lunes, julio 12, 2010

Dormí ocho horas. En esas ocho horas tuve tres sueños con introducción, nudo y desenlace. Porque acá se sueña prolijo, nada de andar confundiéndose o saltar de un escenario a otro sin la transición pertinente; a nivel contenido, lo que se te cante, pero si hablamos de forma, orden, yo necesito orden. Tres sueños diferentes con tres tipos diferentes.
En el primero, LlaveInglesa me dejaba plantada; been there. Claro que lo perdonaba; done that. En el segundo negociaba por msn con uno que todavía no conozco. Él quería ir a El Imaginario y yo a La Subasta. Al final terminábamos discutiendo porque yo le avisaba que no iba a dejar que me pagara nada. El tercero fue el más real, con más texturas. Estaba en mi cuarto, metida debajo de las frazadas, apenas entraba luz de afuera y cuando miraba a los pies de la cama veía el contorno de un hombre. Era el tipo este, que es lo más, pero, pequeño detalle, desaparece cuando se le canta. "¿Volvió a aparecer?" me preguntaba yo mientras él me mostraba un collage que me había traído y pegado en la pared. Tenía unas letras enormes que formaban una frase, pero como estábamos en el medio de la penumbra, sólo podía leer una palabra: "paz". Le pedía que se metiera conmigo en la cama, porque afuera hacía frío. Mientras miraba su figura desvestirse me moría de ganas de tocarlo. Evoco la imagen y juro que siento las ganas en las manos. Después, juntos, casi pegados, adivinando los gestos del otro a pesar de la poca luz que entraba y yo que no podía dejar de acariciarle la cara.
Me despertó el timbre del teléfono y después de gruñirle al vendedor de telecentro -me quería ofrecer no sé qué-, me angustié. No había nadie más en mi cama, nadie a quien tocar. En la pared, en vez del collage con la frase misteriosa estaba el cuadro que Flor pintó pensando en Nico y en mí -tengo que sacar ese cuadro con urgencia-. Y las ganas que no se van.

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