viernes, febrero 26, 2010

Fui a lo de Dedé después de la librería, primero porque necesitaba provisión de antibióticos y segundo porque empecé a dudar de mi deseo enfermizo de soledad, considerando que mientras mi jefe hacía que no me veía yo me largaba a llorar una y otra vez, el germen de conclusión obvia empezó a crecer con la misma rapidez que el coso que me salió en el brazo y que hizo que requiriera antibióticos.
Estábamos sentadas las cuatro, Dedé, Sol, Genéve y yo. Mientras Sol proponía un domingo de maratón de Volver al futuro e imitaba la cara de Brad Pitt cogiendo por primera vez en Meet Joe Black, Dedé contaba sus peripecias en el centro de terapia ocupacional, donde le hicieron meter la mano en un frasco con porotos de soja. Yo acotaba comentarios de los que siempre meto en las conversaciones y Gen arengaba para que estafáramos a la pizzería que nos había mandado un pedido mucho más generoso que el hecho por nosotras.
Y si bien me sentí un poco al margen al principio, un par de risas -más bien carcajadas- me hicieron volver un poco. Volver a ese lugar que a veces descuido, el de la reunión, y no sólo reunión desde lo más concreto, sino desde otro lado, el de poder compartir un momento, el que sea, sin pretensiones, sin planteos neuróticos. Reírse un rato.
Sol se fue al ensayo -al que yo falté por no poder mover el brazo y sentirme afiebrada-, Gen partió al rato y yo me quedé a solas con Dedé. Después de unos cuantos cigarrillos y una charla sobre las madres, las lunas y la necesidad de terapia, terminé diciéndolo, porque sólo a ella podía confesárselo. Que tal vez mi incapacidad de relacionarme llegó a magnitudes desproporcionadas porque divisé un objeto de potencial afecto. Algo de lo más inocente, pero justamente por esa misma razón, un motivo de temor. Unas ganas genuinas de alguien, de un hombre en particular. Un hombre que me ha hecho reír con todo el cuerpo. Un deseo de lo simple, de recostarme en ese sillón y dejarme ser un rato. Alguien que me gusta.
Saltan las inseguridades, los miedos, las profecías nefastas, pero no pueden contra las ganas, que eclipsan mis pronósticos más desalentadores, esos que suelo tener en la punta de la lengua.
En veinticuatro horas, cambia todo, decido dejarme de romper las pelotas y empezar a disfrutar de esta sensación, esperando que a él le den ganas de compartirla conmigo. Y si no, si no quiere, si no percibe que estoy dispuesta a que me siga haciendo reír y a que me den ganas de abrazarlo mientras le acaricio el pelo, pues mala leche, tengo en claro que la posibilidad de la negativa de su parte existe, pero no me importa. Porque lo que siento -y no lo que pienso, ahí está la gran diferencia gran- es mío. Y se siente de puta madre.

jueves, febrero 25, 2010

Cel: ¿Sabés qué? No estoy como para hablar. Perdoname.
Amigo y consejero: Todo bien. ¿Puedo hacer algo para ayudarte?
Cel: Je, no...
Amigo y consejero: ¿Ataque de minita?
Cel: No. No sé qué es todavía.
Amigo y consejero: Bueno, hablamos en otro momento.



Jefe: ¿Estás llorando, Cele?
Cel: No...
Jefe: Estás llorando.
Cel: Sí...
Jefe: ¿Qué te pasa?
Cel: Eh... nada, que me duele el brazo.
Jefe: ¿En serio no te pasa nada? No te digo para que me cuentes.
Cel: No no, es por el brazo que me duele.



Madre: ¿Venís a cenar hoy?
Cel: No... ya arreglé para hacer otra cosa.



Abuela: ¿Querés pasar hoy? ¿Qué querés que te cocine?
Cel: No puedo, ya arreglé para hacer otra cosa.



mengano dice:
es que sos muy frágil blablabla
me da ternura blablabla
pero tal vez deberías blablabla

Cel dice:
podemos no hablar de esto? me angustia

mengano dice:
es que te quiero, loquita. pero está bien, si te hace mal no hablamos más del asunto, nos callamos.
estás?

Cel aparece como desconectado...



Así están las cosas por el momento.
Es que no me sale otra cosa.
"Esa cabeza tuya" y todas las paráfrasis posibles de tal expresión han sido moneda corriente este último tiempo.

Lo que no se (me) entiende es que yo suelo pasarla bien en el mundo que tiene lugar en mi cabeza. Veintisiete años tardé en armármelo, quedó bastante lindo, a mi modo, claro; como esos personajes de Tim Burton, que son re tiernos, pero son cadáveres.
Hoy es una de esas noches en las que no necesito nada, no quiero nada, a nadie. Veo a la gente y se relacionan, se abrazan, se quieren, se conflictúan unos a otros. Yo no puedo, no me sale, no tengo ganas.
No es una necesidad, ni un mecanismo de defensa. Quiero estar sola. Es un deseo. Una declaración. Un manifiesto.

miércoles, febrero 24, 2010

Sonó el despertador, sufrí, sufrí un poco más y fui para el baño a lavarme y esas cosas. Comí una rodaja de melón y prendí la compu. Respondí unos mails y me preguntaron qué leía cuando tenía trece años. Casi me descompongo, García Márquez, Isabel Allende y poesía de la más cursi y melosa.
Oh por dios, paren las rotativas, me acabo de acordar de lo peor. YO ESCRIBÏA POESÏA A LOS TRECE AÑOS. Pura rima y palabras como "amor" y verbos como "espiar". Porque me gustaba un flaco que estaba en cuarto año y le decían Tango, y usaba gamulán y fumaba y yo me ponía colorada cada vez que lo veía, pero no podía dejar de perseguirlo. Después llegaba a casa, me tiraba en la cama, lloraba contra la almohada y le dedicaba horrendos poemas rimados. Mi mamá me preguntaba qué me pasaba y yo le decía que no entendía geografía, ella respondía "Cele, cualquiera que te haga llorar, no te merece". Lindas enseñanzas las de mi madre, muy profundas y absolutamente útiles para una adolescente que tiene las hormonas alborotadas, se siente el ser más horrible del universo y piensa que un pendejo de 16 años y pelito largo es la cristalización de la belleza más estremecedora.
Al final no me acuerdo cuál era el objetivo de este post, el recuerdo de aquellos años me deprimió.
Me voy a llorarle a la almohada un rato.
Y mientras Sol me contaba de su semana post-ruptura, de cómo no pudo parar de llorar en dos días y acerca de cuánto dolor sentía por haberse separado del amor de su vida, yo me encontré diciéndole que eso del amor de la vida está mal encarado. Que todos pensamos que el amor de la vida es una persona, un otro, le decía. Que si sos una tarada de las que toman daiquiris vas a llamarlo "esa personita especial"; a mí cuando alguien me habla de otra persona y se refiere a ella como "personita especial" me imagino a Corky, la fuerza del cariño, qué quieren que les diga. Pero que bueno, que al final todos terminamos pensando que el amor de la vida es un sujeto que no somos nosotros, que es una bisagra, que marca un antes y un después; pero que no, que el amor de la vida es justamente eso, el amor que uno tiene, que a veces lo comparte con felicidad, otras se vé rechazado por la contraparte y que algunas (cof cof) se lo guarda en un cajón hasta que el clima despeje un poco. Entonces, basta de "el amor de mi vida" porque está siempre ahí, no se agota, a lo sumo se esconde por una temporada. Eso le dije, palabras más palabras menos.
Y Sol sonrío, y quedó re contenta con mi insight.
Y yo también sonreí, hasta que me di cuenta de que no puedo ser tan hipócrita. No tengo derecho a hablar del amor de la vida, ni de ningún tipo de amor.
De todos modos, goal accomplished, Sol se quedó contenta, y yo me vine a mi casa a ver Chasing Amy por millonésima vez.

martes, febrero 23, 2010

Estábamos en el living de la casa de mi amigo y consejero y en el balcón aparecían, de la nada, una mina muy linda, una nenita diminuta también muy bonita y un camarógrafo con cámara al hombro. La cámara tenía un sticker enorme que era onda la mancha de Jugate Conmigo, blanca y tenía escrito en rosa "No te cases, no".
Salíamos al balcón y preguntàbamos qué onda y nos contaban que eran del programa "No te cases, no", que era un reality que buscaba a novias que se casaban por motivos ajenos al amor y las convencían de dejar plantados a los novios en el altar. La chica esta se casaba a pesar de no querer a su novio porque tenía una hijita y necesitaba cierta estabilidad económica. No sé de dónde, me salía un monólogo muy Simone, y la convencía de que no se casara, que ella sola podía, que cómo no confiaba en ella. Después, mi amigo y consejero se quedaba tratando de levantársela y yo me llevaba a la hijita a la cocina, cuando le preguntaba cómo se llamaba me contestaba "Monanda".
- No parece de la edad que tiene, eh.
- Bueh, ¿que te puedo decir yo, que estaba de novia con un pendejo de 22?
- Boluda, este vejete podría ser el padre de tu ex novio.

Así quedé, bastante sonriente por este hombre que no aparenta la edad que tiene, que en este último tiempo me hizo bajar discos increíbles, que vive con tres gatos divinos y tiene un departamento con más guitarras que muebles.
Un pasado grunge de camisas cuadrillé, aunque el pelo largo persiste; qué pelo, ay, qué pelo ese pelo.

lunes, febrero 22, 2010

¿Cuántas veces se puede mirar la misma película?
Acabo de ver Reality Bites, y quién sabe cuántas veces me la vi, de principio a fin, con acompañamiento de bailecito en la escena de la estación de servicio y llanto al final incluídos. Creo que la primera vez fue a los trece o catorce y claro, ¿cómo no querer ser Lelaina a los 23? ¿cómo no querer my own private Troy?

Entonces, son las cinco de la mañana, me tengo que levantar en cuatro horas pero no puedo, no quiero, irme a dormir, porque sé que en el momento en que apague la luz se me va a venir todo encima, como un peso muerto sobre el pecho. Porque es eso, peso muerto, algo que está ahí, desde los trece o catorce y ya no sé cómo manejar. Pero pesa.
No saber cómo hacer y ya no encontrar modos de parafrasear el intento de hacerlo palabra. Como si enunciarlo lo alivianara, como si sirviera de algo. Como si escribiendo pudiera reparar el daño, la torpeza de cometer siempre el mismo error. Siempre. El mismo.
Esas cosas que les pasa a otra gente y a mí nunca, y yo me pongo de al lado de afuera del vidrio y hago como si me estuviera arreglando el pelo con el reflejo pero en realidad todo se torna muy de-chiquilín-te-miraba-de-afuera. Y ese es el problema, que si alguien viniera y me dijera "¿querés pasar?" yo diría que no, que sólo estaba viendo si tenía los pelos demasiado alborotados. Como si me diera vergüenza reconocer que sí, que yo también quiero, pero que siento que no puedo, que es demasiado, que no sé si me lo merezco.
Parece que no necesité apagar la luz para que se viniera todo encima, porque son las cinco y cuarto y estoy llorando mientras tipeo. Porque parece que lo único que puedo hacer últimamente, es eso. Y por últimamente me refiero a los últimos trece años. Desde los trece o catorce hasta ahora. Se acumulan archivos, y posts, y blogs, y mails enviados, y borradores, y cuadernos, y cartas nunca entregadas; eso es lo que tengo. Eso y el peso muerto.
Y a vos, que estás leyendo esto ¿no te cansás de leer lo mismo una y otra vez? ¿no se siente como un deja vu constante? ¿soy sólo yo o es realmente evidente que, por cómo vienen las cosas, el panorama no va a cambiar? Sí, eso, que mañana -o en unas horas- me voy a sentir mejor, que no voy a estar tan hastiada, que voy a ponerme la mascarita carnavalera para salir a hacerme la cancherita por ahí. Y dentro de diez días, o quince, o en un mes, de vuelta con lo mismo; con el yunque en el pecho, la lagrimita fácil y todo el juego de inseguridades, miedos y tropiezos.

En serio, eh ¿cuántas veces se puede mirar la misma película?

domingo, febrero 21, 2010

Cel: Entonces le dije que no podía, porque me había caído y estaba toda lastimada.
Gen: Claro...
Cel: Y me dijo que si me quedaba sola en casa y necesitaba compañía, o algo, cualquier cosa, que le avisara.
Gen: Aaaaw, qué divino.
Cel: Sí, un amor. Pero bueno, estaban acá Ani y Lau, así que no, no necesitaba compañía.
Gen: No la de él...
Cel: Eso mismo. Y después, más tarde lo crucé en el msn y me volvió a decir algo del estilo, que si necesitaba mimos, que se venía; pero como yo no sabía si me iba para lo de Dedé o no, quedé en que le mandaba un texto cualquier cosa.
Gen: Pero acá estás, no fuiste a lo de Dedé.
Cel: No, me quedé mirando unas pelis.
Gen: Es divino ese chico.
Cel: Ya sé, boluda, pero no me gusta. No me gusta. No sé por qué. Me da pena y bronca, pero no va, eh. No va. ¿Sabés qué es lo peor? Que me re gustaría como amigo, ponele. Pero eso no se lo podés decir a alguien que quiere venir un sábado a la noche a tu casa a ver una peli y comer helado y ya te vio en pelotas.
Gen: No, no podés decirle eso, nunca. Ahora... ¿Y si el que te decía de cuidarte era fulanito?
Cel: Ponía la cera a calentar, lo esperaba con un escote hasta el ombligo y me olvidaba de mi rodilla hinchada y el pie torcido.
Si llego a leer de vuelta el artículo "el" delante de la palabra "autoestima", prendo fuego todo.

sábado, febrero 20, 2010

- Y ¿qué quería el tipo? ¿que le dijera que estoy enamorada? Yo qué sé qué me pasa con él.
- Estaba rascando amor.

La conversación -hace dos o tres días- había empezado con la cuestión "Dormir abrazados: ¿mito o realidad?" y bien sabiendo los dos que puede pasar alguna vez pero que es realmente incómodo, mi interlocutor decidió ponerse más polémico y defenestró a la gente que anda por la vida pidiendo abrazos, contó que las últimas chicas con las que había salido hacían cualquier cosa por una muestra de afecto. Al principio me chocó un poco y hasta llegué a pensar que era un mensaje encubierto hacia mí -considerando que recién empezado el año compartimos un par de noches-; junté coraje y le pregunté si yo era una de esas. "Más bien todo lo contrario". Cierto, cierto que yo sí sé que me falta cariño y que me encantaría que viniera en forma de calor humano pero procuro que no se note demasiado, no sea cosa que. No sea cosa que no sé, que me lo den, andá a saber.
También me acordé de un domingo de invierno pero con sol en Plaza Francia, y unas gentes con unos carteles en el pecho que decían "ABRAZOS GRATIS"; recordé mi cara de horror y el desvío que tomé para esquivarlos. Todo esto sin pensarlo, automáticamente. Porque mi mente ya me conoce, no necesita preguntarme qué me parece algo para hacer reaccionar al cuerpo. Cara de horror - disimulá la cara, tarada, que los lentes tapan los ojos pero no la mueca de la boca - ¿izquierda o derecha? - izquierda, aunque haya olor horrible - dale, apurá - ¿abrazos gratis? - de veras, ¿abrazos gratis? - no te la puedo creer, la gente los abraza - ¿por qué alguien se dejaría abrazar por un extraño? - uh, garrapiñada; funciona más o menos así mi cabeza.
Y ayer, mientras nos terminábamos el tinto con el que habíamos acompañado la -¿el?- moussaka, Lau tira esa frase grandiosa, "rascando amor" y de vuelta a debatir.
Porque sí, seré arisca (y acá podría usar el plural de la primera persona, pero no quiero meter a mi amiga en mis declaraciones de exhibicionista empedernida), y pareceré distante y todas esas cosas que me han reclamado, pero -y que quede bien claro- cuando no lo soy, cuando abrazo y me acerco y demuestro es porque estoy segura, porque es real, porque ya no me importa si el otro me devuelve en la misma medida o no, porque ya empecé a querer y me es muy difícil echarme atrás.
Me fui a dormir borracha, pero también bastante amigada conmigo misma.
Las ganas de experimentar gastronomicamente le ganaron al deseo de reclusión y terminé en el supermercado a las puteadas porque no había yogurt natural. Y mejor que no empiece con toda mi diatriba contra el yogurt porque me pudre hasta a mí misma. Pero en serio, che, doscientas clases de yogurt y ni uno natural, sin azucar, sin nada; bueno, uno sí, de la nueva marca que reflotó el envase de vidrio, pero casi que no lo veo, así de escondido estaba, amdrentado por los de su especie con frutas, cereales y demases.
Puse a grillar las berenjenas y corté la cebolla en brunoise -porque después de años de clavarme todo programa de cocina existente, aprendí qué es brunoise-; lavé los champignones, piqué ajo, y blabla, todo lo que decía la receta que me pegué en los azulejos para tener a la altura de los ojos.
Para cuando llegaron Ani y Lau, las berenjenas estaban hechas y sólo faltaba condimentar la carne, echarle caldo y dejar reducir. Curry, pimentón, pimienta y una cosa picante que trajo Lau de Ecuador, todo adentro, a la olla burbujeante que despedía un olor intoxicantemente tentador, o será que para ese momento yo ya estaba muerta de hambre.
Después, a la fuente. Capa de berenjena, capa de carne, capa de berenjena, capa de carne; y así. El último golpe de horno, con un gratinado del bendito yogurt natural y queso.
Hubo aplausos, y no quedó ni para mojar el pancito.

viernes, febrero 19, 2010

Las opciones para el fin de semana son:

1- Hombre bohemio, músico, cuya edad está más cercana a la de mi madre que a la mía. Igual, no parece de la edad que tiene, eh.
Lo vengo bicicleteando desde hace semanas. porque siempre termina surgiendo algo mejor o yo estoy con ataque de minita y me encierro en mi cuarto durante las 48hs del sábado y domingo. Ya me dijo "pendeja, te estoy por mandar a la mierda" y yo, que amo sentirme pendeja, me hice la boba y pedí perdón por enésima vez.

2- Experimentación en cocina étnica con Lau como partenaire. En esta entrega, Moussaka, una receta griega de carne, condimentos, berenjena y gratinado de yogurt. Sí, ya sé, no soy muy buena vendiendo recetas.

3- Ponerme al día con la lectura, lo que me queda de Breaking Bad y todas las pelis que tengo bajadas; en la cama. Dicen que va a llover todo el fin de semana. Debo decir que en este momento es la opción que más me convence.

4- Clase de inglés con bonus track. El chico de ojos increíbles propuso un encuentro para el sábado que todavía no me animé a confirmar o rechazar. Supongo que considerar ir a buscar libros al Parque Rivadavia en vez de aceptarle bonus trackear un buen rato habla bastante de cómo me siento con respecto a la situación con este muchacho

Podría hacer un gran combo. Opción 1 para esta noche del viernes. Opción 4 para tarde del sábado, la 2 para la noche. Y opción 3 para el domingo.
O bien, 2 para hoy a la noche, 4 para la tarde noche del sábado, 1 para el domingo a la noche.
O a la mierda con todo y puro 3, que es lo que más tira

jueves, febrero 18, 2010

"¿No será miedo que tenés a que alguien te guste?".
Alguien me llega a hacer otra más de esas preguntas y me desquicio, están todos avisados.
Yo puedo tener muchos miedos, de hecho, los tengo -si alguien necesita alguno, a mí me sobran bastantes, los guardo en cajas, muy bien conservados-. Pero no puedo tener miedo a que alguien me guste. Así como no puedo rechazar una palta en mi heladera por temor a abrirla, echarle limón, aceite y sal y que me guste, no puedo evitar y poner distancia con alguien porque capaz inconscientemente siento que me puede llegar a gustar y eso me da terror. Alguien me gusta o no me gusta, y no hay más truco. Y hay diferentes instancias en ese gustar, pero no importa de qué categoría se trate, o está o no está, y basta de buscar miedos escondidos para explicar las relaciones entre las personas.
Puedo tener dificultades para demostrar interés, puedo ser torpe al exponer mis intenciones, puedo ser en extremo ñoña e insegura, pero nunca, nunca, evité que alguien me gustara. Es una de las sensaciones más lindas que puedo llegar a registrar. Nunca -N U N C A- evitaría gustar de alguien.
Por eso, basta de esto de que dejo de ver a los muchachos que frecuento "por miedo a que me gusten". Basta. Ni siquiera llego a la instancia del miedo, me aburro antes. O me dejan antes, esa también suele ser una opción.
Y acá nadie habló del amor, eh. El amor es otra cosa. Y yo de eso no hablo, no tengo autoridad. Me faltan juntar unas cuantas millas.
Soñé hace unos días que iba con un pibe a unos videojuegos y me ponía a jugar a uno en el que Kevin Smith mataba a unas hormigas gigantes. Después salíamos del lugar ese y nos paraba la policía, como yo no tenía los documentos encima, el rati -y yo nunca los llamo así, pero en el sueño pensaba "este rati de mierda"- agarraba su placa y me la refregaba por la cara.
Cuando me desperté, pensé que le tenía que contar al pibe en cuestión el sueño, pero me volví a dormir; así que soñé que le contaba y él hacía un análisis medio extraño y bastante acertado.
Cuando volvimos a hablar no le dije nada. La gente se pone rara cuando le decís que estuvieron en tus sueños.

martes, febrero 16, 2010

Hace unas horas acepté que el chico de ojos increíbles fuera mi alumno de inglés. Hace unas horas también, confesó que tal vez, y con fines meramente educativos, lo ideal sería que me agarrara desprevenida mientras cierro la puerta de casa, como para liberar tensiones y poder tener una clase relajada.
Genève se caga de risa y dice que no puedo ser tan caradura, que cómo le voy a cobrar por venir a casa y estamparme contra una pared, pero no, porque la reglamentaria hora de clase se respetará, con o sin agarrada sorpresiva.
Y mientras mi amiga me mira de costado, tan pícara ella, yo... yo pienso que estas situaciones son mi alimento, mi motor; que si tuviera un par de estas situaciones por semana, no necesitaría enamorarme y todas esas cosas y que, probablemente, la pasaría mucho mejor.

lunes, febrero 15, 2010

Me calcé los lentes, y salí a la calle. Qué mediodía hermoso en la calle arbolada. Qué lindo es Villa Urquiza. Qué lindo es coger. Qué lindo, pero qué lindo.
Y qué me importaba San Valentín, qué me importaba que las calles estuvieran llenas de parejitas de la mano. Realmente, no me importaba. "Tomá, Valentín, no necesito estar enamorada ni nada por el estilo para que me chupes un huevo", pensé.
Y así iba, con la sonrisita y los rulos hechos un bardo, metiendo la mano en la cartera para buscar monedas.
Y así iba, sin darme cuenta de que el viento cada vez arremetía con más fuerza.
Despeinándome.
Haciéndome arrepentir de no haber agarrado un saquito la noche anterior.
Subiéndome la pollera hasta la cintura. Exponiendo mi humanidad a los transeúntes villaurquicenses.

Sí, la de bombacha color obispo en la esquina de Mendoza y Triunvirato, era yo, señor/a.

viernes, febrero 12, 2010

Aproveché mi tarde libre para ir a buscar un libro que había comprado por mercado libre -todavía no sé si está bien o mal que use mi herramienta de laburo para comprarle a la competencia, tampoco es que me importe mucho-. Me bajé del subté, sudé las cuadras hasta el lugar en cuestión y me anuncié como la flamante compradora de Todas las familias son psicóticas, de Douglas Coupland. Y en el momento en que lo dije, me di cuenta. El cliché, me convertí en uno.
¿Qué podía comprar una chica como yo, cercana a la trientena, que portaba morral con imagen de una virgen en el frente, sandalias naranjas, auriculares de los que salía Redd Kross, cara de estar hastiada y mirada de por-favor-que-no-sea-siempre-así-todavía-guardo-esperanzas, sino Douglas Coupland?
Y después de atravesar la juventú escapando de caer en alguna de esas pseudo tribus de veinteañeros, me vengo a dar cuenta de que siempre fue así, de que todo este tiempo había formado parte de algo y yo tan pancha, creyéndome especial y única.
El chico me dio mi libro -tapa dura, muy difícil de conseguir, veinte mangos, excelente estado- y me ofreció un par más del mismo autor.

- Aaah, ya los tengo, me falta La vida después de Dios solamente -le dije mientras chusmeaba muy por encima.
-No me digas, lo vendimos hace poquito. Qué pena.
-No hay drama, ya lo conseguí por otro lado.
-Menos mal, me hubiese puesto mal que no leyeras todos los de Coupland.
-Ya lo leí, pero me lo habían prestado. Ahora quiero releerlo y tenerlo.
-Yo no lo lei, ¿qué tal?
-Maravilloso.
-Uh, no lo debería haber vendido. ¿Me lo prestás?
- Jajaja...

Entonces lo miré, prestando atención, y lo pude ver claramente, él también formaba parte de este grupo. Claro que no llevaba morral con virgen sino chomba a rayas de feria americana y bigotes de estudiante de Ciencia Política.
Pagué, me quedé sin ver el resto de las libros y enfilé ligero para Acoyte.
Volvieron.
No, no mis ganas de vivir. (Aunque estoy casi segura de que este desgano es presión baja)
Los comentarios.
La mañana empezó bien, una mañana más. Snoozeé hasta el límite, me bañé, comí un durazno, me vine para la librería, todo normal; la rutina del 36, bajarme en Charcas, hacer siempre el mismo camino, este día en particular con Eddie Vedder de fondo.
Pero en el momento en que mi jefe me dijo "me voy para casa, vuelvo en unas horas" y se fue, un vacío. Ni tristeza, ni angustia, la nada. Ganas de la nada; de despertarme y que ya sea marzo, para tener que trabajar 11 horas por día y no tener tiempo de pensar en nada. Abulia.
Y cuando estaba por mandarle un mail a mi amigo y consejero para contarle que ayer a la noche fui a ver la de Benicio del Toro haciendo de hombre lobo y me quedé completamente dormida en la butaca, un mail en la bandeja de entrada. Hoy se suspenden las clases del profesorado por falta de agua.
Salgo del trabajo a las cinco de la tarde y ¿qué hago? ¿qué hago con esta apatía y una tarde libre?
De veras, ¿qué hago?
Estoy teniendo una de esas conversaciones en las que no me importa nada y me sincero, me libero, me aliviano.
Claro que es con alguien que me chupa un huevo.
Pero nos vamos acercando, capaz la próxima soy sincera en una situación que lo amerite y todo.

jueves, febrero 11, 2010

Bueno, yo le hablo, qué tanto. ¿Y qué le digo? No voy a empezar con "hola", si empiezo con "hola" me va a preguntar cómo anda, y yo también, y nos vamos a contar cómo andamos, nos vamos a ir por las ramas y no le voy a poder decir nada. Pero si él no me dijo nada hasta ahora, es porque no quiere. O capaz no me dijo nada porque no se anima.
Mirá si serás pelotuda, qué no se va a animar, si no te dijo nada hasta ahora es porque no quiere verte y listo.
¿Entonces qué? yo quiero ver a alguien pero como ese alguien no da él el primer paso, yo me quedo en el molde, ¿no? ¿Así funciona esto? Esperar eternamente el deseo del otro, mirar fijo un monitor o un teléfono; divino, esto de relacionarse con el sexo opuesto es un viaje emocionante de los que no hay. Yo le hablo y se va todo al carajo, por lo menos, defino, me saco la duda.
Va a pensar que estás desesperada y va a perder el interés. Son las reglas, chiquita.
Me cago en las reglas. Le voy a decir que aunque el benemérito manual de señoritas que no se arrastran no permite que haga bandera de mi deseo de desnudarlo de a poquito, soy una rebelde con serios problemas ante la autoridad. Que él se fije si quiere dejarse manosear un rato y me lo comunique.
¿Eso vas a decir? Es una pelotudez atómica.
Eso le voy a decir.

Ahí se cortó la conexión, cuando volvió, ya no estaba conectado.
Me cago en las señales.

miércoles, febrero 10, 2010

Genève vino hace un par de días con una propuesta de lo más interesante, alquilarle el cuarto de arriba de todo a un conocido de ella que necesita alojamiento durante unos meses, desde abril hasta agosto. Con esa plata, argumentó ella, podríamos hacer arreglos y capaz nos quedaba un resto y todo. Se consultó con Ani, que también aceptó y quedamos en que el muchacho este podía venir a ver el cuarto cuarto.
Yo lo había visto una vez y me había caído bien. No necesité pensarlo mucho, un ingreso extra para hacer arreglos y pagar cuentas. Alguien copado en la casa -además de Ani y Gen, de más está decirlo-; la idea me cerró.

Qué maravilla, qué buen negocio vamos a hacer. Qué divertido, vivir con un muchacho.
El otro día vino a casa y cuando lo vi me acordé de un detalle que no había tenido en cuenta. El chabón está buenísimo. Iinfinidad de pensamientos pecaminosos atravesaron mi cabeza.

Me imaginé levantándome temprano a la mañana y viéndolo prepararse el desayuno en boxer y remera de dormir, y me dije ¿qué más puedo pedirle a la vida? Bueno, podría pedirle garchármelo, pero conozco mis limitaciones.

Ani y Genève comparten el sentimiento. Ese chico, la va a pasasr muy bien.

martes, febrero 09, 2010

Apago la luz, me acomodo en la cama y la imagen aparece automáticamente. Así varias veces en estos últimos días.
Camino por esa calle de muchos árboles, checkeo la dirección que está anotada en una tarjetita, voy hasta la altura indicada y toco el timbre. Veo que en el fondo se enciende una luz y una sombra que se acerca. Abre la puerta y me sonríe. Yo le sonrío, pero sin poder mirarlo a los ojos, porque estoy un poco nerviosa. Él me dice algo gracioso y uso la carcajada para liberar tensiones y empiezo a caminar. Me cruzo con un gato y me agacho para saludarlo, lo alzo y lo llevo en brazos hasta el living.
Después, la escena puede tomar cientos de caminos.
A veces charlamos y nos reímos hasta que el sueño me vence y ya no puedo seguir imaginando más nada. Otras, veo cómo su mano se acerca a mi cara, a mi cuello, inclino la cabeza y bajo la mirada.
Aunque la mayoría de todas esas posibilidades termina en su cama enorme, con él encima mío y yo sin poder dejar de mirarlo a los ojos, sonriéndole, diciéndole cómo me gusta que me coja así.

Ayer, después de apagar la luz y de imaginar la vereda arbolada, no pude seguir. Las palabras de mi amigo y consejero no paraban de repetirse.
"Querés lo que no tenés".
Se me mezclaban los gatos, y los sillones eran de otro color. Su cama no era tan grande. Yo no estaba tan nerviosa y se metían personajes ajenos todo el tiempo. Él no me alborotaba el pelo, simplemente se limitaba a quedarse ahí, mirándome, sin expresión.
"Querés lo que no tenés".
Y trataba de hacer el camino de vuelta, mirar la tarjetita, volver a tocar el timbre; pero en el medio me tropezaba y me doblaba el tobillo, o no encontraba la altura que tenía anotada.
Me dormí cuando ya era de día, absolutamente agotada.

lunes, febrero 08, 2010

El tipo se acaba de ir. El tipo tiene unos ojos de un color que no puedo explicar, bellísimos. Y también tiene un discurso que a una le dan ganas de comprar, correcto, ubicado, amable. Tal vez demasiado correcto, demasiado ubicado, demasiando amable. Tiene un perfume exquisito -que todavía siento en la ropa y las manos-, y una sonrisa compradora. El tipo besa bien, si es que existe eso de besar bien o mal; me besa bien, digamos, entonces. Y también me coge bien. Y se queda mirando mi biblioteca y hace un comentario que no pienso reproducir pero que infló mi ego a tamaños insospechados.
Pero.
Siempre hay un pero.

- Qué lindo color de ojos.
- Sí, son medio verdes, medio grises. Pasa que no se nota por los lentes a veces.
- Son muy lindos.
- Gracias.
- Bue...
- ¿Qué?
- Nada. No importa.
- No, ¿qué?
- Que tampoco es que hayas hecho algo... Nada, dejá.
- ¿Que no debería sentirme orgulloso por tener ojos lindos?
- ...
- ...
- No es personal, eh. Estas cosas se me aparecen en la cabeza y las digo. No tengo filtro.

Si mis parte emocional fuera persona, andaría en sillas de ruedas.

domingo, febrero 07, 2010

No seré Tamara, la ucraniana que nunca inflinge dolor, pero te digo una cosa... esto fue muchísimo más fácil y simple de lo que imaginaba.
Ya encontré una manera de ahorrar plata.
Recién a los 27 años me le animo a esto de la depilación en solitario. 27 años. 13 años de someterme a mujeres de las más diversas nacionalidades en esto de la extracción del vello. O entregarle mi cuerpo a mi hermana -que si no llega a encontrar su vocación, podría dedicarse a estos menesteres, sin duda alguna-. O a alguna amiga.
Lo que es ser pobre, eh.
Mentira, ayer estaba tan para abajo, tan descompuesta de desesperanza que me vine directo de la librería para casa y dejé plantada a Tamara, la ucraniana de tirón perfecto.
Hoy al mediodía me di cuenta de que el probable encuentro cercano se me venía encima y decidí tomar cartas en el asunto.
Me ahorré cuarenta mangos y dejé la cera calentando a baño maría.
A veces, puedo.

sábado, febrero 06, 2010

Esto de no querer pensar en nada demasiado importante toma trabajo, eh, no se crean. Descartados el alcohol y el porro como herramientas de evasión -no me vengo sintiendo muy descontrol últimamente, está bueno, me gusta este estado-, sólo quedan las películas y series, y los libros. El asunto libros es de lo más conflictivo, después de darme una sobredosis de lectura en Córdoba, como que me empaché, así que sólo quedan pelis y series, las mejores aliadas.
¿Cómo dice? Sí sí, usted, el de remra gris, repítalo. ¿Que el sexo también sirve como método evasivo? Sí, algo me han contado sobre eso, pero es que hace tanto que no garcho como dios manda que ya me olvidé de qué se trata.
Entonces, empecé a torrentear como desquiciada. Adventureland, Sinechdoque New York, The Men Who Stare at Goats, Sour Grapes -nunca, nunca la vean-, los nuevos capítulos de Lost -que me tuvieron pegada a la pantalla, todavía no sé si me gustó o no este comienzo de temporada, pero que me hizo liberar adrenalina, seguro-, Breaking Bad, y ya no sé, me olvido. La cosa es que imdbeando, me enteré de que John Turturro había dirigido un musical, con el visto bueno de los hermanos Coen y con un elenco que adorè desde que lei la listita: James Gandolfini, Susan Sarandon, Kate Winslet, Christopher Walken, Mandy Moore -MANDY MOORE, no me puede caer TAN bien Mandy Moore-, la mina de Weeds´, Steve Buscemi y alguno que otro más que ahora no se me viene a la mente. Romance & Cigarettes. Y medio que la bajé con un poco de desconfianza, porque, ¿hola? es un musical, pero a los diez minutos de haber dado play, estaba encantadísima. Y después la vi de vuelta, pero porque James Gandolfini me calienta hasta lo indecible, de veras, es algo que no puedo, ni quiero, controlar.
No la recomiendo porque me da la sensación de que es una de esas cosas que solamente me gustan a mí, y a Flor, ponele. Así que Flor, a vos sí, a vos te la re recomiendo.

Este es mi humilde intento de cortar un poco el tono oscuro, dramàtico y depresivo de los dos últimos posts.
De nada.
Dijo que percibía que yo era una persona que pasaba mucho tiempo en soledad, pero sin ver a esa soledad como algo malo, al contrario; pero que a veces sentía como que me pesaba un poco, que necesitaba salir de ese estado solitario por un rato. Y menos mal que estábamos a oscuras porque bajé la cabeza y se me debe haber oscurecido la mirada.

A veces cuando estoy por dormirme, trato de imaginarme que un brazo está apoyado sobre mi cintura, sólo eso. A veces puedo, y me quedo dormida instantáneamente. Otras, me reprocho ser tan tarada, cómo si un brazo fantasmático sirviera de algo, y doy vueltas en la cama o me hago una paja intensa, agotadora.

Recreo esa imagen de mí misma y lloro, es automático.
Ya llorè cinco veces hoy.
Me acaban de hacer acordar del tipo ese que se subía al tren con una sonrisa enorme y predicaba "sólo el amor salvará al mundo". Y entonces, todo el vagón se ponía contento y todos le dábamos un montón de monedas. Después, yo hacía un par de cuadras hasta la multinacional y me iba olvidando. Olvido de negación, olvido de mentira por saber que sí, que yo al viejo ese le respetaba su premisa pero ¿de qué valía mi respeto si yo no era capaz de poner en práctica nada de eso? ¿Para qué convertirme en una de esas que piensan que sí, que las cosas pueden cambiar, pero que mejor las cambien otros?

Que el gobierno haga algo, que los otros practiquen eso del amor, es lo mismo. A mí no me sale, o me sale a veces, contadas veces. Porque la verdad es que en el momento que se avista un riesgo, me echo atrás, no sea cosa de quedar en evidencia, no vaya a pasar que mi amor no sea enteramente correspondido y mis deseos queden expuestos ¡qué terrible sería eso!
Entonces mi amor es siempre seguro y fiel. Si vos me querés, yo te quiero. Así pasa con mi mamá, mi hermana, mi papá, el resto de la familia, los amigos. Todos los que excedan esos ámbitos estarán sometidos a mi miedo infinito, a mi inseguridad, a mi incapacidad de demostrar interés y a mi desconfianza crónica.
¿Qué clase de amor puedo ofrecer yo? Uno que no quiere pisar si no es en firme, uno que piensa que podría ofrecerlo todo pero mejor no, mejor en otro momento, cuando el pronóstico sea más favorable. ¿Quién puede querer esa clase de amor?
Convivir con esto, todos los días. No ver posibilidades de cambio por sentir que el daño es irreversible, que la herida es incurable. No puedo ni empezar a explicar cómo se siente. No tengo palabras. No tengo nada.

viernes, febrero 05, 2010

Iba a decir que desconocía el funcionamiento de los grises intermedios entre las categorías novio/chongo y amigo. Pero qué necia que me pongo a veces, ¿cómo olvidarme de que pasé cinco años -CINCO AÑOS- explorando los matices del gris casi sin descanso?
Reformulo, entonces, y digo que ya no tengo ganas de entender los grises esos. Porque soy re copada (sic), y los tipos estos se relajan y cuentan intimidades, y está bien, me encanta eso; pero de ahí a que me cuenten a quién se garcharon después de una semana de haber estado conmigo en pelotas en la misma cama, con detalles y referencias a sentimientos que nunca habrían podido tener hacia mí, bueno, hay un trecho. Y en ese trecho conviven mi ego vapuleado y el fantasma de Nico, que mete más miedo que Pepito.
Por eso, declaro en este solemne acto, que de ahora en más me rehusaré a escuchar historias de felicidad ajenas -que involucren mujeres, obvio- de hombres que me hayan tocado las tetas y por quienes no siento ningún tipo de sentimiento más que simpatía.

También aprovecho y cuento que me hicieron una devolución del primer texto que escribí para el curso del profesorado que casi me hizo poner colorada.
Soy tan feliz con tan poco. No entiendo todavía cómo no es que soy feliz.

jueves, febrero 04, 2010

Hay alguien que durante el día 3 de febrero, entró más de 20 veces a este, mi blog.
Y yo me pregunto ¿para qué? ¿por qué?
Si me conoce ¿para qué?
Si no me conoce ¿para qué?
Pero lo pregunto en serio, eh. Si quiere responderme, el mail ahí a la derecha.
De veras me intriga.
No sé cómo se llama, pero tiene cara de esos nombres que estaba tan de moda ponerle a las nenas a fines de los setentas o principios de los ochentas. Carolina, Natalia, Florencia, Julieta (hace millones de años que no conozco a ninguna Julieta ¿dónde están?).
Ella encarna a una de las clases de la argentina básica, la más tradicional y casera. Las que se quedas los domingos a la tarde preparando un bizcochuelo con su madre o una tía, a veces le ponen dulce de leche. Siempre tienen novio. Tienen novio desde los catorce, y pierden la virginidad rápido, porque serán caseras pero no boludas. Eso sí, al noviecito lo presentan de toque y hacen que preparen los asados del sábado al mediodía.
Esta en particular, tiene un tatuaje en el coxis, y hoy me di cuenta de que se levanta la musculosa y baja la pollera a propósito para que se note. Obvio que es un tribal, no podía ser de otra manera. Habla, hasta por los codos habla. Y no importa en qué momento pongas la oreja, siempre está hablando de algo completamente intrascendente. Que la madre se quemó haciendo churros, que le gusta tomar mate, que ocho años andaba en patines y yo qué sé cuántas cosas más. No levanta la mano para hablar, y eso, en un espacio con cincuenta personas más puede ser conflictivo. Ya le tengo reconocida la voz, no importa si está a diez metros de distancia o a ciencuenta centímetros. Ella habla. De hecho, estoy segura de que estudia esto para poder estar hablando durante cuarenta minutos con una audiencia que la escuche; capaz hizo el examen para entrar al lugar ese donde estudian locución y no entró, es una de las posibilidades de potenciales pasados que barajo.
Ella y las conjeturas que surgen a partir de sus gestos me llevan lejos, a cualquier lugar, a pensar que seguro tiene ahijados que la llaman "madrina" en vez de por su nombre de pila, a estar casi segura de que tiene un novio desde hace no menos de tres años, con quien garcha de lo más bien, porque no emana vibraciones de frígida. El novio se metió a la UTN para estudiar ingeniería en algo pero después dejó. Si vive en capital, es de Barracas o San Cristóbal. Si es de provincia, zona oeste, de cabeza. Casi nunca se acuerda de lo que soñó.
Algún día le charlaré para despejar mis dudas.

miércoles, febrero 03, 2010

Esto del profesorado y el blog es contar una historia muy similar desde puntos diferentes de vista. Cuestion de perspectivas ¿vio?
La diferencia es que ella es buena onda y va al baño con las jóvenes de nombres estrambóticos.
Yo no hablo con nadie a no ser que me dirijan la palabra y soy feliz siendo así de Daria (lalalalala).

¿Sabían que el personaje de Daria estuvo inspirado en Janeane Garofalo?
Yo me enteré hace poco, y me cerró TANTO todo.
Miro la listita de contactos y le hablo, le digo "dale, saludame". Como no me saluda, subo el tono. "Qué puto sos, eh, qué te cuesta". Y tampoco recibo respuesta alguna. Entonces termino haciéndole fakiu al monitor, como una pelotuda.

Como cuando estaba en el patio del colegio y miraba al zaparrastroso ese que me gustaba, muy de reojo, y pensaba, rogaba, "acercate, acercate"; claro que siempre venía y me mangueaba un cigarrillo y después se iba, pero yo -porque pelotuda fui desde bien entrada la juventud- me ponía contenta, como si mi mente tuviera algún tipo de poder.

Ahora, este, el guachito que no me quiere hablar, no vendría a manguearme cigarrillos, haría como que me convence de revolcarnos un rato, cuando los dos bien sabemos que yo estaría entregadísima desde el "hola".

Así que me quedo en el molde. Miro con rabia las ventanitas que salen al costado de la pantalla y sé que si no hago nada yo es porque no estoy en condiciones de enfrentarme a ningún tipo de rechazo, tampoco estoy como para fumarme un pucho después de coger y pensar que el tipo que tengo al lado no está del todo convencido de lo que hizo. No me dan ganas. Porque una cosa es bancarme estoicamente esta absurda racha de situaciones inverosímiles que me viene aconteciendo, no me queda más que aceptar, porque cada situación es tan nueva, tan original, que no hay manera de prevenir ningún daño. Otra muy diferente es ponerme en un lugar que ya conozco, hacer un papel que ya me sé de memoria y que me angustia interpretar.

Hoy espero a que sea él el que hable.
En cualquier momento me convierto en una de esas que toman daiquiris.

martes, febrero 02, 2010

Mi amigo y consejero me había dicho que si me daba mucho miedo, podía llamarlo, no importaba la hora. Y yo me hice la canchera, porque claro, cualquiera, mirá si te voy a llamar a las cuatro de la mañana porque estoy segura de que en cuarto habita un fantasma.
La cosa es que apagué la luz a las tres de la mañana y me tiré boca abajo en la cama, esperando quedarme dormida. Pero nada de sueño, empecé a flashear con que Pepito me miraba -ah, le puse Pepito, si voy a vivir con un fantasma, que tenga un nombre simpático por lo menos-. Con que me tocaba la espalda. Con que me miraba dar vueltas en el colchón desde el marco de la puerta. Y pensaba, mi cabeza no paraba, le pedía a Pepito que se fuera a la terraza, le decía que tenía toda la hamaca paraguaya para él, pero que por esa noche me dejara dormir en paz; después me di cuenta de que es probable que los fantasmas no lean la mente. Una cosa es estar muerto, andar espiando a la gente cuando prepara milanesas de berenjena y otra muy diferente es leer mentes.
Estuve a punto -a punto, eh- de cazar el teléfono y llamarlo -a mi amigo y consejero, no a Pepito-, pero entre que me puse a dudar y mirar el reloj, me quedé completamente dormida.
En la fila de adelante, a la derecha. La linda que es medio jipi. Todo el outfit, eh. La musculosa de tela vaporosa, la pollerita, las sandalias. Los aros enormes que hacen que el lóbulo esté a punto de ceder, en cualquier momento. Una cara in-cre-í-ble y un modo de ponerse el rimmel que me dio mucha envidia. Claro que después abrió la boca. Y ahí se convirtió en la linda-medio jipi-era mejor cuando hacías ojitos y nada más. Y no, no por linda tonta, sino por linda que dice absolutamente todo lo que se le pasa por la cabeza, putea demasiado y usa la palabra "pete" innecesariamente -siempre seré partidaria de "chupar la pija", "pete" me hace acordar a Petete y su libro gordo y le quita toda la magia al asunto-.
Entonces, cuando la profesora -divina, perspicaz, graciosa; cuando sea profesora quiero ser como ella- pregunta quién quiere contestar cuál fue el último libro leído, un par levantan la mano y sí, las obviedades. El extranjero, Camus. El libro de arena, Borges. Crimen y castigo, (vamo') Fedor. Y la linda-medio jipi-qué rimmel usás, hace asomar su brazo, lo agita; el pueblo quiere saber. Anticristo, de Nietzsche.
"Nísche" para ella.

lunes, febrero 01, 2010

Me acabo de sacar la tobillera que tuve colgada del pie durante el último tiempo.
Se me terminó el verano.
Me voy a empezar las clases.