viernes, marzo 26, 2010

Ese Año Nuevo no sabíamos que hacer, había un par de fiestas pero ninguna resultaba convincente. Un mensaje de texto de él me hizo terminar de decidir y arrastrar a las amigas con las que estaba a un lugar por costanera.
Lo vi apenas llegué, estaba apoyado contra una baranda, fumando un pucho. Seguramente quería dar una imagen de tipo misterioso, que se abstrae del mundo mientras el resto se emborracha y festeja. Me acerqué y le toqué la espalda; nos abrazamos muy fuerte.
Cuando el sol terminó de salir, metí una mano por debajo de su camisa y le pedí que nos fuéramos juntos a su casa. Miró hacia la nada, esperó unos segundos y asintió con la cabeza. Me desperté todavía acostada sobre él, con una resaca que me taladraba el cerebro pero que no me impedía creer que ese 2006 no podía ser malo, no si lo estaba recibiendo en su cama, encima de él. Veníamos de una época extraña, en la que yo le había pedido que por favor no nos viéramos más por un tiempo. El receso que habíamos acordado se nos interrumpió con la llegada de las fiestas, por la nostalgia que trajo ese diciembre.
A la tarde, cociné unos ravioles con crema y nos quedamos mirando la tele. Ya de noche, nos bañamos y salimos por ahí a buscar un lugar donde cenar. Las sandalias me habían sacado ampollas y lo único que esperaba era sentarme para desabrochármelas y tener los pies libres de vuelta. Terminamos en un Pippo por el centro, a diez cuadras de su casa, los talones me latían de dolor.
Mientras esperábamos la comida, lo dijo por fin. Que no estaba bueno que nos hubiésemos ido juntos de la fiesta esa, que él esperaba el momento en el que dejáramos de recurrir el uno al otro, que realmente quería otra cosa; que sabía que no me elegía pero que aún así, no podía evitar llamarme cada vez que quedábamos en poner un poco de distancia. "Pensé que esta vez iba a a ser diferente, pero al final caí en lo mismo de siempre". Lo mismo de siempre era yo. Como si se hubiese estado quejando con la madre de que siempre comían milanesas. Como si me hubiese estado contando de lo podrido que estaba de tomarse el subte todos los días. Lo mismo de siempre. Yo quería un siempre con él. Él trataba de evitarlo sin éxito.
Llegaron mis pastas y apenas pude probar bocado. Cambié de tema porque no sabía qué decir, porque ante la posibilidad de estrolarle el plato de sorrentinos en la jeta me acobardé, con tal de creer que existía la posibilidad de un "siempre" me callé y tragué infinidad de sorrentinos a lo largo de los años.
Terminamos de cenar y volvimos a su departamento. Los talones seguían en carne viva, pero mi poder de negación abarcó incluso el dolor físico.
Esa noche ni nos tocamos.
A la semana siguiente, planteó distancia.
El primer fin de semana de febrero, estábamos cogiendo en la pileta de la casa de mi tía.

Y cuando ese siempre, unos años después, dejó de serlo, cuando se convirtió en un de vez en cuando, sufrí; dolió que ya no volviera una y otra vez, como arrepentido pero aún así presente. Con el tiempo la situación decantó en un nunca y ahí sí, se terminó.

A veces me pregunto si se acuerda de mí, si tiene recuerdos más gratos que los que a mí se me vienen a la mente cuando lo evoco. Porque cuando entendí que yo era para él como las milanesas de todas las noches, o el transporte público y agobiante de cada mañana, todo se tiñó de negro, ya no lo pude querer a pesar de todo, como alguna vez le había prometido que iba a ser. Ahí fue cuando decidí enfrentarme a todos esos platos de sorrentinos que nunca le había estampado en la cara.
Como para alimentar a todos los nenitos desnutridos del mundo.
Ya me olvidé de la última vez que vi a mi papá.
Solemos tener estos distanciamientos, no vernos por semanas, a veces hasta meses. Simplemente sucede que no nos cruzamos, yo hago alguna de mis paradas por la casa matriz y, por un motivo u otro, él no está; salió con algún amigo, se peleó con mi hermana y se fue a caminar por ahí, esas cosas.
Mi mamá me cuenta de sus novedades y le debe transmitir un breve resumen de lo que va siendo mi vida a él. Hay que ver qué le cuenta, claro. Con qué tinte, cómo lo adorna. Prefiero no enterarme.
Cuando lo estaban por operar de una pierna que se le fracturó por hacerse el Superman, iba a visitarlo al hospital dos veces por semana, siempre los sábados y algún que otro mediodía antes de tomarme el 59 hasta Vicente López y caminar las diez cuadras que me separaban de donde trabajaba en ese momento. Se ponía contento cuando iba, le hacía chistes, le llevaba libros y le comentaba los últimos estrenos de la cartelera; me decía que me veía feliz. Creo que era bastante feliz en ese momento. Después, el post operatorio en una cama que mi mamá puso al lado de la ventana del living de su casa. Él pintaba, leía y rompía las pelotas. Los sábados, cuando mi mamá se iba a la feria, yo me quedaba sentada al lado de él, le llevaba la comida en una bandeja y nos quedábamos charlando hasta que empezaba a bajar el sol. Una de esas tardes me explicó por qué María Celeste. Por qué ese nombre para mí. El recién llegaba de Rosario, tenía veintitantos y estaba empezando a conocer gente. En una de las tertulias con sus nuevos amigos, alguien dijo "ahora en un rato viene María Celeste" y a él le quedó picando el nombre en la cabeza, y, según mis propios cálculos, también la muchacha en cuestión; parece que era muy linda.
Extraño a mi papá, extraño que me diga que soy una barrileta mientras me agarra de la oreja y me sacude toda. Extraño que me cuente los mega guiones -con cast hollywoodense incluído- que idea de madrugada, cuando lo asalta el insmnio y no tiene ganas de seguir haciendo zapping. Extraño su histrionismo y que se siente al piano y me haga cantar un rato.
En momentos como este, entiendo por qué mi mamá lo eligió.

jueves, marzo 25, 2010

El chico de ojos increíbles es bueno en los papeles pero en la realidad, no sé. Realmente no lo sé. Pasó más de un mes y todavía no me decido. Entonces, como no me decido, tanteo. Lo tanteo como amigo y responde. Lo tanteo como hombre y también parece funcionar. Me parece que estoy ante un posible amigarchi.
Es como si papanuel me hubiese traído mi regalo con tres meses de atraso.

martes, marzo 23, 2010

No había profesor asignado para la primera materia del día, con la que estrenábamos nueva carrera, así que nos fuimos al bar de la esquina a tomar unas cervezas. Llegamos casi tarde a la segunda clase y un poco borrachas. Así comenzamos esta nueva etapa con La Secretaria y Amarula.

Terminada la jornada académica, salimos a la calle y nos burlamos de la chica que había dicho que de llevarse un solo libro a una isla, sería La Tregua de Benedetti; no hacen falta explicaciones. Y también de la que dijo que Rayuela; por apología al cliché.

Vaticino una cursada espléndida.

lunes, marzo 22, 2010

Al chico de ojos increíbles lo dejé de ver porque empezó la temporada nefasta en la librería y el simple hecho de pensar en maquillarme para lucir presentable me agotaba; también porque había algo que no me cerraba -y la vez que algo sí me cierre explota todo, así que que crucen los dedos para que siga tal como está porque si no ya saben, it's the end of the world as we know it-. Pero sí seguimos hablando, porque es inteligente, buena onda y entra en la categoría de hombre-colchón. Los hombres-colchón son esos que reciben los embates de histeria actuando como un sommier recién comprado, oponiendo resistencia, sí, pero la mínima e indispensable, de esta manera una no rebota y vuelve al punto de partida casi en el instante (véase hombre-cama-elástica) ni queda llena de moretones (véase hombre-colchoneta-de-gimnasio). El hombre colchón escucha, deja que una diga, pregunta, repregunta, comprende, aguarda y cobija.
Como con los hombres-colchón me permito explorar los grises del vasto mundo de las relaciones humanas, lo llamé para invitarlo al cine a ver Shutter Island hoy a la noche sin tener en claro si tenía ganas de traérmelo para casa después o no. A veces prefiero ir acompañada al cine.

Con su auto estacionado en la puerta de casa y después de una amena velada en la que no hubo ningún signo que indicara intenciones de su parte de dejarse arrastrar hacia mi cama, seguía yo en la disyuntiva. ¿Decirle "no querés pasar a tomar un Campari" o no? ¿Acercar mi mano a su muslo, casi llegando a la ingle, y tirar alguna barrabasada o no? Bueno, no. De repente, más que como colchón, lo vi como una pileta vacía; sentarme en el borde y que me cuelguen las patitas, nada más. Así que pregunté la hora y enuncié las frases pertinentes en una despedida. Me dio un beso que no pude entender si era de compromiso o no. Yo no meto mi lengua en un beso si es de compromiso, pero andá a saber cómo funcionan la gente-colchón en ese tipo de situaciones, siempre me vi más como silla mecedora, a algunas personas les copa la idea de tener una, pero nadie se queda mucho tiempo en ellas, el vaivén se vuelve un poco insoportable después de un rato.
Me bajé del coche, saqué las llaves de la cartera y entré.
Por ahora, me quedo sentada en el suelo.

viernes, marzo 19, 2010

Iba en el 36, ya llegando tarde a la librería. Estaba angustiada, porque hacía dos noches que no dormía; dos días que no comía. Y mientras el bondi hacía unas cuadras por José María Moreno, lo único que podía repetirme era "renuncio, yo renuncio y a la mierda".
Cuando atravesó Rivadavia y todo se convirtió en Acoyte, miré por la ventanilla, hacia la derecha. Vi un chico alto, medio despeinado, con barba, mirando su celular. Me olvidé de mi mantra de trabajadora angustiada y pensé que sí, que yo quería un chico exactamente así, tan lindo. Pasaron tres segundos y me di cuenta, hace unos años yo había tenido un chico exactamente así, a ese mismo chico que ahora levantaba la cabeza y empezaba a cruzar la avenida, mostrándome su perfil, que se fue alejando a la vez que yo trataba de girar la cabeza como Linda Blair.
Me cagó el día. Verlo, me cagó el día. Y no porque me haya roto el corazón ni porque lo extrañe, porque, vamos, ya pasaron casi tres años, soy melancólica pero no tanto, sino porque me acordé de lo mucho que me gustaba ser yo misma cuando estábamos juntos. Eso que todo el mundo siente a diario, a mí sólo me pasó con él. Y me cagó el día, y la semana, porque no sé si alguna vez me va a pasar lo mismo, si me voy a sentir lo suficientemente cómoda y con la guardia baja como para permitirme ser esa persona de vuelta. Quiero ser esa persona. Me gustaba serlo. No sé si puedo.
Y quiero poder, de veras que quiero, pero también me repito que renuncio, que yo renuncio.

miércoles, marzo 17, 2010

Cuando le pregunté hace unas semanas a Geneve si su amigo belga que venía a Argentina por un par de meses y se quedaba a vivir en casa estaba bueno, me contestó que no.
Evidentemente, tenemos gustos bastante diferentes.


Este chico es de esos que me dan ganas de mirar durante horas. Que me ponen en un mode extraño.
Mirarlo y sonreír. Me inspira. Me saca la ficha instantaneamente y me arenga a salir al mundo, a proyectar, a entregarme. Es luz.
Me abraza y me da un beso en la mejilla, ruidoso, mientras esperamos que el automático de la cámara de fotos dispare. Después, cada uno a su cuarto y yo me siento revitalizada. Motivada. Energizada. Un poco enamorada.
Enamorada en el sentido más simple del término, enamorada de querer dar amor.

domingo, marzo 14, 2010

En algún momento, entre los 18 y los 20 años, no recuerdo bien cuándo, decidí que nunca más -porque me encanta proponerme cosas con nunca máses y siempres- me iba a gustar un chico que no me diera bola; y respeté la decisión.
Hasta ahora.
Me siento de quince. Mirando pelis con Jason Bateman sólo porque me hace acordar al geminiano este que me tiene así, deshojando la margarita como pelotuda.
"¿Un geminiano?" diría mi madre.
Qué se le va a hacer.

viernes, marzo 12, 2010

Sentir que ya no puedo estar parada, pero tener que seguir, hay que seguir. Ir al baño cada dos horas, bajar la tapa del inodoro y sentarme durante tres minutos, sólo eso, sentarme. Lidiar con doscientas personas por día que no entienden razones y me insultan, en general con la mirada, el resto de las veces, pocas, a viva voz. Tratar de entender el sistema de organización de mi jefe, o sea, tratar de entender el más absoluto caos, la entropía.
Y en uno de mis escapadas al fondo para tomar agua, un ibuprofeno y contestar algún sms, el patroncito se me pone a hablar y me informa de un par de situaciones complicadas y discutimos posibles métodos para poner un poco de orden. La conversación termina con la frase lapidaria.

Cele, andá preparándote, esta es mi última temporada, el año que viene te hacés cargo vos de todo esto.


Porque el miedo al compromiso no es algo que se limite a lo romántico.

martes, marzo 09, 2010

Me fijé cuánto salía el de Groucho que tenía en la mano. Y ahí, con el librito debajo del lector de código de barras, la recordé. Mi tarjeta de puntos; esa que no usé durante este último año porque trabajé en la librería. Revolví en la billetera hasta encontrarla.
687 puntos.
Después, una sala de cine vacía para mí sola. Para mí sola. Y la última de los Coen.

Hacerse la enferma para no ir al trabajo, garpa.

lunes, marzo 08, 2010

Ya van como tres discusiones acerca de lo mismo en lo que va del día.
Los clientes se ponen a hablar de lo contentos que están porque *ganamos* el Oscar. Y yo les digo que yo no gané nada, que me alegro profundamente por Campanella y cía pero que realmente dudo que El Secreto de sus Ojos sea mejor que las otras pelis extranjeras nominadas.
Lo que me llama la atención, es que haya ganado PABLO RAGO. ¿No es algo muy twilight zone? Digo, viajemos en el tiempo. Vayamos al año, no sé, 2004 o a 1999. Si alguien te preguntaba hace 6 u 11 años atrás cuál de los de Clave de Sol tenía la posibilidad de participar en una película ganadora de Oscar, ¿quién se te ocurría? Leonardo Sbaraglia, obvio, recontra obvio. Pero no, vino Pablo Rago, puso cara de viudo compungido y tomá.

jueves, marzo 04, 2010

- ... Entonces al principio fui muy cuidadosa, despacio. Pero después, cada vez más fuerte.
- ¿Pero qué se siente?
- Es como... no sé, es lo mejor del mundo. Porque sí, es muy muy duro, pero al principio, el primer contacto, no. Como goma ¿entendés?
- Más o menos. ¿Como morder un pedazo de goma?
- Sí... no sé, no sé cómo explicarte.
- ¿Como silicona?
- No. La silicona debe ser blanda.
- Claro.... Qué bueno, che.
- Sí, se lo recomendaría a todas.
- Y sí... pero ¿quién se presta a eso? Los frikis estos que salen con vos nomás.


Ahí, el peladito que estaba delante nuestro en la fila para comprar pochoclos se dio vuelta muy lentamente, con una cara que era la mezcla del horror y la curiosidad.
Nuentras caras de vergüenza nos delataron.
Sí, pelado. Eso mismo que estabas pensando.

miércoles, marzo 03, 2010

Ya está, ya es oficial.
Ya podemos decir que marzo es marzo.
Me acabo de pelear con la primera vieja conchuda que arma un escándalo por razones absurdas. En esta ocasión, porque no tenemos un manual que se usa EN RIO CUARTO.
Rio Cuarto, vieja de mierda, explicame por qué tengo que tener un manual que usan en Córdoba en plena Capital Federal.
Está bien. Lo reconozco.
Uso el Facebook de la librería para agregar a gente que no pondría en el mío.
Y les espío la vida sin culpa.

martes, marzo 02, 2010

- ¿Por qué no me llamaste para decirme que estabas enferma?
- Ehm... no sé, tampoco es que estaba enferma.
- Cele, tenías una infección, no podías mover el brazo. Y unos días antes te habías caído y lastimado toda... ¿cómo no me llamaste?
- Ehmm... no sé.

¿Cómo decirle a mi madre que no se me ocurrió llamarla? Que, de hecho, no se me ocurrió llamar a nadie. Que hablé con mi abuela recién el viernes porque ella me llamó. Nunca se me ocurre, no se me pasa por la cabeza, no me entra. No entiendo bien cómo funciona esto de vivir en una familia que es un clan. Desde afuera lo veo como algo genial, porque alguien necesita una mano y tiene quince, siempre dispuestas. Desde afuera los quiero, como conjunto y a cada uno por separado -bah, a un par no, ¿para qué mentir?- pero no puedo terminar de involucrarme. No es rechazo, no los esquivo, me gusta pasar tiempo en familia, pero no surge lo otro, el pedir ayuda, el mantenerme en contacto, el mostrarme vulnerable.
Es como si recién ahora me diera cuenta de lo espesa que es la capa que me separa del resto del mundo. Yo pensaba que era con los hombres. Pensaba que era con las amistades. Pensaba que podía manejarlo, que era una elección. Bueno, no; pensé todo mal.
No elijo nada, estoy tan predispuesta al aislamiento que ni siquiera me planteo el contacto con un otro como una opción.
Me desconozco por completo. No me entiendo. No me cazo.
Es de las sensaciones más raras que alguna vez haya experimentado. Me dejé a mí misma sin palabras.
Bien por mí.

lunes, marzo 01, 2010

Me comía un filet de merluza con ensalada, miraba una peli y pensaba que qué raro, porque Jason Bateman me encanta. Pero me encanta, me e-n-c-a-n-t-a, me encanta, me ENCANTA. Y sí, es raro, porque mucho no dice, ¿no? Tiene como mucha cara de yanqui y no sé, no es feo, pero tampoco es lindo y medio que la nada; pero yo le doy play a cualquier película con él y me empiezan a efervescer las hormonas -cosa que, bien lo sabemos todos, tampoco es tan complicada-.

Me terminaba el filet, ponía agua en la pava para un té de yuyos y ahí empecé.
Claro, a mí el Bateman este me hace acordar a alguien. ¿A quién me hace acordar?

Agarraba la taza, daba sorbitos y miraba fijamente el monitor.
¿A quién? Tiene como un aire a... no sé, no sé a quién. Pará. La nariz, es la nariz. Bah, la forma de la cara en general, pero sobre todo la nariz.

Apoyaba la taza vacía en el suelo, prendía un pucho y seguía mirando al chaboncito este.
Changos, ya sé a quién.

Sonreí.

Es como cuando estaba convencida de que Nico era parecido a Facundo Arana. O que LlaveInglsa tenía un look muy Vince Vaughn, que sólo le sobraba nariz -¿la nariz de V. Vaughn no es demasiado pequeña?- y le faltaban diez centímetros.
Porque me gusta encontrar parecidos entre los tipos que me gustan y esos otros tipos que me gustan.
Aunque claro, nunca me gustó Facundo Arana.
Con el comienzo de clases, empieza también la temporada de libros de texto 2010.
Y con eso, el fin de mis trasnochadas; diez horas de trabajo corrido, parada; madres histéricas; niños confusos; mi jefe en un estado de constante estrés; bastante plata; ausencia de vida social; domingos que no alcanzan; contracturas en músculos que una ni sabía que existían; discusiones; algún que otro padre más o menos lindo a la vista; y hartazgo, sueño, cansancio.
Probablemente, también, una merma en el posteo que venía de lo más constante y periódico.
Sabrán disculparme.

viernes, febrero 26, 2010

Fui a lo de Dedé después de la librería, primero porque necesitaba provisión de antibióticos y segundo porque empecé a dudar de mi deseo enfermizo de soledad, considerando que mientras mi jefe hacía que no me veía yo me largaba a llorar una y otra vez, el germen de conclusión obvia empezó a crecer con la misma rapidez que el coso que me salió en el brazo y que hizo que requiriera antibióticos.
Estábamos sentadas las cuatro, Dedé, Sol, Genéve y yo. Mientras Sol proponía un domingo de maratón de Volver al futuro e imitaba la cara de Brad Pitt cogiendo por primera vez en Meet Joe Black, Dedé contaba sus peripecias en el centro de terapia ocupacional, donde le hicieron meter la mano en un frasco con porotos de soja. Yo acotaba comentarios de los que siempre meto en las conversaciones y Gen arengaba para que estafáramos a la pizzería que nos había mandado un pedido mucho más generoso que el hecho por nosotras.
Y si bien me sentí un poco al margen al principio, un par de risas -más bien carcajadas- me hicieron volver un poco. Volver a ese lugar que a veces descuido, el de la reunión, y no sólo reunión desde lo más concreto, sino desde otro lado, el de poder compartir un momento, el que sea, sin pretensiones, sin planteos neuróticos. Reírse un rato.
Sol se fue al ensayo -al que yo falté por no poder mover el brazo y sentirme afiebrada-, Gen partió al rato y yo me quedé a solas con Dedé. Después de unos cuantos cigarrillos y una charla sobre las madres, las lunas y la necesidad de terapia, terminé diciéndolo, porque sólo a ella podía confesárselo. Que tal vez mi incapacidad de relacionarme llegó a magnitudes desproporcionadas porque divisé un objeto de potencial afecto. Algo de lo más inocente, pero justamente por esa misma razón, un motivo de temor. Unas ganas genuinas de alguien, de un hombre en particular. Un hombre que me ha hecho reír con todo el cuerpo. Un deseo de lo simple, de recostarme en ese sillón y dejarme ser un rato. Alguien que me gusta.
Saltan las inseguridades, los miedos, las profecías nefastas, pero no pueden contra las ganas, que eclipsan mis pronósticos más desalentadores, esos que suelo tener en la punta de la lengua.
En veinticuatro horas, cambia todo, decido dejarme de romper las pelotas y empezar a disfrutar de esta sensación, esperando que a él le den ganas de compartirla conmigo. Y si no, si no quiere, si no percibe que estoy dispuesta a que me siga haciendo reír y a que me den ganas de abrazarlo mientras le acaricio el pelo, pues mala leche, tengo en claro que la posibilidad de la negativa de su parte existe, pero no me importa. Porque lo que siento -y no lo que pienso, ahí está la gran diferencia gran- es mío. Y se siente de puta madre.

jueves, febrero 25, 2010

Cel: ¿Sabés qué? No estoy como para hablar. Perdoname.
Amigo y consejero: Todo bien. ¿Puedo hacer algo para ayudarte?
Cel: Je, no...
Amigo y consejero: ¿Ataque de minita?
Cel: No. No sé qué es todavía.
Amigo y consejero: Bueno, hablamos en otro momento.



Jefe: ¿Estás llorando, Cele?
Cel: No...
Jefe: Estás llorando.
Cel: Sí...
Jefe: ¿Qué te pasa?
Cel: Eh... nada, que me duele el brazo.
Jefe: ¿En serio no te pasa nada? No te digo para que me cuentes.
Cel: No no, es por el brazo que me duele.



Madre: ¿Venís a cenar hoy?
Cel: No... ya arreglé para hacer otra cosa.



Abuela: ¿Querés pasar hoy? ¿Qué querés que te cocine?
Cel: No puedo, ya arreglé para hacer otra cosa.



mengano dice:
es que sos muy frágil blablabla
me da ternura blablabla
pero tal vez deberías blablabla

Cel dice:
podemos no hablar de esto? me angustia

mengano dice:
es que te quiero, loquita. pero está bien, si te hace mal no hablamos más del asunto, nos callamos.
estás?

Cel aparece como desconectado...



Así están las cosas por el momento.
Es que no me sale otra cosa.
"Esa cabeza tuya" y todas las paráfrasis posibles de tal expresión han sido moneda corriente este último tiempo.

Lo que no se (me) entiende es que yo suelo pasarla bien en el mundo que tiene lugar en mi cabeza. Veintisiete años tardé en armármelo, quedó bastante lindo, a mi modo, claro; como esos personajes de Tim Burton, que son re tiernos, pero son cadáveres.
Hoy es una de esas noches en las que no necesito nada, no quiero nada, a nadie. Veo a la gente y se relacionan, se abrazan, se quieren, se conflictúan unos a otros. Yo no puedo, no me sale, no tengo ganas.
No es una necesidad, ni un mecanismo de defensa. Quiero estar sola. Es un deseo. Una declaración. Un manifiesto.

miércoles, febrero 24, 2010

Sonó el despertador, sufrí, sufrí un poco más y fui para el baño a lavarme y esas cosas. Comí una rodaja de melón y prendí la compu. Respondí unos mails y me preguntaron qué leía cuando tenía trece años. Casi me descompongo, García Márquez, Isabel Allende y poesía de la más cursi y melosa.
Oh por dios, paren las rotativas, me acabo de acordar de lo peor. YO ESCRIBÏA POESÏA A LOS TRECE AÑOS. Pura rima y palabras como "amor" y verbos como "espiar". Porque me gustaba un flaco que estaba en cuarto año y le decían Tango, y usaba gamulán y fumaba y yo me ponía colorada cada vez que lo veía, pero no podía dejar de perseguirlo. Después llegaba a casa, me tiraba en la cama, lloraba contra la almohada y le dedicaba horrendos poemas rimados. Mi mamá me preguntaba qué me pasaba y yo le decía que no entendía geografía, ella respondía "Cele, cualquiera que te haga llorar, no te merece". Lindas enseñanzas las de mi madre, muy profundas y absolutamente útiles para una adolescente que tiene las hormonas alborotadas, se siente el ser más horrible del universo y piensa que un pendejo de 16 años y pelito largo es la cristalización de la belleza más estremecedora.
Al final no me acuerdo cuál era el objetivo de este post, el recuerdo de aquellos años me deprimió.
Me voy a llorarle a la almohada un rato.
Y mientras Sol me contaba de su semana post-ruptura, de cómo no pudo parar de llorar en dos días y acerca de cuánto dolor sentía por haberse separado del amor de su vida, yo me encontré diciéndole que eso del amor de la vida está mal encarado. Que todos pensamos que el amor de la vida es una persona, un otro, le decía. Que si sos una tarada de las que toman daiquiris vas a llamarlo "esa personita especial"; a mí cuando alguien me habla de otra persona y se refiere a ella como "personita especial" me imagino a Corky, la fuerza del cariño, qué quieren que les diga. Pero que bueno, que al final todos terminamos pensando que el amor de la vida es un sujeto que no somos nosotros, que es una bisagra, que marca un antes y un después; pero que no, que el amor de la vida es justamente eso, el amor que uno tiene, que a veces lo comparte con felicidad, otras se vé rechazado por la contraparte y que algunas (cof cof) se lo guarda en un cajón hasta que el clima despeje un poco. Entonces, basta de "el amor de mi vida" porque está siempre ahí, no se agota, a lo sumo se esconde por una temporada. Eso le dije, palabras más palabras menos.
Y Sol sonrío, y quedó re contenta con mi insight.
Y yo también sonreí, hasta que me di cuenta de que no puedo ser tan hipócrita. No tengo derecho a hablar del amor de la vida, ni de ningún tipo de amor.
De todos modos, goal accomplished, Sol se quedó contenta, y yo me vine a mi casa a ver Chasing Amy por millonésima vez.

martes, febrero 23, 2010

Estábamos en el living de la casa de mi amigo y consejero y en el balcón aparecían, de la nada, una mina muy linda, una nenita diminuta también muy bonita y un camarógrafo con cámara al hombro. La cámara tenía un sticker enorme que era onda la mancha de Jugate Conmigo, blanca y tenía escrito en rosa "No te cases, no".
Salíamos al balcón y preguntàbamos qué onda y nos contaban que eran del programa "No te cases, no", que era un reality que buscaba a novias que se casaban por motivos ajenos al amor y las convencían de dejar plantados a los novios en el altar. La chica esta se casaba a pesar de no querer a su novio porque tenía una hijita y necesitaba cierta estabilidad económica. No sé de dónde, me salía un monólogo muy Simone, y la convencía de que no se casara, que ella sola podía, que cómo no confiaba en ella. Después, mi amigo y consejero se quedaba tratando de levantársela y yo me llevaba a la hijita a la cocina, cuando le preguntaba cómo se llamaba me contestaba "Monanda".
- No parece de la edad que tiene, eh.
- Bueh, ¿que te puedo decir yo, que estaba de novia con un pendejo de 22?
- Boluda, este vejete podría ser el padre de tu ex novio.

Así quedé, bastante sonriente por este hombre que no aparenta la edad que tiene, que en este último tiempo me hizo bajar discos increíbles, que vive con tres gatos divinos y tiene un departamento con más guitarras que muebles.
Un pasado grunge de camisas cuadrillé, aunque el pelo largo persiste; qué pelo, ay, qué pelo ese pelo.

lunes, febrero 22, 2010

¿Cuántas veces se puede mirar la misma película?
Acabo de ver Reality Bites, y quién sabe cuántas veces me la vi, de principio a fin, con acompañamiento de bailecito en la escena de la estación de servicio y llanto al final incluídos. Creo que la primera vez fue a los trece o catorce y claro, ¿cómo no querer ser Lelaina a los 23? ¿cómo no querer my own private Troy?

Entonces, son las cinco de la mañana, me tengo que levantar en cuatro horas pero no puedo, no quiero, irme a dormir, porque sé que en el momento en que apague la luz se me va a venir todo encima, como un peso muerto sobre el pecho. Porque es eso, peso muerto, algo que está ahí, desde los trece o catorce y ya no sé cómo manejar. Pero pesa.
No saber cómo hacer y ya no encontrar modos de parafrasear el intento de hacerlo palabra. Como si enunciarlo lo alivianara, como si sirviera de algo. Como si escribiendo pudiera reparar el daño, la torpeza de cometer siempre el mismo error. Siempre. El mismo.
Esas cosas que les pasa a otra gente y a mí nunca, y yo me pongo de al lado de afuera del vidrio y hago como si me estuviera arreglando el pelo con el reflejo pero en realidad todo se torna muy de-chiquilín-te-miraba-de-afuera. Y ese es el problema, que si alguien viniera y me dijera "¿querés pasar?" yo diría que no, que sólo estaba viendo si tenía los pelos demasiado alborotados. Como si me diera vergüenza reconocer que sí, que yo también quiero, pero que siento que no puedo, que es demasiado, que no sé si me lo merezco.
Parece que no necesité apagar la luz para que se viniera todo encima, porque son las cinco y cuarto y estoy llorando mientras tipeo. Porque parece que lo único que puedo hacer últimamente, es eso. Y por últimamente me refiero a los últimos trece años. Desde los trece o catorce hasta ahora. Se acumulan archivos, y posts, y blogs, y mails enviados, y borradores, y cuadernos, y cartas nunca entregadas; eso es lo que tengo. Eso y el peso muerto.
Y a vos, que estás leyendo esto ¿no te cansás de leer lo mismo una y otra vez? ¿no se siente como un deja vu constante? ¿soy sólo yo o es realmente evidente que, por cómo vienen las cosas, el panorama no va a cambiar? Sí, eso, que mañana -o en unas horas- me voy a sentir mejor, que no voy a estar tan hastiada, que voy a ponerme la mascarita carnavalera para salir a hacerme la cancherita por ahí. Y dentro de diez días, o quince, o en un mes, de vuelta con lo mismo; con el yunque en el pecho, la lagrimita fácil y todo el juego de inseguridades, miedos y tropiezos.

En serio, eh ¿cuántas veces se puede mirar la misma película?

domingo, febrero 21, 2010

Cel: Entonces le dije que no podía, porque me había caído y estaba toda lastimada.
Gen: Claro...
Cel: Y me dijo que si me quedaba sola en casa y necesitaba compañía, o algo, cualquier cosa, que le avisara.
Gen: Aaaaw, qué divino.
Cel: Sí, un amor. Pero bueno, estaban acá Ani y Lau, así que no, no necesitaba compañía.
Gen: No la de él...
Cel: Eso mismo. Y después, más tarde lo crucé en el msn y me volvió a decir algo del estilo, que si necesitaba mimos, que se venía; pero como yo no sabía si me iba para lo de Dedé o no, quedé en que le mandaba un texto cualquier cosa.
Gen: Pero acá estás, no fuiste a lo de Dedé.
Cel: No, me quedé mirando unas pelis.
Gen: Es divino ese chico.
Cel: Ya sé, boluda, pero no me gusta. No me gusta. No sé por qué. Me da pena y bronca, pero no va, eh. No va. ¿Sabés qué es lo peor? Que me re gustaría como amigo, ponele. Pero eso no se lo podés decir a alguien que quiere venir un sábado a la noche a tu casa a ver una peli y comer helado y ya te vio en pelotas.
Gen: No, no podés decirle eso, nunca. Ahora... ¿Y si el que te decía de cuidarte era fulanito?
Cel: Ponía la cera a calentar, lo esperaba con un escote hasta el ombligo y me olvidaba de mi rodilla hinchada y el pie torcido.
Si llego a leer de vuelta el artículo "el" delante de la palabra "autoestima", prendo fuego todo.

sábado, febrero 20, 2010

- Y ¿qué quería el tipo? ¿que le dijera que estoy enamorada? Yo qué sé qué me pasa con él.
- Estaba rascando amor.

La conversación -hace dos o tres días- había empezado con la cuestión "Dormir abrazados: ¿mito o realidad?" y bien sabiendo los dos que puede pasar alguna vez pero que es realmente incómodo, mi interlocutor decidió ponerse más polémico y defenestró a la gente que anda por la vida pidiendo abrazos, contó que las últimas chicas con las que había salido hacían cualquier cosa por una muestra de afecto. Al principio me chocó un poco y hasta llegué a pensar que era un mensaje encubierto hacia mí -considerando que recién empezado el año compartimos un par de noches-; junté coraje y le pregunté si yo era una de esas. "Más bien todo lo contrario". Cierto, cierto que yo sí sé que me falta cariño y que me encantaría que viniera en forma de calor humano pero procuro que no se note demasiado, no sea cosa que. No sea cosa que no sé, que me lo den, andá a saber.
También me acordé de un domingo de invierno pero con sol en Plaza Francia, y unas gentes con unos carteles en el pecho que decían "ABRAZOS GRATIS"; recordé mi cara de horror y el desvío que tomé para esquivarlos. Todo esto sin pensarlo, automáticamente. Porque mi mente ya me conoce, no necesita preguntarme qué me parece algo para hacer reaccionar al cuerpo. Cara de horror - disimulá la cara, tarada, que los lentes tapan los ojos pero no la mueca de la boca - ¿izquierda o derecha? - izquierda, aunque haya olor horrible - dale, apurá - ¿abrazos gratis? - de veras, ¿abrazos gratis? - no te la puedo creer, la gente los abraza - ¿por qué alguien se dejaría abrazar por un extraño? - uh, garrapiñada; funciona más o menos así mi cabeza.
Y ayer, mientras nos terminábamos el tinto con el que habíamos acompañado la -¿el?- moussaka, Lau tira esa frase grandiosa, "rascando amor" y de vuelta a debatir.
Porque sí, seré arisca (y acá podría usar el plural de la primera persona, pero no quiero meter a mi amiga en mis declaraciones de exhibicionista empedernida), y pareceré distante y todas esas cosas que me han reclamado, pero -y que quede bien claro- cuando no lo soy, cuando abrazo y me acerco y demuestro es porque estoy segura, porque es real, porque ya no me importa si el otro me devuelve en la misma medida o no, porque ya empecé a querer y me es muy difícil echarme atrás.
Me fui a dormir borracha, pero también bastante amigada conmigo misma.
Las ganas de experimentar gastronomicamente le ganaron al deseo de reclusión y terminé en el supermercado a las puteadas porque no había yogurt natural. Y mejor que no empiece con toda mi diatriba contra el yogurt porque me pudre hasta a mí misma. Pero en serio, che, doscientas clases de yogurt y ni uno natural, sin azucar, sin nada; bueno, uno sí, de la nueva marca que reflotó el envase de vidrio, pero casi que no lo veo, así de escondido estaba, amdrentado por los de su especie con frutas, cereales y demases.
Puse a grillar las berenjenas y corté la cebolla en brunoise -porque después de años de clavarme todo programa de cocina existente, aprendí qué es brunoise-; lavé los champignones, piqué ajo, y blabla, todo lo que decía la receta que me pegué en los azulejos para tener a la altura de los ojos.
Para cuando llegaron Ani y Lau, las berenjenas estaban hechas y sólo faltaba condimentar la carne, echarle caldo y dejar reducir. Curry, pimentón, pimienta y una cosa picante que trajo Lau de Ecuador, todo adentro, a la olla burbujeante que despedía un olor intoxicantemente tentador, o será que para ese momento yo ya estaba muerta de hambre.
Después, a la fuente. Capa de berenjena, capa de carne, capa de berenjena, capa de carne; y así. El último golpe de horno, con un gratinado del bendito yogurt natural y queso.
Hubo aplausos, y no quedó ni para mojar el pancito.

viernes, febrero 19, 2010

Las opciones para el fin de semana son:

1- Hombre bohemio, músico, cuya edad está más cercana a la de mi madre que a la mía. Igual, no parece de la edad que tiene, eh.
Lo vengo bicicleteando desde hace semanas. porque siempre termina surgiendo algo mejor o yo estoy con ataque de minita y me encierro en mi cuarto durante las 48hs del sábado y domingo. Ya me dijo "pendeja, te estoy por mandar a la mierda" y yo, que amo sentirme pendeja, me hice la boba y pedí perdón por enésima vez.

2- Experimentación en cocina étnica con Lau como partenaire. En esta entrega, Moussaka, una receta griega de carne, condimentos, berenjena y gratinado de yogurt. Sí, ya sé, no soy muy buena vendiendo recetas.

3- Ponerme al día con la lectura, lo que me queda de Breaking Bad y todas las pelis que tengo bajadas; en la cama. Dicen que va a llover todo el fin de semana. Debo decir que en este momento es la opción que más me convence.

4- Clase de inglés con bonus track. El chico de ojos increíbles propuso un encuentro para el sábado que todavía no me animé a confirmar o rechazar. Supongo que considerar ir a buscar libros al Parque Rivadavia en vez de aceptarle bonus trackear un buen rato habla bastante de cómo me siento con respecto a la situación con este muchacho

Podría hacer un gran combo. Opción 1 para esta noche del viernes. Opción 4 para tarde del sábado, la 2 para la noche. Y opción 3 para el domingo.
O bien, 2 para hoy a la noche, 4 para la tarde noche del sábado, 1 para el domingo a la noche.
O a la mierda con todo y puro 3, que es lo que más tira

jueves, febrero 18, 2010

"¿No será miedo que tenés a que alguien te guste?".
Alguien me llega a hacer otra más de esas preguntas y me desquicio, están todos avisados.
Yo puedo tener muchos miedos, de hecho, los tengo -si alguien necesita alguno, a mí me sobran bastantes, los guardo en cajas, muy bien conservados-. Pero no puedo tener miedo a que alguien me guste. Así como no puedo rechazar una palta en mi heladera por temor a abrirla, echarle limón, aceite y sal y que me guste, no puedo evitar y poner distancia con alguien porque capaz inconscientemente siento que me puede llegar a gustar y eso me da terror. Alguien me gusta o no me gusta, y no hay más truco. Y hay diferentes instancias en ese gustar, pero no importa de qué categoría se trate, o está o no está, y basta de buscar miedos escondidos para explicar las relaciones entre las personas.
Puedo tener dificultades para demostrar interés, puedo ser torpe al exponer mis intenciones, puedo ser en extremo ñoña e insegura, pero nunca, nunca, evité que alguien me gustara. Es una de las sensaciones más lindas que puedo llegar a registrar. Nunca -N U N C A- evitaría gustar de alguien.
Por eso, basta de esto de que dejo de ver a los muchachos que frecuento "por miedo a que me gusten". Basta. Ni siquiera llego a la instancia del miedo, me aburro antes. O me dejan antes, esa también suele ser una opción.
Y acá nadie habló del amor, eh. El amor es otra cosa. Y yo de eso no hablo, no tengo autoridad. Me faltan juntar unas cuantas millas.
Soñé hace unos días que iba con un pibe a unos videojuegos y me ponía a jugar a uno en el que Kevin Smith mataba a unas hormigas gigantes. Después salíamos del lugar ese y nos paraba la policía, como yo no tenía los documentos encima, el rati -y yo nunca los llamo así, pero en el sueño pensaba "este rati de mierda"- agarraba su placa y me la refregaba por la cara.
Cuando me desperté, pensé que le tenía que contar al pibe en cuestión el sueño, pero me volví a dormir; así que soñé que le contaba y él hacía un análisis medio extraño y bastante acertado.
Cuando volvimos a hablar no le dije nada. La gente se pone rara cuando le decís que estuvieron en tus sueños.

martes, febrero 16, 2010

Hace unas horas acepté que el chico de ojos increíbles fuera mi alumno de inglés. Hace unas horas también, confesó que tal vez, y con fines meramente educativos, lo ideal sería que me agarrara desprevenida mientras cierro la puerta de casa, como para liberar tensiones y poder tener una clase relajada.
Genève se caga de risa y dice que no puedo ser tan caradura, que cómo le voy a cobrar por venir a casa y estamparme contra una pared, pero no, porque la reglamentaria hora de clase se respetará, con o sin agarrada sorpresiva.
Y mientras mi amiga me mira de costado, tan pícara ella, yo... yo pienso que estas situaciones son mi alimento, mi motor; que si tuviera un par de estas situaciones por semana, no necesitaría enamorarme y todas esas cosas y que, probablemente, la pasaría mucho mejor.

lunes, febrero 15, 2010

Me calcé los lentes, y salí a la calle. Qué mediodía hermoso en la calle arbolada. Qué lindo es Villa Urquiza. Qué lindo es coger. Qué lindo, pero qué lindo.
Y qué me importaba San Valentín, qué me importaba que las calles estuvieran llenas de parejitas de la mano. Realmente, no me importaba. "Tomá, Valentín, no necesito estar enamorada ni nada por el estilo para que me chupes un huevo", pensé.
Y así iba, con la sonrisita y los rulos hechos un bardo, metiendo la mano en la cartera para buscar monedas.
Y así iba, sin darme cuenta de que el viento cada vez arremetía con más fuerza.
Despeinándome.
Haciéndome arrepentir de no haber agarrado un saquito la noche anterior.
Subiéndome la pollera hasta la cintura. Exponiendo mi humanidad a los transeúntes villaurquicenses.

Sí, la de bombacha color obispo en la esquina de Mendoza y Triunvirato, era yo, señor/a.

viernes, febrero 12, 2010

Aproveché mi tarde libre para ir a buscar un libro que había comprado por mercado libre -todavía no sé si está bien o mal que use mi herramienta de laburo para comprarle a la competencia, tampoco es que me importe mucho-. Me bajé del subté, sudé las cuadras hasta el lugar en cuestión y me anuncié como la flamante compradora de Todas las familias son psicóticas, de Douglas Coupland. Y en el momento en que lo dije, me di cuenta. El cliché, me convertí en uno.
¿Qué podía comprar una chica como yo, cercana a la trientena, que portaba morral con imagen de una virgen en el frente, sandalias naranjas, auriculares de los que salía Redd Kross, cara de estar hastiada y mirada de por-favor-que-no-sea-siempre-así-todavía-guardo-esperanzas, sino Douglas Coupland?
Y después de atravesar la juventú escapando de caer en alguna de esas pseudo tribus de veinteañeros, me vengo a dar cuenta de que siempre fue así, de que todo este tiempo había formado parte de algo y yo tan pancha, creyéndome especial y única.
El chico me dio mi libro -tapa dura, muy difícil de conseguir, veinte mangos, excelente estado- y me ofreció un par más del mismo autor.

- Aaah, ya los tengo, me falta La vida después de Dios solamente -le dije mientras chusmeaba muy por encima.
-No me digas, lo vendimos hace poquito. Qué pena.
-No hay drama, ya lo conseguí por otro lado.
-Menos mal, me hubiese puesto mal que no leyeras todos los de Coupland.
-Ya lo leí, pero me lo habían prestado. Ahora quiero releerlo y tenerlo.
-Yo no lo lei, ¿qué tal?
-Maravilloso.
-Uh, no lo debería haber vendido. ¿Me lo prestás?
- Jajaja...

Entonces lo miré, prestando atención, y lo pude ver claramente, él también formaba parte de este grupo. Claro que no llevaba morral con virgen sino chomba a rayas de feria americana y bigotes de estudiante de Ciencia Política.
Pagué, me quedé sin ver el resto de las libros y enfilé ligero para Acoyte.
Volvieron.
No, no mis ganas de vivir. (Aunque estoy casi segura de que este desgano es presión baja)
Los comentarios.
La mañana empezó bien, una mañana más. Snoozeé hasta el límite, me bañé, comí un durazno, me vine para la librería, todo normal; la rutina del 36, bajarme en Charcas, hacer siempre el mismo camino, este día en particular con Eddie Vedder de fondo.
Pero en el momento en que mi jefe me dijo "me voy para casa, vuelvo en unas horas" y se fue, un vacío. Ni tristeza, ni angustia, la nada. Ganas de la nada; de despertarme y que ya sea marzo, para tener que trabajar 11 horas por día y no tener tiempo de pensar en nada. Abulia.
Y cuando estaba por mandarle un mail a mi amigo y consejero para contarle que ayer a la noche fui a ver la de Benicio del Toro haciendo de hombre lobo y me quedé completamente dormida en la butaca, un mail en la bandeja de entrada. Hoy se suspenden las clases del profesorado por falta de agua.
Salgo del trabajo a las cinco de la tarde y ¿qué hago? ¿qué hago con esta apatía y una tarde libre?
De veras, ¿qué hago?
Estoy teniendo una de esas conversaciones en las que no me importa nada y me sincero, me libero, me aliviano.
Claro que es con alguien que me chupa un huevo.
Pero nos vamos acercando, capaz la próxima soy sincera en una situación que lo amerite y todo.

jueves, febrero 11, 2010

Bueno, yo le hablo, qué tanto. ¿Y qué le digo? No voy a empezar con "hola", si empiezo con "hola" me va a preguntar cómo anda, y yo también, y nos vamos a contar cómo andamos, nos vamos a ir por las ramas y no le voy a poder decir nada. Pero si él no me dijo nada hasta ahora, es porque no quiere. O capaz no me dijo nada porque no se anima.
Mirá si serás pelotuda, qué no se va a animar, si no te dijo nada hasta ahora es porque no quiere verte y listo.
¿Entonces qué? yo quiero ver a alguien pero como ese alguien no da él el primer paso, yo me quedo en el molde, ¿no? ¿Así funciona esto? Esperar eternamente el deseo del otro, mirar fijo un monitor o un teléfono; divino, esto de relacionarse con el sexo opuesto es un viaje emocionante de los que no hay. Yo le hablo y se va todo al carajo, por lo menos, defino, me saco la duda.
Va a pensar que estás desesperada y va a perder el interés. Son las reglas, chiquita.
Me cago en las reglas. Le voy a decir que aunque el benemérito manual de señoritas que no se arrastran no permite que haga bandera de mi deseo de desnudarlo de a poquito, soy una rebelde con serios problemas ante la autoridad. Que él se fije si quiere dejarse manosear un rato y me lo comunique.
¿Eso vas a decir? Es una pelotudez atómica.
Eso le voy a decir.

Ahí se cortó la conexión, cuando volvió, ya no estaba conectado.
Me cago en las señales.

miércoles, febrero 10, 2010

Genève vino hace un par de días con una propuesta de lo más interesante, alquilarle el cuarto de arriba de todo a un conocido de ella que necesita alojamiento durante unos meses, desde abril hasta agosto. Con esa plata, argumentó ella, podríamos hacer arreglos y capaz nos quedaba un resto y todo. Se consultó con Ani, que también aceptó y quedamos en que el muchacho este podía venir a ver el cuarto cuarto.
Yo lo había visto una vez y me había caído bien. No necesité pensarlo mucho, un ingreso extra para hacer arreglos y pagar cuentas. Alguien copado en la casa -además de Ani y Gen, de más está decirlo-; la idea me cerró.

Qué maravilla, qué buen negocio vamos a hacer. Qué divertido, vivir con un muchacho.
El otro día vino a casa y cuando lo vi me acordé de un detalle que no había tenido en cuenta. El chabón está buenísimo. Iinfinidad de pensamientos pecaminosos atravesaron mi cabeza.

Me imaginé levantándome temprano a la mañana y viéndolo prepararse el desayuno en boxer y remera de dormir, y me dije ¿qué más puedo pedirle a la vida? Bueno, podría pedirle garchármelo, pero conozco mis limitaciones.

Ani y Genève comparten el sentimiento. Ese chico, la va a pasasr muy bien.

martes, febrero 09, 2010

Apago la luz, me acomodo en la cama y la imagen aparece automáticamente. Así varias veces en estos últimos días.
Camino por esa calle de muchos árboles, checkeo la dirección que está anotada en una tarjetita, voy hasta la altura indicada y toco el timbre. Veo que en el fondo se enciende una luz y una sombra que se acerca. Abre la puerta y me sonríe. Yo le sonrío, pero sin poder mirarlo a los ojos, porque estoy un poco nerviosa. Él me dice algo gracioso y uso la carcajada para liberar tensiones y empiezo a caminar. Me cruzo con un gato y me agacho para saludarlo, lo alzo y lo llevo en brazos hasta el living.
Después, la escena puede tomar cientos de caminos.
A veces charlamos y nos reímos hasta que el sueño me vence y ya no puedo seguir imaginando más nada. Otras, veo cómo su mano se acerca a mi cara, a mi cuello, inclino la cabeza y bajo la mirada.
Aunque la mayoría de todas esas posibilidades termina en su cama enorme, con él encima mío y yo sin poder dejar de mirarlo a los ojos, sonriéndole, diciéndole cómo me gusta que me coja así.

Ayer, después de apagar la luz y de imaginar la vereda arbolada, no pude seguir. Las palabras de mi amigo y consejero no paraban de repetirse.
"Querés lo que no tenés".
Se me mezclaban los gatos, y los sillones eran de otro color. Su cama no era tan grande. Yo no estaba tan nerviosa y se metían personajes ajenos todo el tiempo. Él no me alborotaba el pelo, simplemente se limitaba a quedarse ahí, mirándome, sin expresión.
"Querés lo que no tenés".
Y trataba de hacer el camino de vuelta, mirar la tarjetita, volver a tocar el timbre; pero en el medio me tropezaba y me doblaba el tobillo, o no encontraba la altura que tenía anotada.
Me dormí cuando ya era de día, absolutamente agotada.

lunes, febrero 08, 2010

El tipo se acaba de ir. El tipo tiene unos ojos de un color que no puedo explicar, bellísimos. Y también tiene un discurso que a una le dan ganas de comprar, correcto, ubicado, amable. Tal vez demasiado correcto, demasiado ubicado, demasiando amable. Tiene un perfume exquisito -que todavía siento en la ropa y las manos-, y una sonrisa compradora. El tipo besa bien, si es que existe eso de besar bien o mal; me besa bien, digamos, entonces. Y también me coge bien. Y se queda mirando mi biblioteca y hace un comentario que no pienso reproducir pero que infló mi ego a tamaños insospechados.
Pero.
Siempre hay un pero.

- Qué lindo color de ojos.
- Sí, son medio verdes, medio grises. Pasa que no se nota por los lentes a veces.
- Son muy lindos.
- Gracias.
- Bue...
- ¿Qué?
- Nada. No importa.
- No, ¿qué?
- Que tampoco es que hayas hecho algo... Nada, dejá.
- ¿Que no debería sentirme orgulloso por tener ojos lindos?
- ...
- ...
- No es personal, eh. Estas cosas se me aparecen en la cabeza y las digo. No tengo filtro.

Si mis parte emocional fuera persona, andaría en sillas de ruedas.

domingo, febrero 07, 2010

No seré Tamara, la ucraniana que nunca inflinge dolor, pero te digo una cosa... esto fue muchísimo más fácil y simple de lo que imaginaba.
Ya encontré una manera de ahorrar plata.
Recién a los 27 años me le animo a esto de la depilación en solitario. 27 años. 13 años de someterme a mujeres de las más diversas nacionalidades en esto de la extracción del vello. O entregarle mi cuerpo a mi hermana -que si no llega a encontrar su vocación, podría dedicarse a estos menesteres, sin duda alguna-. O a alguna amiga.
Lo que es ser pobre, eh.
Mentira, ayer estaba tan para abajo, tan descompuesta de desesperanza que me vine directo de la librería para casa y dejé plantada a Tamara, la ucraniana de tirón perfecto.
Hoy al mediodía me di cuenta de que el probable encuentro cercano se me venía encima y decidí tomar cartas en el asunto.
Me ahorré cuarenta mangos y dejé la cera calentando a baño maría.
A veces, puedo.

sábado, febrero 06, 2010

Esto de no querer pensar en nada demasiado importante toma trabajo, eh, no se crean. Descartados el alcohol y el porro como herramientas de evasión -no me vengo sintiendo muy descontrol últimamente, está bueno, me gusta este estado-, sólo quedan las películas y series, y los libros. El asunto libros es de lo más conflictivo, después de darme una sobredosis de lectura en Córdoba, como que me empaché, así que sólo quedan pelis y series, las mejores aliadas.
¿Cómo dice? Sí sí, usted, el de remra gris, repítalo. ¿Que el sexo también sirve como método evasivo? Sí, algo me han contado sobre eso, pero es que hace tanto que no garcho como dios manda que ya me olvidé de qué se trata.
Entonces, empecé a torrentear como desquiciada. Adventureland, Sinechdoque New York, The Men Who Stare at Goats, Sour Grapes -nunca, nunca la vean-, los nuevos capítulos de Lost -que me tuvieron pegada a la pantalla, todavía no sé si me gustó o no este comienzo de temporada, pero que me hizo liberar adrenalina, seguro-, Breaking Bad, y ya no sé, me olvido. La cosa es que imdbeando, me enteré de que John Turturro había dirigido un musical, con el visto bueno de los hermanos Coen y con un elenco que adorè desde que lei la listita: James Gandolfini, Susan Sarandon, Kate Winslet, Christopher Walken, Mandy Moore -MANDY MOORE, no me puede caer TAN bien Mandy Moore-, la mina de Weeds´, Steve Buscemi y alguno que otro más que ahora no se me viene a la mente. Romance & Cigarettes. Y medio que la bajé con un poco de desconfianza, porque, ¿hola? es un musical, pero a los diez minutos de haber dado play, estaba encantadísima. Y después la vi de vuelta, pero porque James Gandolfini me calienta hasta lo indecible, de veras, es algo que no puedo, ni quiero, controlar.
No la recomiendo porque me da la sensación de que es una de esas cosas que solamente me gustan a mí, y a Flor, ponele. Así que Flor, a vos sí, a vos te la re recomiendo.

Este es mi humilde intento de cortar un poco el tono oscuro, dramàtico y depresivo de los dos últimos posts.
De nada.
Dijo que percibía que yo era una persona que pasaba mucho tiempo en soledad, pero sin ver a esa soledad como algo malo, al contrario; pero que a veces sentía como que me pesaba un poco, que necesitaba salir de ese estado solitario por un rato. Y menos mal que estábamos a oscuras porque bajé la cabeza y se me debe haber oscurecido la mirada.

A veces cuando estoy por dormirme, trato de imaginarme que un brazo está apoyado sobre mi cintura, sólo eso. A veces puedo, y me quedo dormida instantáneamente. Otras, me reprocho ser tan tarada, cómo si un brazo fantasmático sirviera de algo, y doy vueltas en la cama o me hago una paja intensa, agotadora.

Recreo esa imagen de mí misma y lloro, es automático.
Ya llorè cinco veces hoy.
Me acaban de hacer acordar del tipo ese que se subía al tren con una sonrisa enorme y predicaba "sólo el amor salvará al mundo". Y entonces, todo el vagón se ponía contento y todos le dábamos un montón de monedas. Después, yo hacía un par de cuadras hasta la multinacional y me iba olvidando. Olvido de negación, olvido de mentira por saber que sí, que yo al viejo ese le respetaba su premisa pero ¿de qué valía mi respeto si yo no era capaz de poner en práctica nada de eso? ¿Para qué convertirme en una de esas que piensan que sí, que las cosas pueden cambiar, pero que mejor las cambien otros?

Que el gobierno haga algo, que los otros practiquen eso del amor, es lo mismo. A mí no me sale, o me sale a veces, contadas veces. Porque la verdad es que en el momento que se avista un riesgo, me echo atrás, no sea cosa de quedar en evidencia, no vaya a pasar que mi amor no sea enteramente correspondido y mis deseos queden expuestos ¡qué terrible sería eso!
Entonces mi amor es siempre seguro y fiel. Si vos me querés, yo te quiero. Así pasa con mi mamá, mi hermana, mi papá, el resto de la familia, los amigos. Todos los que excedan esos ámbitos estarán sometidos a mi miedo infinito, a mi inseguridad, a mi incapacidad de demostrar interés y a mi desconfianza crónica.
¿Qué clase de amor puedo ofrecer yo? Uno que no quiere pisar si no es en firme, uno que piensa que podría ofrecerlo todo pero mejor no, mejor en otro momento, cuando el pronóstico sea más favorable. ¿Quién puede querer esa clase de amor?
Convivir con esto, todos los días. No ver posibilidades de cambio por sentir que el daño es irreversible, que la herida es incurable. No puedo ni empezar a explicar cómo se siente. No tengo palabras. No tengo nada.

viernes, febrero 05, 2010

Iba a decir que desconocía el funcionamiento de los grises intermedios entre las categorías novio/chongo y amigo. Pero qué necia que me pongo a veces, ¿cómo olvidarme de que pasé cinco años -CINCO AÑOS- explorando los matices del gris casi sin descanso?
Reformulo, entonces, y digo que ya no tengo ganas de entender los grises esos. Porque soy re copada (sic), y los tipos estos se relajan y cuentan intimidades, y está bien, me encanta eso; pero de ahí a que me cuenten a quién se garcharon después de una semana de haber estado conmigo en pelotas en la misma cama, con detalles y referencias a sentimientos que nunca habrían podido tener hacia mí, bueno, hay un trecho. Y en ese trecho conviven mi ego vapuleado y el fantasma de Nico, que mete más miedo que Pepito.
Por eso, declaro en este solemne acto, que de ahora en más me rehusaré a escuchar historias de felicidad ajenas -que involucren mujeres, obvio- de hombres que me hayan tocado las tetas y por quienes no siento ningún tipo de sentimiento más que simpatía.

También aprovecho y cuento que me hicieron una devolución del primer texto que escribí para el curso del profesorado que casi me hizo poner colorada.
Soy tan feliz con tan poco. No entiendo todavía cómo no es que soy feliz.

jueves, febrero 04, 2010

Hay alguien que durante el día 3 de febrero, entró más de 20 veces a este, mi blog.
Y yo me pregunto ¿para qué? ¿por qué?
Si me conoce ¿para qué?
Si no me conoce ¿para qué?
Pero lo pregunto en serio, eh. Si quiere responderme, el mail ahí a la derecha.
De veras me intriga.
No sé cómo se llama, pero tiene cara de esos nombres que estaba tan de moda ponerle a las nenas a fines de los setentas o principios de los ochentas. Carolina, Natalia, Florencia, Julieta (hace millones de años que no conozco a ninguna Julieta ¿dónde están?).
Ella encarna a una de las clases de la argentina básica, la más tradicional y casera. Las que se quedas los domingos a la tarde preparando un bizcochuelo con su madre o una tía, a veces le ponen dulce de leche. Siempre tienen novio. Tienen novio desde los catorce, y pierden la virginidad rápido, porque serán caseras pero no boludas. Eso sí, al noviecito lo presentan de toque y hacen que preparen los asados del sábado al mediodía.
Esta en particular, tiene un tatuaje en el coxis, y hoy me di cuenta de que se levanta la musculosa y baja la pollera a propósito para que se note. Obvio que es un tribal, no podía ser de otra manera. Habla, hasta por los codos habla. Y no importa en qué momento pongas la oreja, siempre está hablando de algo completamente intrascendente. Que la madre se quemó haciendo churros, que le gusta tomar mate, que ocho años andaba en patines y yo qué sé cuántas cosas más. No levanta la mano para hablar, y eso, en un espacio con cincuenta personas más puede ser conflictivo. Ya le tengo reconocida la voz, no importa si está a diez metros de distancia o a ciencuenta centímetros. Ella habla. De hecho, estoy segura de que estudia esto para poder estar hablando durante cuarenta minutos con una audiencia que la escuche; capaz hizo el examen para entrar al lugar ese donde estudian locución y no entró, es una de las posibilidades de potenciales pasados que barajo.
Ella y las conjeturas que surgen a partir de sus gestos me llevan lejos, a cualquier lugar, a pensar que seguro tiene ahijados que la llaman "madrina" en vez de por su nombre de pila, a estar casi segura de que tiene un novio desde hace no menos de tres años, con quien garcha de lo más bien, porque no emana vibraciones de frígida. El novio se metió a la UTN para estudiar ingeniería en algo pero después dejó. Si vive en capital, es de Barracas o San Cristóbal. Si es de provincia, zona oeste, de cabeza. Casi nunca se acuerda de lo que soñó.
Algún día le charlaré para despejar mis dudas.

miércoles, febrero 03, 2010

Esto del profesorado y el blog es contar una historia muy similar desde puntos diferentes de vista. Cuestion de perspectivas ¿vio?
La diferencia es que ella es buena onda y va al baño con las jóvenes de nombres estrambóticos.
Yo no hablo con nadie a no ser que me dirijan la palabra y soy feliz siendo así de Daria (lalalalala).

¿Sabían que el personaje de Daria estuvo inspirado en Janeane Garofalo?
Yo me enteré hace poco, y me cerró TANTO todo.
Miro la listita de contactos y le hablo, le digo "dale, saludame". Como no me saluda, subo el tono. "Qué puto sos, eh, qué te cuesta". Y tampoco recibo respuesta alguna. Entonces termino haciéndole fakiu al monitor, como una pelotuda.

Como cuando estaba en el patio del colegio y miraba al zaparrastroso ese que me gustaba, muy de reojo, y pensaba, rogaba, "acercate, acercate"; claro que siempre venía y me mangueaba un cigarrillo y después se iba, pero yo -porque pelotuda fui desde bien entrada la juventud- me ponía contenta, como si mi mente tuviera algún tipo de poder.

Ahora, este, el guachito que no me quiere hablar, no vendría a manguearme cigarrillos, haría como que me convence de revolcarnos un rato, cuando los dos bien sabemos que yo estaría entregadísima desde el "hola".

Así que me quedo en el molde. Miro con rabia las ventanitas que salen al costado de la pantalla y sé que si no hago nada yo es porque no estoy en condiciones de enfrentarme a ningún tipo de rechazo, tampoco estoy como para fumarme un pucho después de coger y pensar que el tipo que tengo al lado no está del todo convencido de lo que hizo. No me dan ganas. Porque una cosa es bancarme estoicamente esta absurda racha de situaciones inverosímiles que me viene aconteciendo, no me queda más que aceptar, porque cada situación es tan nueva, tan original, que no hay manera de prevenir ningún daño. Otra muy diferente es ponerme en un lugar que ya conozco, hacer un papel que ya me sé de memoria y que me angustia interpretar.

Hoy espero a que sea él el que hable.
En cualquier momento me convierto en una de esas que toman daiquiris.

martes, febrero 02, 2010

Mi amigo y consejero me había dicho que si me daba mucho miedo, podía llamarlo, no importaba la hora. Y yo me hice la canchera, porque claro, cualquiera, mirá si te voy a llamar a las cuatro de la mañana porque estoy segura de que en cuarto habita un fantasma.
La cosa es que apagué la luz a las tres de la mañana y me tiré boca abajo en la cama, esperando quedarme dormida. Pero nada de sueño, empecé a flashear con que Pepito me miraba -ah, le puse Pepito, si voy a vivir con un fantasma, que tenga un nombre simpático por lo menos-. Con que me tocaba la espalda. Con que me miraba dar vueltas en el colchón desde el marco de la puerta. Y pensaba, mi cabeza no paraba, le pedía a Pepito que se fuera a la terraza, le decía que tenía toda la hamaca paraguaya para él, pero que por esa noche me dejara dormir en paz; después me di cuenta de que es probable que los fantasmas no lean la mente. Una cosa es estar muerto, andar espiando a la gente cuando prepara milanesas de berenjena y otra muy diferente es leer mentes.
Estuve a punto -a punto, eh- de cazar el teléfono y llamarlo -a mi amigo y consejero, no a Pepito-, pero entre que me puse a dudar y mirar el reloj, me quedé completamente dormida.
En la fila de adelante, a la derecha. La linda que es medio jipi. Todo el outfit, eh. La musculosa de tela vaporosa, la pollerita, las sandalias. Los aros enormes que hacen que el lóbulo esté a punto de ceder, en cualquier momento. Una cara in-cre-í-ble y un modo de ponerse el rimmel que me dio mucha envidia. Claro que después abrió la boca. Y ahí se convirtió en la linda-medio jipi-era mejor cuando hacías ojitos y nada más. Y no, no por linda tonta, sino por linda que dice absolutamente todo lo que se le pasa por la cabeza, putea demasiado y usa la palabra "pete" innecesariamente -siempre seré partidaria de "chupar la pija", "pete" me hace acordar a Petete y su libro gordo y le quita toda la magia al asunto-.
Entonces, cuando la profesora -divina, perspicaz, graciosa; cuando sea profesora quiero ser como ella- pregunta quién quiere contestar cuál fue el último libro leído, un par levantan la mano y sí, las obviedades. El extranjero, Camus. El libro de arena, Borges. Crimen y castigo, (vamo') Fedor. Y la linda-medio jipi-qué rimmel usás, hace asomar su brazo, lo agita; el pueblo quiere saber. Anticristo, de Nietzsche.
"Nísche" para ella.

lunes, febrero 01, 2010

Me acabo de sacar la tobillera que tuve colgada del pie durante el último tiempo.
Se me terminó el verano.
Me voy a empezar las clases.

domingo, enero 31, 2010

- Es que te dijimos "Cele callate" durante tanto tiempo...
- No creo que ahora sea reservada porque hace veinte años me dijeran "callate" diez veces por día.
- ¿Te parece que no?
- Bah... puede ser. Pero no cierra, má. Porque hablo, hablo todo el tiempo. El tema es que no hablo de las cosas importantes.
- A mi me da la sensación de que vos te sentís demasiado segura y por eso no tenés la necesidad de manifestar ciertas cosas.
- No, mamá. Al contrario. No digo nada porque pienso "¿a quién le puede importar lo que a mí me pasa o me deja de pasar?".
- Ah...

Después entramos a la verdulería a comprar un melón. Y no se habló más del tema.
"Everything is more complicated than you think. You only see a tenth of what is true. There are a million little strings attached to every choice you make; you can destroy your life every time you choose. But maybe you won't know for twenty years. And you may never ever trace it to its source. And you only get one chance to play it out. Just try and figure out your own divorce. And they say there is no fate, but there is: it's what you create. And even though the world goes on for eons and eons, you are only here for a fraction of a fraction of a second. Most of your time is spent being dead or not yet born. But while alive, you wait in vain, wasting years, for a phone call or a letter or a look from someone or something to make it all right. And it never comes or it seems to but it doesn't really. And so you spend your time in vague regret or vaguer hope that something good will come along. Something to make you feel connected, something to make you feel whole, something to make you feel loved. And the truth is I feel so angry, and the truth is I feel so fucking sad, and the truth is I've felt so fucking hurt for so fucking long and for just as long I've been pretending I'm OK, just to get along, just for, I don't know why, maybe because no one wants to hear about my misery, because they have their own. Well, fuck everybody. Amen"
Sinechdoque, New York

Amén.

sábado, enero 30, 2010

Cerca de la una de la mañana del presente, apareció el ya-no-sé-qué-número (creo que fue el sexto, pero no quiero arriesgar) ataque de minita del año. El último había acontecido hace poco más de dos semanas, en presencia de Lau y Flor que me decían que no lo podían creer, que no me podía poner así. Me pongo así, siempre, el tema es que en general no tengo público. Hago lo posible para ahorrarle a los seres queridos el horror de verme absolutamente conflictuada por cuestiones que debería tener resueltas desde la pubertad.
Mi única solución posible en el momento, eran las tranquilizadoras y sabias palabras de mi amigo y consejero, pero estaba en el cine, así que tuve que resolverlo yo solita. Bah, "resolverlo". Resolver, no resolví nada. Resolver no es mi especialidad. Pero por lo menos no empecé a toser como desquiciada (síntoma #1) ni a sentir un pelota de andá a saber qué rebotando en el estómago (síntoma #2).
Menos mal que en dos días vuelvo al trabajo y empiezo el profesorado; si sigo con este ritmo de meta pensar pelotudeces y tomármelas como cosas serias, me va a recalentar el cerebro y voy a terminar con una embolia.
Era tan joven, van a decir.

viernes, enero 29, 2010

Sueño que estoy en lo de mi jefe y en el medio de la noche a la mujer le agarra un infarto. Como no encuentro el número de la obra social, llamo a información y el pelotudo que me atiende, me da el teléfono de osplad en vez del de osde. Mientras, mi jefe me dice que no llame a emergencias, que pida empanadas, y va tirando los gustos.

jueves, enero 28, 2010

Cada día más parecida a tu mamá, vos. Eso me dijo una amiga de mi tía allá, en el valle. Y qué loco, porque sí, capaz que me parezco a mí mamá, y a mis tías, y a toda la parte de mi familia por parte de abuelo materno; pero a mí eso no me interesa, porque sí, tenemos todos los mismos rasgos y blah, lo sabemos muy bien todos.
Acá el tema es otro. Lo que me da mucha intriga es la otra parte que puso sus cromosomas para que yo esté escribiendo acá, sentada en la cama, y a la que nunca le vi la cara. ¿Seré parecida? ¿Tendré, desperdigados por ahí, hermanos con los que compartimos gestos y expresiones? Esas cosas.
Entonces me miro en el espejo y busco, busco algo que nunca encuentro.
“If you really want to hear about it, the first thing you’ll probably want to know is where I was born and what my lousy childhood was like, and how my parents were occupied and all before they had me, and all that David Copperfield kind of crap, but I don’t feel like going into it, if you want to know the truth.”
Holden Caulfield

Mientras, literalmente, miro el techo, llega un mensaje de texto. Es mi amigo y consejero, quien, btw, tiene mi preciadísimo ejemplar de Levantad, carpinteros, la viga del tejado y Seymour: una introducción, que mi biblioteca empieza a extrañar.
Que se murió J D Salinger, me avisa.

¿Saben qué?
Lloré un poquito.
Llegué.
Volví.
No sé si soy millones, pero la cosa anda bastante bien.

jueves, enero 21, 2010

Libros, 5. Mailer, Highsmith, Pérez Reverte, Auster y Larkin.
Mazo de Tarot, uno.
Música en el aparatito, de todo. FNM, Soundgarden, Aimee Mann, Easy Star All-Stars, Peeping Tom, Fiona Appel, Eddie Vedder, The Ting Tings y no sé cuántas cosas más.
Ropa, la justa y necesaria.
Implementos para escribir, dos. Cuaderno a estrenar con holograma de un gato con cara de loco en el frente y birome.
Productos de higiene y belleza, muchos. Limas, cremas, un protector solar de factor insuficiente, cepillo de dientes, dentífrico, desodorante con supuesto olor a pepino y todo lo que me entró en el estuche.
Pasaje a Los Hornillos, Córdoba, uno. De ida, 20:15, Retiro.

miércoles, enero 20, 2010

Estos han sido días de caminatas. Hoy me toca Río de Janeiro, desde que termina hasta que empieza, y de ahí, esquivar avenidas hasta llegar sana y salva a casa. Mientras me quedo mirando unas sandalias horribles en una zapatería, atraviesa, fugaz, la idea. No tengo verdaderos problemas; ninguna preocupación me conflictua, no estoy tildada pensando en ningún "y qué hago con...". Sigo avanzando y sonrío, porque no creo que falte mucho para que aparezca una nueva preocupación, porque así son las cosas. Por fin abro la puerta de casa y los gatos me reclaman, los atiendo, les cambio el agua, les pongo comida. Prendo la compu y ahí está, la buena noticia del día, una de esas cosas que me gusta ver como "buena señal".
A veces está todo tan calmo, hay tanta paz, que no entiendo cómo me las arreglo para enroscarlo todo en cuestión de minutos.
Otras veces sí entiendo, y me perdono. Esta es una de ellas.

martes, enero 19, 2010

Volvía por Rivadavia, desde Medrano. Me puse el saquito porque levantó viento y pensé. Pensé como por diez cuadras. Que a veces no tengo por qué esforzarme tanto, especialmente cuando sé que se trata de una causa perdida. Que me ubico en lugares que no tengo las tetas suficientes para llenar, y que sí, que podría, pero ¿vale la pena el esfuerzo? Que sí, que siempre vale la pena, porque es una batalla per-so-nal, que si el fruto del esfuerzo nadie me lo quiere aprovechar en el presente, es algo que ya tengo ganado, una prueba menos a superar. Pero que ahora no, no me dan ganas, que tengo derecho a darme el lujo de elegir las batallas que peleo y a quién elijo de sancho para que me acompañe a enfrentar el conflicto. Que probablemente es la misma excusa que pongo siempre pero con otro enunciado. Que no me importa. Después llegué a Acoyte y me quise pegar un tiro, porque ese es el efecto de Acoyte y Rivadavia, ganas de suicidarse, o de empezar a los tiros indiscriminados. Así que dejé de pensar, diez cuadras es un montón.
Y ahí va de vuelta la inconsciente a meterse donde no la llaman.

lunes, enero 18, 2010

En un acto de estoicismo sin precedentes en mi historial. Envolví mi mano en bolsas varias. Tomé al inmundo animal por su cola espantosa y lo metí en una bolsa. Esa bolsa en otra bolsa. Y de vuelta el mismo proceso.
Me lavé las manos tres veces y anoté mentalmente que este fue el tercer ataque de minita en el año.
Me despierto y es mi primer día de vacaciones. Soy feliz, doy vueltas en la cama y no me importa que sea la una de la tarde. Cuando por fin me levanto y voy al baño, el horror. La tragedia.
Plutón cazó una rata y me la dejó de trofeo en el medio del patio de abajo.
Y yo, que festejaba por tener la casa sola, puteo, en silencio y a viva voz, porque no están los novios de las chicas que TAN útiles son en estos casos.
Me cago en Plutón, la rata y mi asco infinito para este tipo de cosas.
Mi tía superó el sufrimiento de los primeros días después de la primera sesión de quimio y casi que la vi como la de siempre. Con sus risitas y sus abrazos. También estaban un par de primos y otra tía.
Y cuando a las dos de la mañana, sentados en el quincho, comiendo unas hamburguesas a la parrilla que estaban buenísimas, nos empezamos a contar historias de caídas y anécdotas boludas, me sentí bien. En familia, con todo lo que eso pueda llegar a significar.
Entonces en el viaje de vuelta, con mi primo de 19 años, hablamos. Bah, mejor dicho, él habló. Y habló como nunca habló conmigo. Fué él, como nunca le había permitido ser. Porque siempre me pongo a un costado y miro desde afuera.
Esta vez, y capaz sea el hecho de que alguien que queremos mucho esté pasando por un momento jodido, estuve, no me ausenté. Dejé afuera el personaje y me sinceré. Disfruté y no me quería ir. Porque siempre me quiero ir.

sábado, enero 16, 2010

Es Villa Crespo y ¿quién diría que a un par de cuadras del Parque Centenario hay un restaurant africano buenísimo?
Para cuando llega la comida, ya estamos medio entonadas y la charla tiene que ver, básicamente, con una sola cosa, estar chongless y técnicas para revertir tal situación.
Y tal vez empezamos con cuchillo y tenedor, muy civilizadamente, pero la música, la energía estival y Lau -que de comida africana algo sabe- que agarra la sémola con las manos, nos hacen animar a Flor y a mí. Entonces no importa, porque el pescado se come con las manos, y las batatas fritas también, y se hacen bolitas de sémola que se mojan en la salsa de maní.
Nos chupamos los dedos mientras nos reímos y seguimos emborrachándonos.
Ojalá todo se pudiera comer con las manos.

viernes, enero 15, 2010

No hay caso, no sirvo para "el juego". Entonces hoy le decía por mail a mi amigo y consejero que sí, que no me queda otra más que jugar, pero la verdad es que soy pésima. Necesito un asistente permanente o una lobotomía. Si es por mí, digo lo que pienso en el momento en que lo estoy pensando, pero parece que no, que eso no conviene si se quiere "ganar" o lo que sea que se obtenga.
Ok, pienso, a jugar, a transpirar la camiseta, a dejar todo en la cancha, blah. Pero me quedo dura, inmóvil, mirando el arco, o el cesto, o el tablero, se entiene a qué me refiero.
Y no sé, no entiendo, necesito un manual, no me sale, no soy buena en esto.
Del lunes al jueves, mi casa sola, absolutamente sola. Los gatos y yo. Mis libros y yo. Mis pelis y yo. Mi cama y yo. Mis vacaciones y yo. Genève en Brasil, Ani en Mar del Plata y yo en Caballito, en la hamaca paraguaya, libro en mano, con un Campari con naranjas recién exprimidas al alcance de la mano, con el sol ya bajo, escondiéndose; y yo en bombacha y musculosa todo el día, porque los novios de las chicas no están, porque las chicas no están.
El jueves a la nochecita, Córdoba, pero eso ya es otra historia.

jueves, enero 14, 2010

¿Sabés qué es raro?
Estar con un tipo, que sea la segunda vez que se ven, y empiecen a hablar emocionadamente de cómo, cuando eran adolescentes, planeaban suicidarse, incluso discutir métodos; obviamente, cagándose de risa, porque ya somos grandes, esas cosas ya no se sufren.
Descubrir que los dos se obsesionaban con especular qué harían todos los seres queridos de concretarse el suicidio.

¿Sabés qué es lo peor?
Que a mí esas cosas me terminan conquistando.
El flaco en algún momento de la charla comentó que mientras estaba en pareja, leía los blogs de gente soltera y le daban ganas de ser uno de ellos. Después dijo algo más, pero la palabra "blog" disparó la maquinaria de mi paranoia, que venía en stand by hasta el momento, ¿y si el tipo era esa persona que vino googleando mi mail según el servicio de estadísticas y en realidad se hacía el boludo aunque supiera de todas las cosas que yo escribo acá? Estuve a punto de confesar que sí, que hasta capaz había leído mi blog y todo, pero no. Como la noche anterior había estado a punto de confesar que mientras él estaba esperando que yo volviera del baño, yo me resbalaba por las escaleras y caía sentada y muerta de risa en el último escalón, todo cortesía de mis chatitas de suela inoperante.
Entonces me entero de que el cáncer de mi tía se fue a los huesos, que es un hecho. Que la quimio es el único recurso y que menos mal que la empezó. Que las posibilidades son pocas, pero el panorama podría ser peor. Que crucemos los dedos por que no vaya a las piernas.
Hace tres días que no puede probar bocado y ni siquiera puede levantarse para ir al baño.
Esto, esto que siento ahora es jodido. La culpa por haberme alejado de ella los últimos años, el amor inconmensurable que le tengo, los reproches que le hice de frente y a sus espaldas, el saber que sin importar qué ella siempre estuvo para todo lo que necesité.
Y no sé. No sé qué hacer
Para no pensar que soy mucho más susceptible de lo que quiero reconocer. Para no caer en el vaivén este de mis estados de ánimo. Para no sentirme una desquiciada caprichosa que a la primera que las cosas no salen exactamente como estaba planeado, se angustia y quiere culpar al cosmos por su error al elegir. Para no recordar que de las últimas 45 horas sólo dormí 5.
Me pongo a sacar entradas a las 8 y media de la mañana para ver Sherlock Holmes esta noche. Butacas 10, 11 y 12 de la fila E.
Recién llegada, con el maquillaje un poco corrido y un gusto agridulce en la boca, quiero imaginar que una dosis de Robert Downey Jr. y Jude Law me va a abstraer, me va a sacar del estado de absoluta incertidumbre en el que vengo metida desde hace días.
Lo que siento tiene un sabor. Desconcierto, desilusión, incoherencia. Como sal en el café.

miércoles, enero 13, 2010

Me subo al 36 y sólo quedan dos asientos, adelante, de los que hacen que alguna gente se maree porque va para atrás, para mí es exactamente lo mismo. En el bondi se duerme o se lee, y que el paisaje vaya para un lado o para el otro es absolutamente indistinto. Esta vez, la de ayer después del trabajo, es un viaje para dormir. Cierro los ojos entonces. Pero no hay caso, un nene hace barullo y habla con acento de doblaje. La madre ya está hastiada, se le nota en la cara, de la verborragía de su hijo que lo deja gritar y armarse una aventura en voz alta. Al lado tengo a un nene tranquílisimo, más o menos de la misma edad del quilombero del fondo. Se escucha un "Santino, ya bajamos, vení para acá" y respiro aliviada; todavía me quedan veinte minutos de viaje. Ilusa, apoyo la cabeza contra la ventanilla y cierro de vuelta los ojos.

Una vocecita de lo más tierna empieza a cantar muy despacito, creo que sólo yo la escucho. "Quién me va a pedir que nunca la abandone. Quién me tapará esta noche si hace frio. Quién me va a curar el corazón partío". Y así sigue durante los veinte minutos restantes de viaje. Para el final ya no sé quién me va a curar el corazón partío y tengo ganas de revolearle la cartera al pendejo por la cabeza. Las cuatro cuadras hasta casa las atravieso con una angustia inexplicable. Porque nadie me tapa cuando hace frio y a nadie le importa si abandono o no. Pero llego a casa y tengo que prepararme para una cita improvisada, con alguien que no conozco y casi que por un momento dudo, pero Genève pregunta qué me voy a poner y qué labial voy a usar y qué hace de su vida este especimen y, por fin, logro entrar en ese mood, esos nervios ante lo desconocido, que tanto disfruto. Mientras camino por Rivadavia tarareo la puta canción de Alejandro Sanz, pero ya sin angustia.


Lo que pasa después es extraño, extraño de lo bueno. Una serie de eventos desconcertantes que tiene un desenlace relajado, sonriente.
Después de sólo una hora y media de sueño, una ida al banco con mi abuela, un pasaje a Córdoba en la cartera, dos pastillas de guaraná y unos auriculares nuevos, mi mente sólo puede repetir, en un loop eterno, la primera parte del felizcumpleaños en japonés, cortesía de Dedé.

martes, enero 12, 2010

La cagada de que gente que conozcas lea tu blog o de conocer gente por medio de esto es que siempre hay un post que no querés publicar, que no te animás, que se olvida entre los borradores o que se intenta reescribir, quedando como un nudo críptico de frases repletas de segundas leídas. Esto último es lo peor, porque no sabés si la persona que originó todo se va a dar por aludida o no, entonces esperás a que te deje un comentario, o te mande un mail o lo que sea, pero no, porque como te ocupás tanto de que no se note nada, lográs tu cometido, pero en el fondo no podés entender cómo la persona se está haciendo la pelotuda de esa manera tan descarada; aunque es sabido que dado el caso de ser interpelados por quien inspiró las líneas, nuestra respuesta es en un 80% de los casos es *ay, no, ni en pedo, entendiste mal, es sobre pendorchito, un flaco que conocí en Mar del Tuyú*, porque lo que se busca no es la claridad ajena, sino la paranoia -si, esa soy yo, una joyita de persona, un divinor-.
Por eso, después de tantos años, de tanto post, de tanta ansiedad y tanta metida de pata, entendí que en vez de hacerme la misteriosa tengo que saber controlar el impulso y quedarme en el molde o aprender a hacerme cargo de lo que quiero decir, en la manera que elija decirlo. Cuento entonces,a modo de confesión, que acabo de borrar unos párrafos porque estuve a esto -imagínense una distancia muy pequeña- de tratar de comunicarme con una persona por este medio. El horror, no se hace, está mal. Malo. Caca.
Parece que estoy aprendiendo, de una puta vez.
Eeeessssa.
A las tres y media de la tarde siento puntadas en la panza y sé que no lo puedo evitar más. Algo voy a tener que comer.
Ahora estoy sentada con una galleta de arroz en la mano y una taza con sopa instantánea de zapallo apoyada en el escritorio.
El cuello me duele cada vez más y sé que si me tomo un diclofenac, voy a caer rendida de sueño en esta misma silla, así que me aguanto. De última, duele por una buena causa, me digo a mí misma tratando de consolarme.
Tengo una charla que incluye la frase "...un cocainómano que quería que hiciéramos un trío con un travesti. El tipo que mejor me trató en la vida, lo adoro". Y me dan ganas de reirme, porque lo peor de todo es que es verdad. Entonces lloro, porque es verdad.
Arreglo mi mañana de mañana para terminarla en Retiro, comprando pasajes para la semana que viene. Si no me voy urgentemente, se pudre el rancho.
Sentada frente a la compu, fumando un cigarrillo armado, en ayunas, con una contractura en el cuello que no afloja y unas puntadas en el estómago por no haber comido en más de veinticuatro horas, miro el monitor, veo que lau me dice por msn que tengo ganas de quejarme, que las cosas no son como yo digo. Pero cómo hacer para que no se me salten las lágrimas ante tanta frustración junta.
El primer ataque de minita del año, pensé que iba a tardar más en llegar.

lunes, enero 11, 2010

- ¿Qué pasó, bebé?
- ¿Bebé? ¿Ahora decís "bebé?
- Digo lo que me salió, son las cuatro de la mañana, me mandás un mensaje preguntando si podés llamar y cuando atiendo te quejás de que te digo "bebé"... Te lo dije cariñosamente, taradita.
- Bueno, taradito.
- A ver... ¿qué pasó? ¿algún boludo que te cogías te dejó de llamar? ¿una de tus amigas está casi inconsciente tirada en tu cama y me llamás para que las enfieste?
- No...
- Se está quemando tu casa y siempre pensaste que debería ser bombero, por mi porte y porque te recontra caben los flacos en uniforme...
- Esa podría ser, pero no.
- ¿Entonces?
- No, nada... quería saber cómo andabas.
- Ah, no. No te lo permito. Acá, con sinceridad, chiquita. Nadie llama a nadie a las cuatro de la matina de un domingo para ver cómo anda.
- Vos lo has hecho.
- Porque estaba caliente y quería ver si te prendías con un phonesex.
- Ehmm...
- Haber empezado por ahí...
- Bueno... me daba cosa decirlo así nomás.
- Qué tonta. Soy yo...
- Por eso, porque sos vos llamé.
- Che, y decime una cosa ¿estás tirada en la cama?

Esto se llama adaptabilidad. También se llama de otras maneras, pero no importa.

sábado, enero 09, 2010

No es novedad que me gusta categorizarlo todo, que me encanta tener mil cajoncitos mentales que guarden situaciones, conceptos o personas que comparten un mismo patrón. Me da una sensación de orden, incluso hasta de control, qué ilusa. Y tal vez esa sea mi mayor manía, la de generalizar y crear categorías, para absolutamente todo.
Quiero hacer un catálogo de mañas y rituales. Todos los tenemos, el que diga que no, no se tomó el trabajo de pensarlo bien o miente, así de simple.
Esta vez pido ayuda a los lectores, que según las estadísticas son más que los que se dejan ver en los comentarios. Eso quiero, que me manden un mail con algún o algunos rituales o manías. Y no me tiren que cuando van caminando por la calle no pisan los bordes de las baldosas porque eso lo hacemos todos. Cópense, hagan el viaje introspectivo hacia el perímetro de su neurosis -si se pasan y llegan al núcleo, yo no tuve la culpa, aviso de antemano- y cuéntenme qué encontraron.

Yo me sincero con un ejemplo del que no me siento para nada orgullosa.
Cuando estudio, cada materia tiene un par de colores asignados. Las combinaciones son: negro-rojo, negro-verde, azul-rojo, azul-verde; como nunca cursé más de cuatro materias, no necesité agregar nuevos colores.Durante lo que dure la cursada, todos los apuntes, resúmenes y exámenes serán presentados en esos y sólo esos colores; de otro modo, el mundo se viene abajo. En serio. Las profecías mayas hablan de eso ¿no vieron la peli? ; en un par de años me voy a olvidar de llevar la birome roja a un examen y pumba, todo al carajo. Menos mal que tenemos a John Cusack.

¿Otro ejemplo? Ok, sólo porque es sábado, estoy en el laburo y me estoy comiendo un embole padre.
Si presto un libro y vuelve con algunas de las puntas de las hojas dobladas, psicotizo. Es causal de pelea. Ya bastante complicado es que preste libros (sí, vos, sentite un afortunado, un privilegiado, único en multitudes, y ponete a leer YA MISMO, que los extraño, y yo ya terminé los tuyos) como para que encima tenga que imaginar que esa persona, descuidada, iba en el colectivo y no fue capaz de usar el puto boleto como señalador, no, agarró y dobló la punta del libro, total, a quién le importa, viva la pepa. Me angustio, me angustio de solo recordar que mi ejemplar de Las Partículas Elementales tiene un montón de dobleces en sus pobres páginas. Pobrecito. Sufro.

Entonces, mi mail, acá a la derecha, en la columnita del costado.


(de más está decir que de lo que reciba, nada será publicado en este blog sin permiso, aclaro por las dudas)

Síganme los buenos.

viernes, enero 08, 2010

Se murió O., me dijo mi prima.
Flashback a 1998, tercer año. Mi campera de corderoy de color indefinido con las mangas deshilachadas y unos oxford color ladrillo; los pelos casi por la cintura y esa sensación de querer estar siempre en otro lugar. Me sentaba al fondo, al lado de un pibe que usó el mismo piloto todos los días del año, todos. El tipo, O., el profesor de contabilidad, dijo mi nombre y apellido, me miró, nos miramos, y tiró el número, cinco. A noviembre, recuperatorio. A noviembre como computación, geografía, inglés y no me acuerdo cuál otra, matemática ya la tenía en marzo.
Mi mamá me mandó a un profesor particular, fuimos con mi amiga japonesa, que también se la había llevado, y no paramos de reírnos en las dos horas que duró la clase. El tipo era humpty dumpty, era un huevo. El cráneo ovalado, no tenía cuello y seguía así, todo redondo; además tenía una voz muy particular, como si se hubiese chupado millones de globos con helio a lo largo de su vida y hubiesen quedado secuelas. Entonces nos trataba de explicar qué era el devengamiento y nosotras completamente rojas, aguantando la carcajada. De más está decir que no aprendí un carajo esa tarde, y que fui al examen completamente en bolas; y ponele que sí, que me sentía un poco culpable por haberle hecho gastar la plata a mí mamá, el tiempo al profesor, esas cosas, pero en el fondo, muy en el fondo, no me importaba nada. Porque en agosto me habían roto el corazón y yo no podía parar de llorar como una estúpida cada noche, no importaba que ya estuviéramos en noviembre, que todo el mundo me dijera que dentro de unos años me iba a cagar de risa de todo eso, que en el fondo supiera que no estaba mal porque menganito no me había terminado de dar bola porque estaba bastante claro que el problema era otro.
Así que así llegué al día del recuperatorio, cual vaca entrando al matadero, inventando excusas para que mi madre no me asesinara, reprochándome haber querido, a mis tiernos doce años, entrar a una escuela comercial, imaginando un brillante futuro como administradora de empresas -porque las nenas a los cinco años quieren ser actrices o modelos, yo quería ser abogada; y a los doce ya había cambiado de vocación-.
Me senté e hice los asientos del libro diario; una burrada atroz tras otra, y yo sabía que no tenía ni idea de lo que estaba haciendo, pero nunca pude dejar un examen por la mitad, una respuesta sin responder. Tal vez pienso que la providencia me puede ayudar a encontrar la respuesta correcta de la mano del azar, o quizás es que soy una maniática insoportable, no me interesa. Después pasé al balance. Creo que nunca me dio un balance, nunca en todo el secundario, menos que menos me iba a dar ahí, en el recuperatorio de noviembre, después de un año nefasto académicamente hablando, y sentimentalmente también, y familiarmente también. No había caso, ni dibujando los números podía hacer coincidir las putas columnas, entonces borraba y volvía a borrar, guitarreando numéricamente sin vergüenza, mirando al resto de mis compañeros que se levantaban para entregar con expresión de satisfacción los muy putos.
O. dijo que quedaban cinco minutos nada más. Solamente quedábamos otro pibe y yo en el aula. El pibe entregó y me quedé sola, frente a mis hojas, prolijísimas, llenas de columnitas, con los números redondos y la letra impecable. Me levanté, fui hasta el escritorio apoyé las hojas y confesé.

- Ni se gaste, eh. Está todo mal.
- ¿Qué le pasó, G.? Habíamos empezado bien el año. ¿Se acuerda?
- Si, me acuerdo... Pero no sé, me parece que es porque ya me la había llevado el año pasado y tenía ciertos conceptos bastante asimilados. Cuando empezamos con cosas muy nuevas, dejé de entender, y para cuando me di cuenta, estaba perdidísima. Así que... Bueno... Dedicaré mi verano a devengar.
- Pero no, no la voy a mandar a marzo, venga en diciembre.
- Es en una semana y me llevé otras materias. No llego ni con un milagro.
- ¿Usted ya sabe más o menos qué quiere estudiar cuando termine acà?
- Sí...
- ¿Qué le gustaría estudiar?
- Psicología...
- ...
-...
- Vamos a hacer una cosa, G., yo rompo esto -dijo mientras agarraba las hojas por los extremos y partía todo en dos- usted tiene un siete y acà no pasó nada, ¿estamos?
- Ehmm...
- ¿No que no pasó nada?
- Nada de nada.

Y me fui a mi casa.
Durante los dos años siguientes, cada vez que nos cruzamos con O. -un señor de´más o menos sesenta años, pelado, ojos enormes y celestes, cara de loquito- en alguna escalera o pasillo, hubo una mirada cómplice. Una sonrisa paternal de su lado, un revoleo de ojos -tan característico- del mío.

Mi prima no podía creerlo cuando le conté esta historia. Capaz O. se había endurecido con los años, capaz pegó onda conmigo, andá a saber.
Todavía no sé si actuó pésimo o si realmente intuyó que era realmente inútil tratar de hacerme entender eso que tan poco me interesaba. No lo sé y quizás lo sepa si llego a ser profesora, quién sabe.
Eso sí, O. me salvó el verano, si me llevaba otra materia a marzo, mi madre me vetaba el derecho a vacacionar con amigas: pinamar, carpa, chicos lindos en el camping, nuestras primeras vacaciones solas. Me salvó el verano.
Brindo por O. y por ese verano.
Si Hausbrot me dice que es todo orgánico y sanito, yo voy feliz por la calle con mi bolsa de papel madera con una tarta de puerro adentro; porque les creo; qué sana soy, qué sana me siento. Dicen que no usan azucar blanca y yo les creo. Ahora digo, si no me cuesta creerle a Hausbrot, ¿por qué carajo me cuesta tanto creer en cosas mucho más verósimiles que un palito de queso absolutamente exquisito y orgánico?

jueves, enero 07, 2010

Cel dice:
querés ver una foto de fulanito?

Lau dice:
obvio!

Cel dice:
http://facebook.com/soyunachusmadelorto

Lau dice:
tiene cara de cura!

Cel dice:
nooooo
te odio
igual... con esa cara... quién lo diría, no?

Lau dice:
tiene cara de no coger y que igual es feliz

Cel dice:
viste?
y resulta que tiene una mente perversa

Lau dice:
yo le doy


Cel piensa... "!!!!!!"

Cel piensa... "A este no te lo presto ni loca"

Cel piensa... "Ups, me salió la posesiva"

Cel se asusta.

miércoles, enero 06, 2010

Anagrama editaba una vez por año un libro erótico, una especie de La Sonrisa Vertical de Tusquets, pero, bueno, como dije, de Anagrama. Al parecer, yo me compraba esos libros cada año, religiosamente. El de 2010, o 2009, lo había escrito alguien de quien yo nunca había oído hablar, venía en versión compactos, tenía la tapa roja y estaba medio en formato blog, como posts más o menos cortos. Me gustaba el libro, me enganchaba, me calentaba... pero en algún punto de la lectura, me empezaba a reconocer en ciertas frases, y también a Nico; hacia el final del libro había una foto en blanco y negro. Era MI espalda. Mi espalda, imposible de no reconocer si alguna vez se la ha visto. MIS tatuajes en esa espalda de esa foto de ese libro.
La situación me generaba vergüenza, indignación, intenso placer y desconcierto. Trataba de encontrar a Nico, pero ya no tenía más el mismo número. Planeaba incluso tomarme un bondi hasta su casa para tocarle la puerta y reclamarle explicaciones, pero no tenía la dirección. Finalmente, lo veía en sentado en un bar, estaba con una campera roja horrible y tomaba un trago de color extraño. Yo lo espiaba desde la barra, con un chopp en la mano. No me acercaba ni nada, no quería preguntarle por qué había dejado que publicaran algo tan evidentemente íntimo porque le iba a terminar diciendo que el libro me había encantado y ¿qué sentido tiene hacer una escena si al final se le va a terminar dorando la píldora al contrincante? Así que me iba del bar y listo, se terminó el sueño.
Me desperté y lo primero que vi fue Leviatán sobre la compu. El de Auster en versión compactos, que tiene tapa roja. También entendí cómo se sintió Nico algunas veces que yo esribí cosas absolutamente íntimas en mis múltiples blogs. Creo que hasta se me cruzó por la cabeza mandarle un mail pidiéndole perdón. Qué pelotuda. "Eh... sí, no nos vemos ni hablamos desde hace un año, pero te quería pedir perdón por esa vez que posteé que eras incapaz de hacer aflorar mi puta interior. Eso sí, no deja de ser cierto, pero bueno, no debería haberlo publicado. Buen 2010!". Después miré el reloj y entendí cómo se me había ocurrido tal estupidez, eran las ocho y media de la mañana; apagué el ventilador y me dormí de vuelta.
Es la misma sensación que agarra cuando estás en uno de esos ascensores, esos que hacen que te suba y baje una cosa rara en la panza. Bueno, eso mismo. Pero en vez de sólo en la panza, en todo el cuerpo. Unas cosquillas, no sé, algo muy raro.
Como una de las resoluciones para este año era dejarme de romper las pelotas, pensar menos y hacer lo que se me cante, le doy para adelante. Y que salga lo que salga.
También le doy para adelante porque es enero y no quiero morir de aburrimiento.
En marzo, atendiendo ciento cincuenta madres furiosas y ansiosas por día, ol-vi-da-te.

lunes, enero 04, 2010

El 31 me levanté temprano y fui a comprar unas cosas. En la verdulería, elegí unas lechugas, unas paltas y cuando vi los pepinos, mi Oma se me vino automáticamente a la cabeza. La ensalada de pepinos con crema de mi Oma es un clásico alemán y solía ser un clásico en las fiestas que se festejaban en mi familia paterna, hasta que mi abuela -hija de mi Oma- se olvidó de la receta porque está medio gagá. Apelando a la intución y al sentido común -porque, vamos, ¿qué ingrediente estrambótico puede tener una ensalada de pepinos con crema?- me puse a hacerla. Y además de un par de pensamientos guarangos mientras palaba los pepinos, esa cosa de la tradición. Saber que eso que estaba haciendo, también lo habían hecho mi abuela, y su madre, y la madre de su madre; como el goulash, el repollo saltado o el postrecito de maizena. Y aunque no comparta un lazo sanguíneo con mi papá o su familia, si comparto la tradición.
No puedo entender que una ensalada me provoque tanta emoción.
Es que tenía el mismo gusto. El m-i-s-m-o.
Lau tiene mala memoria, es un hecho. Lau es muy prolija y aplicada, eso también es un hecho. Entonces, cuando yo le hablo de algún muchacho -del presente o del pasado- siempre entrecierra los ojos y dice "¿ese es el abogado?" o "¿ese es el de la afrolatina?", y claro, nunca le pega. Se confunde al músico con el oficinista y al drogadicto con el enamoradizo. Amenazó, durante meses, con que se iba a hacer una planilla excel con los nombres y características de cada muchacho con el que yo haya estado. El otro día, en la cocina de su casa, y ante una confusión enorme, se cansó, fue hasta su cuarto con un cuaderno y una birome y "Bueno, ¿quién fue el primero?". Las categorías eran: año en el que transcurrió el primer encuentro, nombre, alias, característica que lo diferenció del resto, profesión, barrio y duración del vínculo.
La chabona quería saber en qué barrio vivía cada tipo con el que estuve, es por estas cosas que la quiero tanto. Descubrí, gracias a ella, que el porcentaje de oriundos de Villa Urquiza es altísimo y que el 2008 fue, como sospechaba de antemano, un año de mierda.
Nos reímos muchísimo y recordé personajes como "manos mágicas", "el que gemía como mujer" y "el que ronroneaba". Impagable.
Ahora dice que lo va a convertir en planilla y que se lo va a repartir al resto de nuestras amigas. Por mí, que lo haga, no podría molestarme menos.