y así iba, sin darme cuenta de que el viento cada vez arremetía con más fuerza.
Despeinándome.
Haciéndome arrepentir de no haber agarrado un saquito la noche anterior.
Subiéndome la pollera hasta la cintura. Exponiendo mi humanidad a los transeúntes villaurquicenses.

Sí, la de bombacha color obispo en la esquina de Mendoza y Triunvirato, era yo, señor/a.

viernes, febrero 12, 2010

Aproveché mi tarde libre para ir a buscar un libro que había comprado por mercado libre -todavía no sé si está bien o mal que use mi herramienta de laburo para comprarle a la competencia, tampoco es que me importe mucho-. Me bajé del subté, sudé las cuadras hasta el lugar en cuestión y me anuncié como la flamante compradora de Todas las familias son psicóticas, de Douglas Coupland. Y en el momento en que lo dije, me di cuenta. El cliché, me convertí en uno.
¿Qué podía comprar una chica como yo, cercana a la trientena, que portaba morral con imagen de una virgen en el frente, sandalias naranjas, auriculares de los que salía Redd Kross, cara de estar hastiada y mirada de por-favor-que-no-sea-siempre-así-todavía-guardo-esperanzas, sino Douglas Coupland?
Y después de atravesar la juventú escapando de caer en alguna de esas pseudo tribus de veinteañeros, me vengo a dar cuenta de que siempre fue así, de que todo este tiempo había formado parte de algo y yo tan pancha, creyéndome especial y única.
El chico me dio mi libro -tapa dura, muy difícil de conseguir, veinte mangos, excelente estado- y me ofreció un par más del mismo autor.

- Aaah, ya los tengo, me falta La vida después de Dios solamente -le dije mientras chusmeaba muy por encima.
-No me digas, lo vendimos hace poquito. Qué pena.
-No hay drama, ya lo conseguí por otro lado.
-Menos mal, me hubiese puesto mal que no leyeras todos los de Coupland.
-Ya lo leí, pero me lo habían prestado. Ahora quiero releerlo y tenerlo.
-Yo no lo lei, ¿qué tal?
-Maravilloso.
-Uh, no lo debería haber vendido. ¿Me lo prestás?
- Jajaja...

Entonces lo miré, prestando atención, y lo pude ver claramente, él también formaba parte de este grupo. Claro que no llevaba morral con virgen sino chomba a rayas de feria americana y bigotes de estudiante de Ciencia Política.
Pagué, me quedé sin ver el resto de las libros y enfilé ligero para Acoyte.
Volvieron.
No, no mis ganas de vivir. (Aunque estoy casi segura de que este desgano es presión baja)
Los comentarios.
La mañana empezó bien, una mañana más. Snoozeé hasta el límite, me bañé, comí un durazno, me vine para la librería, todo normal; la rutina del 36, bajarme en Charcas, hacer siempre el mismo camino, este día en particular con Eddie Vedder de fondo.
Pero en el momento en que mi jefe me dijo "me voy para casa, vuelvo en unas horas" y se fue, un vacío. Ni tristeza, ni angustia, la nada. Ganas de la nada; de despertarme y que ya sea marzo, para tener que trabajar 11 horas por día y no tener tiempo de pensar en nada. Abulia.
Y cuando estaba por mandarle un mail a mi amigo y consejero para contarle que ayer a la noche fui a ver la de Benicio del Toro haciendo de hombre lobo y me quedé completamente dormida en la butaca, un mail en la bandeja de entrada. Hoy se suspenden las clases del profesorado por falta de agua.
Salgo del trabajo a las cinco de la tarde y ¿qué hago? ¿qué hago con esta apatía y una tarde libre?
De veras, ¿qué hago?