lunes, noviembre 16, 2009

Semana jodida. Toma 1.

Empezó con Plutón llevándose por delante un vaso con licuado de durazno y naranja que acababa de apoyar. Sí, en el suelo lo acababa de apoyar, pero es mi suelo, hago lo que se me canta en mi suelo. En el momento que pegué un grito de furia contenida corroboré lo que había estado pensando antes de dormir. Eso, que esta va a ser una semana de mierda, que siempre pasa lo mismo antes de cumplir años. Que es porque me agarran unas conjunciones jodidísimas con mi sol en tránsito y no me dan ganas de evitarlo.
Me siento cómoda enojándome, pegando gritos y llorando sin motivos; y que no me rompan las pelotas, que yo no le rompo las pelotas a nadie; me tomo el tiempo y pongo la energía necesaria para no romperle las pelotas a la gente. Están todos siempre avisados de antemano cuando estoy así. Cuando no quiero hablar, no hablo. Cuando digo que no quiero festejar, no festejo, me chupa un huevo que caiga sábado y que los sàbados haya que hacer algo. No quiero ver a nadie, no quiero hablar con nadie, no quiero solidarizarme con nadie. No quiero compartir, ni repartir ni dirigirle la mirada a nadie. No quiero que me toquen, ni abrazos, ni saludos desganados, ni de los otros. No quiero nada. Quiero estar sola. Absolutamente sola.
Siguió con subirme al 42 y ponerme a llorar detrás de los lentes, secándome las lágrimas disimuladamente mientras hacía que leía un libro. Y no, no estoy premenstrual. Estoy triste. No es necesario tener un desorden hormonal para ponerse a llorar en cualquier lado; bueno, capaz que sí, no me importa. Entonces, en el medio de mi lagrimeo patético, la veo subirse al colectivo. Mi prima Eugenia, a quien vi por última vez hace diez años. Teñida de rubia, vestida de clase media pretenciosa, con su madre a la derecha, esa vieja con cara de avinagrada que se piensa que es Susana Gimenez, o alguno de esos arquetipos de lo grasa que tienen como modelo. El rubio de mi prima me da más ganas de llorar aún, así que escondo la cabeza detrás del libro y me entrego a esa mezcla de impotencia por no poder ni siquiera llorar en el colectivo y asombro por la serie de improperios que van surgiendo a partir de las grenchas y las cejas horribles de mi prima. Probablemente me hayan visto, esconderme detrás de un libro que dice ENORME "Seminarios de astrología psicológica" no podría ponerme más en evidencia. No puedo ser más hija de mi madre. Igual, me chupa un huevo. Hoy no es día para sacarse los lentes en el medio del 42 y mostrar los ojos hinchados.
Después un poco de llanto en la librería, una propuesta de festejar mi cumpleaños de a dos que casi me tienta, una discusión acerca de si cruzarse de brazos después de garchar es una falta de respeto o no -llegamos a una conclusión, sí, es una tremenda falta de respeto- y un malhumor que me llena el cuerpo; que me hace no tener sueño a pesar de haber dormido un par de horas; que me energiza de la peor manera posible y que me pone en la punta de la lengua frases de lo más crueles. Así que me muerdo los labios, me callo la boca y escribo esto.

4 comentarios:

Diego dijo...

Que extraño....mis semanas de mierda son siempre cuando menos me las espero.... Solo creo que si te pones en esa pose, esperas que pase algo para decir "no te dije? es una semana de mierda!!"...
Estimada, paciencia, entonces..
Eso que siempre rezan que uno debe tener pero no dicen como hacer...
Actualice el listado de libros y pelis en el mes en curso y una receta de un gran amigo en epocas como estas: H.P.P..... (Helado, Porro y Paja, con perdon por la expresion)

Cel dijo...

Sí, estoy re en pose, lo sé. Igual, ya han sucedido cosas que hicieron retroceder a Semana Jodida un par de casilleros.
HPP es un clásico de la casa, es lo que me hace poder llevar el día a día, para Semana Jodida necesito artillería pesada.

Anónimo dijo...

yo me cagué

Amarula dijo...

Cruzarse los brazos es una tremenda falta de respeto. Más si se pone en el otro extremo de la cama. Más si coloca el cenicero en el medio.