viernes, octubre 09, 2009

La gente entrá acá y pregunta si tengo tal o cual libro. Después de la pregunta, se arma en mi cabeza una especie de diagrama de árbol. Si el libro es relativamente nuevo o muy buscado, probablemente no esté en usados; si no está en usados, tiene que estar entre los nuevos; si está entre los nuevos y es traducido, está en la estantería de la izquierda, si es de habla hispana, en la de la derecha. O bien, es usado. O bien, está en vidriera. O bien, es de bolsillo y está en la estantería de la punta.
Luego, respondo. "Sí, lo tenemos" o "No, no lo tenemos" o "En este momento no lo tenemos, pero te lo puedo conseguir para dentro de dos días".
En general, ni me paro. Sé dónde está cada libro, si es que está. Después de ordenar alfabéticamente toda una puta librería, una se aprende qué hay dentro.
Entonces, a la próxima pelotuda que me ponga cara de sobradora después de un "No, no lo tenemos" y me elogie sarcásticamente la buena memoria porque no puede entender que le diga que no hay un libro sin tener la necesidad de levantarme de la silla -porque estoy absolutamente segura de que el libro no está, sino, obviamente, me paro y me fijo-, le voy a pegar una patada en el orto que va a aterrizar en la plaza de la esquina.

jueves, octubre 08, 2009

Me hice amiga de Dedé hace 8 años más o menos. Había sido compañera de Ani en el secundario y aparecía en alguna que otra reunión de vez en cuando; nunca hablábamos, yo la miraba desde lejos y pensaba "qué mina personaje". Todo cambió una noche en The Roxy -lugar obligado de cada sábado desde que terminamos el secundario hasta que nos aburrimos-, sentadas en el patio, fumando un cigarrillo tras otro. Hablamos durante horas de fenómenos paranormales y astrología. Desde ahí, amigas, a veces hasta casi inseparables. Además de los planetas, las casas y los tránsitos astrológicos, nos unieron las maratones gastronómicas. Ella se mudaba cada seis meses, y en cada lugar que hacía nido, conseguíamos las coordenadas de alguna buena parrilla; incluso compusimos el hit "Me gusta tu chinchula" -cuya letra repetía el título de la canción una y otra vez, eso sí, la melodía era de lo más pegadiza-.
Cada tanto, alguna de las dos decidía dejar la carne por un tiempo, pero el amor es más fuerte, siempre volvíamos. Legendarias eran las noches de sábado de 2004. Parrillada para dos, hachís, Pop City y seguir hasta el desayuno del domingo, completamente ebrias.
La tragedia ocurrió en el verano de 2007. Ella vio una película sobre los mataderos no sé dónde y lo que empezó como un "me parece que voy a dejar de comer carne" se convirtió en un vegetarianismo de lo más disciplinado que dura hasta ahora. No más parrilla, no más. Una pena.
Y sí, a veces hacemos canelones o ella prepara unos brownies que enloquecerían a cualquiera.
Pero no es lo mismo.

miércoles, octubre 07, 2009

Y si estaba medio triste porque después de años había conocido a alguien que más o menos me cerraba -mentira, no me cerraba un carajo; pero, vamos, nunca nadie me cierra hasta pasado mucho tiempo-, me gustaba y me caía bien y resulta que al flaco le pintó borrarse de un día para el otro, mi padre, sin quererlo, me ayudó a sobreponerme.

- Tomá, no lo terminé.
- ¿No te gustó?
- No. No me gustó ni un poco. No sé cómo hacés para leer las cosas estas, vos.
- ¿Por? ¿Qué tiene?
- Nada, dejá.
- Pero ¿qué es lo tan terrible?
- De terrible no tiene nada. Eso sí, ahora entiendo por qué te vas poniendo cada vez más cínica.

Entonces llegué a casa y me puse a leer por segunda vez Las Partículas Elementales.
Santo remedio.

(Todavía estoy blandita, no estoy como para enfrentarme a las cosas, por ahora pruebo con esto del escepticismo a ver qué tal sale)

martes, octubre 06, 2009

- ¿Y Fulano?
- Desaparecido en acción.
- ¿Sí?
- Seh.
- La era de Acuario.

Y no dijo más nada al respecto. A veces mi madre sí sabe cómo comportarse.

lunes, octubre 05, 2009

Mi jefe me pone un libro sobre el monitor y me dice "tomá, publicá este también". Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus. Lo hojeo, paso las páginas, pispeo, capaz el libro éste es un compendio lleno de sabiduría. Bueno, no. Dice que los hombres se sienten fuertes cuando se sienten necesitados. Bullshit. Bah, yo qué sé. De veras, qué es lo que sé yo acerca de estas cosas; nada, sé nada. Ya cerré el libro, pero me angustio igual. Me angustia que existan estos libros, que se impriman 65 ediciones, que millones de mujeres vayan en subtes, bondis, aviones y trenes tratando de entender a los tipos. También me angustia ser yo una de ellas. Me rompe las pelotas encontrarme en esta situación de incertidumbre absoluta, de no saber qué pasó, de sentirme tan vulnerable al antojo ajeno (aunque esto último no tenga que ver con la cuestión de géneros). Trato de aplicar el sabio "no está interesado, dejá de enroscarte" y durante un rato funciona, el ego se me marchita un poco, me saco el esmalte de uñas, me quedo toda la noche del sábado y la tarde del domingo mirando películas, y pareciera que está todo bien, pero después, cuando menos lo espero, pumba, me enojo. Me enoja tener que interpretar a partir del silencio del otro, me indigna la falta de respeto, y, por sobre todas las cosas, me amarga estar preocupada por estas cuestiones. Me siento una de esas pelotudas que usan carteras diminutas y después meten todo lo que no les entra en una bolsa de cartón de 47 street. Aunque algo me dice que a esas subnormales no les pasan estas cosas. Me enerva que el hecho de recibir o no recibir un llamado ocupe mi tiempo y energía, me enfurece estar esperando algo que ni siquiera sé si quiero o no. Estoy podrida de desear el deseo del otro. Que Hegel, Lacan, el amo, el esclavo y la puta dialéctica se vayan a la puta que los parió, pienso.
Entonces dejo a un costado el de las mujeres de acá y los hombres de más allá y leo la contratapa de uno de Saul Bellow; casi que me olvido de todo el asunto. Hasta que. Hasta que recuerdo que hoy a la noche tengo que ir a cenar a la casa de mis viejos. Atragantado el bife me va a quedar cuando mi madre, con su mejos sonrisa y la mejor onda, pregunte por fulano.
Acá tenés una tuca, a ver si te cambia el humor. Eso me dijo mi jefa de los sábados cuando nos despedimos en la esquina de Charcas, mientras me agarraba la mano y me ponía un bollito de papel en la palma. Así de amargada estaba, así de intolerante. A la hora, estaba en la cama pelando un kiwi y mirando unos capítulos de The Big Bang Theory, de un humor inmejorable. Después de una palta pisada con sal y limón, me puse Tideland y para cuando la cosa se estaba volviendo demasiado angustiante, llamé a Dedé, que estaba en su casa con Lau. Después de maravillarme con la tecnología del cableado telefónico, pasamos a lo importante. Que las mujeres de Venus, que los hombres de algún lugar horrible y remoto, inaccesible. Que hay que saber cuáles son las armas de seducción y a veces hacerse un poco la pelotuda, un poco nomás. El concepto de "el padre de" y la perversa venganza del útero frente a la falta de concepción. Esas charlas que se tienen un sábado a la noche, no importa si es en persona o por teléfono.
Después de doce horas de sueño y aventuras oníricas de lo más interesantes, más películas. Muchas, todas las que se pudieron; hasta que llegó la tormenta. Ahí apagué todo, me metí debajo de las sábanas y me quedé escuchando hasta quedarme dormida.

sábado, octubre 03, 2009

Genève medio mal de la panza, yo haciendo una especie de ayuno; las dos enojadísimas por la ausencia de respuesta de dos sujetos en particular y muy cansadas, muy. Después de la travesía que implica tomarse el puto 36 y sabiendo que no quedaba otra más que pasar la noche en casa comiendo verdura, pasamos por el videoclub con una clara consigna: una comedia, bien boluda, que no nos haga pensar demasiado, en lo posible romántica.
Qué problema tratar de ver una película conmigo. Ya me vi casi todo, o por lo menos casi todo lo que entra dentro de mi estilo. Entonces ahí estábamos, cada vez que ella me señalaba una, yo negaba, diciendo "ya la vi" o "no no, esa no". Yo no sé si fue el hambre o qué, pero por algún misterioso motivo, nos pareció una buena idea elegir una argentina. La de Celeste Cid con Marrale. Me chupa un huevo ser cerrada y blabla, odio el (nuevo) cine argentino -salvo contadas excepciones, claro está-, me aburre, está lleno de lugares comunes, se le huele la pretensión a la legua, pretende ser íntimo y cercano cuando sólo logra alejar(me). No sé si me explico. Y esta peli no era la excepción, todos los clichés posibles, los personajes mal delineados, el conflicto que se avista desde el primer minuto, la resolución traída de los pelos, la estética trilladísima, la falta de gracia, ay, me acuerdo y me indigno.
Cuando había pasado una hora, Gen se levantó y se fue a dormir. Yo me fumé lo que quedaba del porro que habíamos empezado antes y traté de evadirme hasta el final de la tortura. Cuando empezaron los créditos me acordé que el director era amigo de El Innombrable. Èl lo admiraba. Me fui a dormir con una sonrisa sobradora en la boca. Y no tuve sueños.

viernes, octubre 02, 2009

Hace como diez años fue. Nos habíamos ido de campamento a... a no me acuerdo, algún lugar del interior de Buenos Aires. Había gente de la tarde y de la noche, mucha gente; los de la mañana nunca se prendían. Durante el viaje de ida nadie habló con nadie que no fuera de su grupo, para cuando llegó la noche del día que llegamos, andábamos todos como chanchos. La clave fue ir todos juntos al supermercado. Una botella de vodka salía tres pesos. Tres pesos. Qué lindo 1999, cuando teníamos 16 y el hígado nos permitía todo tipo de desacatos.
Después de incontables toc-toc (asco), y de andar probando de picos de botellas de diversos licores (ascoascoascoasco), me senté en una hamaca y me quedé enroscando mi pañuelo de brillitos celeste (asco) hasta que vino una chica. Me preguntó cómo me llamaba; "Vos no tenés cara de Celeste, tenés cara de Daniela", me dijo. Durante un tiempito la gente me llamó Daniela, después se les pasó.

Ah, porque la chica esa que se me acercó esa noche se acaba de parar frente a la vidriera, por eso.

jueves, octubre 01, 2009

Necesito con urgencia un amigo hombre. Que sea sólo eso, amigo. Estoy hecha una cosmogólica que no sabe qué carajo hacer con respecto a ciertas cosas y sé que una fraternal opinión masculina me aclararía muchísimo el panorama. Pero claro, recién miraba mi messenger y resulta que si nos fijamos en los hombres enlistados resulta que
- me revolqué con un altísimo porcentaje.
- me revolcaría con el mínimo porcentaje con el que todavía no me he revolcado
- me gustan todos

De veras.
Un amigo.
Hombre, divertido y dispuesto a dar consejo.

miércoles, septiembre 30, 2009

- ¿Yqué vas a hacer con el chabón este?
- No sé.
- Pero ¿tenés ganas de verlo?
- No sé.
- Pero ¿no sabés porque no entendés cómo viene la mano?
- No sé porque no sé.

Así. como en un ataque de boludismo absoluto. No sé. Me preguntan cualquier cosa y no sé. ¿Queres que nos veamos? No sé. ¿Te paso a buscar y desayunamos? No sé. ¿Le vas a decir algo? No sé. ¿Lo vas a putear como se merece? No sé. ¿No estás enojada? No sé. ¿Lo extrañás? No sé. ¿Le vas a decir que venga a la fiesta? No sé. ¿Te caliento? No sé.
Posta, no sé.

martes, septiembre 29, 2009

Dejé de estar rara cuando después de cocinar para Lau y Ani, nos sentamos a cenar con un rico Tannat y a planear la fiesta de cumpleaños de Genève. Porque la risa me pone en eje.

lunes, septiembre 28, 2009

Mis amigas hablan entre sí y llegan a una conclusión. "Cel está rara". Cuando estoy "rara" suelo hablar poco y nada, mi cara de orto se vuelve una constante -porque es como le decía ayer a Dedé, mi cara es, naturalmente, de orto; no quiere decir que esté mal, es simplemente la cara que tengo y punto; que tenga cara de orto es signo de que mi rostro no está expresando ninguna emoción- y es mejor dejarme sola y no preguntarme demasiadas veces "¿te pasa algo?". No sé qué me pasa, si supiera, lo hablaría, pero no sé qué es.
Dedé asume que se trata del período (astrológicamente complicado) de 54 días anteriores a mi cumpleaños; puede que tenga razón, siempre que llega esta época del año me chiflo y me cambia el humor drásticamente, andá a saber. Lo más llamativo es que yo me siento cómoda. Me gusta quedarme en mi cuarto mirando series, leyendo. La paso bien yendo sola al cine en horarios en los que las salas suelen estar casi vacías. Disfruto de estar sola en casa, cocinando para mí y nadie más.
Y si siento la necesidad de estar puertas adentro o de salir si y solo si tengo unos lentes que me tapen toda la cara, y bueno, tampoco es tan terrible.

sábado, septiembre 26, 2009

Voy a echarle la culpa a la resaca, al fernet, a mi irresponsabilidad. Si estoy de mal humor es por esas cosas, por haberme quedado hasta cualquier hora sabiendo que hoy el despertador sonaba a las nueve; no estoy malhumorada porque estoy haciendo como que no estoy esperando un llamado/mensaje que sé que no va a llegar.
Qué cosas, eh, una se piensa que está curada, que ya fue eso de estar esperando al lado del teléfono, o eso de mirar fijamente el celular como queriendo hacerlo sonar con el poder de la mente. Pero no.
Mi mamá se enojaba por algo -mi hermana se había mandado una cagada, creo-, entonces yo pensaba "por algo no vivimos juntas desde hace tanto tiempo" y me iba. Cuando volvía, mi madre se había convertido en una especie de villano de historieta que podía adoptar las formas de todos los súperheroes -por lo menos en Superman y Hulk que fue lo que vi en el sueño- y planeaba enviar una nube de pepa sobre todo Palermo. Supuestamente, esto de la pepa era algo malo. En el medio, yo me cruzaba con un rubio de barba y rastas, treintañero, buena onda, que no podía más, se partía solo al medio; él me ayudaba a escaparme de la ira de mi progenitora y me regalaba unos pantalones que estaban buenísimos. Finalmente, quedábamos atrapadas con mi hermana en un local vacío con un viejo repulsivo que nos pedía plata por dejarnos salir de ahí. Ahí me desperté.

viernes, septiembre 25, 2009

Ayer me metí en la cama después de cenar y me vi dos pelis de Almodóvar. Primero, Qué He Hecho yo para merecer esto y después, Volver.
¿Qué tiene esto de curioso?
Nada, salvo que hasta hace pocos meses, odiaba a Pedro Almodóvar. Cada vez que alguien decía "todo sobre mi madre", yo revoleaba los ojos y empezaba con mi perorata que incluía calificativos como "ginólatra" y "grotesco". Quién sabe qué pasó en este tiempo que un día estaba en el video club y terminé llevándome La Flor de mi Secreto, y desde ahí, el click. Capaz me puse en contacto con mi útero, andá a saber.
Está bueno cambiar de opinión.

jueves, septiembre 24, 2009

- Con esto, restó 38 puntos.
- Basta con eso.
- ¿Con qué?
- Con los puntajes y las listas. Basta.
- Bueno... bajó en concepto.

Llegué a casa, jugué con Plutón, hice un pastel de papas -que se derrumbaba pero que estaba muy rico-, me fumé un porro, comí un poco de chocolate, vi diez minutos de Wild at Heart, vi quince de la de los hermanos Grimm y salí al patio, a seguir fumando y charlar con Genève (que me dijo que parase con las listas). Volví a mi cuarto con un disco con pelis. Un par de Almodovar, la de los Simpson y Sex & the City. Terminé viendo a Carrie y su pandilla, por tercera vez. Tercera vez. Esta vez, no lloré, ni me rei. Nada. Y aparecía Big, y nada. Porque siempre -o por lo menos hasta hace unos cuantos meses- quise creer que algún día mi historia con my-own-private-Mr-Big iba a virar para el lado de los fuegos artificiales, los corazones y las confesiones tardías de amor eterno. En cambio, ayer me di cuenta de algo. No. No pasó, no va a pasar, ni quiero que pase. Es como si todos esos años se hubiesen convertido en un recuerdo casi irreal. Como el viaje de egresados a Córdoba cuando tenía 12 años. Como el primer día de clases en primer grado. Cosas que en su momento fueron de lo más emocionantes, cosas que viví con absoluta intensidad, pero que en el presente no significan nada; son imágenes, a lo sumo el recuerdo de alguna situación, pero no más que eso.
Entonces apagué la compu y el velador. Me metí debajo de las colchas y traté de ver qué pasaba. Sonreí. Una sonrisa con todos los dientes, en la oscuridad. Porque, por fin, siento que se fue el peso de encima. No está más. Estoy liviana. No lo puedo creer. De veras, realmente no lo puedo creer.
De todos modos, esto va a llegar a su fin cuando deje de ser El Innombrable. Cuando ya ni siquiera sea nombrado.

miércoles, septiembre 23, 2009

Cosas que sí.
Ir al chino de Guayaquil a comprar papel higiénico y cruzarme a Alberto Laiseca en las góndolas.

Cosas que no.
No animarme a ir y decirle que lo admiro mucho y que justo estoy por empezar un libro suyo, que lo tengo sobre el escritorio para cuando termine con el que estoy ahora.

Es que estaba prácticamente en pijama y con cara de recién levantada, capaz se asustaba.

martes, septiembre 22, 2009

- Me gusta... estirarlo. Demorarlo.
- Mmmmmsí.
- ¿A vos qué te gusta?
- Mmmmnosé... me gusta... adaptarme.
- No, en serio ¿qué preferís?
- Prefiero adaptarme. En serio.

Vienen las viejas y después de preguntar si está el jefe y recibir una negativa, me piden que les recomiende algo. Entonces pelo un Mary Higgins Clark para las que quieren misterio, Rosamunde Pilcher para las que buscan drama y Barbara Wood para las que no saben lo que quieren. También les digo que sí, que es muy bueno, que yo lo leí hace mucho -por eso no me acuerdo de qué se trata- pero que me había gustado. Sí, claro, lo leí hace como tres veranos al lado de una pileta de un club, con toda esa gente metiéndose y dejando un gran caldo humano. Sí, claro.
Vienen los viejos y ya la cosa mejora un poco, por lo menos no tengo que mentir descaradamente para poder recomendar. Porque, vamos, algún Grisham me he leído y Mankell hasta podría decir que me gusta. He encajado varios Stephen King, para qué negarlo -porque amamos a Stephen, con amor del más amoroso- y si el señor en cuestión se lo merece, La Conjura de los Necios, pero eso es para pocos; porque esto es Palermo, viste, tampoco la pavada.
Y de vez en cuando, un pibe que viene a buscar algo de Mercado-Libre, y, oh, justo es Palahniuk. Entonces no me comporto y empiezo con mi danza de la verborragia. Está buenísimo no te veas la peli porque es una mierda de hecho el chabón aparece en los features y le dice al director que no le va a perdonar que le haya cambiado el final y yo tampoco se lo perdono que peli chota decí que Angelica Houston siempre saca un par de papas del fuego si me angustió un poco Fantasmas había un par de historias demasiado jodidas. And so on; podría seguir por horas, pero entra otra gente a quien atender y bueno, mi espíritu prole me hace callar la boca y mirar al que sigue. Después me jefe me dice que me fije las calificaciones y me pongo toda colorada, porque el pibe puso mi nombre y unos adjetivos, y qué sé yo, yo nada más decía que Asfixia me pareció un libro excelente.
Pero en serio, me gusta adaptarme.
Eso... o esta sensación-voz en la cabeza que me dice que cuando soy yo, puramente yo, es demasiado. Demasiado.
Ayer, mientras trataba de mantenerme despierta y seguir leyendo el de Philip Roth que me acompaña en los bondis y antes de dormir, empecé a hacer una asociación de lo más absurda, claramente influenciada por la entrada noche y mis ganas de quedarme dormida con el libro ahí, sin ganas de mover ni un dedo, ni siquiera estirar la mano para tirar el libro por ahí y apagar el velador. Y seguí despierta, pensando que Nathan Zuckerman era la versión comunista de Holden, el de The catcher in the rye; una pelotudez absoluta, Holden no puede ni tener versión comunista.
Lo maravilloso del asunto es que en algún momento de mis diez horas de sueño, soñé que J. D. Salinger me hacía de acompañante mientras caminábamos por un bosque. Él me contaba sobre Buddy Glass y yo pensaba "cómo te cojo, pero cómo te cojo". El sueño era todo en sepia. Una cosa bellísima.

lunes, septiembre 21, 2009

Todo empezó en el lugar este armenio, y Ale que había tenido gastroenteritis hasta hace un par de días así que ¿qié podia comer? basicamente, nada. La comida, hasta ahí, podría haber sido peor, pero también muchísimo mejor. La atención, lo mismo; un colombiano -¿cuántos/as camareros/as colombianos/as hay en esta ciudad? ¿alguien lleva la cuenta?- y dos pibas que parecían menos armenias que yo. La cuestión es que antes de habernos terminado la cerveza, viene el flaco que estaba en la caja, nos pone el ticket sobre la mesa, "acá está la cuenta". Casi peco de inocente, casi le dije que no habíamos pedido la cuenta todavía, pero claro, nos-estaban-echando. Nunca más, en la guía olio de mi mente ya los he defenestrado a más no poder.
Después caímos en un bar de viejos en San Telmo, ése que está al lado de Pedro Telmo y tiene la cerveza barata, nos maquillamos un poco y terminamos en una fiesta horrible, en el centro. Un sujeto que está a medio camino entre las categorías de "conocido" y "amigo" -un conomigo, un amicido- me dice que él siempre escucha atentamente lo que le digo, que realmente confía en mi criterio, después nos damos un abrazo pero yo ya estoy de mal humor. Estoy podrida de oír hablar acerca de mi criterio y la puta que los parió. Entonces nos fuimos con Gen y Lau a tomar el 132. Capaz que tenía los zapatitos de Dorothy, porque es como si me hubiese teletransportado a la cocina de casa, poniéndole queso a un arroz que casi casi se me quemó.
El domingo las cosas no fueron demasiado diferentes. Di vueltas en la cama hasta las tres de la tarde, fui a Disco a comprarme un cacho de pollo y unas paltas; tomé unos mates y me aní a la reunión de chicas que estaba teniendo lugar en el patio de abajo; y ponele que la pasé bien durante un rato, pero después ya no. Ya no quería estar ahí, ni en mi cama, ni en mi casa, ni en ese barrio, ni esta ciudad ni en ningún lado. Quería estar en algún lugar alejado y desconocido; un lugar solitario y frio donde poder llorar un rato a moco tendido; porque ya no sé cuándo fue la última vez que lloré ¿Dos meses? ¿Tres? No sé, no me acuerdo.
Las hormonas y la neurosis ya me tienen re podrida.
Justo me tomo para venir al laburo un bondi que va para el lado de Plaza Italia, que se acerca bastante a Palermo y sus bosques. Hoy, día del estudiante, de la Primavera, me tomé el colectivo como todos los días, a las dos menos diez; pero claro, no me encontré con un 36 semivacío, no, me topé con una horda de jóvenes y sus celulares pasando música a todo volúmen. Sus pelos desprolijos, su gramática incorrecta, sus facciones incompletas, sus grititos. Si hay algo que me pone los pelos de punta, es estar rodeada de adolescentes.
Me acomodé como pude, abrí mi libro y me puse a leer. A mitad de viaje se desocupó un asiento y pude sentarme. Los diez minutos restantes, una mujer -que empezó la conversación preguntándome cuál era Gascón- terminó contándome la historia de su matrimonio. Que hoy cumplían trece años de casados, que es increíble cómo todas las parejas se separan, que hay que tener paciencia y remarla, que si yo estaba casada, que cuántos años tenía, que gracias y suerte.
Me bajé en Scalabrini, fastidiosa, hasta casi diría que enojada.
Dos horas después, mi humor no mejora. No mejora. Y no es culpa de los pibitos escuchando cumbia en el bondi, y tampoco es culpa de la mina que reivindicaba el matrimonio y se bajaba en Aráoz y Paraguay. No sé quién tiene la culpa. Ponele que las hormonas.

sábado, septiembre 19, 2009

En la radio están pasando un tema de Man Ray. Me di cuenta de algo, si mi padre hubiese ejercido mayor presión sobre el asunto este del canto, y si mi madre no hubiese escuchado mis delirios de "cuando sea grande voy a ser economista" yo cantaría muy parecido a Hilda Lizarazu. Pero quién sabe, nunca canté en castellano -porque dudo que cantar Aguaviva de Los Brujos a los gritos, empepada, saltando en la cama, cuente-. Salvo a los once años, mi debut, "Rasguña las piedras" cuando todavía era soprano y a la maestra de música se le ocurrió que un micrófono, Sui Generis y Cel podían ser aptos para el acto del centenario del Colegio, o el 20 de Junio, realmente no me acuerdo.
Una vez, una compañera de laburo -después de mi participación estelar con la banda de mi ex profe de canto en el desaparecido Belleza y Felicidad- me tiró un "Alanis meets Kate Pierson". Será que nos caíamos muy bien; eso, o el call center ya le había freído la bocha.
Primero, el jefe que me llama y me ruega que vaya hasta a la librería -de vuelta, después de haberle dado con los zapatos que me hacen doler y la mochila pesadísima por Medrano desde Mansilla hasta Guardia Vieja- para abrirle la puerta, porque resulta que se olvidó las llaves; justo cuando estoy a punto de tomarme el bondi con un pibe. Entonces nos tomamos un taxi, hago entrega de llaves y no paro de fruncir el ceño. Eso el miércoles a la noche.
Segundo, el pibe me dice "llueve", a eso de las 11 de la mañana. Y yo tan de primavera, con los zapatitos -que me hacen doler- y la pollera, porque mi mamá siempre me dice que tengo que usar polleras más seguido, maldita la hora en que le hago caso. Mientras espero el 127 en Triunvirato puteo, tirito y frunzo más el ceño. Eso el jueves al mediodía.
Tercero, llego a casa, empapada, congelada, somnolienta; con una caja de Speedy que tiene un coso de wifi adentro. Le doy de comer a Plutón, prendo la luz de mi cuarto y abro la caja, hojeo el manual y levanto el tubo del teléfono para ver si hay mensajes. No hay tono; checkeo los cables, no hay tono. Me fijo en el teléfono de Ani, no hay tono. Puteo al universo, no hay tono. Eso el jueves a la noche.
Cuarto, que seguimos sin teléfono, que es un problema de la zona y "va a estar solucionado lo antes posible". Teléfonica y la puta que te parió. Además, jefe se siente medio mal y se va, dejándome sola. Sola con toda esta gente que "quería hacer unas fotocopias" y gente que "quiero comprar un libro, pero no sé el nombre... ni el autor". Nunca gente que "dame la trilogía Millenium, sí, en efectivo". Nunca. Eso ayer a la tarde.
Quinto, que llego a lo de mis abuelos y me reciben con amor pero sin comida. Pico unas cositas y me retiro, no sin antes pasar por Burger y asombrarme por el precio de una hamburguesa común y silvestre ¿seis mangos por una clasica? Indignada, cruzo Corrientes y me meto en La Continental, porque a veces las empanadas de pollo le hacen bien al alma. Eso ayer a la noche.
Ahora hay unos señores rompiendo la calle, así que me espera una tarde de TRRAAAAAATATATATRAAAAA non-stop. También me espera una cena con amigas en un lugar Armenio y una noche retro-como.si-tuviéramos-20-de-vuelta en el Salón Pueyrredón.

jueves, septiembre 17, 2009

- Me gusta cómo te queda la barba.
- ¿Si?
- Sí, me gusta mucho.
- Igual... se va a ir.
- ¿¿Por qué?? ¡Si te queda re linda!
- Me hace más viejo.
- Nah, es cualquiera eso. Te queda bien.
- Pero me hace más viejo.
- Vos sos geminiano, los geminianos siempre parecen más jóvenes, no te tenés que hacer problema por esas cosas.
- ...
- Cuando yo haga estos comentarios, vos los ignorás, ¿estamos? Hacés como si no hubiese abierto la boca, ¿si?
- Ok.
"Una mujer precavida siempre tiene dos velas prendidas" dijo mi madre el martes a la noche mientras me servía puré en el plato.
Todavía no me repongo.

miércoles, septiembre 16, 2009

Mi madre dice que cuando era chiquita y me llevaba al cine era para problemas. Que me metía demasiado en la trama y terminaba sufriendo y armando un escándalo.
Ico, el caballito valiente: afuera del cine a la media hora de haber empezado la peli porque mi llanto molestaba a los demás espectadores.
Bambi: lo mismo que con Ico.
Está claro por qué nunca me llevaron a ver Chatrán ni Todos los perros van al cielo.
No creo que las cosas hayan cambiado demasiado en estos veinte años. Por ejemplo, últimamente la mente me está funcionando en In-Treatment-mode. Entonces hablo con Lau por teléfono y cada dos frases tiro un "¿no será que en realidad...?" seguido de alguna conclusión pedorra pero que suena a acierto. Capaz es Gabriel Byrne que me enloquece con sus arrugas alrededor de esos ojos increíbles, y su acento velado, y sus sacos de corderoy medio arrugados; capaz es que siempre me agarro de algo para ir viendo por la vida con ese cristal. Digo, uno de los recuerdos más nítidos que tengo de mis quince años es estar en la cama tomado un té con leche y llorando a moco tendido después de ver Dawson's Creek en la repitición que pasaban a las 2 de la mañana; cuando empezó todo este asunto del idilio con Bukowski le rogué a mi padre que me llevara al hipódromo y probé mis primeros whiskys; después de alguno de esos fines de semanas en los que me trago entera una temporada de Lost termino con delirios místicos; y ni hablar de mi obsesión por captar microexpresiones después de verme la primera temporada de Lie to Me.
Después se me pasa. Así de fácil.

martes, septiembre 15, 2009

Comíamos unas cosas parecidas a unos ravioles en la cocina de Lau. Entonces ella se preguntó qué es lo que deja uno en la vida del otro después de una separación. Hábitos, ciertos gustos, ideas; esas cosas. Con cara de soñadora, mirando para arriba, decia que tenía ganas de saber qué huella había dejado ella en cada uno de sus ex.
Ese deseo de trascender, de formar parte de la vida del otro aunque sea tácitamente. Esa necesidad de estar presente, el ego que se nos exacerba y quiere estar en todas, siempre.
También las ganas de saber qué es propio y qué vino de afuera, qué empezó siendo ajeno. Ella supo en ese momento que nunca habría visto partidos de fútbol si no hubiese sido por su primer novio; que nunca se habría animado a comer sémola con las manos de no haber salido con un chico africano durante un año.
Y yo supe que es probable que el haber empezado a fumar haya sido culpa del compañero de colegio que me en-can-ta-ba y siempre tenía un parissien colgando de los dedos; también caí en que mi forma de ver el cine cambió con El Innombrable; que Cat Power, Patti Smith y Red Kross fueron un regalo de mi primer profesor de canto; que Bukowski y Kerouac habrían sido dos desconocidos de no haber conocido a ese morocho enorme con ojos moros que me llamaba "pendeja"; que el primer interés por la física vino de la mano de Tomás.
¿Y qué les quedó a ellos? Quién sabe. Alguno me dijo una vez que después de conocerme, empezó a preguntarle a la gente de qué signo zodiacal era. Para eso mejor que no quede nada me parece.
Sólo quiero que quede registro de este maravilloso día.
Las semillas están germinando y brotando.
Genève quiere ponerles nombre. Betty & Boop, propuse yo; Tarzán y Chita, tiró ella.
Vamos a ver, vamos a ver.

lunes, septiembre 14, 2009

- Es que no sé medir, siempre hago de más.
- Sí, el guiso de lentejas de aquella vez era para un batallón.
- No hablemos de ese tema, por favor.
- ¡Pero estaba bueno!
- ¡¡¡Se me quemó!!!
- Apenas se quemó... y tenía de todo. ¡Estaba rico!
- No quiero ni acordarme, me pongo mal; no sé cómo se me quemó.
- Porque estaba con fuego fuerte. Cuando ya querés que reduzca y terminar, lo tenés que poner al mínimo.
- Estaba en mínimo.
- No, no estaba en mínimo.
- Sí estaba en mínimo.
- Yo estaba sobrio cuando llegué y te digo que no estaba en mínimo.
- Bueno, capaz tenés razón. Sí, ya sé, tomarme media botella de tinto mientras cocinaba no fue buena idea.
- Es que te pusiste nerviosa...
- Sí...

Todo mientras sarteneaba con destreza.
Un hombre cocinando con habilidad es de las cosas más calentantes que existen.
Mi Oma siempre fue viejita. Cuando yo nací ella ya había pasado los ochenta años, así que el recuerdo que tengo a lo largo de mi infancia es más o menos parejo; digo, siempre me pareció una viejita muy linda, no pude notar el paso del tiempo en su cara. Yo tocaba la puerta del departamento -ellos vivían en el séptimo y nosotros en el noveno- ella preguntaba "quién es" y abría sin esperar a que le contestase. La cocina era diminuta y las hornallas siempre tenían encima dos o tres ollas echando humo. Me daba alguna galletita bañada en chocolate y unos caramelos para que me guardara en el bolsillo. Falleció cuando yo tenía once años, me lo contó mi mamá por teléfono, porque yo estaba de vacaciones con el resto de mi familia.
Era hermosa. Alta, imponente, unas tetas enooormes que, según cuentan por ahí, eran la locura de todos los hombres. Inteligente, filosa, orgullosa y dedicada. Y excelente cocinera; tenía un toque mágico. No importaba si estaba preparando chucrut o si sólo había hervido unos repollitos de bruselas, todo era exquisito. Si hubiese sido un olor, habría sido el de las galletitas de manteca recién salidas del horno; si se hubiera convertido en textura, habría sido el crumble -que ella me nombraba en alemán y yo no sé cómo se escribe- que ponía por encima de su torta de ciruela. Ella y sus ollas humeantes, siempre.

Ayer me desperté, ordené mi cuarto, me quejé del dolor de garganta y me fui al supermercado. Compré jengibre y limón para hacerme té, mucha cebolla, puerro y unos pedazos importantes de carne. Porque a medida que avanzaba con el changuito, lo supe; había que aprovechar la última semana de invierno y hacer un goulash.
Corté las cebollas y la carne, en cubos. Sellé, doré, olí, sonreí y me armé de paciencia. Después de tres horas a fuego lento, el toque final, la fécula para que todo se vuelva espeso.
Ani aplaudió y limpió con el pancito hasta que el plato volvió a su blanco original; mi hermana felicitó y devoró todo en dos segundos; Genève no paró con su "qué rico olor" en toda la tarde. Yo me comí lo que quedó al mediodía, antes de venirme para la librería.

Mary se llamaba mi Oma, una grande.

viernes, septiembre 11, 2009

Pablo: El Callia es vino de nena.
Vic y yo, a coro: ¡No es vino de nena!
Pablo: Sí, es vino de nena..
Vic: No, las nenas toman vino blanco espumante sabor ananá.
Yo: Sí, las que leen la Cosmo y se hacen las superadas.
Pablo: ¿Siempre hacen eso ustedes? Se juntan y empiezan...

Porque con Vic nos hemos pasado horas -laborales y de las otras- categorizando. Y está bueno saber que pasan los años y no hemos perdido "el toque".

jueves, septiembre 10, 2009

Hace unos meses me quejaba, decía que no tenía ganas de concer a alguien porque pensar en que iba a tener que estar explicándome una y otra vez me sonaba de lo más agotador. Lo veía como una interminable entrevista de trabajo.

"Prefiero los gatos antes que a los perros", "Si sueño que me hiciste algo malo y me despierto al lado tuyo, te jodiste, seguro te pego una patada", "Me hago la distante pero soy una tremenda franelera", "Me bautizaron con un nombre diferente al que tengo ahora, y a los 18 me cambié el apellido", "No tomo cosas calientes a la mañana". Y así, durante meses y meses, hasta que el otro se aprendiera todo el set de mañas y señas personales.

Mi fantasía hace unos meses era que apareciera un tipo golpeando mi puerta, que además de ser carismático, inteligente, excelente amante e interesante, supiera lo básico sobre mí.

Hoy a la mañana cuando en vez de ofrecerme un café me preparó un jugo de pomelo, me di cuenta. Con alguien que preste atención a lo que digo y un poco de memoria, alcanza y sobra.

Bueno, también suma porotos que me despeine de a poquito, que le sonrían los ojos y que cocine de -oh, por dios- esa manera. Pero eso es otro tema.



También es otro tema que hoy me pelée con una señora por teléfono por culpa de Caperucita Roja. El cuento "Caperucita Roja".

lunes, septiembre 07, 2009

Tapada hasta la nariz, con la cabeza a punto de explotar por culpa de la resaca y las piernas doloridas de tanto bailar; con el sol tímido del domingo de ayer entrando por las rendijas de los postigos y una botella de agua al lado de la cama. Así recibí el día, más o menos a las 11, queriendo dormir más y sin poder; pero también sonriendo un poco -ok, lo reconozco, con una tremenda sonrisa instalada en la cara, no en la boca, en la cara-, recreando escenas en mi cabeza, contando gestos como cuentas de un collar, cerrando los ojos para ver mejor las ideas, sintiéndome bien.
Doce horas después me dice que queda un poquito de mí en su almohada, pero que prácticamente nada. Entonces, hasta casi que me pongo colorada y todo. En vez de eso, bajo la mirada y pongo cara de tarada, justo para que Lau me vea y me diga "ay, mirá cómo te ponés".
Y sí, me pongo así. Porque está bueno ponerse colorada y un poco tarada de vez en cuando, canejo.

Aaah... ¿etiquetar o no etiquetar? Qué dilema, eh.
Yo le pondría algo así como Mr. deseé-abalanzarme-sobre-él-cuando-me-habló-de-su-gen-chavista. pero es como muy largo ¿no?

sábado, septiembre 05, 2009

No me avergüenza confesar que soy de esas que en el supermercado mete en el chango todas las pelotudeces que su presupuesto le permite. Frijoles refritos, aderezos extraños para ensaladas, puré deshidratado importado de Idaho, salchichas rellenas de queso, queso en aerosol, cervezas importadas de andá a saber qué país, mostazas, chocolates, tés, y cualquier cosa que capte mi atención por más de 5 segundos.
Ayer toqué fondo, compré merengadas "con juguito". Merengadas. Con juguito. Este es mi techo en la compra indiscriminada de estupideces. No las voy a comer, la próxima que salga a la calle se las regalo a algún chico.
Merengadas. Con juguito. ¿Qué se supone que es eso?

viernes, septiembre 04, 2009

Empecé 5 posts diferentes que hablaban de, básicamente, lo mismo. Los borré a todos.
Hay cosas que sólo son para contar a las amigas.
In fact, ya le estoy quemando la cabeza a Lau.

jueves, septiembre 03, 2009

Mientras me pinto las uñas, miro In Treatment. Me distraigo un segundo y cae esmalte color "ciruela" -¿hay algún esmalte que no tenga nombre de comida?- sobre el almohadón que tengo en el regazo. Puteo por lo bajo y prendo un cigarrillo después de mil maniobras para no arruinar la maniquiur. Entonces miro a Gabriel Byrne, miro a Hope Davis; que hacen de analista y paciente. Me doy cuenta de algo, hace años, una serie así me hubiese disparado el deseo de volver a estudiar psicología; ahora tengo ganas de volver al diván, unas ganas que se están transformando en acción. Esta vez quiero una mujer.

miércoles, septiembre 02, 2009

- Hacé como en Along Came Polly, un análisis de cada uno y después te fijás cuál es más peligroso.
- Claro, y me quedo con ese ¿no?
- ...
- Ya hice la listita de pros y cons y sigo sin saber cuál me gusta más. Voy a seguir tomándome mi tiempo.
- Qué viva.
- Y bueno, no puedo precipitarme.

Un rato antes mi hermana me había dicho que no fuera tan cerrada, que cada persona es única e irrepetible, que el prejuicio blablabla. Mi hermana podrá, yo no. Yo saco perfiles, y el otro es un perfil hasta que demuestre lo contrario. Es la manera que tengo de darle orden a las cosas. Después mi mamá me dijo que uno era el agua y el otro la coca, lástima que no estaba papá, que es el que tiene las mejores analogías.
Mi hermana también dice que ya me decidí, que se me nota en la cara, que me cabe mucho màs la coca. Yo creo que la única decisión que siempre tomo, es la de salir corriendo. Por eso, mejor no digo nada, mejor sigo haciendo listitas y me callo.

martes, septiembre 01, 2009

Yo tenía la sensación esa, esa que me hce sentir que me voy a encontrar con alguien en cualquier momento. Entonces voy por la calle con las antenas paradas, mirando al frente y no mis pies como suelo hacer. Especulo, y me fijo en qué zona estoy para barajar los posibles encuentros.
La cagada es que siempre le pongo demasiadas fichas a la sensación. Bueno, la cagada es que siempre le pongo demasiadas fichas a demasiadas cosas, pero ese es otro tema.
Ayer, en el lugar habitual de los lunes, me crucé con un pibe con el que había ido al cine hace millones de años -circa 2005- y nunca más nada. Resulta que es amigo de un amigo. Lo que son las cosas de la vida, eh. Y me dijo que tengo cara de Puán; qué horror.
En el mismo lugar, divisé a un flaco con el que estuve hace unas cuantas semanas; pero este no cuenta porque nos habíamos conocido en ese mismo lugar. Lo que sí cuenta es que en este tipo de situaciones soy la peor, para cuando había terminado de dar mis mil quinientas vueltas, el pibe ya se había ido.
Y hoy, mientras caminaba por Perú y Moreno, con una resaca considerable a cuestas, lo vi -y pareciera que voy a decir algo emocionante, como "vi a mi primer amor" o "vi al Innombrable de la mano de una mujer embarazada", pero no, nada que ver-. Un chico que era amigo de un novio que tenía Lau a los quince años*. Nos habíamos dado unos besos en mi fiesta de egresados; yo estaba completamente borracha, así que no me acuerdo de mucho. Iba con un sobretodo negro y un pucho en la mano. Me gustó un poquito, pero más que nada por el sobretodo. Seguí caminando y para cuando había llegado a Avenida de Mayo lo supe, hasta ahí llegaba esta racha de encuentros, se terminó lo que se daba.
Sigo esperando encontrarme algún día con algo más suculento. Como la vez esa, que yo justo me había vestido de lo más putona para ir a la facultad y en la puerta estaba un chico con el que había salido unos meses el año anterior, esperando a su novia. O la vez que me encontré al Innombrable y al novio de Flor, juntos, en una panadería y casi le vuelo un vigilante de la mano. Es más divertido cuando me pongo nerviosa, me pongo colorada y se me traban las palabras.

*Mensaje personal para Marula: estoy hablando del amigo de Gastón con el que vos saliste. ¿Vos sabés que está igual? Una cara de nene de no creer. El sobretodo ese garpaba mucho, pero no sé si sos del tipo que se entrega por un sobretodo. Fin del mensaje personal para Marula.

lunes, agosto 31, 2009

Antes, los domingos eran despertarse en algún momento entre las dos y las cuatro de la tarde, arrastrarse hasta la panadería, volver e instalarnos en el cuarto de Flor a ver pelis hasta las doce de la noche. Flor hacía panqueques, a la noche se pedía delivery y si era veranito, nos tomábamos unos fernets en el patio de abajo.
Ahora, los domingos son despertarme tipo 12, ir hasta la panadería a comprar algún sandwich, volver a mi cuarto y ver alguna serie hasta que las conversaciones de las chicas no dejan que me concentre. Limpian; ellas, los domingos, limpian. Si a mí pasar un domingo en la cama con alguna peli o un libro me resulta de lo más terapéutico, ellas no comparten; a ellas les hace bien limpiar.
Ayer, me arrastraron hasta la terraza. Mientras yo me fumaba uno, ellas baldeaban y lavaban las botellas de cerveza -cincuenta aproximadamente- que están ahí desde que se empezó a alquilar la casa. Y mientras flasheaba con el agua, el escobillón y la rejilla, ellas dale que te dale con la pulcritud. De repente, miré la terraza, cómo mejoró, lo linda que está y me puse contenta.
Mañana voy con mi tío a comprar unos estantes y una parrilla. Porque eso es lo que siempre le faltó a casa, una parrilla.
También nos falta un parrillero, pero eso es lo de menos.

sábado, agosto 29, 2009

¿Yo soy la única que veía Eerie Indiana cuando era puber?
Me acabo de fijar y sólo hay 19 episodios.
Si fuera guionista, haría algo tipo Eerie Indiana.

viernes, agosto 28, 2009

Estábamos en el patio de la casa de los mejores amigos de mi papá, que se habían separado hacía unos meses. Yo estaba en sexto grado, así que tendría once años. La casa se la había quedado ella, porque él un día se había levantado a la mañana y le había dicho "me voy con Fulana", hizo una valija y se tomó el palo. Su vida con Fulana duró poco, y después de varias parejas conoció a una chica más chica que yo y ahora tienen un bebé divino, viven cerca de La Plata y tienen la plantación de marihuana más maravillosa que haya visto. Su ex mujer nunca lo superó, por eso se fue a vivir a Europa con un pendejo brillante al que le llevaba como 20 años.
Pero vuelvo al patio de esa casa, una noche de hace como quince años. Mientras yo hacía que leía, mi mamá y su amiga no paraban un segundo de hablar. La recién separada estaba indignada, al parecer, otro amigo del grupo la había insultado, injuriado, faltado el respeto. Mi mamá le preguntaba cada vez más ansiosa "¿qué es lo que te dijo?", desesperada por el chisme recién salido del horno. Al final, ella cedió y confesó, "me dijo que era una promiscua". En ese momento levanté la vista y estuve a punto de preguntar qué quería decir esa palabra, pero me pareció más prudente seguir haciéndome la boluda y buscarla después en el diccionario. Al otro día ya no la recordaba, me sonaba a "pascualina" pero estaba segura de que nadíe podía enojarse tanto por una analogía de tipo gastronómico.
La palabra no volvió a aparecer hasta que fui más grande y entendí qué querìa decir.

Hace un par de días Genève se prendía un Virginia Slims en el patio de casa, y se preguntaba si la gente que de soltera es promiscua tiene una tendencia a la infidelidad cuando está en una relación de pareja. Llegamos a una conclusión basada en nuestras propias experiencias, que es medio difícil ser fiel, pero que se puede mientras se quiera. "Promiscuas como nosotras" había dicho Gen unos minutos antes, y si bien me chocó un poco el término, nunca habría podido indignarme como lo había hecho la amiga de mis viejos aquella noche. Qué le voy a hacer. Si cada vez que cojo bien con alguien, ese alguien desaparece después de un par de veces, no me queda otra más que seguir probando ¿no?
De todos modos, cada vez que alguien usa ese término, no dejo de imaginarme pascualinas flotando. No lo puedo evitar.

jueves, agosto 27, 2009

- A mí me gusta ir a la casa del pibe, ver cómo vive, concerlo un poco más viendo su lugar...
- Mmmm... mmmno, yo prefiero que vengan a mi casa, estoy más cómoda.
- ¿De veras?
- Toda la vida. Aparte se evita el conflicto. ¿Me quedo a dormir? ¿Me voy a mi casa? ¿Lo incomoda que me quede? Me estresa, prefiero que venga a casa y listo.
- Pero... ¿y si no querés que el chabón se quede?
- Miro mi reloj imaginario y le digo que me tengo que levantar temprano al otro día. Prefiero ser mala onda antes que quedarme en una casa donde no quieren que me quede.

Lo que no le dije a Lau porque es algo que descubrí recién hoy a la mañana, cuando me desperté en mi cama, después de una muy buena noche fuera de casa. Me gusta que los hombres pasen la noche en mi casa porque sé que al otro día voy a oler la almohada y me voy a encontrar con su olor. Porque me gusta mirar al día siguiente las sábanas revueltas y que se me dibuje una sonrisa recordando. Porque el cuarto se va llenando de recuerdos felices, divertidos, intensos, tiernos. Porque adoro que cada mueble, que cada pedazo de parquet encierre algo, un significado, que dispare millones de imágenes que me hacen llenar el cuerpo de escalofríos.
Y porque, si de descanso se trata, siempre prefiero mi cama.
Tengo ocho o nueve años, vuelvo del colegio por Ängel Gallardo y paro en la heladería. Me pido uno de banana y menta granizada, porque nunca supe combinar gustos de helados.
Tengo trece, y antes de entrar al colegio me duermo una siesta en las escaleras del mástil que está en frente de la biblioteca del Pizzurno. Me despierto a las 5 y cuarto, justo a tiempo.
Tengo 17, y ya no duermo siestas antes del colegio, tomo Tecate o sidra, porque a esa edad tomaba sidra.
Tengo 19 y vuelvo en el 37 desde Ciudad Universitaria. Me quedo dormida con el sol pegándome en la mejilla y los apuntes en el regazo.
Tengo 20 y estoy con un chico en Plaza Francia, tirados en el pasto, mirando a la gente con sus perros. Nos besamos por horas, hasta que se hace de noche y refresca.
Tengo 22 y comemos frutillas y cerezas con El Innombrable en el jardín de la casa de mi tía. A mí me encantaría que tuviera algún un gesto de dulzura, alguna vez, se lo pido con los ojos, pero no lo percibe, o no lo quiere percibir.
Tengo 24 y cruzamos hasta el río, todas las tardes. Media hora de sacarle el cuero al resto de la oficina, muchos puchos y los hombros que van tomando cada vez más color.
Tengo 26 y miro el techo mientras casi puedo escuchar lo rápido y fuerte que me late el corazón. Me ato el pelo, me acomodo un poco lo que me queda de ropa, y me doy cuenta de que esta época del año, los primeros calores, siempre dejó unos recuerdos de lo más indelebles.

miércoles, agosto 26, 2009

Antes de entender que es vigilia, antes de lavarme la cara, antes que nada, prendo la compu y pongo música. Es un acto automático. Lo curioso es que la elección musical refleja mi humor al instante de sonar el despertador y, en general, dicta el ánimo que voy a llevar encima por el resto del día.

Hoy me desperté con "I like you so much better when you're naked" de Ida Maria.

Hoy va a ser uno de esos días en los que el "hoy cojo" no se me va a ir de la cabeza.

Porque una canción que dice "I like you so much better when you're naked; I like me so much better when you're naked" no puede más que darme ganas de estar desnuda.

martes, agosto 25, 2009

De adolescente me gustaban los de signos de tierra, más que nada los virginianos. Había algo en ese sentido de la responsabilidad, en toda esa disciplina, que me enloquecía. Me gustaban porque parecían más grandes, porque eran un poco más serios que el resto. Calculo también que Edipo debe haber metido la cola, con un padre Tauro-Tauro...
Ya un poco más grande, me dediqué a los signos de agua. Y tuve una tanda de piscianos demandantes que me hicieron sentir que era La Reina de Desprecio; tanta demostración de afecto me apabulló. Con los escorpianos, sin embargo, la cuestión mejoró al menos un poco; el equilibrio justo entre intensidad y cariño; claro que a veces entre escorpianos nos pasamos de rosca con la intensidad y hay que poner paños frios porque si no explota todo.
A los de signo de fuego siempre los conocí en momentos de transición, y puedo afirmar con seguridad que no hay mejor que un sagitariano o un leonino si lo que una busca es pasarla genial mientras se trata se hacer el duelo por alguna relación tormentosa.
A los de signo de aire los descubrí hace poco tiempo, un par de años como mucho, y han resultado ser un hallazgo de lo más satisfactorio. La libertad de Acuario, la dulzura de Libra, la rapidez mental de Géminis; yo compro.
En esto pensaba hoy mientras almorzaba en la terraza y hacía una listita mental de signos, lunas y demás cuestiones astrológicas. Entonces decidí que, en la medida de lo posible, virginianos no more; parar las antenas para ver si aparece algún sagitariano -los sagitarianos son siempre bienvenidos- y, seguir investigando en esto de los signos de aire.
Por lo pronto mañana ceno con un geminiano muy simpático. Digo, para seguir con el trabajo de campo.

Y sigo en la búsqueda de algún capricorniano, es el único signo que me falta. Pero no hay caso, che. No hay caso.

lunes, agosto 24, 2009

Ya sé cómo funciona la cosa, a mí me preguntan "¿cómo te sentís?" y yo contesto "pienso que...". Me es muy difícil identificar qué es lo que siento en determinadas situaciones, sobre todo si no se trata de cuestiones extremas, en las que la emoción me va dictando más o menos de qué lado viene el sentimiento. Es por eso que -y esto es algo que descubrí hace muy poco- he desarrollado un complejo sistema de reflejo condicionado para poder entenderme un poco más.
A determinada reacción se le atribuye un determinado estímulo. Ese estímulo, se estima, es de naturaleza sentimental.
Por eso, cuando esta mañana elegí un libro para empezar la semana, y al rato me encontraba en el 141 leyendo sobre la historia de los matemáticas, entendiendo la demostración que explica por qué la raíz de dos no es un número natural -que, por supuesto, pude comprender porque la había visto durante el ingreso a Física-, descubrí un nuevo comportamiento que esconde un sentimiento.
Si leo libros de divulgación científica, es porque no puedo lidiar con mi realidad del momento; porque la circunstancias me sobrepasan. No es casual que el año pasado -un año de mierda a nivel emocional- me haya puesto a leer y tratar de entender la teoría de la relatividad especial yo solita; ni que me haya embarcado en una fantasía de futuro como científica. Y ahora que lo pienso, a los 15, cuando quería desaparecer de la faz de la tierra, sólo me iba bien en Química.
Entonces, a la altura de Scalabrini y Loyola lo entendí, por fin. Estoy estresada, me siento incapaz de lidiar con ciertas circunstancias; mi neurosis está llegando a niveles peligrosos, cualquier situación mínimamente conflictiva me desestabiliza y creo que es hora de volver a terapia.
Después, un señor muy raro se puso a cantar "yo me pregunto ¿para qué sirve la inercia?" con la melodía de Mil horas de los Abuelos de la nada. Antes de bajarme me dijo "Las máquinas odian las matemáticas, no les metas polinomios".
Por algún motivo, me sentí un poco comprendida.

domingo, agosto 23, 2009

Y mientras Ani me tiraba desodorante, yo saltaba en la cama y cantaba I touch myself.
Ese debe haber sido uno de los highlights de la noche de ayer.
Todavía no puedo creer que en dos años nunca se me haya ocurrido ponerme a saltar en la cama.
Después dicen que las drogas hacen mal.

sábado, agosto 22, 2009

A veces se canta con Cat Power, con Patti Smith, otras con The Ting Tings, alguna que otra vez con Amy Winehouse; pero EL momento de cantar siempre es con Fiona Apple. Elijo unos cuantos temas -esos que me sé bien la letra y me salen lindos-, le doy play al winamp, me siento en la cama y canto. Canto con sentimiento, con los ojos cerrados, tomando aire en los momentos indicados, poniendo en práctica lo que se supone debo haber aprendido en cinco años de estudiar canto.
Me pasó ayer, mientras tomaba un té y pensaba boludeces; me entraron unas ganas de cantar insoportables. Media hora después me estaba acordando que alguna vez, hace mucho tiempo, yo compartía cosas con alguien que de vez en cuando me hacía feliz. "Vos podés ser Fiona Apple, y yo Paul Thomas Anderson, todo en versión tercermundista", me decía. Claro, como si yo pudiera ser tan oscura como Fiona y el fuera a ser tan talentoso como P.T. Anderson. Y así, mágicamente, la nostalgia desapareció. Al rato, abrí mi cuaderno/diario en cualquier página: "(....) y que se vaya con su zen, su meditación y su mac de puto a la mierda", fechado en septiembre del año pasado. Me agarró un ataque de risa mientras Plutón me miraba, puse You're so vain de Carly Simon, agarré el desodorante a modo de micrófono y brindé un estupendo show a mi inexistente audiencia.
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viernes, agosto 21, 2009

La mejor amiga de mi madre me agarra, literalmente, con las manos en la masa (para hacer milanesas de soja) y me dice que soy puro pensamiento, y que si Jung me hubiese conocido, habría dictaminado que soy de lo más animus. Que mi Luna en Acuario es una quilombera y que niego mi sentimental Ascendente en Piscis. Después, me halaga los tatuajes y recomienda que el próximo sea Venus.
No va a ser Venus. Va a ser Plutón. Y como soy supersticiosa, va a ir acompañado de Saturno.
Acabo de encontrar la tarjeta con el teléfono de mi tatuador.
Es una señal.

jueves, agosto 20, 2009

Desde hace años, cada vez que hablo de un hombre, mi amiga Ali me pregunta "¿y? ¿reúne las tres condiciones?" mientras una sonrisa enigmática se le dibuja en la boca.
Resulta que a los 16 años llegué a una reveladora verdad. Para que me gustara un chico, mucho, para que me llegara a enamorar, sólo debía contar con tres virtudes.

#1. Que sea inteligente.
#2. Que sea culto.
#3. Que me haga reír mucho.

Diez años después, se da por descontado -bueno, YO doy por descontado- que si le doy bola a un tipo es porque tiene las tres "virtudes". Ni que fuera tan difícil, la inteligencia es una cualidad absolutamente sobrevalorada, todavía queda gente medianamente culta y para hacerme reír no hace falta más que un porro.
Lo alarmante es que con cada año que pasa, esa lista, tan magra en mi adolescencia, se abulta más y más, rayando lo absurdo.

#345. Que siempre quiera ver pelis de superhéroes.
#723. Que su Batman favorito sea Christian Bale.
#537. Que me quiera cojer a toda hora, aunque sólo sea para fomentar mi histeria.
#901. Que haya leído El Maestro y Margarita (o que esté dispuesto a hacerlo).
#294. Que deje su perfume sobre mi almohada.
#618. Que en su armario no haya un jogging blanco.
#429. Que siempre quiera jugar a un juego que no sé cómo se llama y que ahora no tengo ganas de ponerme a explicar, pero que es muy ñoño y divertido.
#851. Que le sonrían los ojos.
#365. Que tenga cojones para taparme la boca con un beso cuando me pongo muy neura.
#829. Que... que... no sé.

Entonces, cuando Ali pregunta yo me hago la boluda, no sea cosa que me tenga que poner a enumerar todo lo que quiero. No sea cosa que me salga con la trillada frase "eso porque todavía no conociste al hombre que te va a hacer olvidar de todas esas cosas". No sea cosa que me crea que puede llegar a existir ese hombre, que barre con listas neuróticas y recibe y da amor sin condiciones.
Después de un día de no ir a trabajar, de levantarme temprano y enojada, de andar de acá para allá, de tomar sol y hacer números en la terraza, de sentir el malhumor en todo el cuerpo, de recibir una visita prácticamente inesperada y de quedarme con ganas; me saqué las zapatillas y el pantalón, después, me metí en la cama, mirando para la ventana, viendo cómo de a poco se iba haciendo de noche, sintiendo el ronroneo de Plutón en la espalda.
Después de un buen rato de estar completamente a oscuras, prendí el velador y colgué mirándome las manos un rato, pensando que a veces no sé cómo sentirme, que me encuentro demasiado seguido en ese estado de lo más raro que hace que no sienta mi cuerpo como propio, como si tuviera once años y me estuvieran creciendo las tetas, algo así. Para evitar mayores confusiones, salí de la cama y agarré el libro de Bukowski que vengo leyendo desde hace unos días. Y en esa penumbra que es mi cuarto ahora, me imaginé mostrándole las piernas a Charles -porque en en mis fantasías a los escritores sí los llamo por el nombre de pila- cruzándolas y levantándolas. Seguí leyendo un rato más, hasta que la angustia me superó.
No es tristeza, es otra cosa, es angustia. Es saber que deberia saber algo y no saber qué. El deber de la certeza por sobre la búsqueda de alguna verdad. También hay un poco de melancolía, darle más importancia a las sombras que a los objetos que las generan. La música tampoco ayuda, hay momentos en los que la playlist Mirah-TheShins-Juno'sSoundtrack no es de lo más recomendable.
En breve, volver al libro. Meterme en la adolescencia de Henry Chinaski hasta sentirla como la propia; y si no me sale, darle play a The Brown Bunny, porque Vincent Gallo siempre es un buen plan.
Y mañana... mañana será viernes.

miércoles, agosto 19, 2009

No alcanzó con que me despertara a las 5 de la mañana, absolutamente desvelada, pensando boludeces. No, tuve que esperar hasta que amaneciera para poder dormirme de vuelta; pero claro, últimamente hay un complot cósmico que impide mi descanso, así que a las 8 y media alguien se colgó del timbre del portero eléctrico y me sacó de la cama con los pelos revueltos y un pijama de lo más choto. Era la vecina de enfrente, con Plutón en brazos. Parece que el gato aventurero se va a la manzana de enfrente a andá a saber qué, la vecina lo rescata de su patio y viene a tocarme el timbre antes de irse a trabajar, ya es la segunda vez que pasa esto. Cuando sonó el despertador a las 9 y media quise revolear todo, pero me comí una manzana y salí de casa. Ya a la tarde, yendo a la librería me di cuenta de que me había olvidado el voucher con las entradas del pepsi rock y que había arreglado con Lau para ir a canjearlas; de paso, al 110 se subió el viejo manipulador que escribe poemas horribles y no permite que le devuelvas la fotocopia. Le dije que ya tenía, que la semana pasada me había encajado su arte en el 141 -no utilicé el verbo "encajar" y mucho menos el término "arte", lo confieso- y que para qué quería más, que se lo diera a otro pasajero; oídos sordos del otro lado, me enchufó los poemitas como siempre. Cuando me bajé del bondi llovía, y un auto me salpicó los pantalones. En el supermercado no tenían las galletitas que me gustan y en este preciso instante tengo frío en los pies.
Y de todas maneras, tengo un buen humor que me sorprende a cada instante. Así, como en mis mejores momentos.

martes, agosto 18, 2009

En algún momento de la madrugada, abro la puerta de casa después de haber ido hasta la puerta de calle y me encuentro con Plutón maullándome, demandando cariño. También me encuentro con Ani, con voz ronca y cara de dormida, haciéndose un té en la cocina.

- Che, es re copado ese chico.
- ¿Y vos cómo sabés?
- Porque escuché...
- ¿Todo?
- No, un poco. Pero habla tranquilo y tiene linda voz.
- Sí... ¿Damián también escuchó?
- Nah... no escuchó nada.

Y después de un par de ataques de carcajada y de preguntar qué había escuchado exactamente, nos tomamos el té peperina y nos reímos un poco más; hasta que miramos y ya era de día.

sábado, agosto 15, 2009

- ¿No somos medio como hombres nosotras?
- ¿Por?
- Atrás... no mires, eh, hay dos chicas de nuestra edad, cenando. Están compartiendo un porrón de cerveza. A nosotras no nos trajeron la comida y ya vamos por la segunda Stella.
- Dejate de joder, Lau. el problema lo tienen ellas. ¿Quién comparte un porrón de cerveza? Es muy triste. Y a lo sumo, somos borrachas, no masculinas.
- Tenés razón, son re UP.

Si bien el plan original era ir a ver la banda de cierto sujeto que conocí hace unas semanas, para cuando estaba saliendo de la librería y Ani me mandó un mensaje de texto ultimando detalles -"nos juntamos con ale y lau y nos vamos al recital de tu guacho"- me agarro la pachorra. Así que terminamos con Lau en el colombiano de Córdoba y Gascón, tomando cerveza prácticamente en ayunas, esperando una cena que no llegaba nunca y planeando estrategias groupies para el fin de semana del primero de Noviembre. Para el momento de la caminata digestiva -Gascón hasta Larrea- teníamos una borrachera importante y todo nos hacía matar de risa.
Después, más matarnos de risa, Family Guy y a dormir porque los Sábados se trabaja.
Todos deberían tener una amiga como Lau. Lo recomiendo.

jueves, agosto 13, 2009

- ¿Hola?
- Buen día, nena.
- ¿Qué hora es? ¿qué pasó?
- Son las... 9 y media.
- ¿Qué pasa?
- No pasa nada, tengo ganas de verte. Te paso a visitar ¿dale?
- Pero son las 9... estoy durmiendo.
- Y media, y ya no estás durmiendo.
- Bueno, pero traé algo para desayunar. En la panadería de Riglos hay cosas ricas.
- Bueno...
- Y si querés café vas a tener que traerte, acá hay té solamente.
- Bueno...
- ¿Y no te pasás por alguna veterinaria y comprás alimento para Plutón?
- Celeste, controlate.
- Controlate vos y no me llames a las 9 y media de la mañana.
- Ok... ¿Qué alimento le das al micho?
- La veterinaria debe estar cerrada. Traé Cat Chow de los chinos.
- Bueno...
- Que sea para gatos chiquitos, menores de un año.
- Celeste, controlate.

Media hora más tarde.
- ¿Qué es esto?
- El alimento del gato...
- Pero no es el que te dije yo.
- No había Cat Chow... Este salía más o menos lo mismo.
- Pero se llama "Nueve vidas"... yo no quiero que Plutón coma un alimento que se llama "Nueve vidas".
- Primero, no se llama así, se llama "Nine lives". Segundo, dejate de joder. Comete una medialuna.
- A mí me gustan con crema pastelera...
- Celeste...
- Ok. Me controlo. Pasame una de manteca.

Hace unas semanas mi hermana me contaba que mi papá anda diciendo que nosotras dos somos complicadas, que asume que nuestra laica soltería se extenderá por décadas. Yo la miraba con asombro.
Mientras ponía el "Nine Lives" en el cosito donde come Plutón, entendí todo.
De veras, estoy tratando de controlarme.

miércoles, agosto 12, 2009

Tengo mi entrada para Faith No More. O el voucher para cambiar la semana que viene, que es más o menos lo mismo.
Lau dice que tenemos que averiguar en qué hotel se van a quedar e ir a hacernos las groupies por una vez en la vida. Que de última, si Patton no nos da bola, al baterista también le entramos.
Yo digo que probablemente vaya a ser el último pogo de nuestra veintena, que va a haber que saltar y sudar entre todos los treintañeros ex-grunge con el mayor de los placeres.
Ali dice que hay que emborracharse mucho. En ese punto coincidimos las tres.

También invocamos a Eddie Vedder pidiéndole que vuelva con Pearl Jam. Y de paso, al espíritu de Janis, para que nos haga cantar como ella un ratito. Un ratito nomás.

martes, agosto 11, 2009

Acerca de cómo un mismo hecho puede ser visto a través de miradas completamente diferentes.

Por ejemplo, que yo invite a un hombre nuevo en mi vida a pasar la noche en casa.

Ani me codea y se pone a pura onomatopeya. "eeeeehhhhh", "eeeeesaaaa".. Así.

Flor inclina la cabeza, sonríe y pregunta dulcemente "¿y? ¿qué tal? ¿cómo la pasaste?". Muy divina ella, siempre.

Lau es la representante de los pies sobre la tierra. "Che ¿y qué hace de su vida?". Ella es de las mías, la compra más una profesión copada que un cuerpo escultural.

Nat indaga, habilita espacios, compara con otras experiencias, hasta que yo termino diciendo "bueno, sí, me hace acordar bastante a mi viejo...". Porque los hijos de psicoanalistas a veces son así.

Genève mira de reojo y con picardía dice "Bueno, vamos a lo importante ¿cómo la tiene?" desatando la carcajada y los detalles más suculentos.

Yo también me hago un par de preguntas clave.
No, nunca las confesaría.

lunes, agosto 10, 2009

Estoy tratando de hacer memoria y no recuerdo un momento en el que haya dicho que querría enamorarme, que querría estar en pareja. Digo, en los últimos tiempos, meses. Y trato, eh, estoy teniendo flashbacks de incontables conversaciones y sí me acuerdo de haberle reclamado al universo un poco de compañía, un poco de sexo, alguien con quien pasar un domingo a la tarde, algo de romance, alguna conversación de esas que duran hasta que se hace de día. Pero no una pareja, no un novio, no.
Entonces, que alguien me explique por qué, desde todos los wines, escucho el “ya va a llegar”, el horroroso “cuando menos lo esperes”, el “tenés que abrirte un poco más” que hace que me den ganas de taparme los oídos. Mis amigas, mi madre, mi padre, mis tías. Es como un complot, o simplemente se supone que por tener veintiséis años y no estar con alguien me tienen que decir esas cosas.
Tal vez lo esperable es que mi deseo sea salir a comprar pan lactal al Disco de José María Moreno y que en la cola del supermercado conozca a un hombre grandote, alto, barbudo, que me haga algún comentario gracioso sobre el contenido de mi changuito y que yo me ría entre tímida e intrigada. Que me comente que es físico, o escritor, o creativo publicitario, o astrólogo, o músico, o historiador, o geólogo, o experto en teoría literaria, o profesor de literatura. Que después de pedirme mi teléfono para invitarme a salir me lleve al cine, o al hipódromo, o al Museo de Ciencias Naturales, o a perdernos por la ciudad, o a emborracharnos con cervezas importadas, o a su casa donde hay una biblioteca donde podría quedarme a vivir, o a comer una bondiola a la costanera, o a cenar a algún restaurant peruano, o árabe, o armenio, o alemán. Que después de varias noches juntos, otras tantas tardes de domingo viendo Lie to me, cientos de cigarrillos compartidos después de coger, decenas de sobrecamas hasta el amanecer, miradas intensas, presentaciones a amigos, abrazos oportunos y un tembloroso “te quiero”, el hombre éste de la fila del supermercado para menos de quince artículos me dé el lugar para que yo quiera seguir adelante.
Mi cabeza llega hasta los cigarrillos después del sexo. Hasta ahí, nada más. Puedo hacer un esfuerzo sobrehumano y a lo único que llego en el imaginar es a una semi-pelea en la que él me acusa de distante y yo le digo que no me rompa las pelotas. Después él se va y yo lloro un rato, por sentirme una discapacitada emocional, ponele.
Esa es mi idea de lo que me puede pasar si comparto demasiado tiempo con alguien, no es algo que pueda evitar en este momento. Mi deseo me lleva para otro lado, a desconocidos que tocan la puerta de mi casa de madrugada, a encuentros clandestinos con hombres uniformados, a argumentos de películas softporn; a la fantasía. Y tal vez sea escapista y evasivo y blah, no me importa, el deseo tiene caminos misteriosos, no estoy en posición de cuestionarlo.
Durante años pretendí encauzarlo todo, tener la sartén por el mango, hacer lo que se suponía que tenía que hacer una chica de veinte años, o veintiuno, o veintidós, o veintitrés, o veinticuatro. Lo único que me gané fue una relación estrambótica de cuatro años con un tipo que no quería ser más que mi amigo, que no me deseaba, y al que yo nunca terminé de desear. Si no hubiera tratado nada, seguro que me salía mejor. No debería haberle pedido tanto a ese vínculo, con la afinidad intelectual y la contención emocional debería haber bastado para sentirme satisfecha; pero no, fui y le puse la etiqueta rosa chicle de “AMOR” y tiré y tiré de la soga, reclamé deseo de su parte, le reproché hasta el cansancio cosas que no era capaz de reprocharme a mí, hasta que me di cuenta de que nadie estaba haciendo fuerza en sentido contrario del otro lado, que sólo éramos un pedazo de soga y yo.
Entonces, repito, que alguien me explique esta conspiración para que me den ganas de tener un novio. Es como si no lo vieran. Como si no fuera evidente que en este momento no puedo, que no es cinismo, ni resentimiento, ni amargura. Que no puedo, que toda la idea de enamorarme me suena a ciencia ficción, que estoy atrapada en otras cosas que en este momento me resultan más importantes. Que voy por ahí con la guardia alta no tanto por miedo a que me lastimen, sino más que nada por miedo a lastimar. Que claro que le tengo miedo al compromiso, porque el compromiso no es joda. Que primero me tengo que comprometer conmigo misma en millones de cosas antes de meter a otra persona en escena. Que nunca me sentí una de esas mujeres de las que los hombres se enamoran, esas que generan pasiones irrefrenables y que tal vez ahí esté uno de los puntos neurales de todo el asunto, pero que toma tiempo desenmarañar la bola de preconceptos, que estoy yendo de a poco.
Que alguien me explique también esto de la construcción propia de la identidad a través de la mirada del otro, porque me siento en un laberinto lleno de espejos, ya no sé qué es parte de la mirada ajena y qué es una jugada de la parte de mí que más me castiga.
Y si al releer lo que escribí hasta ahora no veo más que contradicciones, no puedo sorprenderme, más claro imposible. Así que me la bancaré así, en este conflicto de intereses, entre la fantasía de lo turbio y el a-esta-altura-ya-debería-estar-en-condiciones-de, entre las ganas y la incapacidad.
Y que sea lo que dios quiera, o mi neurosis, o mi deseo.

domingo, agosto 09, 2009

Estoy en un bar de Acoyte y Rivadavia y mientras uno de los mozos se me hace el galán de maneras de lo más extrañas, mi amiga de la adolescencia que desde hace años vive en España me dice "bueno, vos nunca fuiste demasiado sentimental".
Ayer se me quemó un poquitín el guiso de lentejas -la culpa fue mía y sólo mía- y me pasé un poco con el cabernet. También recibí un poco de dulzura, algo que no experimentaba desde hace años. Sí, años.
Uno de esos fines de semana raros es este. Me gusta.

sábado, agosto 08, 2009

- Estas cosas me desestabilizan demasiado, Lau, yo no sé lidiar con estas situaciones. No entiendo a la gente.
- Decís las mismas cosas que mi tía... me da miedo.
- Es que a veces me dan ganas de, no sé, querer ser monja y entregarle mi cuerpo y esencia al Señor, así yan o me pongo ansiosa por estas pelotudeces.
- ....
- En serio ¿No sería genial ser así, tan espiritual, y no querer saber nada con los hombres? Quiero querer ser menja.
- Vos tenés que querer saber qué es lo que querés; eso tenés que querer.

Pobre Lau, la llamé a la una de la mañana para consultarle acerca de cuestiones de colegiala en apuros.
Qué grande Lau, siempre me tira un par de buenas puntas.
Eso sí, si esta noche me sale el tiro por la culata, si quemo el guiso de lentejas, o me emborracho demasiado, si el tipo este de vuelta me charla hasta las seis de la mañana y me deja sin beso... Ya sé a quién le voy a echar la culpa.

jueves, agosto 06, 2009

Hace un par de años atrás, mientras yo trataba de tener una relación monógama y sana con un estudiante de física que se había educado en colegios religiosos, El Innombrable se puso a salir con una chica. Al principio me alivió, si él estaba con otra mujer, no iba a tener ganas de extrañarme, llamarme y esas cosas; y aunque tal vez podría haber habilitado el lugar para los celos, no lo hice, a veces el autocontrol me funciona de maravilla.
Toda la paz y armonía que llevaba dentro con respecto a esa relación se fueron al carajo cuando me enteré de algo terrible. La mina con la que salía tenía las tetas grandes. Espalda chiquita y tetas grandes.
Yo sé que no soy la más linda, ni la más inteligente, ni la más tolerante, ni la más... No sé, no debo ser un buen partido para los hombres. Soy neurótica, distante, quisquillosa, rompebolas, fría, reservada, y muchas otras cosas más, pero sé muy bien dos cosas. Primero, mis comidas invernales hacen que cualquier hombre se quiera quedar conmigo por lo menos hasta la llegada del verano. Segundo, mis tetas son lo más, inolvidables, irremplazables; no importa si es verdad o no, no lo cuestiono, simplemente me lo han hecho saber.
Los celos no tardaron en aparecer, tampoco tardaron en cortar ellos, así que la cosa no llegó a mayores. De todos modos, el fantasma de la chica con (tal vez) mejores tetas que yo me seguía acechando, sigiloso, haciéndose notar cada vez que me sacaba el corpiño. La tortura terminó cuando El Innombrable expuso una teoría de su autoría: la de las tetas vacías. Según él, existía una extraña clase de teta, la que es grande, a veces enorme, pero que al momento de ser agarrada con pasión, parece escurrise, como un globo mal inflado. La que al ser observada bajo los efectos de la gravedad (léase, cuando la mujer está en cuatro) luce como un conito maltrecho.
No tardé en preguntar, alarmadísima, si las mías entraban en esa categoría. Él contestó con una rotunda negativa, pero mi desconfianza es mucha y pensé que me lo decía porque quería volver a verme en pelotas. De hecho, llegué a pensar que se había inventado la teoría para reivindicar mis pechos y poder volver a tocarlos. También me generaba curiosidad, ¿realmente existiían estás tetas engañosas? Recurrí a la eminencia en estos asuntos, LlaveInglesa, que nunca terminó de contestar a mi pregunta, estábamos bastante entretenidos con otras cosas, calculo.
Hace un par de días una amiga reflotó la cuestión y el interrogante volvió a instalarse.
Pensar en estas cosas con tanta dedicación es sólo un indicio más de que estoy bastante al pedo en la vida, lo sé.

miércoles, agosto 05, 2009

Mi madre prepara unos fideos mortalmente deliciosos y me manda un mensaje, a ver si me aparezco por la casa matriz, que hace dos semanas que estoy completamente borrada. Llego y reparto abrazos. Devoro los fideos, charlo de libros con mi papá, admiro las pestañas de mi hermana y rechazo el postre, supuestamente me estoy cuidando.
Padre acusa cansancio y se va a su cuarto, entonces quedamos las tres. Mi hermana que está estrenando cinismo y se la ve y escucha de lo más afilada, mi madre que me mira inquisidora, tratando de hacerme preguntas con la mente sabiendo que nunca se las voy a contestar, y yo, con un Camel en una mano y un mechón de pelo en la otra, enroscando con el dedo índice.
Sin anestesia, tira la pregunta. Esa, esa que siempre me hace, si no quiero un novio. Le digo que no, que paso, que me estoy cuidando. Baja la apuesta, la mirada y dispara de vuelta "bueno, algo... ¿un pretendiente?". Ya está, pienso, estoy atrapada en su red, hoy me toca ser la destinataria de todo su deseo de casar bien a sus hijas y tener nietos talentosos con brillantes carreras artísticas -todo lo que ella siempre quiso, proyectó en sus hijas y no pudo lograr de ningún modo-. Me la banco estoicamente, no me hago la canchera diciendo "madre, un pretendiente pretende; yo no quiero que nadie me rompa las pelotas", me callo la boca y miro a mi hermana, que tiene que bancarse a mamá todos los días.
Al final, no es todo tan terrible. Ella reconoce que vé todo a través de su lente Capricornio-Capricornio -porque entre nosotras nos hablamos así, en código astrológico- y que yo no debería compartir sus valores machistas que pregonan el-hombre-tiene-que-ser-el-proveedor. También reconoce que mi nivel de neurosis no permite que podamos comunicarnos fluidamente, así que optamos por sacarle el cuero a mis tías y primas.
Hacia el final de la velada, mientras me pongo la campera, mi hermana, no sé a cuento de qué, escupe "Todos los hombres son infieles, lo que más les levanta el ego es tener dos minas, y si pueden, más. Es así, yo ya me di cuenta". Miro a madre con cara de preocupación y prendo otro cigarrillo, un poco perturbada.
Y yo que me preocupaba por mi madre...

martes, agosto 04, 2009

Sábado a la noche. Ani -actual cohabitante, amiga desde la más tierna adolescencia y hermana de Flor- llama a casa desde lo de sus padres.
- ¿Cómo estás?
- Bien.
- Daaale, en serio ¿cómo estás?
- Bien...
- Dale que lei tu blog.
- ...

Hoy al mediodía. Mientras tomaba una sopa y escuchaba la radio veo que me llega un mensaje de texto.
"Quien es tu mejor amigo?"
De: Ani
Recibido: MAR 13:26

Entonces, Anucha, ahora que estás tan al tanto de todo, aprovechemos este medio para comunicarnos sin gastar en celular.
Ponele, yo hoy voy a cenar en casa, podemos cocinar algo juntas. Ah, y habría que comprar piedritas para Plutón. Te quiero.

lunes, agosto 03, 2009

- ¿Eso te dice?
- Eso me dice.
- Ese flaco no va, no me gusta, Celeste.
- ¿Por qué?
- Porque te está boludeando. Es un histérico, como el otro forro con el que salías antes, cuando nos conocimos. Vos no te merecés que nadie te boludee.
- Wow.
- ¿Qué?
- Tiraste una frase de hombre protector.
- ¿Viste? Es más, ahora te tiro otra. Un tipo como ese no se merece una mina tan copada y buena onda como vos.
- Pero si no sabés nada del chabón.
- Sé suficiente. Si yo fuera él, no te boludearía, vendría acá todas las noches y te haría de goma. Ni tiempo te daría para que anduvieras contándome estas cosas a mí. Un tipo que no entiende eso de vos, no te merece.
- Ahora es cuando yo digo "entonces, ¿por qué no venís vos todas las noches y me hacés de goma?".
- Claro, siempre supe que me querías cazar. Te lo vi en la cara desde el momento cero. Pero ya sabemos que no funcaría.
- ¿Tan evidente fui?
- Te salías de la vaina, bonita.
- ¿Y por eso te despareciste durante tanto tiempo?
- Claro, yo no puedo lidiar con esas expectativas.
- ¿Y por qué volviste?
- Porque te quiero.
- Awwww.

Mi nuevo mejor amigo es el mejor mejor amigo del mundo.

sábado, agosto 01, 2009

Al final. ni llanto, ni vino, ni Puentes de Madison. Al final, gancia con mucho limón, playstation y porro.
Después, me tomé un taxi a casa, paré en el kiosco, compré cigarrillos, un par chocolates y caminé las dos cuadras hasta casa. Y mientras prendía la estufa, me sacaba las zapatillas y me ponía el pijama sentía la culpa, la culpa por no haberme quedado en casa, haciéndome cargo de mi estado de ánimo.
En la oscuridad, tapada hasta la nariz, tratando de dormir me acordé de Lau y su "pero ¿quién es el flaco? ¿Spinetta?" y me reí un poco, pero también me puse a pensar que capaz no me molestan los revoleos retóricos, ni alguna que otra frase trillada, no es que me gusten, por lo pronto no me molestan. No me importaría una estrofa de una canción de esas que escuchaba cuando tenía 16 años y usaba unos oxford celestes con las botamangas anchísimas, ni un verso de algún poeta maldito; no ando con ánimos de burlarme de esas cosas últimamente. Pensé entonces que sí tengo ánimos de que alguien me diga algo, lo que sea, pero que se dirija a mí, que me mire a los ojos y me lo diga, no importa qué; pensé que es uno de esos momentos en los que me encantaría dar el primer paso pero me muero de miedo, porque necesito un pie del otro, cualquier cosa, una mirada cómplice, un gesto casi imperceptible, algo. Claro que inmediatamente me acusé de cobarde, de proyectar en los otros lo que tiene que ver conmigo y sólo conmigo, así que instantáneamente me convertí en víctima de mí misma y me consolé diciéndome que tal vez no es todo proyección, que capaz sí es necesaria la respuesta del otro, el feedback, que el deseo ajeno y su manifestación alimentan el propio; y también me dije que tampoco era cuestión de hacer un drama del asunto, que eran las cuatro menos cuarto de la mañana y que hoy había que trabajar.
Me desperté enojada, enojadísima. Afilada, venenosa.
Hoy sí, Clint, hoy pasamos la noche juntos.

viernes, julio 31, 2009

Hoy es uno de esos días en los que a las 10 de la noche estoy tapada hasta la nariz, con una mano asomando para poder agarrar la copa de vino y una película lacrimógena (hoy me siento muy Los Puentes de Madison, por ejemplo).
Después de medio atado de puchos y la botella de vino (hoy me siento bastante Tannat) pongo el soundtrack de Magnolia y canto. También lloro. El disco no es elegido al azar, cada canción es referente de determinados momentos que disparan la angustia a niveles poco saludables.
Al final, termino con la voz ronca, la almohada mojada y y los ojos hinchados.

Y mañana será otro día.

miércoles, julio 29, 2009

Ayer mi abuelo se acordó de una anécdota que nunca me había contado. Estábamos viajando a Entre Ríos, yo tendría 3 o 4 años. En el micro vi a un señor que se parecía al presidente, así que empecé a señalarlo y a gritar "¡Alfonsín! ¡Alfonsín!"; parece que el señor se enojó mucho porque era de lo más peronista, y le dijo a mi abuelo que me hiciera callar inmediatamente. Claro, hacerme callar, a mí, qué iluso.
Lo más tierno del asunto es que mi abuelo se descostillaba de risa mientras lo contaba, un poco porque se acordaría del placer gorila que le causó todo el asunto, y otro poco por haberse encontrado con él mismo, un abuelo relativamente joven en compañía de su primera nieta, que lo idolatraba (y lo sigue haciendo).
De ahí pasamos directo a rememorar los primeros viajes en subte, en los que él me tomaba lección de las estaciones de la línea B y la gente nos miraba enternecidos. Los paseos en el Museo de Ciencias Naturales y mi fascinación inexplicable por el cacho de meteorito que había en la entrada. Los partidos de damas en los que me dejaba ganar sin que me diera cuenta. Los chupetines tatín y los mini paquetes de galletitas Manón en sus bolsillos. Mis notitas en su billetera "abuelito, te saqué 10 pesos. Te quiero mucho". Nuestras maratones de documentales y litros y litros de licuado de banana con leche.
Y capaz siempre hacemos el mismo recorrido de recuerdos, pero es que es como un lugar al que uno quiere volver, un recorrido placentero, una comida que nos sale perfecta, un sweater que nos queda bien, una película que podemos ver una y otra vez.
Todos los recuerdos que tengo de y con mi abuelo son felices, todos. Incluso cuando se enojó porque había tomado un laburo en una multinacional o cuando me decía "descarriada" a las 8 de la mañana.
Son todos felices. Todos.

lunes, julio 27, 2009

LlaveInglesa dice:
a mi me fascina que me chupen la p*j*
yo me puedo quedar sentado
y que vos me chupes la p*j* un día seguido
la mayoría de los tipos que hace?
saca la p*j* y te la encaja en la boca
y como le gusta mucho
o acaba, o queda al borde
entonce te la mete
le da 4 bombazos
y acaba
ergo, un pelotudo


Cel.- dice



LlaveInglesa dice
yo trato de ver cómo viene la mano...
total en algún momento... si yo te pongo bien a punto
vos me vas a comer la p*j* con desesperación


Yo le digo que debería dar clases o algo por el estilo. Ël dice que tampoco es cuestión de andar avivando giles.
Yo le digo que, de alguna manera, su existencia me cambió la vida. Él dice que soy una exagerada.

No sé por qué puse los asteriscos. Como si a esta altura me quedara algo de vergüenza.

sábado, julio 25, 2009

Cosas que sí.
Los libros que llegaron hoy para que pueda pasar el fin de semana metida debajo de la cama. Philip Roth, Chuck Palahniuk, Sam Shepard y Jane Austen.
Capítulos de X-files por si me canso de leer.
Mi hermana que viene a visitarme hoy a la noche.
Terminar de resolver el asunto este de renovar el contrato de alquiler y ver que me dan los números.
El porro riquísimo de Damián, el novio de Ani.
Geneve como nueva cohabitante.
El guiso de lentejas que me hice el otro día, del que quedó un poco para cuando llegue de trabajar.
Diversos tipos de decisiones que en estos días han terminado de tomar forma.

Cosas que no.
Las ganas de revolear a alguien, irrefrenables, que tengo.
Que ese alguien tenga nombre y apellido.

viernes, julio 24, 2009

En mi cama, después de cerrar algún libro y apagar la luz del velador. En el trayecto Primera Junta - Perú, en algún vagón viejo y medio vacío de la línea A, con luces que van y vienen y ese traqueteo incesante. En un 141 a tope de gente que se amontona y no me deja pasar al fondo. En la cocina de casa, tomando la tercera copa de vino, mientras espero que se termine de preparar la comida. En el puf, sentada, pasando las hojas de un libro sin prestar demasiada atención, con el gato en el regazo y la cabeza en las nubes. En mis sueños, de vez en cuando, haciendo que la línea con la vigilia sea atravesada con una sonrisa.
Me agarra así, repentinamente, cuando no lo espero. Me toma por sorpresa. Me invade y yo no opongo resistencias.

Me gusta. Que se haga el difícil, que ponga excusas, que histeriquee. Que me haga buscar mil maneras de encontrarle el punto débil. Que se convierta en la figura estelar de mis fantasías. Que se deje perseguir y que al mismo tiempo me haga sentir perseguida. Que lea esto y se le dibuje una media sonrisa al saber que es de él de quien hablo.

No hay ansiedad, el deseo se recicla en mil escenas. Lo pienso y, ay... cuántas sensaciones.

Como un postre sobre la mesada de la cocina. Sé que me lo voy a comer con las manos, que me voy a chupar los dedos antes de terminar. Que no voy a dejar nada de nada.

jueves, julio 23, 2009

- Recomendame algo que me haga olvidar el frio este.
- Ehmm... ¿comedia, romance, terror?
- Algo que no me haga pensar... ni llorar.
- Simplemente no te quiere.
- Ya la vi. Y me hizo llorar.
- ¿Lloraste con esa? Qué personaje.
- Vos porque no tuviste mi vida sentimental...
- Ufff... para llorar es... no sé, Diario de una Pasión. Con esa llorás con motivo.
- No lloré con esa, me pareció cualquiera.
- No tenés sentimientos.
- Eso me han dicho.
- Entonces no sé, che... no lloramos con las mismas cosas. Ah, ya sé. Marley & yo.
- ¿La del perro?
- No pongas esa cara, está buena.
- No te creo.
- Llevatela, creeme.
- No sé...
- Está decretado, te la llevás.

Y lloré con la película del perro.
Lo voy a matar al del videoclub. ¡El perro se muere! ¿cómo no voy a llorar?
Por algo nunca vi Chatrán. Ni Todos los perros van al cielo.

miércoles, julio 22, 2009

Que alguien me explique por qué estoy desde hace 20 minutos mirando imágenes en google de tipos que se fueron de viaje de pesca a San Nicolás y salen en las fotos con pescados de 60 cm colgando de la mano y cara de felicidad.
Bueno, yo sé que la que empezó la labor investigativa para saber qué había en internet sobre el chico lindo del otro día fui yo. Y también puedo entender que tiene un doble de nombre que labura sacando a pescar a la gente.
Esta bien, no necesito explicaciones.
Necesito respuestas.
¿Contactarlo o no contactarlo?
Ah, esa es la pregunta.

martes, julio 21, 2009

La idea original era tomar unos vinos en lo de Lau con Ani. Nada más. Cuatro horas más tarde, éramos nosotras tres y cuatro más, las mismas de la época del secundario, pero en vez de la paja neurótica con el profesor de historia, hablamos de esas cosas de grandes, mudanzas, parejas, impuestos, carreras y familia.
Después de varias cervezas los ánimos se exaltaron y decidimos llevar la velada a algún lugar más festivo, en este caso, el antro del Abasto, ese en el que se hacen fiestas los lunes, pasan música cachengue y está lleno de jipis. Y como ya me siento como en casa después de tantos lunes bailando y tantos martes prometiéndome que nunca más alcohol los días de semana, iba yo saludando a varias gentes, repartiendo abrazos y preguntando si alguien conocía a algún potencial cohabitante porque Nat se nos va a vivir con su novio. Encantadoramente simpática me paseaba entre la barra y la pista de baile, charlando con los mexicanos, abrazando a mis amigas, saludando más gente que llegaba, pasándola maravillosamente bien.
Y de repente, estaba hablando con este hombre, este sujeto de mirada cálida y esa buena onda que tienen los jipis que te compra. Por algún motivo que ya no recuerdo le decía "¿de dónde saliste vos? explicame de dónde saliste" mientras él se reía y me preguntaba lo mismo a mí. Y de repente de vuelta, nos estábamos dando un beso, y eso que a mí no me gusta andar besuqueándome en lugares a los que voy tan asiduamente, así de mucho me caía bien el muchacho este.
En un arranque de masculinidad, fui, agarré al tipo de la mano, le dije "nos vamos" y a los 5 minutos, después de haber discutido sobre si en-tu-casa-o-en-la-mía, estábamos en un taxi. Destino, Caballito.
Después, después no importa, bah, salvo que lo miraba y pensaba que qué loco, cómo se ha definido mi tipo de hombre en estos últimos meses. Y el flaco era exactamente mi tipo, la barba rojiza, el pelo medio largo, la contextura contundente, los ojos grandes.
A las 7:17 am, me acuerdo de la pantallita del celular y mi confusión por el hecho de que un extraño me estuviera despertando cuando afuera era noche cerrada, me pidió que le fuera a abrir. Manoteé un jogging, un cangurito y las pantuflas; antes de abrir la puerta del cuarto me quedé parada, renuente a salir a la intemperie, a la lluvia imparable. No sé qué habrá interpretado, porque me abrazó, y no con cualquier abrazo, un abrazo de verdad, de los que contienen. Me quedé un ratito con la cabeza apoyada en su pecho y le pregunté qué hacía de su vida que tenía que irse de la cama tan temprano. Cuando me terminó de contestar, ya estaba abriendo la puerta, agarrando las llaves de la puerta de calle.
Lo miré detenidamente una vez antes de que se fuera. Qué lindo chico.
Así sí da gusto tener sexo casual.

sábado, julio 18, 2009

- Ahí llegó tu tesoro.
- ¿Eh?
- El pedido de Anagrama.
- Yaaaay.
- Sí, ¿por qué no le ofrecés a la gente otra cosa que no sea Anagrama?
- ¿Tusquets?
- ...

Libros, por todos lados. Libros de todo tipo. Usados y nuevos. Cubiertos de polvo, limpios, con olor a biblioteca de abuelo. Libros estúpidos que hacen pensar en el futuro de la edición. Contratapas atrapantes e ilustraciones fascinantes. Primeras ediciones y antigüedades. Libros agotados, inconseguibles y que yo puedo tener en mis manos. Libros amontonados en pilas que se bambolean sin caer nunca, haciendo equilibrio. Libros rotos, con las hojas desprendidas. Best Sellers, clásicos, literatura snob, libros olvidados. Joyce, Robin Cook, Auster, Kerouac, Amis, Cassirer, Freud, Kierkegaard, Danielle Steel, Manuel Puig, Márai, Siri Hustvedt, Alejandro Dumas, Chimoy, Fabio Zerpa, Horacio Quiroga, Sábato, Garcia Márquez, Grisham, y miles más. conviviendo.
Libros en todos lados.
Y sonará cursi, pero entro acá y, de repente, los problemas se esfuman durante cinco horas.
Es raro, nunca me había sentido feliz en un trabajo.

viernes, julio 17, 2009

Yo no sé si alarmarme o no, pero hace un rato estaba así como estoy ahora, frente al monitor, pero en vez de estar tipeando, le hacía fuckyou a un muñequito del msn.
Le hacía fuckyou, entrecerraba los ojos y pensaba "forro, sos un forro".
Si en ese momento me hubiera visto Tim Roth (o, bueno, su personaje en Lie to me) habría declarado que mi furia era absoluta. Con fosas nasales ensanchadas y todo.

jueves, julio 16, 2009

Lau: Soñé que teníamos una cita de a dos, o sea, dos chicos, vos y yo...
Yo: Una cita doble.
Lau: ¡Eso! ¡Una cita doble!
Yo: ¿Y la pasábamos bien?
L: Sí, y lo raro era que los chicos eran judíos y más chicos que nosotras.
Y: ¿Qué tenía de raro que fueran judíos?
L: No sé, nunca estuve con un chico judío. Son raros.
Y: Dejá de hablar pavadas, ¿qué tienen de raro?
L: No sé, mis vecinos son raros.
Y: Tus vecinos son judíos ortodoxos, Lau, claro que son medio raros.
L: ¿Vos estuviste con algún chico judío?
Y: Ortodoxo, no. Pero Mr Blonde es judío, Pirulo era judio, Mengano también...
L: ¡Ah! Te re caben los judíos.
Y: Boluda, yo no elijo a un tipo por si es judio o no. Da la casualidad que un alto porcentaje de los hombres que me son atractivos, resultan ser judíos.
L: ¿Qué onda?
Y: ¿Qué onda qué?
L: ¿Vos no querrás ser judía y por eso elegís chicos judíos y amigas judías?
Y: Vos sos mi amiga y no sos judía.
L: Pero Dedé, Sol, Ani, Flor y Nat sí. Tus amigas más cercanas, salvo yo, son judías.
Y: Seh... no sé. Lo que sea. ¿Por qué siempre me hacés tener estas conversaciones?
L: Uh, boluda, me parece que me fumé una semilla, me está picando zarpado.
Y: Sí, ¿por qué no lo vas pasando? Compartí, nena.
L: Shhh. Esperá, no me apures, kosher slut.

martes, julio 14, 2009

Hoy venía caminando por Charcas y pensaba que capaz el problema es que siempre ubico a las personas en lugares que no les corresponden, que les quedan demasiado grandes. A continuación, pasé a tener una conversación imaginaria con Mr. Blonde.
Es necesario confesar que me la paso teniendo conversaciones imaginarias con absolutamente todo el mundo. Con mi madre, mi hermana, mis amigas, un chico lindo que vi desde el colectivo, la cajera del supermercado que tiene unas cejas increíbles, los vecinos que le pegan a los hijos, chicos con los que estuve alguna vez, chicos con los que estoy, chicos con los que me gustaría estar. Y no, en general no me luzco demasiado en esas fantasías charladas, la cosa viene más por el lado del otro sorprendiéndome y yo tratando de tener una contestación decente.
Entonces, como dije, iba yo por Charcas teniendo una conversación imaginaria con Mr. Blonde, en la que le decía que nosotros nunca deberíamos haber tenido sexo, que deberíamos haber sido solamente amigos; amigos que cogen un par de veces por año cuando están muy borrachos, ponele, pero no más que eso. Él me decía algo así como que si querìa hacerle saber que no me había gustado coger con él, podría haber sido más sutil, y yo lo trataba de tontito y le decía que no, que el problema no había sido ese, sino que habría sido genial quedarnos con la afinidad intelectual y la contención emocional, que de haber sido así, seguiríamos estando el uno para el otro, que a veces me daba la sensación de que la única persona que alguna vez me entendió había sido él. También le decía que aunque no lo extrañaba más, a veces me daba pena la forma en la que se habían terminado las cosas.
Todas ese diálogo iba teniendo en la cabeza cuando tuve que doblar en Jerónimo Salguero y ponerme en librería mode. Como iba mirando para abajo, completamente distraída, me choqué con un muchacho. Durante dos segundos pensé que era él, los colores de la ropa que llevaba, el color de piel, el color de pelo, la altura, todo encajaba más o menos. Y durante dos segundos sentí un alivio enorme, porque le iba a poder decir todas las cosas que le estaba diciendo a su otro yo que vive en mi cabeza, cosas que de otro modo nunca le diría. Pero no era él, el tipo ni siquiera era parecido.
Para cuando me quise dar cuenta, ya estaba en la puerta de la librería. Así que abrí, saludé a mi jefe y me tragué la angustia como si fuera una pastilla.

lunes, julio 13, 2009

Poniéndome al día con una amiga que no veía hace mucho.
- ¿Y vos qué hiciste este verano?
- Estudié física en La Plata.
- ¡Cierto!
- Seh... Lástima que fuera tan lejos.
- Pero seguro aprendiste un montón de cosas.
- ¿Notación científica es un montón de cosas?

En la cocina de la casa de Flor, con una desconocida, el novio de Ani y mi amiga Lau.
- Perdón que me meta, ¿vos qué estudiás? ¿matemática?
- No, él estudia matemática.
- ¿Y vos estudiàs algo?
- ¡Ja! ¿qué NO estudió Celeste?

Cenando en familia. Repetidas veces.
- Entonces, ¿qué es lo que estudiás ahora, Cele?

Con mi jefa de los sàbados a la tarde.
- Estaba pensando en cambiarme al profesorado...
- ¿De literatura o historia?
- ¿Cómo supiste? Estoy entre esos dos.
- Era obvio.

jueves, julio 09, 2009

Ehhm... Si usted, mi jefe, está leyendo esto...

Por favor, patrón, no me lea el blog. No me haga sentir como en pelotas en el medio de una multitud. No me haga cambiarle la url al coso este.
¿No se copa?
Saludos a la familia.

No sé por qué lo trato de usted cuando en persona lo trato de vos.

(Mi jefe encontró mi blog, y todo indica que ha leído al menos un poco)
(El asunto no me quita el sueño, compañeros)

jueves, julio 02, 2009

- Ah, ahora ya entiendo todo.
- ¿´Què cosa?
- Los ruidos que hiciste a la noche.
- ¿Qué ruidos?

Tenía pensado volver a mi casa después de cenar, pero después del tempranillo y el tannat, bajé el colchón que siempre uso en lo de Dedé y me quedé completamente dormida hasta hoy a la mañana, despertándome con una sensación muy rara en el cuerpo.
Véase también, calentura.
Después de un rato me fui acordando qué era lo que había soñado.
Yo estaba en la cocina de la casa de mis padres haciendo jugo de zanahoria y de repente aparecía él con durazno y un mango en la mano. Estaba maravillado por haber conseguido duraznos en invierno. Se ponía a cortarlo y me iba dando pedacitos; el durazno más dulce y más jugoso que alguien se pueda imaginar, así era. No probaba el mango porque no me gusta. Y seguía poniiéndome pedacitos de fruta en la boca y me sonreía; jugaba con el durazno y mis labios, me lo acercaba y despuès se lo terminaba comiendo él, esas cosas. Hasta que se terminaba y se ponía muy cerca, me daba un beso en la frente y yo le quitaba esos lentes de Clark Kent buena onda que usa, que hacen que parezca tan bueno e inofensivo. Para eso se los sacaba, para que fuera un poco ofensivo, para que me faltara el respeto un poco. El resto del sueño se lo voy a contar sólo a él, no es cosa de andar ventilando todo por ahí.
Me despertè... contenta no es la palabra adecuada, pero es la primera que viene a la mente.
Le conté el sueño a Dedé cuando terminé de recordar cada detalle y ella me dijo que hice ruidos raros mientras dormía, como si estuviera comiendo algo.
Me sorprendí bastante también, a veces tengo tantas ganas de soñar con algo, y como ayer él me había dicho que había soñado conmigo, me puse celosa y yo también quise.
Ahora mismo tengo antojo de duraznos.
Y ¿para qué engañarme? También tengo antojo de èl.

miércoles, julio 01, 2009

Ehmm.
Si el chico que ayer vino a la librería para buscar el Bartleby versión bilingüe que había comprado por mercado libre está leyendo esto... Quiero que sepa que me pareció de lo más lindo e interesante. Y también quiero que sepa que anoté en un papelito su dirección de mail, pero que no pienso usarla. Es que soy tímida.